Funerales de hombres raros
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La novela está dividida en dos partes y en ambas hay una muerte como eje narrativo. La primera está situada en la Ciudad de México y narra episodios de relaciones entre un grupo de amigos gays, con el suicidio de uno de ellos como suceso central. En esa parte el escritor nos instruye sobre el tipo de relaciones que se establecen alrededor del sexo, ciertas poses y salpicado todo ello con abundantes notas sobre gustos musicales: la pasión del narrador por las rolas de New Order queda patente a lo largo del relato. El narrador es implacable y desnuda a los homosexuales con los que convive, mostrando sus mezquindades, insaciabilidad sexual y un marujeo sibilino que no deja títere con cabeza.
La segunda parte está ambientada en Torreón, de donde es originario este escritor trasplantado en la Ciudad de México, y gira en torno a sucesos familiares: la enfermedad y muerte de la matriarca prolífica y tirana que fue la abuela en vida. De paso, "Funerales de hombres" raros apunta a que no todos los machos norteños son tan machos y también les gusta el chile, a pesar de ser íconos masculinos de la sociedad torreonense y estar en puertas del matrimonio heterosexual.
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Comentarios para Funerales de hombres raros
2 clasificaciones1 comentario
- Calificación: 3 de 5 estrellas3/5El libro de divide en dos historias conectadas, la primera es un poco floja, no logras conectar con los personajes pero la segunda logro atraparme y hacer que me interese lo que les pasen a los personajes
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Funerales de hombres raros - Wenceslao Bruciaga
V.
Funeral No. 1, Ciudad de México
Los tres alegres compadres
Dos días antes del funeral
—TE LO ADVIERTO, SI TE QUEDAS CON IVÁN ME MATO, ME VOY A QUITAR LA VIDA ¿ME OYES? ¿ME OÍSTE BIEN?
Y efectivamente lo hizo, se suicidó de una forma no muy convencional, quedó claro que le gustaba sufrir y hasta el último aliento disfrutó de ese sentimiento masoquista: según el informe histopatológico forense, Robin machacó un montón de las pastillas que usaba para dormir y también un vaso de vidrio, todo lo convirtió en un polvo que debió parecerse al azúcar glas (tuvo que haberse tardado horas para obtener esa consistencia) y lo ingirió con media botella de brandy para después meterse a la tina de baño totalmente desnudo. No conforme, aventó una radiograbadora al fondo del agua caliente, el aparato estaba conectado a la corriente eléctrica; así que básicamente murió electrocutado más que por la sobredosis de medicamentos y vidrios. Iván dice que encontraron una cinta de María Callas en la grabadora hundida al fondo de la tina y que fue la causante de las áreas festonadas, de plegamiento sobre la piel, tremendas quemaduras. Puto, indudablemente, quiénes más que los maricones disfrutan de esa clase de música anticuada y bastante afeminada.
Así que Robin cumplió su amenaza. Yo quise evitarlo. Le dije algo así como sencillamente prefiero coger con él que contigo, eso es todo, ya deberías saberlo, siempre te quedas fuera cuando intentamos coger los tres... desde un principio fue así y nunca pudiste con eso… preferiría que no te murieras, al menos no por mí, si algún día sucediese algo parecido pienso quitarle la vida a alguien con mis propias manos, pero eso sí, te mueras o no, YO SEGUIRÉ COGIENDO CON IVÁN Y SEGUIRÉ BESÁNDOLO EN LA BOCA Y PARA NO ANDAR CON RODEOS, NUNCA ME HA GUSTADO COMO ME CHUPAS LA VERGA, mejor aquí le paramos...
Creo que entendió todo menos lo de la verga porque apenas me callé, se arrodilló tan humillante como pudo, se afanó en meterse mi pene a su boca tratando de constreñirme pero no pudo siquiera deslizar la bragueta, volvió a encabronarme pero no iba a golpearlo como la semana pasada, pensé que después de aquella tremenda paliza no volvería a buscarme nunca más, a mí por lo menos, Iván y él son otro asunto y siempre han sabido entenderse; pero con todo y vendajes y collarín se presentó en casa de Iván.
En realidad no deseaba su muerte, sólo quise ser sincero y ver si poco a poco desaparecía de mi vida. Al final lo hizo, desapareció de mi vida, optó por desaparecer de la de Iván y del mundo entero también.
¿Por qué deciden ser gay si no pueden ni con la cuarta parte del mundo normal?
Una semana después del funeral
—Si Joe Strummer estuviera vivo, haría lo posible por buscarlo, encontrarlo y cogérmelo...
—Pues yo estoy tranquilo, Ben Affleck sigue vivo.
—Sí, pero ése está bien pendejo...
Iván deja escapar un mutilado carcajeo y después le da una calada al cigarro de mariguana que estamos fumando, es nuestro cuarto churro en toda la tarde. El comentario lo hice porque ya estoy más que pacheco y The Clash me excita y me pone melancólico al mismo tiempo, y Joe Strummer me parece sexy (o mejor dicho, me parecía).
Ninguno de los dos ha mencionado a Robin, me refiero al día de hoy. En la mesita que está frente de nosotros (un mueble sobrediseñado de vidrio exclusivo del gusto homosexual) hay un cenicero a medio llenar de pastillas, todas ellas anfetaminas o inductores de sueño o antidepresivos. Aunque los dos lo negamos, nos sentimos profundamente tristes. Si existe un reino de los muertos, Robin ha de estar regocijándose en él, pues no dudo que este sentimiento que nos invade justo ahora fuera parte de sus cálculos siniestros cuando se tragó esa porquería y se electrocutó en la bañera.
—¿Ahora qué se te antoja?
Le pregunto a Iván poniéndole el cenicero a la altura de sus pezones perforados.
—No sé —expurga entre las pastillas como si fueran dulces y gomas de mascar—, escoge tú por mí.
Así que tomando en cuenta la música (The Clash) el clima (nublado a punto de llover) la hora (dos de la tarde) la situación política (mañana se celebrarán elecciones federales así que hay ley seca, por lo que estamos tomando de las botellas de Robin que Iván y yo detestamos y que al pendejo le encantaban: coñac y brandy) y pienso que es momento para la mitad de un Tofranil. Ambas mitades me las pongo en la lengua y cuando beso a Iván le entrego su parte en la encía, también aprovecho para excitarme un poco. Luego damos tragos al brandy que hemos mezclado con Coca-Cola para que no sea tan desagradable.
Poco a poco mi cuerpo va cediendo a los caprichos de las pastillas, la mariguana y el brandy con Coca-Cola e intento agitar los brazos al ritmo de The Clash. Una de las razones por las que aún visito este departamento es por ese tic de Iván; simplemente me resulta irresistible la forma en la que se peina y despeina su cabello quebrado y canoso en cuestión de segundos, no lo puede evitar, lo hace cada tres o cinco minutos, a mí me encanta, al igual que su voz de metal oxidado y su perforación del pezón derecho.
—Robin y yo en verdad éramos grandes amigos, en serio.
(Ya nos habíamos tardado en no hablar del asunto)
—¿Sabías que tiene un hijo? Debe tener unos ocho años, lo concibió en una de esas borracheras con sus amigos teatreros, una estudiante de literatura dramática que terminó siendo empleada de un Zara, al menos eso decía Robin, también el pinche cabrón se la pasaba diciendo mentiras la mitad de su vida.
(Si lo sabré yo)
—La desgraciada se dejó embarazar y dijo que se haría cargo del bebé, siempre supo que Robin era gay, así que muy chingona adoptó la pose de madre soltera, pero apenas se alivió no pudo con la responsabilidad o qué sé yo. Simplemente fue a encasquetárselo al pobre Robin un día y después desapareció, ¡imagínate! La familia de Robin... obviamente su madre pensó que un hijo al lado de un padre homosexual sería una perversión, estuvo bien contento los días que tuvo al chamaco viviendo con él ¡lo hubieras visto!, ¡joteaba el doble de como lo hacía normalmente!
(Debió ser insoportable)
—Pero le duró bien poco el gusto al pobre, le quitaron a su chavito y éste pasó a ser el tercer hijo de una de sus hermanas y de padre se transformó en El tío Robin
, pero nunca pasó un solo domingo que no fuera a visitar a su hijo y…
—Conozco perfectamente esa historia, cada vez que se emborrachaba contaba la misma tragedia, su sobrino que en realidad era su hijo y que le daba lecciones de cómo ser bien macho y tratar mal a las viejas para que se dieran cuenta de-quién-es-el-que-manda, de seguro él se tomaba como ejemplo de víctima femenina.
—Oye, sólo te pido un poco de respeto para mi amigo muerto.
Jaque mate en este maldito juego de las dos de la tarde, una combinación de ajedrez de frases incriminatorias y memorama de sucesos sentimentales.
—Lo siento, pero siempre me fastidió que Robin fuera tan afeminado y nunca fue secreto.
Y al terminar la frase me siento ahogadamente cansado, tanto, que ni siquiera puedo sostenerle la mirada a Iván, agarro el cigarro de mariguana y embozo la cabeza para mirar cualquier cosa que no sea él, hay un montón de revistas GQ en el ángulo entre el sillón donde estamos sentados y la butaca jardinera de ratán, la misma en la que solía sentarse Robin, doy caladas al churro como si fuera un Marlboro cualquiera; en la portada de la GQ que encabeza la pila aparece Edward Norton con el pelo alborotado y barba y pienso en cuánto me gusta Edward Norton, sobre todo en Figth Club.
The Clash.
Estoy tan ebrio y drogado que no sé si Iván está pensando que yo soy el culpable del suicidio de Robin y que él piensa que yo sé lo que está pensando y disfruta con ello; aunque a pesar de tanta porquería en nuestros sesos telepáticos no es lo suficiente para tumbarnos por completo, seguimos despiertos, vivaces, inquietos, tristes.
La canción que suena, irónicamente, es la de I´m not down
. Iván me toma por sorpresa cuando me pide que le suba, el control remoto está tirado por ahí, en el suelo, entre los empaques de las pastillas y envases de Coca-Cola.
I´ve been beat up, I´ve been thrown out, but i´m not down, i´m not down, I´ve been shown up , but i´ve grown up, and I´m not down, I´m not down.
No sé qué es lo que le ha gustado exactamente de Los Clash a Iván, nada tienen que ver con su colección de Barbra Streisand y Judy Garland. Enredo las piernas y vuelvo a mi rincón de niño castigado.
No sé si Iván pretenda volcarnos a una normalidad hueca cuando me baja los pantalones y empieza a sobarme debajo de los testículos, justo donde yo pierdo la cabeza. Entonces nos besamos tan fuerte que parece que va a arrancarme las encías. Tal parece que la tranquilidad aún está a kilómetros de aquí pero hacemos lo que podemos, lo que nuestras vergas puedan permitirnos.
—¿Te confieso algo?
—¿Qué?
—Estoy tranquilo por mi amigo, no, no quiero decir que me alegro de su muerte, es sólo que este mundo era demasiado cruel para él, y yo... y es que como si me hubieran quitado un refrigerador de encima, no es que, que me sienta contento... ya estoy hasta el culo... simplemente estoy tranquilo.
—Yo también.
Tres semanas antes del funeral
—¿Supiste que ya se le murió la mamá a La Pepis?
—Pobre, y como todo gay, él era bien apegado