Pan con tomates verdes
Por Pedro Merino
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Seres cercados por un medio que se hace más hostil a medida que pasan las semanas, en el que su obsesión se reduce al intento de escapar de un entorno irrespirable, de una jungla sin regla aparente como no sea la de que "vale todo". - Denis Fortún, Fernandina de Jagua.
En los 20 relatos que integran el libro de Merino, convergen marginalidad, jerga, y la picaresca como mecanismo de supervivencia. - Luis de la Paz, Diario Las Américas
La adversidad de la Isla, de "la maldita circunstancia del agua por todas partes", es aquí testigo presencial, telón de fondo y protagonista indiscutible. Todo se confabula en los relatos de este cuaderno de escritura precisa y ágil, descarnada y pujante... - Armando Añel, Cuba Inglesa
¿Cómo se relaciona su obra con el realismo sucio estadounidense de autores como Salinger o Bukowski? - Entrevista por Armando de Armas, Martinoticias
Nota: Las versiones de Amazon (ebook & papel) contienen un Glosario de cubanismos.
Pedro Merino
Pedro Merino (La Habana, 1967). Freelance writer. He has ventured into poetry, narrative, essay, journalism, and literary script for a movie. His first published book was Quinta de la Caridad, Juan March Novel Prize, Spain, 2003. He has written dozens of books for children, young people, and adults, on various topics, both fiction and non-fiction, available on Amazon and Smashwords. He currently has unpublished several historical novels. More info in his blog Read Short Stories and Novels.
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Pan con tomates verdes - Pedro Merino
Pan con tomates verdes
Cuentos
Pedro Merino
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Copyright 2011 Pedro Merino
First Edition
Published by Pedro Merino at Smashwords
ISBN: 978-1-936886-39-5
Copyright. 404-2003
Centro Nacional de Derecho de Autor (CENDA)
Calle 15 No 604 entre B y C, Vedado, La Habana, Cuba. Apartado postal 4521
Smashwords Edition, License Notes
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A los talleres literarios de La Habana
(los nombres o apellidos solo pertenecen a personajes literarios)
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Sinopsis:
El autor evoca en estos relatos la forma de sobrevivir de los personajes variopintos o ambiguos, positivo-negativos a través de vivencias en las calles de ciudades y provincias. También la aventura hacia lo desconocido para lograr los objetivos, cueste lo que cueste; además de humor, el sexo, la violencia, ilusiones, ingenios, resignaciones. El lenguaje es transparente, los diálogos naturales y significativos, las ¨mudas¨ o cambios de narradores en cada cuento narrado desde dentro del alma que nos trasmite crudeza o realismo, cuya lectura no está lejos de la verdad por muy relativa que parezca y que hará que el lector no dude después del punto final de cada historia.
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Índice
Pan con tomates verdes
Avisos
La botella empuñada
Las carpas
El extravío
El hallazgo
El sobre amarillo
El viajero
La encerrona
La paradoja
La propuesta
Las chapitas
Los pitusas
Los agradecidos
Los atrapados
Los inculpados
Pulpotomía
Los divergentes
La sospecha
El bolso
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Pan con tomates verdes
Es noche y media porque la luz no existe. Por la calle se escuchan las pisadas. Hablan alto y los durmientes se despiertan. A lo largo de la calzada desfilan los guaracheros del carnaval. Siento la humedad de la madrugada a comienzos y camino en dirección a mi edificio. Inserto la llave... lo abro. Doy un paso hacia adelante y miro de lado y veo a una niña vestida de mujer. Le guiño un ojo y ella estira la mano para que la agarre. ¿Qué hace una jovencita a esta hora cuando el mundo duerme? Mirar y ver que te miran, así soy como te gusta.
La toco por los brazos, las mejillas, mientras subimos la escalera. Ella va delante y me fijo en los muslos. Le veo el blume. Pero el bombillo está casi fundido. Hay escalones sueltos y cuarteados, empatados con un mármol diferente. Ella resbala y la aguanto por los muslos, cuando veo una rata que se filtra por el antiguo conducto de aire acondicionado y no le digo nada.
Llegamos a mi apartamento. Por suerte nadie del comité está de guardia. Meto la llave como si la penetrara. Me mira. Sonríe. Anda, ¿me vas a invitar a pasar? Como no, mi China, siempre.
Mira hacia la cocina. Después me observa. Tienes buenas piernas y con el vestido corto no ocultas lo que debes. Pipo, yo soy del viento, del que pase y me lleve.
Ni siquiera la desconfianza la detiene. El miedo me envuelve. Pienso que una extraña está bajo mi techo. Qué cosa más linda. Hace cinco meses que no choco las bolas
y primera vez que la veo. Mis tíos no duermen porque se quedaron en La Habana. Quedo dueño del momento en que dos jóvenes divagan y mienten.
Parece tranquila, pero esconde algo. Ni a los santos le pregunto qué es y a su tota le digo que el placer me embruje.
La lámpara de la sala parpadea y se apaga. Pasamos al cuarto. Enciendo la lamparita. Vemos las mesitas, la cama imperial. Luce más grande desde que duermo solo. El colchón lo destriparemos. El escaparate con la luna de cristal, y la cómoda con el espacio en que nos vemos uno al lado del otro. Sé que no busca dinero, ¿y cómo no me di cuenta antes?
Me quito los zapatos y ella, descalza, se despoja de las medias largas. Se deshace del vestido que sataniza con la noche. No he visto mejor combinación que esto. No me digas, ¿te gusto?
Sin trapos, buscamos en la piel de cada quien por la frialdad. Las lenguas enmudecen. Los jipidos espiran. La escucho balbucir. Sí... sí... mete... métemelo.
Un ruido en la puerta me pone de pie; pero no, es un vecino que le cogió la confronta. Vuelvo al cuarto. Se arquea en la cama. Frotándose el clítoris me llama. Inventa nombres. Házmelo así, como tú sabes. Levanta las piernas y las coloca encima de mis hombros. Las abre, mientras comienzo un juego sexual. A ver, alcánzame el monedero. Se lo doy y saca una tira de condones. Voy a usar dos. Ella se ríe y me dice que dos palos.
Le presento el rabo y me lo rosa con el clítoris, se lo mete y lo saca se lo mete y lo saca se lo mete y lo saca. Me agarra por la cintura. Aprieta mis nalgas y me hunde un dedo. De eso nada, ¿me oíste?, no me las toque, si no esto se murió.
De repente siento un olor a amoniaco que flota en el ambiente. Le muerdo una teta. Le chupo los pezones. Las tetas se menean. No necesitan ajustadores. Están grasosas y las beso. Su lengua es de serpiente. Me chupa los labios y continúo el juego sexual. Me muerde la lengua, la remolinea en mi boca. Palpo la saliva. Es babosa y se me pega. Alrededor de mi boca hay unas manchas que provienen de su encía. Las limpio con mis manos sin saber. Las vuelvo a limpiar.
De pronto el olor. Es un tufillo de amoniaco muy fuerte. Me paraliza. ¿Qué te pasa? Nada, no sé. Me levanto.
Se acerca a mí y me acaricia el rabo. El de mi marido mide doce centímetros...
La lanzo a la cama. Se lo presento con rapidez, pero no entra. Ella me lo agarra y se lo coloca donde es. Ahora sí, pipo, completo. No le hago caso al olor y avanzo por el tunel. Raspo las paredes. Las hincho. A medida que penetro, rompo aros. Parecen puertas circulares. Las rajo. Ay, me duele, pipo, el de mi marido es de doce. La mía es de veinte y brocha gorda. Qué ardor, espérate. De eso nada, hasta la cocina, toma toma coño. La afinco por la cintura, pero da media vuelta. Quedo bocarriba y monta a caballito. La fricciono por la espalda y le desprendo postillitas de arañazos. La media luz del cuarto no me distingue el humor y la sangre aguada. Enrosca los pies en los míos y los granos se restriegan en la herida de antier, al resbalar por los escalones.
El olor me asfixia y no puedo seguir. Por fin me levanto. Ella tras mí. ¿Estás preocupado? Me quita el condón y ¡me falta uno! ¿Lo tienes adentro? Se ríe: el otro está en la cama.
Me lo exprime con las manos y lo remueve. Lo agita pa arriba y pa bajo. La erección retorna. El rabo se llena de sangre. Se hincha. Le vuelve la fortaleza. Me pasa la lengua por el rabo y me recuerda a la serpiente. El tufillo vuelve a mortificarme. Me lo chupa y se lo mete hasta la garganta. Me lo dobla y sigue flexible como un palo de guayaba. Recuerdo una película rusa en la cual una mujer, obligada por un soldado, se lo mamaba y de súbito lo mordió, se lo arrancó y escupió el trozo. La agarro por la cabeza y la separo de mi trozo... Espérate un momento, no puedo, no quiero.
Se aleja de mí. Se viste hasta la cintura. Quiere hablarme pero calla. El cuarto sigue iluminado a medias y me dirijo a la sala y por fin enciendo la lámpara. Vuelve a mí y la veo diferente. Tu problema es aquí, y me toca la frente, no dejas que te ayude. Se vira para ajustarse el vestido y le veo una serpiente