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Todas Nuestras Chispas: Rancho Jackson, #2
Todas Nuestras Chispas: Rancho Jackson, #2
Todas Nuestras Chispas: Rancho Jackson, #2
Libro electrónico371 páginas4 horas

Todas Nuestras Chispas: Rancho Jackson, #2

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Información de este libro electrónico

Un vaquero que viste como un hombre de negocios.
Decidido y reflexivo, Nolan Jackson es el más callado y taciturno de sus hermanos, pero su pasado sigue persiguiéndole.

Una bombero bocazas.
Kira Hill es cualquier cosa menos la chica segura de sí misma que aparenta. Desilusionada y dispuesta a demostrar su valía, no busca el amor, aunque con Nolan Jackson cerca no puede concentrarse.

Se conocen de toda la vida, pero algo les impide dar ese paso que podría convertir la mera amistad en algo más. ¿Conseguirán derribar sus muros y sus miedos antes de que sea demasiado tarde y ambos se pierdan?

Libro spin-off de Todas mis Raíces, autoconclusivo que puede leerse como independiente.

IdiomaEspañol
EditorialSara Mangione
Fecha de lanzamiento2 may 2024
ISBN9781667472713
Todas Nuestras Chispas: Rancho Jackson, #2

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    Todas Nuestras Chispas - Sara Mangione

    Prólogo

    Kira

    Era oficial: odiaba a mi mejor amiga.

    No, no era del todo cierto.

    Quizá solo un poco.

    Mientras ella estaba, presumiblemente, practicando sexo de reconciliación con su novio, yo estaba cenando con sus padres adoptivos y sus hermanastros.

    Había ido al Rancho Jackson, donde vivía, para estar con ella y había acabado siendo una intrusa. Me alegré por Ilia, pero deseé no sentirme un estorbo en aquella mesa donde los murmullos y las bromas eran la norma.

    Aunque el rancho era como un segundo hogar, habitarlo sin mi mejor amiga era extraño. Debería haber estado allí conmigo, pero el asiento contiguo al mío estaba vacío y Brenda seguía llenándome el plato como si me viera pasar hambre. Y no era así, de hecho estaba todo menos demacrada. Mis muslos y mi culo abultado eran prueba de ello.

    —No creo que vuelvan pronto, puedes dejar de mirar a la puerta... —Jadeé ante las palabras de Nolan, que se había inclinado sobre la mesa para hablarme.

    ¡Qué bien! ¿Qué se les decía a unos anfitriones cuando se suponía que me iba a quedar a dormir con mi mejor amiga y ya no estaba localizable? ¿Tendría que irme con hielo en las carreteras o pedir hospitalidad como una desamparada?

    —Eh, yo... —No sabía si decirle que me estaba planteando marcharme.

    —Querida, ¡te había preparado un bungalow para pasar la noche! —exclamó Brenda en voz baja.

    —Te acompañaré —comunicó Nolan en voz alta para que todos pudieran oírle.

    —Si Ilia se entera... —cantó Milo y yo estallé en carcajadas. Mi amiga era tan protectora conmigo como con sus hermanastros. No había querido, desde los albores del tiempo, que saliera con ellos ni que me tiraran los tejos.

    Había sido fácil resistirme a esa regla durante toda mi época escolar; nadie había tenido interés en mí hasta que cumplí los dieciocho. La chica de piel oscura y rizos afro que vivía con dos padres blancos no merecía ese tipo de atención.

    Crecer en un estado conservador como Wyoming, incluso cuando procedes de un pequeño pueblo de provincias, no me había ayudado, como tampoco lo habían hecho mis cariñosos padres, dispuestos a defenderme con uñas y dientes porque de ciertos prejuicios no te puedes librar.

    El pintalabios no sirve de nada si tus labios son muy oscuros.

    Te haces trenzas porque no sabes peinarte y tus padres tampoco saben hacerlo.

    Vistes con ropa más holgada porque tus curvas en edad de desarrollo son más pronunciadas que las de tus compañeras de piel clara.

    Ten cuidado donde pones las manos, los demás podrían pensar que estás robando algo.

    Eres huérfana y nadie te quería cuando naciste.

    Mantente en un segundo plano, no les des la oportunidad de atacarte.

    Calla si otros te atacan, porque de algún modo la culpa recaerá sobre ti.

    Ilia había llegado a mi clase durante la secundaria y, aunque al principio era la desconfiada, enseguida me di cuenta de que sería mi compañera de aventuras.

    Cuando alguien se burlaba de mí, era ella quien me defendía. Y no porque yo no fuera capaz de hacerlo, sino porque ella sabía los problemas a los que me enfrentaría si me metía en una pelea. Así que en los castigos siempre acababa acompañada, y de camino al despacho del director me guiñaba un ojo.

    —¿Nos vamos? —Nolan me esperaba de pie en el pasillo con mi chaqueta en las manos dispuesto a entregármela. Asentí con la cabeza mientras me levantaba de la silla.

    —Gracias por la cena y por permitirme quedarme en el rancho esta noche. —Sonreí cálidamente a la anfitriona.

    Brenda y Vince tenían un corazón de oro. Además de Ilia, también habían adoptado a Joel, que tenía la tez mulata, considerablemente más clara que la mía, pero que le había causado bastantes problemas en la adolescencia.

    Afortunadamente habíamos salido indemnes, agradeciendo en silencio los años de resistencia que habíamos dejado atrás. Una vez que habíamos crecido, yendo a la ciudad y a los clubes más populares, ambos habíamos participado en el mundo y, aunque para un chico era más fácil no ser juzgado que para una mujer, con el tiempo yo también había tenido algunas buenas experiencias.

    —Ni se te ocurra pensar en eso, hija. Te veré por la mañana para desayunar. Nolan, ¿te encargarás a partir de ahora?

    —Tengo coche, puedo moverme por el rancho yo sola —repliqué, no queriendo ser una carga para nadie.

    —No hay problema, mi bungalow está de camino al que ocuparás para dormir —argumentó con prontitud. Asentí y sonreí a todos. Me puse la chaqueta y esperé a que Nolan me indicara su coche.

    Era el más tranquilo de los hermanos Jackson.

    Pensativo, cuidadoso, se avergonzaba si le hacías cumplidos. Le gustaba permanecer entre bastidores, dirigiendo el rancho desde la oficina en lugar de aparecer en primera línea recibiendo elogios.

    —¿Así que me llevarás a donde me apetezca ir? —pregunté con picardía. Era el hermano por el que sentía más curiosidad. Una de las comisuras de sus labios esbozó una sonrisa triste.

    —¿Hay algún sitio al que pueda llevarte para hacerte feliz?

    A tu cama.

    —Hmm, no lo sé. —Asumí un aire pensativo—. ¿Cómo sabemos cuando somos felices, que eso será todo lo felices que vamos a ser?

    —Vaya, una pregunta difícil. —Pareció meditarla y me calentó el corazón verle ocupado en formular una respuesta para mí. Yo, que no era nadie para él, siempre le había ignorado a instancias de Ilia y él había hecho lo mismo conmigo—. No lo sabemos, creo. Solo lo descubrimos cuando es demasiado tarde. Y es bastante deprimente. —Parecía perderse en sus pensamientos.

    —Es triste pero cierto —respondí mientras le veía aparcar delante del bungalow en el que se suponía que iba a dormir con Ilia. Apagó el motor, dejando los faros encendidos, y me quedé cómodamente sentada a su lado. Con la cabeza echada hacia atrás y los rizos disparados hacia todos los lados, aparté un par de ellos y me quedé mirándole.

    Los rasgos angulosos, la sombra de una barba cubriéndole la mandíbula, el pelo castaño claro, como sus ojos, más largo por arriba que por los lados, despeinado como si se hubiera pasado las manos por él a menudo.

    —Tu hermana es una auténtica zorra —susurré. Ni siquiera creí que me hubiera oído hasta que se dio la vuelta, sonriendo. Lo sentí muy dentro. Esa agitación calentándome las entrañas. La bandada de golondrinas batiendo sus alas al ritmo de mi corazón.

    Diablos, me iba a meter en un lío.

    —Yo también lo creo, a veces. Pero también la queremos por ser así, ¿no?

    Si hubiera sentido la electricidad en la cabina de ese coche como yo la sentí, no habría respondido de esa manera.

    —Sí. —Debí de hacer una mueca de disgusto porque, antes de que pudiera recoger mis cosas y bajar de un salto, me agarró la mano. La calidez de ese simple contacto hizo que mis ojos se clavaran de nuevo en los suyos—. ¿He dicho algo malo?

    Sacudí la cabeza. No podía decirle que me sentía atraída por él, se avergonzaría y luego quizá se lo contaría a sus hermanos para reírse.

    Le había pillado mirándome más de una vez cuando nos cruzábamos en las discotecas, pero debí interpretar mal que podía gustarle. ¿Por qué un chico tan perfecto iba a fijarse en alguien como yo?

    Ese flechazo pasaría de largo y un día conocería al hombre de mi vida. Solo tenía que creerlo.

    —¿Por qué no lo hablamos en vez de irnos a dormir? —sugirió con calma.

    —No sé de que estás hablando.

    —Te ha decepcionado mi respuesta, ¿te he hecho daño de alguna manera?

    —No soy de porcelana, Nolan.

    —Las palabras tienen peso, Kira.

    Asentí:

    —Precisamente por eso creo que ya lo has dejado todo claro.

    —¿Qué, y cuándo ha ocurrido eso? —Fingí una cara de alarma y me reí.

    Sacudí suavemente la cabeza.

    —Debo de haber entendido mal entonces, perdóname.

    —¿Qué esperabas que te dijera? Sería más fácil entrar en tu cabeza.

    Una sonrisa reprimida asomó a mi rostro, luego me armé de valor.

    —Hubiera preferido que entendieras por que considero a Ilia un egoísta sin escrúpulos.

    Hizo una mueca, mostrando sus blancos dientes.

    —¿Quieres explicármelo?

    —¿Y si eso lo cambia todo? —susurré. Solo con esa pregunta que le había hecho debería haber entendido que yo pensaba que su hermana era una zorra porque nos prohibía divertirnos juntos.

    —Las cosas cambian, las personas también, y los acontecimientos suceden todos los días. Es una cuestión fisiológica.

    —Eres pragmático. —Entrecerré los ojos—. ¿Sigue en pie la oferta de quedarnos aquí y hablar? —susurré y él asintió, calentando el ambiente con su sonrisa.

    Abrió la puerta y salió de un salto.

    Me levanté de mi cómodo y cálido asiento.

    —¡Eh! —murmuré. Me hizo señas para que le siguiera. Y lo hice. No podía no hacerlo. No quería no seguirle la corriente a lo que fuera que me empujaba hacia él.

    Entró en la pequeña casa y salió antes de que yo pudiera salir al patio. Llevaba dos mantas gruesas y un par de almohadas en las manos.

    —Vamos a la parte de atrás. Sígueme. —Y yo, una vez más, no pude hacer otra cosa que seguirle. Le ayudé a colocar una de las mantas sobre el césped húmedo, la otra para taparnos, las almohadas, y nos tumbamos.

    —No, un momento. —Volvió a levantarse.

    —¿Hablas en serio? —pregunté apoyándome en los codos—. Es la segunda vez que me dejas plantada esta noche.

    Se rio echando la cabeza hacia atrás.

    —Ahora vuelvo. Te lo prometo. Una pregunta rápida. ¿Pepsi o Coca-Cola?

    Aparté la mirada, echando la cabeza hacia atrás para ver el cielo.

    —Me vas a odiar por la respuesta. Pepsi.

    —Prometo no juzgar. —Percibí una leve carcajada y, como había prometido, volvió poco después a mi lado.

    Era íntimo: tumbada bajo las estrellas con el chico al que había conocido y me había gustado toda la vida, pero que debería haber evitado para no herir a mi mejor amiga. Era como comerse el último trozo de pizza sin preguntar quien lo quería. Era algo que solo podías hacer con alguien con quien estuvieras extremadamente familiarizada.

    Había latas, pero no las abrimos. Miramos el cielo oscuro y las estrellas sobre nosotros.

    —Son tan brillantes —dije para romper el hielo. Tanto silencio me estaba matando.

    —Están ardiendo —respondió él y yo fruncí el ceño.

    —Entonces podemos decir que soy la persona que las apaga. —Me reí para mis adentros de mi propia broma. Yo era bombero, así que cualquier cosa que implicara llamas y calor estaba hecha para mí.

    —Sería más apropiado decir que tú eres la que quema, la que vigila. Kira, no eres solo una consecuencia, eres la acción. —Contuve la respiración y no me giré en su dirección. Temía que oyera mis suspiros de éxtasis. El aire que nos rodeaba, aunque no nos tocábamos, crepitaba de atracción, al menos por mi parte—. Me gusta observarlas. ¿Es extraño? —Llenó el silencio incómodamente cargado que se estaba formando. Pero Nolan era así, ya tenía que conocerlo: aunque pareciera torpe, sabía resolver situaciones, era decidido y resolutivo.

    —Puede que un poco. Pero no te humillaré por ello, te lo prometo. —Apenas nos reímos. Yo permanecí en silencio y él hizo lo mismo.

    —Es precioso —susurré.

    Se dio la vuelta, esperando a que continuara. A mis mejillas subió un calor imposible de disimular.

    ¿Era normal ese calor repentino? ¿Por qué nadie me explicaba nunca la diferencia entre vergüenza y pudor?

    —Creo que nunca lo había visto así. —Me las arreglé para decir.

    —Vivimos en Wyoming, no me digas que nunca has mirado al cielo por la noche.

    resoplé.

    —Es obvio que lo he visto antes, pero nunca me he entretenido en alabar su belleza. Verlo contigo lo hace aún más intenso —susurré la última frase, casi con la esperanza de que no la oyera, de que no captara la emoción que desencadenaba en mí aquel momento juntos.

    Me giré hacia él, a duras penas. Le observé estudiarme durante unos segundos, abrió la boca para hablar, para responder a mi diarrea verbal que a veces no podía callar.

    —¿Pasta o pizza? —pregunté rápidamente antes de que pudiera decir nada.

    Su sonrisa se ensanchó y asomó un hoyuelo.

    —¡Vamos, contesta sin pensarlo!

    —Pizza, ¿tú?

    —¡Pizza, sin dudarlo! —Fingí sorpresa.

    —¿Mar o montaña? —continuó.

    —Montaña, vamos esa no cuenta. Sé que para ti es la misma respuesta. Vivimos en Wyoming, ¡por el amor de Dios! Te daré otra pregunta para que me sorprendas. —Puse los ojos en blanco y nos reímos juntos. Era fácil reírse con él, sentirse cómoda.

    —¿Cine o Netflix?

    —¡Netflix! —Asintió con la cabeza—. ¿Romántico o rompecorazones?

    —Romántico, sin duda. —Moví las cejas arriba y abajo divertida—. ¿Familia o amigos durante las vacaciones? —Pareció pensar detenidamente en mi pregunta.

    —Familia —dijo entonces titubeando—. ¿Tú?

    —Es difícil, hay variables que considerar. Tengo amigos a los que considero mi familia, pero nunca me perdería la comida de Navidad con mis padres. —Se abstuvo—. ¿Nerd* o playboy? —Yo ya sabía la respuesta. Le había visto hablar tanto de libros y delante de videojuegos que no le recordaba

    _______________

    *Persona estudiosa e inteligente que suele mostrar un carácter abstraído y poco sociable.

    un playboy a pesar de que había tenido varias chicas a lo largo de los años a las que había introducido en su casa.

    —Nerd y sé que tú también lo eres. ¿Vino o cerveza?

    —Cerveza. —De nuevo, no esperé su respuesta, sabía que no era aficionado al vino—. ¿Alma gemela o flechazo?

    —Una cosa no excluye la otra, supongo.

    Le miré dubitativa.

    —Te acepto esa —confirmé finalmente.

    —El domingo toca: ¿almuerzo o barbacoa?

    —Depende del turno. Almuerzo, normalmente. Pero me encantaría hacer una barbacoa familiar.

    —Tienes razón, eso también tiene muchas variables. Continúa...

    Fingí razonar con él e incluso me reí cuando planteé la siguiente pregunta.

    —¿Vampiro u hombre lobo?

    —¿Hablas en serio?

    —Es una respuesta vital para nuestra futura relación. —Volví a reír, apenas agachando la cabeza.

    —¿Vampiro? —Sonó más como una pregunta que como una respuesta, pero se la acepté.

    —¡Bravo, es correcto! —Yo era fan de la saga Crepúsculo y no soportaba a nadie a quien le gustaran los hombres lobo.

    —¿Picnic o restaurante?

    —Picnic, ¿tú? —Apoyé la cabeza en la mano, levantando el codo. El cielo había perdido todo interés cuando tuve a Nolan para mí sola. Adoptó la misma postura que yo.

    —Lo mismo.

    —¿Mentira u omisión?

    —Esa es una jodida difícil. —Me reí, pensando que nunca le había oído decir palabrotas. Normalmente era comedido—. Omisión.

    Asentí pensativa ante su elección.

    Era interesante conocerlo con esas preguntas, pero no podía preguntarle más. Era su turno.

    —¿Animal nocturno o alondra*? —preguntó.

    —Animal nocturno, pero tú dirás alondra. Estoy segura.

    Se rio y le pareció el sonido más bonito del mundo.

    —¿Drogas o caramelos? —Empecé a lo loco.

    —¿No es lo mismo? —Le empujé sobre su hombro y le vi caer de espaldas. Recordé que nunca le había tocado, ni siquiera rozado. Nunca le había presionado hasta un punto de tensión como aquella noche.

    —¿Acción de Gracias o Cuatro de Julio? —preguntó mientras retomaba su posición en el lateral para observarme.

    No habría podido elegir.

    —¿Los dos?

    —Te lo concedo, siempre que pueda hacer otra. —Acepté, por supuesto. No hubiera querido otra cosa en los próximos años si fuera posible: estar con él, tumbados en una manta en un prado mirando las estrellas en medio de un rancho.

    —¿Agatha Christie o Stephen King?

    —Christie —respondí como si fuera obvio, pero el asombro brilló en su rostro.

    —Por lo que a mí respecta, King. El más grande.

    Puse los ojos en blanco.

    —¿Las medidas en una mujer, importan? —Entrecerró los

    _______________

    *Persona mañanera, que es de levantarse muy temprano y acostarse al atardecer.

    ojos ante mi inocente pregunta. Oh, Nolan, es tan solo el principio. Si pudieras ver lo que pienso de ti, saldrías corriendo.

    Se recuperó rápidamente.

    —¿Y en un hombre?

    —Le has dado la vuelta a la pregunta, así no cuenta. Seré buena esta vez y contestaré. —Parpadeé varias veces—. En lo que a mí respecta, sí —concluí con sinceridad y esperé su respuesta. Sus ojos brillaron. Era algo desconocido, indescifrable.

    —¿Nos referimos a las medidas de las tetas y el culo?

    —La pregunta es si te gustan las mujeres con curvas o las enclenques.

    —¿Me gustan todas?

    —Esa no es una respuesta, Nolan.

    —Sí, lo es. Me he acostado con chicas bien dotadas y con otras no tanto. No discrimino. —Apenas junté los labios en una sonrisa. La discriminación era mi pan de cada día, pero me gustó su respuesta.

    —¿Qué es lo que nunca falta en tu nevera?

    —Oh, esa es fácil. Siempre tengo una provisión de pan de molde. Lo cojo antes de empezar mi turno y me lo llevo a todas partes.

    Se rio.

    —Para mí cerveza.

    —Tu casa está en llamas, ¿qué decides llevarte? —Esa pregunta era mi pan de cada día. Había visto a demasiada gente perder la vida por llevarse fotografías o alguna joya.

    —Pixie, mi erizo.

    Contesto bruscamente.

    —¿Tienes un erizo?

    —Sí, desde hace un año vive conmigo.

    —Ah, vale. —Miré a mi alrededor. Nolan no parecía del tipo de mascotas, se pasaba el día trabajando en la oficina y por la noche distrayéndose con videojuegos con sus hermanos por lo que me había contado Ilia—. Yo, por supuesto, no me llevaría nada. Si hay un incendio, tienes que salir.

    Puso los ojos en blanco ante mis palabras.

    —Tienes un deseo del genio de la lámpara... ¿Qué le pedirías?

    Me quedé en silencio varios segundos, considerando si responder o no a esa pregunta.

    —Hace unos años, te habría dicho que mi piel fuera clara. Es repugnante, ¿verdad?

    Eché la espalda hacia atrás y me cubrí la cara con las manos. Sentí que se acercaba, pero no me tocó, ni siquiera me rozó. Estaba atento incluso a mis movimientos y me gustaba toda aquella consideración hacia mí. Me resultaba excitante, maldita sea.

    —Lo siento...

    Le interrumpí.

    —No tienes que disculparte, fue mi respuesta la inapropiada. Ahora, a los veinticinco, amo mis raíces, pero sigue siendo muy difícil. Crecer con padres blancos, en un estado conservador, en un condado aún más cerrado mentalmente me ha dejado marcas. Y ahora te estoy aburriendo con mis paranoias. Lo siento.

    —No, no lo sientas. Yo... debería haber hecho más. Debería haber hecho más cuando Ilia nos contaba lo que pasaba en la escuela...

    —Ella hizo demasiado y tú eras demasiado mayor para cuidarnos.

    —Nuestra diferencia de edad es solo de cuatro años.

    —Cierto, pero estábamos en clases y cursos diferentes, por no mencionar el hecho de que cuando tú te graduaste, a mí aún me quedaban cuatro años de tolerancia.

    —Eso es jodidamente injusto.

    —Lo es y espero que algún día todo cambie. —Permanecimos en silencio un momento más. Compartiendo ese momento.

    —¿Abstinencia de sexo o de alcohol? —coqueteé, sin dejar de mirar al cielo.

    —De alcohol. ¿Tú? —No hubo vergüenza ni vacilación, a pesar de que había pronunciado la palabra sexo delante de Nolan.

    —Alcohol.

    —¿Tu recuerdo más preciado?

    —No lo recuerdo porque era demasiado joven. Pero tengo fotos, ¿eso cuenta? —Miré hacia un lado y me di cuenta de lo cerca que estaba. Volví a mirar al cielo—. El día que me fui a vivir con mis padres. —Volví a ponerme de lado—. ¿Y el tuyo?

    —El último beso que le di a Mel antes de que muriera.

    Exhalé suavemente. Entre los dos teníamos una montaña de problemas. Mel había sido su novia durante un año antes de morir.

    »Lo siento, te puse triste.

    —No, es... justo. Es justo que tú también lo compartas. ¿Quieres continuar? —pregunté porque estábamos entrando en un camino de obstáculos. Nos estábamos abriendo como nunca lo habíamos hecho el uno con el otro.

    Era un camino nuevo, aventurero y desencantado.

    Cuesta arriba y agotador.

    Sediento y destructivo, pero también alentador.

    Tras un momento de duda, dijo.

    —Dispara.

    —¿Literatura o matemáticas? —Elegí una pregunta fácil.

    —Matemáticas.

    —Por eso seríamos la pareja perfecta. Nos complementamos. —Nos reímos juntos. Había amortiguado la tensión que nos había rodeado hasta hacía unos minutos. Pero no mentía cuando decía que podía verme perfectamente con un hombre como Nolan a mi lado. Lástima, sin embargo, que se quedara en un simple sueño.

    —Domingo: ¿paseo o videojuego? —preguntó inmediatamente después de meditarlo unos segundos.

    —Paseo, y no contestes porque te conozco. Estás jugando muy despacio, no tengo miedo, ¿sabes?

    Sus ojos se oscurecieron con lo que estaba seguro que era malicia.

    —Dame otra oportunidad entonces.

    —¡Vamos! —le reté.

    —¿Está todo permitido en el dormitorio?

    Ensanché la boca en una gran O silenciosa. ¿Dónde estaba el Nolan que estaba acostumbrada a ver?

    —¿Vas a contestar o te vas a quedar ahí mirándome y avergonzándome?

    —Esa no era mi intención, la respuesta es no. Aquí también hay variables que considerar. ¿Se trata de una aventura de una noche? ¿Confío en mi pareja? ¿Y qué se entiende por todo?

    Su risa llenó el patio trasero.

    —Para mí también es no. No me gusta el juego de pies, el roce del pelo donde no debe y la violencia. Y mi culo sigue siendo solo mío.

    Me reí.

    —Has dejado claro tu punto de vista. —Las risas se apagaron y nos quedamos mirándonos fijamente, el frío empezaba a punzarnos la piel, los sonidos del viento en los árboles parecían agitados, presa también de un intenso transporte inesperado.

    —¿Soñar o vivir la noche? —hablé en voz baja, casi temiendo que la noche se desvaneciera.

    —Si son noches como esta, vivirla.

    Capítulo 1

    Un año después...

    Kira

    —Estoy bien —refunfuñé por enésima vez, dirigiéndome a mi madre.

    —¡No puedes estar bien! ¡Una viga casi te mata! —gritó y yo puse los ojos en blanco en consecuencia. No era tan grave como ella quería hacerme creer.

    Un tablón había caído sobre mi pierna durante una recuperación, el techo podrido y lleno de fuego había terminado por derrumbarse. Me había protegido la cabeza con los brazos, era la primera lección que nos habían dado en la academia, pero había recibido daños en el resto del cuerpo. Eran los riesgos del trabajo. Sabía a lo que me enfrentaba cada día que iba al cuartel: daños en el cuerpo en cada llamada a la que salíamos.

    Me encantaba ser bombero, incluso en contra de los deseos de mis padres. Nunca habían aceptado mi elección, era su única hija, me habían traído a casa cuando solo tenía un par de años, temían constantemente perderme, pero aun así no me habían criado bajo un campanario.

    Me habían permitido cualquier experiencia que quisiera tener, me apoyaron y respaldaron en todas mis decisiones.

    Mi padre trabajaba en el sector inmobiliario y mi madre era asesora de seguros, eran personas humildes y sencillas que habían conseguido el sueño de su vida al adoptarme. Yo había llegado a sus brazos sin saber hablar porque nadie se había molestado en enseñarme. No había tenido a nadie que me guiara en mis primeros pasos, que me animara a caminar o que creyera en nada. Afortunadamente, no tenía recuerdos de aquellos momentos.

    Mis recuerdos eran de cuando ya vivía con mis padres, rodeada del amor y el cariño que todo niño debería tener. Eran los mejores padres que podía recibir como regalo.

    Ignorando sus divagaciones le pregunté:

    —Esta noche voy a cenar a casa de TT y Arn. ¿Me puedes llevar?

    —Claro, cariño —respondió amablemente, como si no hubiera perdido los nervios cinco segundos antes. Mi madre tendía a ser melodramática cuando se trataba de mí. Mi padre, por suerte, era más razonable, y por eso estaba esperando a que volviera del trabajo para comunicarles a los dos que me iba a quedar unos días en el rancho Jackson.

    Hacía varios meses que no ponía un pie allí. Había estado antes del nacimiento de Leo, el hijo de Ilia, pero no había logrado coincidir con Nolan. Cuando fui a conocer al pequeño, Nolan había desaparecido.

    Después, Ilia y Leo habían venido a visitarme varias veces, pero yo no había vuelto a entrar en el rancho. Ahora ella me había invitado a quedarme unos días allí, y como yo seguía atrapada en casa con la herida, había aceptado.

    Nolan lo habría superado. No iba a estropear mi relación con mi mejor amiga por él ni por una noche de charla romántica. Básicamente, la mejor noche de mi vida. Y ni siquiera habíamos tenido sexo.

    Habíamos hablado de todo, nos habíamos expuesto. Ningún tema había sido tabú y era algo que no podía decir que hacía con todos mis amigos.

    Había sido una noche para recordar, habíamos abierto nuestras almas. Lástima que hubiera terminado ahí. Había intentado preguntar por Nolan una o dos veces a Ilia y le había explicado

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