RECONQUISTADA: Maniobras secretas, #1
Por Amanda Adams
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Daniel Martin regresa a casa después de años sirviendo a su país, pero la guerra y los secretos que le siguen lo mantienen bajo un control implacable.
No hay nadie a quien quiera ver más que a Chloe, pues aún recuerda el momento cuando perdió su oportunidad con ella hace años. La alejó advirtiéndole que buscara a otra persona. Él la ha querido mucho. Pero su vida en ese entonces era un desastre, y ambos eran demasiado jóvenes. Daniel hizo que Chloe lo odiara, porque sentía que no tenía nada que ofrecerle.
Ahora, proteger su unidad militar tiene un alto precio. Enamorarse es peligroso. Creer que el pasado permanecerá enterrado, donde no pueda hacerle daño, es un riesgo.
Si se lleva a Chloe a la cama, no habrá escapatoria para ninguno de los dos.
Si la besa, nunca querrá detenerse.
Si la toca, no podrá alejarse
Necesita distanciarse.
Entonces la ve... y es demasiado tarde.
Sin embargo, arriesgará todo para hacerla suya. ¿Pero cómo la convencerá de que ya no es aquel el chico que le rompió el corazón, sino un hombre decidido a cuidarla para siempre?
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RECONQUISTADA - Amanda Adams
Capítulo 1
Daniel Martin, Austin, Texas
Nunca sentí que mi lugar sea dentro de un hogar suburbano, tampoco siento que pertenezco a este extraño eco de una vida anterior que estoy destinado a vivir.
Pero ahora estoy en casa, en Texas, con mi hermana haciendo un escándalo en la planta superior, y todo lo que poseo es un puñado de cajas en el suelo de su sótano. La casa, la ciudad, las vistas y los sonidos, nada ha cambiado, pero yo sí. Nunca podré ser el mismo hombre que era cuando me fui.
De pie, con la luz del sol entrando por las ventanas y el olor de la barbacoa del vecino llenando el aire de la inmaculada casa artesanal de mi hermana, de ochenta años de antigüedad, cuyo porche parece extenderse por kilómetros, típica de la arquitectura americana, casi espero que una niña llamada Betty June se suba a su bicicleta Schwinn, con coletas y calcetines, y me venda una entrada para una tertulia de helados. Estoy tan lejos de lo que vivimos en esa cueva en las montañas de Afganistán que debería sentirme aliviado. Feliz. Contento.
Pero no, me persigue el fantasma de un hombre que todo el mundo cree que está muerto. No es su culpa, aunque estoy resentido con él, solo un poco, por el peso del secreto que cada hombre del equipo lleva ahora. De todas maneras, puedo caminar por la calle, comer en un restaurante y conducir un coche sin tener que mirar constantemente por encima del hombro. Es difícil odiar a un hombre, un buen hombre que no puede volver a casa, cuando tiene una diana en la espalda.
—Daniel, ¿están todas las cajas fuera del camión? —La voz de mi hermana Sara resuena por la escalera, llegando hasta las duras superficies del sótano cuando me inclino sobre la última caja, entrecerrando los ojos para leer la escritura en la tapa. La palabra parece algo como «Iesh», lo cual probablemente signifique que son las cosas de Josh. Nadie puede leer su letra sin un anillo mágico decodificador.
—Sí, esta era la última —grito y vuelvo a subir las antiguas escaleras de madera. Pintadas de verde lima y raspadas por años de pisadas, crujen a cada paso. Las paredes de las escaleras huelen a viejo, como el polvo y el moho bajo el limpiador con olor a pino. Pero el sótano es un lugar para recostar la cabeza por la noche, un lugar donde una bala o una bomba no me va a obligar a salir de mi litera, así que sí. No me voy a quejar.
De pie en lo alto de la escalera, Sara se pasa las manos sobre sus vaqueros para luego cruzar los brazos mientras espera mi ascenso. Se ve muy bien, a pesar de las ojeras bajo sus ojos. Su largo cabello rubio está recogido en una cola de caballo y no lleva ni una gota de maquillaje. Es mi hermana, y es linda. No soy ciego. Por eso es bueno que me mude aquí. Es demasiado hermosa para vivir en la ciudad sin protección.
Es inteligente, sus ojos pueden ver más de lo que yo quiero mientras subo las escaleras. Mi maldita rodilla comienza a dolerme, molesta conmigo por todo el movimiento y el peso acarriado.
No me importa. Ignoro el condenado dolor. Tengo una rodilla. Conozco a muchos tipos que no la tienen.
Sara retrocede cuando alcanzo el último escalón, dejándome salir del sótano y cerrando la puerta detrás de mí.
—Supongo que lo bueno de vosotros los militares es que no guardáis un montón de mierda innecesaria.
—Esa es una forma de verlo. —He dejado todo atrás. La mayoría de las cosas que guardo en el piso de abajo han estado almacenadas los últimos años, desde el día en que me embarqué. Ni siquiera estoy seguro de abrir las cajas. Todo lo que necesito para sobrevivir está en mi gran bolsa de lona junto a la cama—. Aprendí rápido a viajar ligero, y además, no necesito mucho.
—Así que sigues pensando igual. Pero vas a tener que conseguir algo de ropa y más que un simple par de botas. —Sara levanta las cejas y me da la misma mirada que he visto en el rostro de nuestra madre unas mil veces, esa de horror femenino.
Mi amigo Josh y yo acabamos de salir del servicio; su hermana, Melanie, vendrá justo detrás de nosotros, dada de alta unos días después. Sin ningún otro lugar donde quedarse, planeamos quedarnos con Sara por el momento. No es el mejor plan. La casa, pequeña para los estándares de hoy, solo tiene dos dormitorios y un sótano oscuro y húmedo, para lo que pronto serán cuatro personas. Tendría que funcionar por el momento.
No es como si tuviéramos otro sitio donde ir, así que ponernos quisquillosos no nos llevaría a nada. Además, una temperatura agradable, la comida y estar libre de picaduras de mosquitos cada noche son mis únicos requisitos reales. Y una caja reforzada con un deshumidificador servirá.
Sigo a mi hermana al salón para encontrar a Josh tirado en el sofá.
—Oye, ¿conseguiste la última caja? —Josh me extiende una lata de soda mientras sonríe.
—Sí, gracias por la ayuda, imbécil. ¿Te perdiste de camino al sótano? —Le dejo la caja en su regazo—. Además, escribes jodidamente mal. ¿Cómo te fue en el examen de admisión? Si dan puntos de ensayo para la legibilidad, supongo que... un cero seguro.
—No es mi culpa que tu estúpido cerebro no sepa leer. —Josh abre las piernas, dejando que la caja se asiente entre ellas y se echa de nuevo para tomar otro trago de su soda. Tomo ese movimiento como un momento oportuno para ponerle una llave de cabeza—. Hijo de... —Se ahoga e intenta defenderse—. Me hiciste derramar mi soda.
—Chicos. No en la sala de estar. Por lo menos hacedlo abajo, donde podáis romper vuestras propias cosas. —Sara pone los ojos en blanco y me aparta de Josh mientras pasa por delante de nosotros rumbo a la cocina.
—Tienes suerte de que tu hermana te haya salvado. —Josh se acomoda la camisa y mira su teléfono mientras pone los pies sobre su caja—. Melanie dice que vendrá mañana.
Me incomodan los comentarios sobre la hermana de Josh, pero hago todo lo posible para ocultar mi reacción. En una noche de borrachera, estúpida e impulsiva, cuando estuve de permiso hace unos meses, ella y yo nos enrollamos. Todo fue tan deprisa que apenas supe qué pasó, y todavía me arrepiento. Me gusta Melanie. Es guapa, divertida e inteligente. Pero no es la mujer que quiero para mí. Ahora que salimos del ejército, sé que querrá una relación, sin darse cuenta de que soy la peor opción posible para ella.
Ella y yo éramos amigos, y ahí es donde termina.
Cree que me conoce, pero no tiene ni idea; soy como una mercancía dañada. Yo sé la verdad. Pero no son las pesadillas o los recuerdos los que me hacen no ser bueno para nadie, son los secretos. Las mentiras. Es la paranoia que llevo como una armadura, pensando que cada idiota con traje me está mirando.
Tal vez sí. Tal vez no. No es como si pudiera acercarme a uno de ellos y preguntarle.
Ninguna mujer debería tener que lidiar con mis problemas. No tengo trabajo, ni perspectivas, ni idea de qué diablos haré con mi vida. Un amigo dirige una empresa de seguridad en Dallas, pero Josh y yo lo rechazamos de plano. Ya he tenido suficiente de balas y tonterías para toda la vida.
Sin saber cómo responder al anuncio de Josh sobre Melanie, me dirijo a la cocina y tomo una soda fría de la nevera. Bebida en mano, vuelvo a la sala de estar y le doy una patada a un lado de la caja antes de sentarme y apoyar mis pies junto a los de Josh.
—Así que, Mel llega mañana. Eso es genial. —Es todo lo que se me ocurre decir. Extenderme en el comentario me haría parecer un idiota y levantaría sospechas. Josh no tiene ni idea de que me enredé con su hermana, y no tengo ninguna intención de decírselo, aparte del hecho de que probablemente me llevaría a la parte de atrás y me dispararía por ello. Todo lo que pasó entre Melanie y yo vive en el pasado, y se quedará en el pasado. Pasado con una P mayúscula.
Sigue adelante, hijo de puta, palabras de mi oficial al mando que siempre resuenan en mi cabeza. Y me volví muy bueno en hacer justamente eso.
De alguna manera, mi hermana me convenció para que aceptara vivir con ella. Lo siguiente que supe fue que Josh y Melanie se unieron a la fiesta. Será un ajuste de cuentas, por decir lo menos.
Sara y yo, crecimos deprisa, no tuvimos elección. Nuestros padres no estaban mucho por aquí, así que nos volvimos muy unidos. Y en el servicio, los huérfanos e inadaptados creaban nuevas familias entre ellos. Salimos a unas cuantas misiones de reconocimiento con los chicos y no tardamos en estar más unidos que los hermanos. Todos llevamos los mismos secretos; los cuerdos necesitamos salir, o nos volveríamos locos. Y así todos nos dirigimos a casa, uno a uno, mientras nuestro servicio estaba en marcha.
Sara regresa de la cocina con una soda en una mano y un brownie en la otra. Con su cabello rubio, sus ojos azules y su cara bonita, siempre ha recibido mucha atención masculina. Pero ahora que he vuelto, nadie se meterá con mi hermana pequeña. Ya no es una adolescente inocente. Para convertirse en asistente médica, Sara se dejó el pellejo en la escuela. Todo ese tiempo y esfuerzo cambia a una persona. La obligó a crecer, aun cuando ya era fuerte para empezar. Le encanta recordarme que es una «mujer adulta», y que debería «mantener mi nariz fuera de sus asuntos». Pero soy su hermano, lo que significa que le daré una paliza a cualquiera que se meta con ella. Si tienen suerte, eso es todo lo que haré.
Me muevo en mi asiento y suspiro mientras alejo la incomodidad asociada a mi nueva situación. Levanto una ceja, sonrío y asiento con la cabeza al... hermano de Melanie... Josh, esperando no traicionar mis pensamientos.
Josh me echa una mirada extraña y huele el aire.
—Amigo, no lo hiciste.
—Relájate hombre. Si lo hubiera hecho, estarías muerto. —Sonrío, me alegro de que no lea la mente.
Sara se hunde en el otro extremo del sofá. Después de mover cosas de aquí para allá todo el maldito día, solo quiero dormir el resto de mi vida. Se podría pensar que por haber sido jefe de equipo en un Blackhawk eso me daría más resistencia, pero pasar todo el día moviendo cachivaches apesta, sin importar quién eres. Todas las flexiones y corridas del mundo no pueden prepararte para la monotonía mentalmente agotadora de mover cajas de mierda de un lugar a otro. Y no solo movimos mis cosas, movimos las cosas de Sara para hacer espacio y luego trajimos mi basura, las cajas de Josh y las cosas de Melanie también.
Y todo el lío sigue en una pila de mierda en el sótano.
—No puedo esperar a que Mel llegue aquí. Estaré tan feliz de tener otra chica en la casa —dice Sara con un suspiro.
—Oh, ¿crees que tú y Melanie van a tener una fiesta de pijamas? ¿Pintarse las uñas? ¡Quiero unirme! —Josh, haciendo su voz detestablemente aguda, solo le hace ganar un giro de ojos de Sara.
—Sabes, siempre puedes encontrar tu propio lugar, chico malo. Así que mejor que te cuides.
—Prefiero mirarte a ti.
Sara se echa atrás como un lanzador de las grandes ligas y le lanza una almohada tan fuerte como puede... y falla por mucho.
El ligero rubor en sus mejillas solo sirve para hacerme enfadar.
—Amigo, qué carajos. Estoy sentado aquí mismo. No me hagas hacerte enfadar.
Josh, usando su mejor imitación de un lanzamiento de chica, me lanza la almohada.
—Inténtalo.
—¿No acabo de deciros que no os peleéis? —Sara se estaba divirtiendo mucho.
—Él empezó —refunfuña Josh, pero cuando Sara le devuelve una mirada fastidiosa, Josh se rie aún más y la sonrisa de mi hermana se desvanece, lo cual me enfada aún más. Esto no puede estar pasando.
¿Miró sus labios?
Oh, diablos no. Esto definitivamente no puede estar sucediendo.
Me inclino hacia adelante y rompo la línea de visión de Sara, ya que Josh parece incapaz de resistir su mirada de depredadora.
—Entonces, ¿necesitas que haga algo por aquí? —Sara siempre tiene algo para mí en su lista de cosas por hacer cuando llego a casa. Arreglar un grifo que gotea. Reemplazar una bisagra de la puerta o cambiar el aceite de su coche. Cualquier cosa, menos verla a ella y a mi amigo mirarse como si yo