Perseguidos
Por Marla Braziel
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Cuando Claire y su tía se cruzan con un cachorro huérfano en el bosque, Claire y él parecen hechos el uno para el otro. Claire también acababa de perder a sus padres recientemente, y el perro parecía la cosa perfecta para ayudarla a sanar. Pero cuando Fido comienza a madurar, Claire descubre que no es exactamente lo que parece ser.
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Perseguidos - Marla Braziel
PARTE 1
Recuerdo el primer día que posé mis ojos sobre él. Se veía tan pequeño y vulnerable, pegado al estómago de su madre. No estábamos seguras de cuanto hacía que estaba muerta, pero la causa era obvia. Una herida de bala a través del cuello. Debió haber vuelto con él justo a tiempo para desangrarse.
En ese momento sabía exactamente cómo se sentía. Hacía sólo una semana que me había quedado huérfana también. Mis padres habían muerto cuando perdieron el control de su carreta camino a la iglesia y se dio vuelta encima de ellos. Si no hubiera refunfuñado tanto por no querer asistir al servicio esa mañana probablemente hubiera muerto con ellos.
El pequeño perrito blanco gemía contra su madre y mi corazón se derritió por él. Rápidamente miré a mi tía, que contemplaba al lloroso animal, sopesando qué tan enojado mi tío se pondría si lo lleváramos a casa.
Está solo en el mundo tía Ofelia, como yo. Morirá si no hacemos algo,
dije, prácticamente suplicando.
Apenas había conocido a la mujer unos días antes y no tenía idea cuales eran sus sentimientos hacia los animales. Los únicos que mis tíos poseían eran caballos, gallinas ponedoras y una vaca lechera. Todos con un propósito.
Por favor tía Ofelia,
rogué. Lo entrenaré para que sea un buen perro guardián.
Me dio una mirada afligida. La respuesta estaba escrita ahí mismo, pero entonces algo cambió. Los ojos de color avellana de la tía Ofelia se ablandaron, y sonrió. Oh, bueno,
cedió, y casi salté de alegría por dentro cuando me deslicé de mi silla de montar para recogerle en mis brazos.
El pobrecito estaba débil por la fatiga, casi a punto de morir. Abrió sus ojos para mirarme fijamente, todavía morado por no haber crecido más que unas semanas. Lo sostuve contra mi pecho, pasando mis dedos a través de su mullido pelaje blanco.
Tu tío va a ser tan enojado conmigo,
dijo la tía Ofelia, pero yo no escuchaba. Estaba demasiado enamorada como para escuchar. En un mundo de dolor, finalmente tenía algo de lo que estar contenta. Tendrás que cuidarlo tú misma. No quiero tener nada que ver en su cuidado.
Lo haré,
susurré al borde de su cabeza.
Parece que aún no está completamente destetado. Probablemente tendrás que darle la leche un tiempo hasta que pueda comer comida sólida.
Se lo di a ella y monté de nuevo mi caballo antes de recuperarlo para llevarlo en el camino a casa. Como lo esperaba, mi tío no estuvo muy contento de tener otra boca para alimentar, pero cuando mi tía le dijo que era la primera vez que me veía sonreír desde el entierro no tuvo otra opción más que ceder.
¿Cómo vas a llamarle?
preguntó mi tío mientras la tía Ofelia nos servía guiso para la cena.
Fido.
Puse una cara de duda. No era muy original, pero nunca había sido buena para pensar nombres tontos para mascotas.
Fido es un buen nombre.
Clavó una pieza de carne en su tenedor. Asegúrate de mantener a Fido fuera del camino cuando esté trabajando por aquí, ¿Entendido?
Sí, señor,
contesté tímidamente, apenas capaz de esperar a que terminara la comida para poder volver al granero y atender las necesidades de mi nuevo cachorro.
¿De qué raza crees que es?
preguntó la tía Ofelia a su marido mientras se sentaba en su lugar a la mesa.
A mí me parece un lobo,
dije rápidamente, esperanzada. Realmente estaría buenísimo tener un lobo como mascota, pensé.
Sin ver a la madre no sería capaz de decirte.
Te la puedo mostrar,
ofrecí. Recuerdo donde está el cuerpo.
Bueno, no puede ser un lobo, porque no tenemos lobos por aquí. Sólo osos y coyotes y pumas.
Menos mal que no es un lobo,
dijo la tía Ofelia, porque de otro modo no podríamos dejarte tenerlo. Los lobos son salvajes, y pertenecen a la naturaleza. Probablemente sólo sea un perro callejero.
Aunque estaba un poco decepcionada, eso no hizo que mi buen humor disminuyera. En cuanto terminé de cenar salí al granero para ordeñar la vaca y ver si podía alimentar a Fido. Lo sostuve en mis brazos mientras mojaba mi dedo en la leche y luego lo dejaba chuparla de él. Era absolutamente adorable el modo en que abrazaba mi mano con sus pequeñas patas diminutas.
Eres todo mío,
le susurré dulcemente, y te amaré por siempre.
Comencé la escuela el lunes siguiente. Era un poco atemorizante ir a una nueva escuela donde no conocía a nadie — no tenía amigos. No había muchos de los que elegir tampoco. La comunidad era pequeña. Tan pequeña, de hecho, que la iglesia hacía las veces de escuela y todos los grados eran dictados por la misma profesora en la misma aula. Estaban a un mundo de distancia de la escuela a la cual había ido en la ciudad. Si me hubiera quedado en la ciudad me habría graduado de una clase de más de cien estudiantes. Aquí me graduaría de una clase de tres.
La tía Ofelia me acompañó al frente del aula y me presentó al profesor. Podía sentir todos los ojos sobre mí mientras recorríamos el pasillo. La mayoría de los niños eran gente de campo, sencilla, que llevaba cualquier harapo que sus padres pudieran comprarles. Había sólo un puñado