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Sophia Laurent es: La más odiada
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Sophia Laurent es: La más odiada
Libro electrónico736 páginas7 horas

Sophia Laurent es: La más odiada

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Sí soy yo, la más genial de la historia de las novelas para infelices como ustedes. Ok, no quería maltratarlas lo siento, les pido perdón, perdón por ser la mejor, perdón porque mi genialidad no pueda ser comprendida por mentes inferiores, perdón por ser la más chistosa de todas las novelas fracasadas que estuvieron antes de mí, lamento profundamente haber nacido así de perfecta.Juro que si pudiera hacer cualquier cosa para dejar de ser taaan hermosa lo haría, pero a quién engaño? Es imposible que deje de ser taan hermosa. Así que si quieres leer la mejor historia del universo con la protagonista más preciosa, graciosa y glamorosa del mundo: aquí estoy YO.
IdiomaEspañol
EditorialNico Quindt
Fecha de lanzamiento8 may 2019
ISBN9789877839685
Sophia Laurent es: La más odiada
Autor

Nico Quindt

Nico Quindt es escritor de más de 40 libros, desde novelas hasta manuales de marketing digital, neuromarketing, pensamiento creativo, desarrollo personal y criptodivisas (entre otros temas). Sus obras puedes encontrarlas en las principales librerías digitales (Amazon, google play libros, Apple store, kobo y otras 100 librerías)Conferencista e instructor de diversos temas relacionados a la superación personal, la autoestima, el diseño y posicionamiento web, así también como el neuromarketing y branding digital.

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    Sophia Laurent es - Nico Quindt

     Nico Quindt

    Sophia Laurent 

    es:

    La más odiada

    Quindt, Nicolás Alejandro

       Los sophimisterios : la más odiada 6 / Nicolás Alejandro Quindt. - 1a ed . – Buenos Aires : Nicolás Alejandro Quindt, 2019.

       Libro digital, EPUB

       Archivo Digital: descarga y online

       ISBN 978-987-783-953-1

       1. Narrativa Juvenil Argentina. 2. Amor. 3. Humor. I. Título.

       CDD A863.9283

    © Nico Quindt2019

    Queda hecho el depósito legal establecido por la ley 11.723.

    Queda prohibida la reproducción total o parcial así como su almacenamiento o fotocopiado mediante cualquier sistema electrónico o mecánico sin la debida autorización o mención del autor. Todos los derechos reservados.

    AVISO

    La más odiada no tiene como intensión fomentar el odio racial, cultural o religioso. Esta novela es una parodia orientada solamente a entretener y divertir, en ningún momento es mi intención ofender a ninguna persona cualquiera sea su color de piel, religión, preferencia sexual, contextura física, preferencia sexual, género, etc. Como tampoco lo es fomentar la discriminación de ningún tipo. Aclarado esto, quiero agregar que Sophia Laurent va a discriminar sistemáticamente a cualquier persona que no sea ella misma, esta novela no pretende hacer foco sobre ningún grupo en particular. Espero tomen todo a risa que es lo que esta historia pretende: hacerlos reír.

    Nico Quindt 

     La más odiada

    Temporada 1

    1

    No tengo la culpa de ser la mejor

    Soy Sophia Laurent. Sí, sí lo sé. No te gastes en decirme lo hermosa que soy, te dije que ya lo sé. ¿Qué? Que además soy perfecta. Bueno lo acepto, no puedo evitarlo…

         Pero no te preocupes, no toda la novela hablará de lo grandiosa que soy… bueno sí. Pero en mi defensa te diré que esta no es una típica historia en la que yo me enamoro. Esta es la novela donde todos se enamoran de mí ¿Qué hago para merecerlo? Solamente maltratarlos, los hombres son estúpidos… te aman cuando tú los detestas… si no saben esto, entonces están perdidas.

         Así que no esperes una historia cliché donde en el último capítulo un chico rico, pobre, malo o bueno me hace recapacitar sobre mi conducta y me obliga a darme cuenta de que el amor existe y los pajaritos y bla, bla, bla, porque eso no sucederá…

         Yo no soy difícil, simplemente soy imposible. Y les advierto, no se adelanten a odiarme porque cuando me conozcan me amarán…

         Seguramente te preguntarás ¿cómo llegué a ser tan genial? Bueno, comenzaré a contarles acerca de mi papá: Austin Laurent.

         ¿Qué puedo decirles además de que es el hombre más guapo que hayan visto jamás? Obvio, es mi padre. ¿De dónde creen que sale toda esta belleza?

         Aunque pensándolo bien quizás es el culpable de que yo sea así… así de genial.

         Déjenme comenzar a hablarles de él:

         Podría contarles, por ejemplo, cuando tenía cuatro años y le pregunté: ¿por qué nunca santa Claus me trajo un regalo?

         —No, no empecemos a creer en Santa Claus, Santa Claus no existe, son los idiotas de los padres de tus amiguitas los que inventaron a Santa y ahora por culpa de ellos todos tenemos que regalar idioteces a las fracasadas de nuestras hijas para que se nos consideren buenos padres, pues déjame decirte que no te compraré nada, a menos que me pidas los últimos zapatos de Prada…

         —¡Me leíste la mente es justo lo que quiero! —Me alegré.

         —Por supuesto que los quieres, y por supuesto que los tendrás, una Laurent no puede no usar los últimos zapatos…

         Imaginen lo que sucedió cuando yo repetí, palabra por palabra, lo que mi padre me había dicho, en el jardín de niños… esa fue la primera vez que me odiaron. Algunos niños lloraron al enterarse al día siguiente, por medio de chicos más grandes, de que era cierto lo que yo decía acerca de la no existencia de Santa… y mi padre los llamó maricas.

         Ahora les hablaré de mí, que es lo que realmente importa. Tengo la edad perfecta, o sea diecisiete años, el cuerpo perfecto y el rostro perfecto.

         Ese día entré a la cafetería de la escuela piojosa a la que asistía, en realidad no era una escuela piojosa, era la mejor escuela de la ciudad, pero, así y todo, estaba muy por debajo de mi categoría. Ni siquiera lo de mi propia categoría estaba en mi categoría.

         Había un chico. Louis. Era el único que me hablaba. No era rico como casi todos los demás, todo lo contrario, había sido becado por su coeficiente intelectual y eso lo ponía en un lugar de no tan idiota como el resto de los chicos. Aunque no por eso significaba que lo trataría de manera más amable, al contrario, lo trataba igual que a todos, pero a él no le importaba, se reía a carcajadas pensando que yo solo bromeaba. Louis era un muchacho de cabello castaño oscuro con mirada tímida, pero que denotaba sagacidad. Era guapo y listo, si no fuera por su pobreza sería demasiado para cualquiera de las odiosas de la escuela. 

         —Hola —me saludó sonriendo. Claro, típico gesto que se le dibujaba a un hombre al ver mi rostro grandioso.

         —¿Qué quieres, pobre? ¿Acaso deseas que te dé empleo para podar mi cerco? No, gracias, ya tengo jardinero… ah ¿no?, entonces ¿por qué me hablas? Ya veo, debes de tener hambre… ok, ponte debajo de la mesa cuando esté almorzando y tendrás algún hueso con qué entretenerte…

         Louis lanzó una de sus carcajadas al aire y se fue a sentar con sus amigos a una de las mesas dispuestas en perpendicular al gran ventanal. Me agradaba ese chico. No se emocionen, me agradaba como si fuera una mascota. Nada en especial.

         Me dirigí directo al mostrador a ordenar mi menú, era odioso tener que ir a solicitar mi almuerzo en lugar de que una sirvienta me lo trajera hasta la mesa, pero así eran las reglas decadentes de mi escuela. Estaba ese grupo de idiotas haciendo la fila para comprar… pasé por delante de ellas sin siquiera mirarlas y pedí un menú especial de bajas calorías para gente light y top. Como no podía faltar, una de esas arpías se quejó…

         —¡Hey! La fila está atrás —levantó la voz Jessica. Esa mugrosa. Jessica era una chica rubia de rasgos delicados, bastante bonita para lo que pretendía. 

         Yo la miré indignada. Sin mencionar lo indignada que estoy de tener que describir a cada una de estas infelices para que puedan entender quiénes son, y por sobre todo tener que decir que son bonitas estas idiotas, ¡si ellas son bonitas, yo entonces soy grandiosa!

         —¿Desde cuándo una fea le habla en ese tono a una linda? —Repliqué. Tomé mi almuerzo, bufé cuando les pasé cerca y me fui a sentar, negando con la cabeza. No podía creer su descaro.

         Estaba desenvolviendo los utensilios para comer de sus respectivas servilletas de papel y sirviéndome el refresco en el vaso descartable, cuando las vi sentarse justo en la mesa de en frente. 

         Me levanté de mi asiento y me dirigí a la barra de la cafetería, directo a hablar con el dueño del lugar.

         —Perdón ¿no hay un sector para que se siente la gente de menor calidad económica? Me molesta comer delante de ellas… —dije señalando a las infelices con educación forzada y un poquito de desprecio que hice notar al fruncir los labios. Era mi gesto favorito, obvio no pueden verlo porque estoy escribiendo esta historia y no filmándola idiotas, pero me tomaré una foto luego para que lo vean. 

         —Lo lamento señorita Laurent deberá comer donde todas… 

         —Pero, usted al menos entiende mi reclamo, ¿no? Yo no debo comer con el resto…  ellas no son como yo.

         —¿Ah no? ¿Usted tiene tres brazos o cuatro piernas?... —dijo con sarcasmo.

         —Noooo… pero tengo una chaqueta Dolce Gabbana y unos Louis Vuitton en los pies… —remarqué arqueando las cejas, ya poseída por la impertinencia de ese soquete—. Ya veo, no lo entiendes, sigue pelando cebollas…

    *

         El estúpido maestro Della Fontaine. Un abuelito de unos cuarenta años, amargado y pulcro, que no dejaba de molestarme en cada una de sus tediosas clases, acomodó sus libros de literatura sobre el escritorio. Cuando lo vi entrar en el aula, me crucé de brazos. Él comenzó a escribir en la pizarra y a dictar imbecilidades sin sentido.

         —Señorita Laurent ¿qué le sucede que no escribe? —Preguntó con su tono despectivo y paternal.

         —Las lindas no necesitamos hacer nada… para eso nacimos, para que el mundo esté a nuestros pies… algún esclavo lo hará por mi… —le respondí monumental.

         —Si para cuando termine la clase no tiene todo copiado en su cuaderno le pondré un cero.

         —¡Louis! Ponte a escribir —le ordené dándole mí carpeta para que anotara esas inutilidades. Él se puso de inmediato a copiar en mi cuaderno y en el suyo al mismo tiempo. Yo le sonreí al maestro y él me miró con odio.

    *

         Al fin en casa con mi adorado padre… lejos de esa escuela de inútiles.  

         —Hola mi reina —dijo mi papá apenas me vio entrar.

         —Hola mi hermoso… —sí, mi papá es hermoso y le digo hermoso, ¡dejen de pensar en incesto pervertidas!

         —¿Cómo te fue?

         —Bien… —respondí dándole un beso en la mejilla y un abrazo. Me pinchó un poco con su barba apenas recortada.

         —¿Discriminaste a alguna chica más pobre? —Me preguntó con seriedad.

         —Como siempre…

         —¿Le rompiste el corazón a un chico que no tendría oportunidades contigo?

         —Lo habitual…

         —¿Humillaste a las feas?

         —Lo normal…

         —Bien, me alegro… buena chica… —me acarició con ternura.

         —Solo un profesor estúpido quiere que escriba las idioteces que habla…

         —¿Una linda escribiendo? ¿No le dijiste que hay esclavos que lo harán por ti? E incluso computadoras…

         —Se lo dije, pero parece no querer entender… —levanté los hombros y alcé las manos con las palmas hacia arriba.

         —Supongo que pusiste a algún chico pobre que está ilusionado contigo a que copie tus tareas…

         —Todos están ilusionados conmigo… —hice una mueca con la comisura de la boca y levanté la ceja.

         —Te amo princesa.

         Subí a mi habitación a cambiarme de ropa, el uniforme escolar era una bazofia. Nos igualaba a todos, como si alguno de esos desgraciados pudiera ser igual a mí.

    *

         Me desperté temprano para asistir a la clase de Gimnasia. Era lo único que me agradaba de esa escuela de infradotados. El magnífico momento donde podía demostrarles que era realmente superior.

         El profesor Banner era un hombre viejo… como de unos veintitrés años. Pero aun así me caía bien. O al menos su clase era agradable.

         El juego era fútbol, mi deporte favorito. Mis piernas eran muy fuertes, además de tener una buena habilidad. El profesor nos hacía jugar varones y mujeres mezclados y yo destacaba entre ambos.

         «OK, perdedores. Aquí voy». Tomé el balón y lo llevé conmigo eludiendo a tres de los chicos. 

         —Hasta luego fracasados —les dije. Anna se me acercaba decidida a quitarme la pelota. Era una muchacha de cabellos rojizos y finos, de tez muy blanca. Una arpía de primera línea. Le di un golpe con el codo en los dientes y cayó al suelo desistiendo de perseguirme. Era habilidosa, pero también me gustaba el juego rudo. «Qué perfecta soy por Dios»

         Continué avanzando, Julieta venía hacia mí, tímida con su carita de idiota y su cabello sedoso debo reconocerlo, era muy delgada, pero tenía bellas curvas. Trabé con fuerza contra ella y creo que casi le quiebro sus débiles huesitos de cristal.

         —Ve a jugar a las muñecas, niña mimada.

         Llegué hasta la portería, tenía a la chica gorda en el arco. Era la única de esas idiotas a la que no odiaba, pero el juego era el juego y yo era implacable e iba a destruirla. La bola de grasa me miraba fijo. Apunté a su rostro, segura de darle en la nariz, quizás si le rompía la quijada sería una mejoría para esa cara desproporcionada. Pateé con todas mis fuerzas y le acerté de lleno en su horrible rostro. Volví a recuperar la pelota, ya con la portera de culo en el suelo y anoté el gol.

         —Sí! ¡Soy increíble!

         Louis vino a chocar los cinco y quedó con la mano en el aire.

         —Ni lo sueñes idiota.

         —¡Señorita Laurent! ¡Venga para aquí! —Ordenó El profesor Banner.

         —No es necesario que me felicite, profesor… ya sé q…

         —Nadie va a felicitarla —me interrumpió—. No te vas a retirar hasta que no pidas disculpas a todos tus compañeros…

         ¿Qué demonios le sucedía a este parásito? Lo miré molesta, pero no quería que me castigara y perderme sus clases.

         —Bueno perdón, perdón por estar tan a la moda, perdón por siempre adivinar las tendencias, perdón por mi cabello sin quebraduras, perdón por haber nacido con este cuerpo perfecto y esta piel humectada naturalmente.

         —Es verdad —afirmó Louis, Anna lo golpeó—. ¿Qué? Su piel está muy humectada…

         —Te vas a sentar allí sola a hacer abdominales. ¡Largo! —Gritó Banner enojado.

         —Ok, ok abuelito —me retiré a hacer abdominales. De todas maneras, me encantaba hacerlas, tenía un abdomen de sueños y me gustaba verlo trabajar.

         —Es tan linda y tan mala… —suspiró Garret.

         —Tenemos que ponerla en su lugar. No puede ser que trate mal a todos… se cree la mejor del mundo —dijo Jessica. 

         —Sí —afirmó Brandon— solo porque tiene esos hermosos ojos azules y esas piernas perfectas...

         —Y esa cintura —agregó Garret.

         —Y esas tetas redondas como pomelos… —se babeó Harvey.

         —Y ese cu…

         —Basta!! Los chicos están poseídos por esa zorra. Mejor lo planearemos nosotras —gritó Jessica.

         —Debe tener un punto débil… —Argumentó Anna aun tomándose la boca.

    2

    Demasiado perfecta para ser real…

         Gastón Rey es el chico más atractivo de la escuela. Rubio de ojos claros y cuerpo atlético. También es del último año como yo, pero está en otra división. Es tan problemático como lindo e inteligente… lo digo objetivamente, nunca me fijaría en él. Es el único que jamás ha intentado conquistarme, sabe a lo que se expondría y que lo dejaría como un idiota y tiene su orgullo. Respeto eso.

         Tranquilos, no voy a enamorarme de él. Sé que quieren verme caer en los brazos de alguno de estos perdedores, pero les he advertido que eso no va a pasar. A menos que el infeliz del escritor patético de esta novela se le ocurra hacerlo y allí tendré que golpearlo.

         De todas maneras, seguramente debe morir por mí al igual que el resto de los chicos. O sea, soy yo… con eso está todo dicho.

         ¿Por qué estoy hablando de él? Les contaré…

         —¿Tienes algo que hacer esta noche? —Me preguntó Louis al otro lado de mi celular I-Phone último modelo. Otro día les contaré por qué solo él tiene mi número. O ¿acaso creen que cualquiera puede tenerlo? 

         —Por supuesto, como todas las noches: planear mi outfit. No puedo a la mañana, a último momento decidir qué me voy a poner y qué combinaciones hacer… ¿cómo crees que hago para lucir tan fantástica cada día? —Le dije un poco molesta por sus preguntas impertinentes.

         —Es cierto, y ¿por la tarde?

         —¿Qué es lo que quieres gusano? —Pregunté impaciente observando mis uñas recién gelificadas.

         —Necesito consejos para salir con una chica, cómo tengo que vestirme, cómo seducirla. Sé que tú eres la mejor…

         —Shh, no se hable más, a las 18:00 hs pasaré por ti, rompe el chanchito de los ahorros porque gastaremos dinero en el shopping —soy débil ante la sinceridad, cuando me dicen verdades tan absolutas como que soy la mejor no me puedo resistir.

         Se hicieron las 18:00 hs y pasé a recoger a Louis por su casa. Quedaba en el barrio pobre de la ciudad. Los niños jugaban en la calle sin miedo a las bacterias del suelo. La gente no tenía sentido de la moda.

         —¡Oh por Dios! —Exclamé al ver a ese chico cruzar la calle. Clavé los frenos de inmediato, saqué la cabeza por la ventanilla de mi camioneta BMW, no suelo hacerlo, pero era una situación límite—. ¡Oye! Esa camisa estuvo de moda la primavera del año pasado... —moví las manos y abrí los ojos como dos platos agitando la cabeza. Él me miraba y parecía no entender—. No puedes seguir usándola… ya pasó de moda.

         «Ok, cálmate, estás en un barrio carenciado, donde la gente no tiene estilo. Respira profundo y continúa conduciendo» —me dije.

         Louis estaba esperándome en la puerta, obviamente. Si tenía que esperarlo medio segundo: adiós la salida al shopping, se lo había aclarado. Sophia Laurent no espera a nadie, a Sophia Laurent se la espera.

         Subió a la camioneta, se colocó el cinturón de seguridad y yo aceleré mientras conversábamos.

         —Bueno, si tuvieras que conquistar a una chica como yo, cosa que no sucedería ni en un millón de años, te diría que siquiera lo intentes, pero en el caso del resto de las perdedoras de la escuela que no tienen muchas opciones de encontrar a un chico, yo diría que deberíamos hacer algunos ajustes. Primero te llevaré a un coiffeur a darle vida y forma a eso que tienes arriba de la cabezota, que es cualquier cosa menos un cabello, luego vamos a comprar un poco de gasolina para quemar esa ropa que traes y después iremos de shopping. Armani, algo de Polo, Gabbana y seguramente algún perfume de Carolina Herrera. Y una cosa más, mi primer y único consejo: eres lo mejor a lo que puede acceder una hambreada como Jessica, creo que hasta podríamos dejar el perfume CH de lado que, aun así, no podría decirte que no, es decir, vamos… 

         Entramos a ese lugar de encantos. Cada vez que mi figura cruzaba esas puertas, las vidrieras resplandecían. Las vendedoras de las tiendas me observaban dejando caer lo que tuvieran en las manos al ver cruzar mi cuerpo esbelto y exclusivo por los pasillos, sabían que todas las prendas me quedaban maravillosamente bien, incluso hasta desearían regalarme su ropa con tal de verme usarla y admirarme. Sí, soy única.

         Anna miraba atónita. Se ocultó detrás de una de las columnas y nos observaba muy animados mirando escaparates y probándonos diferentes prendas.

         De pronto se alejó sin que la notáramos. 

    *

         Se hicieron casi las 12:00 del mediodía cuando terminamos de convertir a Louis en una especie de ser humano decente. Mordí una manzana verde de 52 calorías y lo miré de arriba hacia abajo.

         —Sophia, Sophia, Sophia… lo volviste a hacer… ¿cómo lo haces? —Me dije.

    *

         Louis caminaba por el pasillo de la preparatoria luciendo la nueva ropa que había adquirido junto a mí. Escuchó la voz de Jessica al otro lado de la pared antes de llegar a la puerta del aula y se acercó para atender a lo que decía.

         —No tiene madre, ese puede ser su punto débil… —propuso Jessica.

         —Seguro su madre se suicidó cuando la escuchó hablar por primera vez… —comentó Julieta— es tan presumida.

         —Creo que su punto débil es su padre —afirmó Anna.

         —El padre es otro idiota igual que ella.

      —¿Igual a ella? Te refieres a ser atea, engreída, racista, elitista, discriminadora, odiosa, superficial, narcisista, ególatra, sarcástica, zorra… —confirmó Julieta.

         Anna estaba un poco dubitativa. No sabía si debía exponer lo que vio. Meditó algunos instantes y luego se decidió.

         —Tengo algo que contarles —aseguró con debilidad por la interrupción a Jessica— los he visto a ella y a Louis juntos comprando ropa en el shopping.

         Louis escuchaba consternado. Uno de los libros que traía consigo se le resbaló de las manos e hizo un ruido sordo al caer al piso. 

         Las chicas quedaron en silencio y fue Jessica la que se aproximó al pasillo a ver quién estaba. Louis tuvo que simular una caída arrojándose al suelo.

         Jessica lo encontró tirado.

         —Louis… ¿estás bien? —Preguntó la joven con preocupación.

         —Sí, solo he tropezado por caminar y leer al mismo tiempo.  Me pasa por distraído. 

         —Hola… —retomó Jessica dándole un beso en la mejilla, se había olvidado de saludarlo. Louis sintió un estremecimiento. Le encantaba el contacto con la piel de esa chica.

         —Hola —respondió el muchacho con cara de gatito mojado.

         —¡Qué bien hueles! —Agregó ella—. Amo ese perfume.

         —Por supuesto… «Sophia sí sabía lo que hacía».

         —¿Cómo? —Preguntó Jessica.

        —Es decir… por supuesto que me he comprado este perfume que es el último de Carolina Herrera.

         —Ahhh un hombre que sabe quién es Carolina Herrera… que dulce —suspiró.

         «Sophia eres la mejor» —pensó Louis. Bah, en realidad no sé lo que pensó, dado que yo estoy contando esta historia, pero ¿qué otra cosa pudo haber pensado?

         Se quedó un tiempo con ellas siendo admirado por su buen gusto para vestirse (maldito infeliz, todo me lo debe a mí) y luego se retiró contento como un retrasado patético, es decir como un hombre enamorado.

         Tenía una decisión imposible de tomar. Estaba enamorado de Jessica, pero no quería traicionarme.

         Louis tomó la decisión de llamarme.

         —Están planeando algo contra ti, creo que van a ir hasta las últimas consecuencias, así es que cuídate —me advirtió. Su voz al teléfono sonaba melodramática.

         —¿Quiénes? 

         —No puedo decirte más nada… tú me comprendes…

         —Ya veo… es Jessica y su grupo de infelices. Pero ¿qué pueden hacer para afectarme? ¿Seguir teniendo ese gusto pésimo para vestirse? ¿Continuar sin actualizar su teléfono celular? ¿Seguir conduciendo un automóvil del año anterior?

         —Ok adiós, siempre te tomas todo en broma… —se despidió Louis. 

         ¡Esperen un momento! ¿acaba de colgarme él? Marqué su número.

         —Hola? —Contestó.

         —¿Cómo te atreves a colgarme tú?

         —Perdón, no volverá a suceder…

         —Por supuesto que no volverá a suceder. Solo por esta vez, y porque me previenes de lo que planean esa banda de zorras mal acondicionadas. Bye.

    *

         Al día siguiente volví a clases desperdigando magia por el mundo. Nuevamente ingresé al aula. Sabía que todos sabían del plan para acabarme. No podían disimularlo. Louis me miró desconcertado.

         —No puedo escribir más por ti, deberás escribir tú sola en la hora de Della Fontaine —me susurró.

         —Shh silencio negrito, ¿Por qué opinas? Si hace cien años eras un animal…

         Della Fontaine ingresó al aula mientras yo aún no terminaba de acomodar mi nuevo blazer de corderoy Prada en el respaldar del asiento.

         —Una sola hoja de papel sobre el pupitre. Les tomaré una prueba… sorpresa —dijo el infeliz. Viejo amargado.

         —Prueba de literatura… bla, bla, bla y vivieron felices para siempre… perdón, las que no vamos a necesitar aprobar esta materia inútil para tener una vida exitosa asegurada ¿nos podemos retirar?

         —Retírese si tanto lo desea… tendrá un CERO.

         Me retiré de todas formas y me senté sola en la cafetería.

         Sonó el timbre del recreo. Todas las mujeres y los hombres más falderos se quedaron.

         —No me gusta Louis en realidad, ustedes saben que estoy saliendo con Gastón Rey, pero es el único que tiene acceso a ella… puedo utilizarlo para mi venganza —escuché decir a Jessica por el audífono del teléfono. Había dejado un micrófono oculto en mi blazer Prada.

         La muy zorra salía con Gastón Rey y estaba utilizando a Louis para vengarse de mí. Pero eso no era lo que más me enfurecía, sino que había usado todo mi buen gusto y mis conocimientos de tendencias en vestirlo para que pudiera conquistar a esta arpía y todo había sido un engaño. ¡Nadie desprecia a un chico vestido tan elegantemente con el asesoramiento de Sophia Laurent! Esta perra no sabe con quién se metió. 

    3

    ¿Desde cuándo el pato le apunta a la escopeta?

         Sonó el timbre de mi hermosa mansión ubicada en la parte alta de la ciudad. Obvio ¿dónde más viviría? ¿Con los pobres? Olvídenlo. Austin atendió. No, no tenemos sirvientes, eso es para gente inútil.

         —Perdón ya dimos caridad este año —dijo mi padre cerrándole la puerta en la cara a Louis. 

         El timbre volvió a sonar.

         —Ya tocaste en esta casa niño…

         —La estoy buscando a Sophia…

         —Déjalo pasar papá… yo lo llamé —dije desde el sofá.

         Mi padre lo invitó a entrar y me dirigió una mirada, luego miró los zapatos sin marca de Louis y me volvió a mirar con desaprobación. 

         —Lo sé —moví los labios, pero nunca salió el sonido de mi boca.

         —Bueno, necesito que te sientes —solicité a mi compañero de escuela—. Tengo algo muy importante que decirte, pero debes prometerme que te comportarás como un hombre. 

         —Soy un hombre.

         Al siguiente momento Louis estaba tirado sobre el sofá pataleando y llorando como un niño…

         —¡¡¿Por queeeé?!! ¡¡Buaaaa!!  —chillaba desconsolado golpeando mi sofá italiano con el puño.

         Mi padre lo tomó de la camisa y le dio varias bofetadas de derecho y de revés hasta que se calmó.

         —Yo también tengo algo que decirte: Anna nos vio en el shopping, la oí —sollozó Louis.

         —¿Y a qué fue? ¿A mirar a través de las vitrinas y soñar con poder comprar algo de Hermès? Si es una pobre desgraciada…

         —Me gusta como elaboras el sarcasmo hija… —chocamos los cinco con mi padre—. Me siento tan orgulloso de ti. Los dejo. Tengo que ir a entrenar, no tengo menos de 8% de grasa corporal por quedarme en casa sentado —avisó mi padre y salió para el gimnasio.

         —Te amo. ¡Eres el papá más lindo y genial del mundo!

    Miré a Louis de frente.

         —Esto no va a quedar así… ahora van a conocer mi sophinialidad… —amenacé—. Esto es lo que haremos...

    *

         La directora Julianni se presentó en el aula mientras yo estaba con los pies arriba de la mesa limándome delicadamente mis uñas esculpidas.

         —Chicos tengo una mala noticia. Este fin de semana ha muerto el profesor Della Fontaine —anunció en un tono melancólico. En su rostro se reflejaba una tristeza demagoga, como si esperara contagiarnos de esa tristeza.

    Algunos de los idiotas de mis compañeros se sorprendieron y más de uno, increíblemente, lo tomó con tristeza. 

         —Yo sé que los toma por sorpresa su muerte, es decir con su edad…

         —Lo que me estaba tomando por sorpresa es como demoró tanto, digo, vamos, cuarenta años… —advertí. 

         —Señorita Laurent, no es momento para sus bromas…

         —¿Cuál broma? —Susurré por lo bajo mirando a Louis que no pudo contener la carcajada.

         —Lo va a suplantar el profesor Westein que está por llegar. Los dejo, no hagan mucho ruido hasta que llegue.

         —Directora Julianni —la interpelé antes de que se retirase.

         —Señorita Laurent —me respondió aguardando mi comentario, siempre con esa mirada de esperar lo peor de mí.

         —¿Y no nos va a dar la mala noticia? Creo que todos la estamos esperando.

         La directora Juliani me clavó la mirada, el odio parecía brotarle de los poros. Hasta que se calmó y se fue. A los dos minutos entró el nuevo profesor de literatura. David Westein.

         ¿Qué demonios le pasaba a mi corazón? Comenzó a latir muy fuerte cuando él entró. Llevaba unos lentes que protegían unos ojos preciosos, era de piel color de la miel y de cabellos castaños, por momentos rubios, de grandes músculos y bello como un ángel. «Tranquila Sophia es un hombre viejo de veintisiete años, tú nunca has sentido nada por ningún hombre, no puede sucederte esto». Necesitaba ir a comprobar si mis glándulas estaban liberando una cantidad excesiva de hormonas.

         —Siéntese señorita —me dijo el profesor Westein.

         —Lo siento señor mayor, pero estoy experimentando un inconveniente físico.

         Él sonrió y estiró la mano indicándome que podía salir. Saqué el teléfono celular de mi cartera y llamé a mi padre.

         —Hermoso de mi vida… papi, necesito preguntarte algo...

         —Dime princesa…

         —Si un profesor muy guapo, pero muy guapo me pone nerviosa y me hace latir el corazón… ¿estoy en riesgo de enamorarme de él?

         —No reina. No lo creo. Simplemente te parece atractivo y tu cuerpo reacciona, son cosas normales a tu edad. No debes preocuparte.

         —¡Fiuuu! —suspiré— gracias papá, estaba aterrorizada, pensando en que podía llegar a sucederme lo mismo que a todas estas chicas poco finas y sin elegancia que almuerzan hamburguesas de 300 calorías.

         —Tú eres Sophia Laurent, nunca serás una chica sin elegancia. 

         —Eso es obvio papá. Debo volver a clases, nos vemos a la noche.

         Regresé al curso enseguida, aliviada por las palabras de mi padre, siquiera había tenido que pasar por la enfermería de la escuela. 

         —¿Se siente bien? —Me preguntó el profesor.

         —Perfectamente, solo deje de ser tan… tan… eso que hace para que a las adolescentes les lata fuerte el corazón, no va a funcionar conmigo.

         Me miró sorprendido, como si no entendiera de lo que le hablaba. Se sonrió y continuó con su aburrida clase de literatura.

         Sonó el timbre del descanso. Me dirigí sin dudar a la biblioteca que era el lugar preferido de Gastón Rey y allí lo encontré, sentado leyendo idioteces de fracasado.

         —Hola… —dije apenas lo divisé. Gastón me miró—. Hola dije… ¿necesito decir algo más?

         —Hola belleza ¿cómo la llevas?

         —¿Acaso no ves como la llevo? —Señalé mi figura increíble.

         —Perfecta… —expresó con las babas que se le caían.

    Recorrí mi silueta con el rabillo del ojo.

         —Es verdad, lo soy… pasarás a recogerme a las siete. 

         —A las siete estaré allí.

         —No entiendes nada. Serás el primero en salir con Sophia Laurent. Estarás a las 06:50 en la puerta de mi casa. Y otra cosa, si sales conmigo tienes prohibido respirar cerca de otra chica… no vayan a creer que pueden ser competencia para mí —aclaré.

         —Acepto.

         —Por supuesto que aceptas. ¡Dios! Tengo que explicar todo… —me fui indignada.

         —Hasta entonces —se despidió con rostro de idiota o enamorado, lo que prefieran, es lo mismo.

         —¡Top! —Dije y me fui.

         Las lágrimas brotaban desconsoladas de los ojos de Jessica. Sus amigas Anna y Julieta la observaban entristecidas.

         —La muy zorra me quitó a Gastón. ¡Él me dejó… ¡buaaaaaa! 😭😭😭 —lloraba la chica.

         —¿Acaso será porque tú le quitaste a Louis? —Preguntó Anna.

         —No pensé que fueran en serio, creí que solo estaba jugando con él…

         —Ok… ok, pero esto no puede ser tan malo… dejando de lado que perdiste al chico más apuesto de toda la escuela… —intentó explicar Anna.

         —¡Buaaaaa! 😭😭😭 —continuó llorando Jessica.

         —En fin, lo que digo es que, si Sophia Laurent, quien puede tener a cualquier chico que quiera, se fijó en Gastón solo porque tú le robaste a Louis, esto significa que Louis le importa… puede ser que hayamos encontrado su punto débil… —dedujo Anna.

         —No lo había pensado así… tengo a Louis conmigo… —El llanto de Jessica se transformó de inmediato en una sonrisa malévola.

         —Por ahora… —remarcó Anna acomodando su cabello brillante.

         —¿Qué? —Preguntó sorprendida.

         —Si ella quisiera recuperarlo ¿crees que él se resistiría? —Expresó con cierta ironía.

         —¡Qué mala amiga eres! ¿Por qué me dices eso?

         —Digo que debes asegurarte de que Louis no te deje… tienes que darle algo que Sophia no le daría…

         —Te refieres a… —tragó saliva— ¿mi virginidad? —Se asustó Jessica.

         —No creo que sea necesario tanto, ¿acaso crees que Sophia le dará tan solo un beso?

         —Es cierto con un buen beso alcanzará… le voy a meter la lengua hasta el estómago a ese inútil y le voy a demostrar a esta perra quién soy yo…

    *

         Era la primera vez que había un hombre en mi habitación. Gastón se acercaba a mí mientras que hablaba, estaba sentado justo al borde de mi cama y se iba corriendo con movimientos disimulados para llegar a mí. En un momento comenzó a acercar su boca a la mía con aires de playboy. Olvidando que estaba con Sophia Laurent y que lo que funcionaba con las otras retardadas no funcionaría nunca conmigo. Lo primero que se me vino a la mente fue cuestionarme por la marca de crema dental que usaba. Quizás debía preguntarle, supongo que ninguna chica besa a un chico que usa una pasta dental de segunda marca.

         —Aguarda un momento. Tú ¿no estabas saliendo con nadie? —Interrogué con un tono musical. En serio, deberían oír lo bella que es mi voz.

         —A decir verdad, sí, estaba saliendo con una compañera tuya… con Jessica… pero la dejé por ti —respondió al instante un poco inseguro.

         —¿Con Jessica? —Fingí sorprenderme— bien que la dejaste, pero eso no es suficiente. Necesito verlo y que todos vean que ahora que estás conmigo nunca volverás con ella, que no puede competir conmigo. Quiero que se lo dejes en claro y quiero verlo, no te creeré hasta que lo vea.

         —Es muy cruel hacerle eso. ¿Por qué lo harías? Es decir ¿por qué quieres que lo haga? —La expresión de Gastón pareció desilusionada, aquí tuvo una real oportunidad de conocer mis intenciones, pero es hombre… tienen un cuerpo y un rostro como el mío en frente y se convencen de lo que su estupidez les dicta.

         —Porque ella me odia y quiero marcarle una diferencia. Además, si me hubieras dicho que estabas saliendo con alguien nunca me hubiera acercado a ti —puse carita de buena y mentí. Ok, está bien, intenté poner carita de buena, pero no me salió. De todas maneras, repito: es hombre, creerá lo que yo le diga que crea.

         —Está bien… —dijo no muy convencido.

         —Si prefieres no salir conmigo… —le comenté a modo de amenaza diplomática.

         —No, no… sí quiero salir contigo. Lo haré. Pero no voy a humillarla delante de todos, solo delante de ti.

         —¡Top! —Gastón tenía principios. Les dije que respetaba eso. Era un poco menos idiota que el resto de los chicos.

    *

         Bueno quiero que se enteren de una vez que odio narrar todas las superficialidades que ocurren, esta es mi novela y la cuento como quiero, y si no les gusta es porque no están a mi nivel intelectual super sensacional. Así que, si esperan eso, mejor vayan a leer cuentitos de niñas estúpidas con ositos, perritos y finales felices. Les voy advirtiendo que no voy a estar contando que amaneció una vez más, que fui nuevamente a esa escuela de fracasados y bla, bla, bla… usen el cerebro y dense cuenta de cuándo ha transcurrido un día y cuando no.

         Crucé mis brazos delante de Jessica. Gastón parecía algo inquieto. Dudaba de lo que estaba haciendo.

         —Como sabes, Jessica, estoy saliendo con Sophia, así que no quiero que te me acerques ni que me envíes textos o audios en WhatsApp, o que me sigas en Facebook o Instagram. 

         La chica desengañada trataba de contener el llanto, solo lo hacía porque tenía mi cínica mirada enfrente sonriendo con malicia. Pero no mostrando una sonrisa evidente, todo lo contrario; mi sonrisa era ilegible, solo se notaba en el brillo de mis ojos.

         —¿También quieres que cancele la suscripción a tu canal de Youtube? —Preguntó.

         —No, eso no… sabes bien que necesito suscriptores si quiero ser youtuber...

         Yo lo pateé en los tobillos.

         —Sí, cancela la suscripción —se resignó Gastón.

         —Muy bien —dijo Jessica a punto de llorar— pero espero que sepas que soy una mujer muy rencorosa y orgullosa. Cuando esta zorra deje de jugar contigo vas a volver arrastrándote y yo no te voy a perdonar nunca que me hayas dejado por ella.

         La tomé de la nuca y la traje hacia mí.

         —Vuelve a decirme zorra y te revuelco por todo el piso. 

    Jessica se asustó, sabía que yo no hablaba en broma. Era bueno que me temiera, me hacía sentir poderosa.

         —Ahora ¡lárgate! —Le ordené tronando los dedos.

         Jessica se fue conteniendo las lágrimas y Gastón la miró abandonar el lugar con cierto grado de culpa. No le gustó para nada lo que hizo, eso se notaba.

         —Bueno —se acercó seductor— ahora podemos volver a lo del beso —aproximó su rostro al mío y yo lo aparté.

         —No habrá ningún beso. ¿Acaso crees que un chico que salió con esa perdedora tendría alguna oportunidad conmigo? Estás loco… adiós.

         —Eres de lo peor, una bruja sádica y manipuladora. ¿Con qué necesidad me hiciste humillarla así, si no querías nada conmigo?

         —Oh! No me culpes por lo que tú mismo hiciste… nadie te ha puesto una pistola en la boca, humillaste a esa pobre chica que sentía algo por ti solo porque eres hombre y egoísta, y te dominan tus hormonas. Es más, la dejaste por mí antes de que yo te pidiera nada… tú eres el sádico, te alzas como un perrito en celo, corres detrás de cualquier falda y caes en lo más bajo solo por conseguir sexo. 

         Gastón se quedó callado. No supo qué decir.

         —Además ¿crees que no me di cuenta de que esos pantalones los conseguiste en un outlet de rebaja? Puedo notar una falla de fábrica a kilómetros… nunca saldría con un chico

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