El lado invisible de ser mujer: Las mujeres en el sexo, la salud sexual y la maternidad
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El lado invisible de ser mujer nos revela diferentes situaciones a las que se enfrentan las mujeres en su día a día, en el ámbito de la salud sexual y salud reproductiva, que transitan tristemente entre invisibilización, invalidación, infantilización, ridiculización, juicios de valor y, por supuesto, violencia. Así, de forma crítica, se reflexiona en torno a temas relacionados con el placer femenino, el dolor sexual, la menstruación, el aborto, los partos, la lactancia, la depresión postparto, entre otros. Temas que incluso hoy son motivo de debates, tabúes y violencia, y que es necesario poner sobre la mesa, porque lo que no se nombra, no existe y hoy más que nunca, calladas no podemos estar.
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El lado invisible de ser mujer - Paula Mella Concha
Bienvenida
Si estás leyendo este libro hoy, quizás es porque ya me conoces, tal vez en redes sociales o por mi libro anterior, El placer de conocernos, y ya sabrás —o de lo contrario ahora lo descubrirás— que soy una fanática de la salud sexual, salud menstrual y sexualidad femenina. Me apasiona mucho estudiar y educar en esta área, y considero que siempre podemos aprender algo más. Yo también aprendo; lo hago no solo desde el estudio formal, sino también en el día a día desde lo que aportan mis propias usuarias. Las experiencias personales de cada una de ellas, para mí, son muy valiosas.
También soy madre, de hecho, este libro comenzó a ser escrito cuando mi hija aún estaba en mi útero. Hoy, con una pequeña de más de un año y medio, y con algo más de experiencia personal en el mundo de la maternidad, debo confesar que tuve que reeditar el último capítulo, porque claro, ser mamá es algo que te cambia la vida, y en mi caso, también cambió mi postura como persona y matrona frente a muchos temas relacionados con la crianza. Pasé de ser una fiel admiradora de la lactancia materna exclusiva, a ser una orgullosa mamá con lactancia mixta, entre otras cosas.
Esta vez —a diferencia de mi libro anterior— me ha costado mucho dejar mi vida y mi experiencia personal fuera, porque a medida que iba escribiendo, me iba dando cuenta de que en realidad, a pesar de tener una profesión que está completamente ligada a la salud sexual y salud reproductiva, comparto las mismas situaciones y/o dudas que la gran mayoría de las mujeres.
Te escribo como mujer, como matrona, como amiga, como una mujer que es madre, porque quiero que te sientas acompañada. Considero que esto último es una necesidad para nosotras las mujeres, porque ser mujer en este mundo es un factor de riesgo. Habitualmente somos nosotras las que nos vemos enfrentadas a situaciones que día a día vulneran nuestros derechos, solo por la existencia del género. Sin desconocer, por supuesto, otros aspectos y factores biopsicosociales y demográficos importantes que determinan nuestra calidad de vida y salud.
¿Qué escribo? Varias cosas. En este libro encontrarás información y reflexiones sobre sexualidad, pero más que teorías, escribo desde lo cotidiano, lo que veo, lo que escucho, lo que estudio, lo que aprendo de mis amigas, de mis pacientes, de mi vida. Reflexiono sobre nuestra salud sexual, pero esta vez principalmente como una crítica al sistema de salud (y, por qué no, hacia mí misma como matrona), porque aún nuestro sistema de salud es muy paternalista y, por supuesto, muy patriarcal. Se olvida que somos sujetas de derechos y con autonomía, que merecemos ser escuchadas y validadas, que no necesitamos que sean otros los que tomen las decisiones por nosotras. La infantilización en temas de salud, y sobre todo de salud sexual y reproductiva, es muy común todavía y eso tiene que cambiar.
¿Cuántas veces al hablar de nuestros dolores o sentimientos, se nos trata de exageradas o se les baja el perfil a nuestras dolencias? Es bastante probable que, si nos dirigimos a urgencia un día y nos quejamos de una fuerte presión en el pecho, nos digan que estamos frente a un cuadro de crisis de angustia, pero si el señor que está a nuestro lado consulta por el mismo síntoma, quizás lo prioricen, porque pueden estar frente a un infarto. Este ejemplo quizás ya lo habías escuchado; es muy descriptivo de las diferencias que tenemos en salud. Por eso es tan importante la atención en salud con perspectiva de género. En general, las gafas moradas las deberíamos llevar de por vida.
Por último, y no menos importante, también escribo sobre maternidad, pero de ninguna forma como una guía para la tuya, sino más bien desde una invitación a la reflexión, reflexión que abarca desde la planificación del embarazo y sus dificultades —que está bastante subvalorado—, la elección del parto, las vivencias del puerperio, la decisiones de la lactancia, y de las diferentes formas de vivir la maternidad según cada realidad, porque todo esto conlleva muchos miedos, culpas, soledad, pero también invisibilización y violencia. La maternidad no es rosa, y es uno de los momentos de la vida en que más nos vemos juzgadas por la sociedad —incluso por nuestros más cercanos y hasta por las mismas mujeres—, por cada decisión tomada.
Deseo que, al terminar este libro, no te sientas nunca más sola. Espero de todo corazón que te sientas más comprendida y menos juzgada. Todas somos diferentes, pero tenemos mucho más en común de lo que nos imaginamos.
I. MUJERES Y SEXO, LO QUE NOS HAN HECHO CREER
Hablar de sexo
Aunque para muchas mujeres hablar de sexo, de placer, de orgasmos, de goce, y todo lo que conlleva la sexualidad femenina, es completamente normal y cotidiano, para muchas otras esto aún supone un tabú y genera vergüenza.
Entiendo que hay personas que consideran que la sexualidad es algo íntimo, y que no desean compartir con otras personas estos temas, ni menos sus experiencias personales. Está bien, jamás debemos presionar a alguien a hablar de lo que no quiere o lo que no le es cómodo. No obstante, también es cierto que hay mujeres que no lo hacen, no porque no quieran o no lo necesiten, sino por el miedo o la vergüenza a ser juzgadas, o por sentir que sus comportamientos, cuerpos o forma de llevar su sexualidad no se ajusta a eso llamado normalidad
.
Déjame decirte que hablar de sexo es justo y necesario, sana mucho, y hablar de sexualidad entre nosotras es realmente liberador y enriquecedor. Nos abre la puerta a un mundo maravilloso, un mundo que nos permite disfrutar de nosotras mismas y tener una mejor calidad de vida en el ámbito sexual. Por lo tanto, de nuestra vida en general, entendiendo que sexualidad no es solo el acto de tener relaciones sexuales. El sexo también es para nosotras, a pesar de que nos hayan dicho lo contrario desde pequeñas. Lamentablemente, crecer con esta idea de que es algo que no nos corresponde, nos ha generado mucho daño.
Hay tantos mitos en torno a los primeros encuentros sexuales, tanto dolor o sufrimiento que existe en muchas mujeres a la hora de tener sexo, tanto desconocimiento del cuerpo y del propio placer, tanto problema en que una mujer tenga varias parejas sexuales, tanto miedo a no responder como se espera a que respondamos en el sexo, tanta vergüenza a la hora de un encuentro sexual, tantas ganas de sexo que se esconden, tanto de todo, que llega a ser realmente desesperanzador para muchas tan solo pensar en la palabra sexualidad. Es increíble e insostenible que en pleno siglo veintiuno, aún la palabra sexo y mujer pareciera que no pueden ir juntas en una misma frase.
Que a los niños se les eduque de una forma y a las niñas de otra, es una cuestión innegable. Aún se nos invita a ser o comportarnos como señoritas
, aunque eso implique vivir nuestra sexualidad en silencio, del todo conformes, sin reclamar y sin incomodar a nadie, y ojalá que no se nos note que nos gusta el sexo, porque ¡olvídate! Eso es de hombres o de sueltas, y habla pésimo de nosotras
. ¿Te parece esto justo? A mí no. Por eso, hablemos, preguntemos, digamos lo que nos gusta y lo que no, porque ¿calladas o sumisas en torno al sexo? Nunca más.
La no tan buena primera vez
¿Qué es la primera vez
? Me encantaría poder decirle a todo el mundo que ese primer encuentro sexual del que poco se habla, es aquel que tiene uno consigo misma. Esa primera vez que nos miramos, nos tocamos o que experimentamos un orgasmo. Por supuesto, algo sano, sin dolor y un descubrimiento que nos marque positivamente para toda la vida. Pero no, no puedo afirmarlo, no porque no sea verdad, sino porque socialmente se acepta que la primera vez es cuando tenemos relaciones sexuales con otra persona. Es más, me atrevo a decir que se acepta cuando esa relación sexual conlleva penetración, porque curiosamente, ante cualquier experiencia sexual, pareciera que si no hay coito de por medio, no hay sexo, y el primer encuentro sexual no está exento de ello.
Sabemos que tener relaciones sexuales es mucho más que eso; que la penetración es solo una práctica más, sin embargo, en esas edades —plena adolescencia— en que habitualmente ocurren los primeros encuentros sexuales con otra persona, poco y nada se sabe de sexualidad. Por lo mismo, generalmente esta experiencia de la primera vez no cumple con las expectativas con las que muchas mujeres llegamos hasta allí.
Así pues, con tan poca información, sin una mayor preparación para el momento y con una nube de mitos que rondan por la cabeza sobre esa primera vez, lo más probable es que ese encuentro no sea el más placentero en la vida de una mujer, y que hasta provoque una sensación de decepción. Finalmente, la primera vez no era como se veía en las teleseries o películas, y lo peor de todo es que además hay dolor, sí, dolor, porque habitualmente, y aunque no quisiéramos que fuese así de común, muchas mujeres sienten dolor en esa primera relación sexual, que por supuesto, no es normal. Nadie debería transitar ese momento ni ningún otro encuentro sexual con dolor. Esto es un importante mito que debemos derribar desde muy temprana edad, porque si lo dejamos pasar, se quedará con nosotros y aprenderemos que el sexo duele o molesta, y que no hay nada que podamos hacer con ello; es decir, lo normalizaremos.
Por otro lado, seamos sinceras: generalmente no hay orgasmos —aunque los hayas experimentado antes en solitario—, porque es difícil que sea el otro quien te provoque placer, si probablemente tampoco tiene mayor conocimiento sobre sexualidad femenina. Así pues, hay una sensación de que en realidad el sexo no es tan bueno como se plantea. A eso le sumamos la terrible culpa de haber perdido la virginidad
, palabras que me provocan una sensación extraña; no sé si es tristeza o enojo. ¿Realmente perdemos algo cuando decidimos tener relaciones sexuales con alguien más? Pues no, físicamente no perdemos absolutamente nada. ¿Pesa más esta palabra, perder
, en las mujeres que en los hombres? Sí, absolutamente. Ellos son los grandes ganadores
; unos campeones, que además hacen mujer
a alguien. Y uno se pregunta: ¿Y qué era yo antes de tener relaciones sexuales?
¡No necesitamos que nadie nos haga mujer, lo somos! En segundo lugar, está este concepto de la virginidad
, del que no vengo a polemizar ni entrar en significados religiosos ni culturales; cada una podrá darle el significado que mejor resuene en su vida (aunque, claro, por lo general esto viene influenciado por la propia familia).