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Lo que nadie me dijo sobre la maternidad (y el sexo): Todo lo que me gustaría que supiesen mis hijas antes de ser madres (si deciden s
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Lo que nadie me dijo sobre la maternidad (y el sexo): Todo lo que me gustaría que supiesen mis hijas antes de ser madres (si deciden s
Libro electrónico387 páginas4 horas

Lo que nadie me dijo sobre la maternidad (y el sexo): Todo lo que me gustaría que supiesen mis hijas antes de ser madres (si deciden s

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Un texto crudo y sincero en el que se relata con humor e ironía el camino por el amor, el sexo, el embarazo, el parto, el postparto y la crianza consciente, en un tono ligero y fresco que podría recordar una conversación entre amigas.

Ensayo testimonial acerca de la maternidad y la crianza. Dirigido a mujeres -y hombres- de todas las edades y de todos los estatus, incluso solteros sin hijos. Habla sobre los procesos físicos y emocionales que una mujer estudiada, viajada y preparada sufre a lo largo del periplo de la maternidad y la crianza.

No es un estudio sociológico, sino un relato en primera persona a través del cúmulo de sensaciones y sentimientos que la autora ha experimentado durante este complejo momento de la vida.

Es el testimoniode una madre del siglo XXI plagado de humanidad, honestidad y contradicciones, y alejado de la visión edulcorada que sobre la maternidad se transmite tradicionalmente: un punto de vista distinto para el que la sociedad de hoy en día ya se encuentra preparada.

IdiomaEspañol
EditorialCaligrama
Fecha de lanzamiento30 jul 2020
ISBN9788418238673
Lo que nadie me dijo sobre la maternidad (y el sexo): Todo lo que me gustaría que supiesen mis hijas antes de ser madres (si deciden s
Autor

Isabel de Navasqüés y de Urquijo

Isabel de Navasqüés y de Urquijo (1978) es una escritora madrileña que debutó en el panorama literario con La Profecía de Gaia, primer libro de la serie fantástica «Las fabulosas aventuras de Kiso Maravillas». En 2020 publicó su segunda novela, Lo que nadie me dijo sobre la maternidad (y el sexo) donde relata su proceso de matrescencia. En la actualidad se encuentra escribiendo una novela urbana ambientada en el Madrid de principios de siglo XXI. Divide su tiempo entre escribir, sus hijas, la práctica de yoga y el Health Coaching.

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    Lo que nadie me dijo sobre la maternidad (y el sexo) - Isabel de Navasqüés y de Urquijo

    Nota de la autora

    Este es un libro que se puede usar como manual de consulta o al que te puedes lanzar al completo. Si tienes poca experiencia en el ámbito sexual, probablemente lo que más te interese es el primer capítulo; si estás embarazada, yo te recomiendo que te saltes el segundo.

    Es un texto con mucha densidad informativa, orientado a un nicho muy concreto. Es un libro universal, pero a la vez no es un libro para todo el mundo. Sinceramente, creo que es un libro que a casi todas las mujeres les interesará leer o consultar en un momento u otro de sus vidas.

    Dependiendo de la edad que tengas y del momento vital por el que estés atravesando, este libro te puede ayudar a comprender cierta información oculta o te acompañará en el sentimiento durante períodos vulnerables de la existencia.

    A pesar de que este libro está dirigido a mujeres, o precisamente por eso, su lectura puede resultar interesante a hombres; sobre todo, a ese hombre «moderno» al que le preocupa lo que piensan y sienten las mujeres, ese hombre curioso y altruista que quiere ser buen amante, buen marido y buen padre, o al que reconoce dentro de sí un acallado instinto maternal que no quiere obviar porque sabe que su papel como compañero y padre es fundamental no solo para la salud emocional de sus hijos y parejas, sino para su propio desarrollo personal como ser humano.

    Prólogo

    Lo que nadie me dijo sobre la maternidad (y el sexo) fue un libro que escribí por necesidad personal, un desahogo catártico, yo soy escritora y los escritores escriben. Escribimos sobre lo que vemos, oímos, sobre lo que pensamos, sentimos, sobre lo que nos pasa, nos conmueve, lo que nos sorprende, lo que nos hiere… Creo que gestar, parir, criar y educar a mis hijas está siendo el acontecimiento más bestia que me haya sucedido, ¿cómo no iba a escribir sobre ello?

    Parte del choque cultural que sufrí se debió a que no comprendía cómo siendo el hecho más disruptivo de mi existencia podía, además, ser tan desconocido para mí, entonces, se me planteó una duda inmensa: ¿cómo es posible saber tan poco acerca de un proceso tan viejo como la vida misma?…

    Una vez publicado el libro, conocí el concepto de matrescencia. La matrescencia es el período de adaptación físico, emocional, social, familiar… que sufrimos las mujeres al convertirnos en madres.

    Nada más saberlo sentí un alivio inmenso.

    La matrescencia es un concepto forjado desde los años 70, lo que quiere decir que no soy la única ni la primera mujer que ha sufrido un shock al convertirse en madre. Este libro habla de la mía, de mi experiencia personal durante el embarazo, el parto, el puerperio y los primeros años de crianza de dos hijas que se llevan dieciocho meses entre sí. Al sentarme a recopilar mis apuntes sobre el tema y plantearme la estructura del libro, contar los hechos en orden cronológico me pareció lo más natural y, así, se me planteó también la necesidad de hablar sobre lo que viene justo antes del embarazo, que, curiosamente, es otro de los tabús de nuestra sociedad: el sexo. A pesar de las cejas que iba a levantar, a mí me parece lo más natural del mundo enlazar sexo y maternidad, ¿a ti no?

    Este es un libro coyuntural, que habla de un momento de mi vida muy concreto pero muy profundo, donde he vivido unas situaciones que me han cambiado para siempre; a mí la maternidad me atropelló como si fuera el fin del mundo, porque literalmente lo fue. El mundo del que yo procedía se acabó y dio comienzo a una nueva era y, como tras cualquier cataclismo, necesité de un período de adaptación para poder encajarlo. Creo que hoy, a los cinco años de nacer mi hija pequeña, puedo decir que ya me he adaptado y que ya no cambiaría mi realidad por nada.

    El relato de nuestra maternidad es una historia sin fin, que crece y se desarrolla al ritmo de nuestros hijos y de nuestra madurez como madres. Yo para este libro puse un tope: contar los tres primeros años de crianza de mis hijas, que para mí han sido los más duros, porque adaptarme a esta nueva realidad de madre me ha costado un poco, y me cuesta, es una transición donde se va asentando y conformando una nueva yo.

    Yo no crecí con un deseo imperioso de casarme, ni de tener hijos, ni de formar una familia convencional, ni de hacer la compra, ni programar menús, ni nada parecido. Todavía añoro y siento un duelo —a veces, desgarrador— por mi antiguo ser y mi antigua vida, todavía no tengo claro si estaba preparada para esta metamorfosis, pero esta es mi nueva persona, soy una madre y solo las madres sabemos todo lo que de nosotras se ha trasferido a nuestros hijos.

    Ser madre te cambia la vida para siempre, ¿para mejor?, ¿para peor? Hay momentos para todo, para pensar que estabas mejor antes y para agradecer cada segundo de lo que tienes ahora. La única verdad suprema es que ser madre no te va a dejar indiferente, no vas a poder hacer borrón y cuenta nueva si no te encaja la experiencia, no puedes escapar de ello como de un novio que no te conviene, tenlo muy en cuenta antes de lanzarte a obedecer «la llamada de la selva» porque, tal vez, tu «mono de niño» se pueda suplir con ser «tía dedicada» de tus sobrinos; aclarar este punto sobre ti misma te podrá ahorrar mucho sufrimiento.

    Esto hay que saberlo. Has de saber que como mujer tienes muchas más salidas que «acabar de madre», y lo digo porque puede existir una vida en la que te quedas como estabas, no sufres la crisis que la maternidad produce y te dedicas el resto de la vida a desarrollarte dentro del individualismo que impera en nuestra sociedad, sin crisis personal, choque cultural, ni ruptura sociofamiliar.

    Desde luego que mi vida sería otra si no hubiera tenido hijos. Hijas, en este caso. Dos. Pero no puedo decir que me arrepienta de haberlo hecho. Lo hecho, hecho está y en este campo no se admiten devoluciones… Este fue uno de los motivos que me llevó a publicar este libro: debemos ser padres conscientes y maternar a nuestros hijos en presencia, porque traer una vida a este mundo es un acto de generosidad inmenso que acarrea una responsabilidad igual de grande, una que te compromete para toda la vida y de la que no vas a poder desentenderte cuando te hartes, y te vas a hartar. Esto conviene saberlo, no se oye lo suficiente, te crees que la única que estaba «harta» era tu madre porque estaba «loca».

    Pero no, tu madre no es un bicho raro, tu madre se ponía como una hiena y te tiraba la zapatilla porque la crianza acaba con la paciencia de cualquiera y esto lo tienes que saber. El anuncio de Navidades «delcorteinglés» no existe, lo que existe es mucho esfuerzo, mucha dedicación y mucha intensidad. Lo que existe es un sistema establecido que no te va a premiar, ni a apoyar, ni a acompañar, sino que te va a poner la zancadilla por tu gesto desprendido de traer vida a este mundo y ocuparte responsablemente de ella.

    Vivimos en una sociedad desagradecida y sumamente contradictoria que pretende que produzcas y te reproduzcas, que críes en tus ratos libres —si eso—, el resto del tiempo el bebé crece en una elipsis temporal fundida a negro como en las películas, mientras tú te mantienes contenta, delgada y equilibrada, capaz de sostener tu matrimonio, tu trabajo y tu persona…

    Han pasado unos años desde que terminé de escribir este libro, muchas de las cosas que cuento ya se me han olvidado, otras ahora no las siento de modo tan intenso y, tal vez, ya no las compartiría o no del mismo modo en el que han quedado plasmadas en mi libro; ciertas fases de la maternidad, como pueden ser la soledad, la dependencia, la vulnerabilidad, la sensibilidad extrema o el miedo, son emociones que transitan, cambian y evolucionan, lo que no quiere decir que sean menos reales o que no se repitan en momentos puntuales, pero, tal vez, no se habla en abierto de ellas por esto, porque se desdibujan con el tiempo.

    La verdad es que yo, hasta que no lo he vivido en primera persona, no he sabido de qué iba el tema y me parece a mí que es porque no nos lo han dejado claro, así que para mí escribir Lo que nadie me dijo sobre la maternidad (y el sexo) ha sido un ejercicio muy natural porque necesitaba compartir con pelos y señales mi desgarro, mi frustración y mi perplejidad ante la injusticia social y biológica que ser madre en este mundo representa.

    ¡Espero que os guste!

    Introducción

    Durante mis embarazos, y todo lo que ha venido después, me he ido encontrando con una serie de realidades cuyo desconocimiento me ha dejado perpleja. Cuestiones íntimas pero profundas que no daba crédito a que a mi madre se le hubiera olvidado comentar. Disculpo a mi pobre madre, que tiene la memoria volátil, pero lo que no me explico es que hoy en día, en la sociedad de la información, esta no me haya llegado por otros caminos: el cine, la omnipresente tele, internet, los clásicos libros, la antigua radio o algún comentario en el baño del súper… Pero nada, existe un silencio tácito creado alrededor de temas fundamentales del entorno femenino —no solo sobre la maternidad y la crianza—.

    Estas esferas tratan asuntos íntimos y extremadamente delicados, y, tal y como hemos sido educados, difíciles de abordar sin sentimiento de vergüenza o falta de decoro, cuestiones hacia las que tradicionalmente ha existido un difícil acceso, aunque los tiempos cambian y este libro es buena prueba de ello. Ya veremos si el cambio de los tiempos evoluciona hacia un punto que favorezca a las mujeres que «deciden» ser madres, o si simplemente las recoloca en otro lugar incómodo del que resulta igual de complicado moverse.

    Son momentos de nuestra vida, tanto de las mujeres como de los hombres, que nos marcan para siempre, a los que llegamos en estado de confusión y fragilidad extrema, y donde nos hemos encontrado completamente indefensas, desvalidas y sorprendentemente solas.

    Ante el desamparo, capeamos el temporal como mejor podemos y, como todo en la vida, a algunas se les da mejor que a otras. Perplejas e ignorantes, abrimos los ojos ante cuestiones que desconocíamos por completo, sin saber que «eso» iba a pasar, que «eso» pasa, que «eso» le pasa a casi todo el mundo, que lo normal es que «eso» pase; que lo anormal, lo fuera de la norma es lo otro, que no pase.

    En este libro me gustaría recoger la infinidad de información y emociones que se han erigido ante mí como realidades imposibles de obviar, y menos aún en ese momento de la maternidad y la crianza, tan delicado y determinante para la vida, la nuestra y la de nuestros descendientes.

    Para que no se me olviden y para que no se le olvide a nadie, lo pongo por escrito.

    Algún día espero poder contarles a mis hijas, también de palabra, lo que el viaje a través de la sexualidad femenina y la maternidad les depara, o, por lo menos, poder aproximarlas a través de mi experiencia, por mucho pudor o reparo que me dé. Y creo que debo ser yo, su madre, la que se lo explique, porque el linaje de cada familia determina el prisma con que se viven determinadas controversias y es dentro de esa familia donde se pueden sanar esas cuestiones. La escritora inglesa Beryl Brainbridge dijo algo así como: «Uno nunca se recupera de la infancia, todo lo demás se te pasa».

    Para escribir este texto, no me voy a basar en datos científicos, tal vez algún manido porcentaje fruto de la cultura popular más que de la precisión sociológica. Este es un texto testimonial, en el que voy a contar mi vivencia y percepciones acerca del tema de la maternidad: mi experiencia, basada en mi contacto directo con ella como hija; como alguien que no ha sido madre, pero sí mujer, hasta los treinta y seis años; y como madre. Mi experiencia personal y compartida: con otras madres, con amigas íntimas o coyunturales, con madres con las que se coincide en el parque, en la sala de espera del ginecólogo, frases y miradas que captas, emitidas por madres o mujeres embarazadas en la calle, retales y retazos de vidas que te resultan tan familiares como si fueran propios a pesar de ser vivencias distintas, y que forman y confirman tu concepto y experiencia sobre la maternidad.

    Este es mi testimonio en primera persona, no es una regla social, no es un parámetro establecido. A mí me ha resultado así, y lo comparto porque creo que las experiencias de los demás nos sirven de guía al resto de las personas. Humildemente, creo que mi vivencia puede ayudar a alguien a encaminar su visión sobre este asunto, del mismo modo que yo buceo en búsqueda de información y me sirvo de los testimonios de los demás para aprender.

    Ahora que tengo a mis hijas, doy las gracias por ellas todos los días, porque ahora que están aquí en el mundo conmigo, no sé qué sería de mi vida sin ellas. Literal. Lo digo más claro: mi vida sin ellas ya no tendría rumbo; y si desaparecieran, la tristeza sería inenarrable y mi ser pasaría a convertirse en un saco roto y a la deriva. Esto no quita que sea capaz de observar en mí misma una ristra de contradicciones que no hace más que despistarme en profundidad. Y este punto también hay que analizarlo porque el mundo que se crea en torno a la procreación y la crianza tiene más relación con nuestras taras personales, las de los padres, que con otras realidades.

    Mi intención con este libro es la del puro desahogo y, de paso, sacar a la luz un volumen de información que no comprendo que no sea de dominio público. Lo que es verdaderamente chocante es que los relatos que nos llegan sean más bien todo lo contrario a lo que se vive dentro, y ahora que repaso el manuscrito antes de publicarlo, y que el tiempo ha pasado, sé por qué y os lo voy a decir: el amor es más fuerte. El amor puede con las noches en vela, el amor borra la ausencia prolongada de sueño continuo, el amor diluye la angustia de los primeros años, el amor anula cualquier resaca de malestar.

    Con este libro solo pretendo abrir una pequeña brecha sobre la imagen impoluta que nos han transmitido de la maternidad, una imagen que nos perjudica a todos porque en los primeros tiempos se sufre, y yo estoy aquí para decir a todas las madres que su sufrimiento, esfuerzo y sacrificio no son en balde, que reportarán beneficios con creces, que ese viaje recién estrenado las va a conducir a una dimensión distinta a la que conocían porque la vida desde que se es madre cambia, se transforma y adquiere una nueva dimensión.

    Existe otro concepto fundamental que me gustaría repetir una y otra vez, por mucho que el cansancio me nuble la capacidad de raciocinio, y es el siguiente:

    ERES LA MEJOR MADRE DEL MUNDO.

    Por lo menos, la mejor madre que le podía haber tocado a tu hijo, porque eres eso: la madre que le ha tocado. La madre perfecta para él, no tiene otra, así que NO te preocupes, todas y cada una de nosotras intentamos ser la mejor madre del mundo y lo conseguimos a pesar de que creamos lo contrario.

    Repítetelo una y cien veces:

    LO HAGO LO MEJOR QUE PUEDO.

    Esta es una verdad suprema.

    Me resulta muy complicado entender que alguien pueda hacer mal su trabajo aposta: lo que te salga o no te salga es genuino. La mayoría no somos psicópatas ni sádicos, actuamos desde el amor, desde la convicción de que lo que hacemos lo hacemos por el bien mayor. Porque de verdad que lo haces lo mejor que puedes: tú, yo y todas. Con tus limitaciones, complejos, oscuridades y verdades; con todos tus defectos y virtudes: eres la mejor madre del mundo para tus hijos.

    Yo, también.

    Gracias

    *****

    Viajamos por nuestro ejercicio como madres atravesadas por nuestra experiencia personal como hijas, poseídas desde el inconsciente por una serie de improntas que no recordamos, un mundo de sensaciones desconocidas, emociones que ni tan siquiera sabíamos que ocurrían en nuestro interior, una serie de verdades que hasta ayer no existían y que no sabemos de dónde vienen, pero que despuntan como una brújula que nos guía, con una fuerza que nos comanda y nos deja perplejas en nuestra recién estrenada posición de madres.

    Por fortuna, estamos saliendo del influjo de aquella pedagogía que fomentaba el desapego y la disciplina, ese modelo de enseñanza que nuestro instinto nos ha gritado que no era el adecuado. El instinto es muy útil, es ese sexto sentido que nos alerta de que algo no va bien; pero tras generaciones acallándolo, no es lo bastante fuerte para guiarnos, por lo que nos sentimos perdidas. Algunos adolecemos de la carencia de una crianza consciente, y es precisamente esa ausencia la que nos ha permitido identificar el modo más adecuado para criar a nuestros hijos, pero sencillamente no sabemos cómo actuar porque los primates aprendemos por imitación. Copiamos lo que hemos presenciado y recibido sin ser conscientes de ello, asimilamos al reproducir lo que vemos, lo aceptamos como el modelo correcto y, por muy equivocado que esté, muchas veces, lo repetimos.

    En este punto del oscuro túnel que acabamos de penetrar, muchas de nosotras descubriremos que no tenemos imagen en la que reflejarnos, que muy a pesar de nuestras madres, que tanto han sufrido intentando sacarnos adelante, su ejemplo no es ejemplo más que de lo que NO hay que hacer, y eso, en realidad, no sirve para mucho —¿o sí?—, porque cuando estás invadida por las hormonas, por un ser autónomo que crece en tu interior de manera independiente a tus constantes, cuando tu vida pierde el norte para adquirir un nuevo rumbo no siempre identificable en el horizonte…, cuando estás en la mierda más absoluta que es después de un parto, ahí las mujeres somos especialmente vulnerables y es fácil agobiarse, angustiarse, perder los nervios porque nos sentimos solas, desorientadas, sin referencias a las que acudir… Y esta puede ser nuestra experiencia de la maternidad y de la primera crianza.

    Este es el papel que te ha tocado desempeñar: puedes continuar con el paradigma de una crianza que sabes por tu propia experiencia que resulta deficitaria, o romper con la programación heredada y luchar por aprender un modelo más próximo a la humanidad que te late dentro.

    Si por un casual intuyes lo que te falta, repítete a ti misma: «Mi madre lo hizo lo mejor que pudo».

    Si te invade la percepción de que lo que recibiste no fue suficiente, ahora te toca a ti la ardua tarea de «reprogramarte» para desaprender todo lo que no hay que hacer y cultivarte para todo lo nuevo que hay que aprender.

    A pesar de que mi madre lo hizo y lo hace lo mejor que puede, yo soy consciente de que eso no fue y no es suficiente.

    Da igual, quiero a mi madre de la misma manera porque ella no ha sido ni es perfecta, ella es humana y ha sufrido tanto o más que yo, ha actuado según su propia programación: la de una mujer de su clase social en una España de una cierta época. Ella arrastra sus taras y sus complejos, sus traumas y su propia imagen de maternidad. Ella es inocente y lo ha hecho lo mejor que ha podido, por muy bien o mal que sea.

    Del mismo modo, por muy mal que pienses que lo vas a hacer tú, si llegas a este tipo de reflexiones, algo más de lo que recibiste serás capaz de dar. Será una dura tarea, pues no posees referencias en las que mirarte, pero siempre existe un mundo del que tomar ejemplo e inspirarte. Y así, generación tras generación, tu descendencia conseguirá producir un linaje de madres e hijas sanas, que se amen lejos del reproche y del rencor que se siente cuando se llega a pensar que tu madre no hizo lo suficiente para sacarte adelante. Haz el esfuerzo, aunque se convierta en un acto de fe, de creer con certeza que tu madre hizo todo lo que pudo. No pudo hacer más debido a sus limitaciones socioeconómicas y cultural-familiares, y punto.

    Acepto que nos haya podido tocar una madre que concibe el amor desde la perspectiva equivocada porque nadie le ha enseñado lo que es el amor sano a ella tampoco. Mala suerte, pasa en las mejores casas, vas a tener que dar un salto evolutivo y desarrollar la capacidad para reaprender.

    Porque te repito, y esta sí que es una verdad suprema: las madres hacemos todo lo que podemos, todo lo que creemos que va a ser lo mejor para nuestros hijos a pesar de que sean soluciones que no se comprendan en el instante que se producen.

    Por supuesto que ya sabemos y tenemos aceptado que existen tantas realidades como seres humanos, pero luego también existe un subconsciente colectivo que nos aúna y hace de nuestras experiencias un lugar común donde todos nos reconocemos.

    Yo este libro lo escribo desde lo más profundo de mis entrañas, como una vivencia interna, intensa y muy personal. Habla de un momento que en la vida de las mujeres que tienen —o «deciden» o pueden tener— hijos es extremadamente sensible y delicado: el de la maternidad y el cuidado de los recién nacidos, que nos conecta con las imágenes y experiencias más profundas de la humanidad, y que nos transforma en seres extremadamente frágiles.

    Es un período crítico en nuestras vidas de mujeres emancipadas y modernas porque nadie nos había mostrado el nivel de vulnerabilidad que se puede llegar a sufrir estando viva.

    Gracias a los cielos, a la mayoría de nosotros no nos ha tocado vivir una guerra o una experiencia vital extrema, por lo que, en realidad, desconocemos el límite de nuestro propio aguante, la infinita capacidad de resiliencia del ser humano, y nos creemos y sentimos débiles ante el abismo. No conocemos nuestra profunda fortaleza. El ser humano siempre —casi siempre— puede con más.¹ El ser humano puede con todo, y las mujeres más, no es por ir de supremacista, pero —y después de ser madre y criar, lo aseguro fervientemente— las mujeres somos las fuertes.

    Cuando el resto de las facetas de tu existencia comiencen a resentirse, tu vida social desaparezca, la bandeja de entrada de tu correo electrónico se sature, tus canas se extiendan más de cuatro dedos desde la raíz de tu cabello, los kilos acumulados se acomoden en tu cuerpo serrano hasta la vergüenza, tus «estilismos» sean una mera composición fortuita de los retales de tu armario; cuando creas que vas a caer muerta por agotamiento y que tu bebé lactante va a sobrevivir alimentándose de tu cadáver; cuando sientas lo frío y lo duro que está el suelo del fondo sobre el que te desmayas, ahí vas a comprender que todavía puedes con más, ahí te vas a dar cuenta de que no mueres motu proprio; así que vas a tener que ponerte de pie y empezar a cuidar de ti también, porque —y esto es una faena— nadie lo va a hacer por ti ni contigo. Empieza a cuidarte desde el

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