Mamá me hice
Por Eugenia Cabó
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«De la lucha sin descanso se gestó esta familia divina que son hoy, en la que hay momentos de felicidad, risas, alegrías, consuelo, no sin pasar por el camino del dolor, de la angustia, de la ansiedad...» (Mg. Liliana Olivieri).
El propósito de publicar esta historia tan íntima es ponerla al servicio de otras familias que, en momentos de búsqueda, necesiten inspiración y acompañamiento. "Cuento mi historia para acompañarte, para sostener tu mano a la distancia mientras estás en tu búsqueda", afirma Eugenia. Lo dice con la convicción de haber palpado el dolor y con la seguridad de haber construido lo soñado.
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Mamá me hice - Eugenia Cabó
Palabras iniciales
María Eugenia y Néstor iniciaron su vida familiar con la misma ilusión con la que muchos emprenden este proyecto de vida tan apasionante.
El dolor, el vacío de la espera de hijos que no llegan, que no encuentra respuesta, fue generando una cascada de emociones que cada uno siente, manifiesta y atraviesa de una manera diferente. Ilusiones rotas, desvanecidas, desafíos titánicos, cruzadas enormes que no se desvanecieron gracias a la fuerza, la creatividad y el inmenso amor que Néstor y Euge se tuvieron siempre, así aparecieron otros senderos posibles, con muchos atajos, escollos, dificultades, de los cuales se cosechó resiliencia, fortaleza, valentía y muchos otros valores que solo emergen de quienes tienen la grandeza y el valor de vivir.
De la lucha sin descanso se gestó esta familia divina que son hoy, en la que hay momentos de felicidad, risas, alegrías, consuelo, no sin pasar por el camino del dolor, de la angustia, de la ansiedad…
Vaya mi homenaje a la renovación permanente de la ilusión, de la fuerza para poner los medios cuando todos los caminos parecen cerrarse.
Vaya mi homenaje al amor real, a las familias reales, que no tienen caminos lineales, sino subidas escarpadas para ver la cima donde nos espera el sol, con sus amaneceres, atardeceres y nubarrones que no permiten verlo.
Vaya mi cariño real a estas personas reales, por cierto maravillosas, a las que admiro y quiero.
Mg. Liliana Olivieri
Prólogo
Cada vez que cuento mi historia y mi viaje para convertirme en mamá, alguien más se abre y me cuenta los suyos. Es maravilloso lo que pasa; me lleva a reflexionar sobre todo lo vivido y lo solitario que puede ser, por momentos, el recorrido.
Así como tuve momentos de felicidad inmensa, también hubo profundo dolor. Entonces, pienso: ¿Qué puedo sumar yo?
. Decido contarte mi historia, compartir mis hojas de ruta, cada capítulo de lo vivido hasta hoy. Cuento mi historia para acompañarte, para sostener tu mano a la distancia mientras estás en tu búsqueda, porque encontré mi abanico de opciones parándome a mirar cada rincón, buscando cada vez más respuestas y mirando hacia atrás.
Mi recorrido para convertirme en mamá no hubiera sido posible sin ese profundo deseo y ese amor, ese que nos hizo enfrentar como familia cada uno de los obstáculos y salir fortalecidos.
Como les pasó a muchos, postergué el poner mi historia en palabras escritas hasta que el COVID-19 nos obligó a parar. A nosotros, con la pandemia, además, se nos sumó que nos mudamos de nuestro querido Paraná a Buenos Aires. Tenía varias notas y algunos borradores escritos, y otros tantos, dando vueltas en mi cabeza. El tiempo se nos detuvo en 2020 y lo que llevaba años rondando en mi alma despertó y empezó a tener forma y a concretarse mediante la escritura de mi historia, de cómo transcurrió en mi vida el camino de la maternidad. Busqué lo que ya había escrito y encontré en todos esos bocetos un único fin: un camino sanador.
Para mí, el escribir y el narrar mi historia, el dar luz y voz a trayectos solitarios teñidos de dolor, de duelos, de diagnósticos, de poner el cuerpo y el alma en cada paso, es mostrar cómo el arcoíris más brillante y maravilloso nos espera en el horizonte. Me di cuenta de que en el viaje de convertirme en la mujer y en la madre que soy hoy me encontré cara a cara con el dolor en diferentes facetas, o con que nada había sucedido como me había imaginado. Creo que a través del dolor vienen nuestros grandes aprendizajes y transformaciones; conectarse con el dolor duele y cuesta.
A veces, conectamos a través del dolor del otro, empatizamos y lloramos cuando vemos una película; a veces, aprendemos o nos vemos reflejados en las historias de los demás y a través de ellas conectamos entre nosotros. Escuchar otras historias nos hace compañía, nos da esperanza, nos da consuelo y suaviza nuestro dolor. También la idea de que todo pasa para algo y que eso también pasará.
Muchas veces me dijeron: Escribí tu libro
, Contá tu historia
, Podés hacer brillar e iluminar al que está viviendo situaciones similares o al que está acompañando
. ¿La verdad?, pensé que nunca iba a dar este paso, por miedo o por vergüenza, que nunca iba a abrir esa puerta y mostrar mi intimidad. Pero aquí estoy, con mis luces y mis sombras; y todos los relatos que vas a encontrar me pertenecen. Tuve que aprender a salir del lugar del miedo que me paralizaba y no me dejaba ver las opciones, salir del espacio conocido en el que a veces estamos cómodos, aunque no siempre a gusto. Esto me permitió conocer alternativas, preguntar, abrir el abanico de posibilidades que tenemos frente a nuestros ojos y a veces no vemos. Y ojalá que, si estás pasando por un proceso similar, mi historia pueda servirte de inspiración.
Por eso quiero mostrarte mi camino y mi viaje para que veas que se puede llegar de distintas maneras, si estás planteándote y cuestionando la posibilidad de tener hijos, o si estás en esa encrucijada que atravesamos cuando no llega como creíamos.
Me gustaría que juntos hagamos el recorrido de estas hojas y que nos ilumine e invite a ver qué está sucediendo en nuestras vidas. ¿Cuántas veces nos encontramos con que lo que planeamos no sucede como pensábamos? Preguntarnos y cuestionarnos caminos diferentes, animarnos a conocer alternativas que no fueron las que pensamos que nos iban a suceder; abrir otras puertas puede ser la llave de lo que tanto anhelamos. No están solos. No estamos solos. Somos muchas personas las que atravesamos este recorrido, silencioso, doloroso. Ponemos el cuerpo, el alma, los brazos. Sostenemos, levantamos y amamos. Ahora es tiempo de sostenernos, levantarnos y amarnos juntos.
Esta es mi historia, tiene una mirada desde el amor, quisiera compartir mi camino con todos los que resuenen en ella o estén viviendo situaciones similares, no para que la tomen como modelo, sino simplemente para que puedan sentirse acompañados y encontrar su respuesta personal. Me gusta pensar que Néstor, mi marido, y yo somos constructores, y en este profundo deseo de abrazar nuestra historia, nuestra familia, queremos proteger a nuestros hijos porque nos duelen el dolor y las dificultades que atravesaron, hasta que aprendimos todos que son parte del camino, y que no podemos ahorrarles ni tiempo ni golpes. Construir nuestro hogar y nuestra familia es a veces reconstruir, rearmar, un día a la vez.
Esta obra también es un homenaje a los hijos: biológicos, subrogados, adoptivos, arcoíris. Y a los nacidos y no nacidos, prematuros: simplemente hijos.
Me gustaría que este libro sirviera de invitación a reflexionar, a pensar y a disfrutar de las alternativas que la vida nos presenta, y que así cada uno elija o decida su propia ruta. Que nos motive a tomar las riendas de nuestro deseo y asumir la vida con amor. No sé si seré capaz de explicar cuánto amor di, y cómo el dolor y las lágrimas derramadas me convirtieron poco a poco en la mujer que soy hoy.
Amor incondicional. De eso se trata.
En este libro hay dos espacios temporales que conviven: los escritos, que son de cuando estaba pasando por el proceso y hoy te ofrezco como disparador para contarte cómo termina el cuento; y por otro lado te cuento mi historia, vista desde la mujer en la que me convertí. Porque para acompañarte no puedo ponerme en tus zapatos, pero te puedo mostrar los míos y que caminemos juntas.
Deseo que mi compañero incondicional de ruta y de vida, que mis hijos y mis seres queridos me vean con un corazón expandido que aprendió a dar y a amar sin condiciones, amando a Dios y a la vida, a los demás y a mí misma sin necesitar nada a cambio.
Amor incondicional. De esto se trata.
Las distintas de formas de ser mamá
Siempre tuve y sentí el deseo de ser madre, sin saber todas las diferentes posibilidades y los caminos que conducían a hacer realidad ese anhelo. De chica, lo manifestaba jugando con las muñecas, jugando a la mamá con mis amiguitas y las muñecas.
Entre tormentas y arcoíris, cuando tenía 17 años, empezó a tejerse mi historia y mi camino de ser mamá; así fue que me convertí en mamá de Milagros, que falleció a los días de nacer, por ser prematura. Mi primer angelito, que siempre está en mi corazón. Y mi recorrido siguió siempre buscando nuevos senderos, abriendo espacios y saliendo del automático.
Mi historia es la de alguien que quiso ser madre más allá de todo, porque el diagnóstico de infertilidad o de cualquier patología que dificulte la concepción o desarrollo de un embarazo es solo el principio. Estoy casada con Néstor hace más de 24 años. Transitamos diferentes etapas, con momentos de dolor, caos, alegrías y felicidad plena. La vida no nos preparó para los golpes y tampoco sé si nos podíamos imaginar lo que vendría. Los tropezones se presentan y nos fortalecen, nos enseñan y muestran a veces a través del dolor lo realmente importante y significativo.
Nuestra historia con Néstor comenzó en 1995, en Rosario. Éramos dos estudiantes del interior: él venía de Paraná y estudiaba ingeniería, y yo, de Santa Fe, y estudiaba psicología. Salimos varias veces, pasaban las horas y nuestras charlas no terminaban, pero en ese momento parecía que la vida nos dejaba en lugares distintos, ya que yo volví a Santa Fe, y seguí estudiando en Buenos Aires un tiempo, hasta que la facultad abrió una sede en Paraná y decidí estudiar ahí.
Las vueltas de la vida, o el destino, nos volvieron a cruzar en Paraná, en 1997, y nunca más nos separamos. Como si el tiempo no hubiera pasado, recuperamos nuestros momentos y nuestras charlas. Los mates, las risas, los silencios y así empezamos a tejer sueños, armamos las bases de nuestra familia, entrelazamos nuestro futuro.
Sin planificarlo, llegó nuestro primer embarazo. Una mezcla de miedo y felicidad en la dosis justa, y ahí decidimos casarnos. La noticia nos dio el último empujón hacia algo que ya queríamos. Pasamos por charlas con los médicos, con la familia, las tarjetas, el vestido, el salón, los detalles, la lista de invitados, todo junto. Un día, estábamos en el curso prenupcial y rompí bolsa. Inició el trabajo de parto. Era demasiado pronto, faltaban días para nuestro casamiento. Y ahí perdimos a nuestro primer hijo juntos. Nuestro camino para formar una familia empezó con esa primera pérdida. No hay palabras para expresar ese vacío y ese dolor. Devastados, seguimos con nuestro proyecto, aferrándonos a nosotros. Él y yo, 27 y 22.
Un tiempo más tarde, decidimos volver a intentarlo, y nos alentaron a buscar ayuda profesional. Se abrió ante nosotros todo un mundo con cada una de las consultas y los caminos posibles, que incluían estudios médicos varios, entre ellos,