El aparato reproductor femenino repite los mecanismos naturales de la tierra. Si le abres paso y lo respetas, florece y da vida.
Nuestro cuerpo, como parte de este ecosistema, pasa de forma cíclica por cambios internos del mismo modo que suceden cambios fuera de él. Venimos del invierno, de haber regado y cuidado los minerales de nuestro cuerpo, de fortalecer nuestros riñones, nuestra vejiga y nuestro aparato urogenital; Nos encontramos en el alba estacional. Comenzamos a salir de las profundidades hacía la superficie. Nuestra energía creativa precisa de sustento para dar de sí todo su potencial.
Un brote explota fuera de la tierra retorciendo su eje, buscando la luz. Estallan colores y aromas que retumban entre los árboles y viajan con el viento. Huele a jazmín. La primavera es la llegada del ascenso, de la creatividad, de la fertilidad, de la apertura, de visibilizar el interior y espolvorear vida; es el enclave idóneo para manifestar nuestros sueños y que esos primeros destellos de luz temprana comiencen a ver la luz.
Observando la simetría entre la