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Una cita contigo misma: Cómo dejar de ser una opción para ser una prioridad contigo
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Una cita contigo misma: Cómo dejar de ser una opción para ser una prioridad contigo
Libro electrónico246 páginas5 horas

Una cita contigo misma: Cómo dejar de ser una opción para ser una prioridad contigo

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Este no es un libro de autoayuda más. Tampoco es una receta mágica para que tu vida sentimental mejore de la noche a la mañana. Se trata más bien de la mirada aguda y perspicaz, sabia y oportuna de una joven psicoterapeuta que "ha estado allí", que ha vivido en carne propia muchas de las situaciones con el sexo masculino sobre las que escribe y aconseja a sus fieles lectores. Un libro que, como citó esta paciente, nos ayudará a cambiar, ¡para nuestra mejora y nuestro beneficio! Nos merecemos ser felices.

En este nuevo libro de Maritere, dirigido a hombres y mujeres por igual, encontrarás herramientas útiles, salpicadas de humor e ironía, que te ayudarán a realizar una mirada introspectiva sobre tu propia vida y, la manera de relacionarte con el otro en la búsqueda de la tan ansiada felicidad.
Una vez más, de principio a fin, somos testigos del encanto irresistible y la frescura de la autora que nos invita a disfrutar la vida a pleno, a amarnos y a amar saludable mente, y a encontrarnos con nosotros mismos en una cita única e impostergable.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento1 abr 2020
ISBN9786287642416
Una cita contigo misma: Cómo dejar de ser una opción para ser una prioridad contigo

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    Una cita contigo misma - Maritere Lee

    1

    ¡Es momento de hacer un alto!

    El agua se purifica fluyendo; el hombre, avanzando. Sí, el mundo está lleno de sufrimiento… la raíz del sufrimiento es el apego… la supresión del sufrimiento significa la eliminación… el abandono de los apegos. Liberarse de los apegos es avanzar. Así de simple.

    PROVERBIO HINDÚ

    ¡Yo me bajo!

    A mi amiga le pasó, pero a mí no me va a pasar, yo no voy a rogar por un poco de cariño… Todas hemos escuchado decir esto a una amiga o conocida, o lo hemos dicho nosotras mismas ¡hasta que nos vimos en medio de una situación así! Mujeres que rogamos por un poco de amor, de afecto, de compañía, de contención. Pasamos de ser reinas a mendigas, a pedir gritando a los cuatro vientos, llorando por todos los rincones: Por favor te pido que me ames, que me des tu amor, lo necesito. Esta demanda excesiva de afecto, esta dependencia emocional y física, este apego al otro, este miedo a estar sola, a pensar que sin él, no existo (él es la razón de mi vida) es lo que los psicólogos y expertos en el tema llaman apego emocional. El otro pasa a ser nuestra energía, nuestra fuerza motora, nuestro respirar. Irracionalmente queremos estar con ese hombre y nada más.

    Ahora bien, frente a este hecho deberíamos preguntarnos, como mujeres, qué nos pasó en el transcurso de la vida para experimentar esta falta de amor:

    •¿Un papá o una mamá que no nos validó, que no nos expresó su afecto y, por el contrario, sus palabras de desaprobación estaban a flor de piel cada vez que se comunicaban con nosotras?

    •¿Una estima que aún no sabe de todo lo que somos capaces las mujeres cuando confiamos en nosotras mismas?

    •¿La ausencia de un mentor, de una persona que haya visto nuestro potencial y nos haya ayudado a madurar y a crecer en la vida?

    Ese fenómeno se llama apego extremo y viene del miedo a estar solo, de la percepción de la soledad como si fuera la muerte o el fin del mundo, y de ver el emparejamiento como la única solución a todos los problemas de la vida. Este nos lleva a escoger mal, a aceptar a cualquier persona a un costo demasiado alto; cuando en verdad la relación de pareja no debería ocupar el 100% de la autorrealización humana sino basarse en la decisión de amar al otro para que nos acompañe a vivir sueños y metas propios y ajenos.

    Entonces, ¿cómo saber si sufres de apego extremo? Vemos algunas pistas:

    1. Siempre estás disponible: la verdad es que él te encantó, la primera cita fue increíble, pero no te ha llamado en varios días, así que te preocupas y comienzas a cuestionarte. Hasta que de repente te chatea, ni siquiera te llama, te manda un texto preguntándote a las ocho de la noche de un viernes: ¿Qué vas a hacer más tarde?, a lo que tú respondes: ¡Nada! ¿Quieres hacer algo? (¡por favor rescátame de mi vida insignificante y aburrida, aquí estoy 100% disponible para ti cuando te pique la gana!).

    2. No sabes poner límites : ante el punto uno, muchas pensarán: Soy adulta y no estoy para andar en juegos, si me provoca salir con la persona en ese momento, lo hago y listo, sin complejos, no hay por qué pretender estar ocupado. Si bien hay algo de cierto en eso, no se trata de jugar, se trata de saber poner los puntos sobres las íes. Simplemente, estás enseñándole a la nueva persona cómo te gustan las cosas, cómo esperas que te traten y qué tipo de prioridad quieres ser en su vida.

    3. Eres una ‘crazyglue’ ¹: es básico en la conducta humana percibir que lo que abunda no requiere de tanta atención y esfuerzo, mientras que lo que escasea se aprecia por lo alto. Esto también aplica en las relaciones, la persona desesperada siente que va a ser abandonada en cualquier momento y que no tendrá mucha oferta en el mercado del amor; por lo tanto, apegarse o ser un chicle con su objeto afectivo es una estrategia fallida. Digo fallida porque se vuelve una sobredosis, una sobreexposición pesada y asfixiante.

    4. Te olvidas de tus seres queridos: ¡definitivo! La persona hambrienta por ser amada piensa: Necesito una relación, nada ni nadie se interpondrá en mi camino… ni siquiera mi familia, ni amigos. Así funciona la lógica de una mente desesperada, pone toda su vida a un lado para fusionarse lo más posible con la vida de esa persona (objeto de deseo) para hacerse uno solo.

    5. Necesitas constante reafirmación: la persona que se siente insegura y desesperada, necesitará que su objeto de deseo le notifique constantemente en qué etapa o momento de la relación se encuentran, qué tan formales son, qué posibilidades tienen en el futuro, o si es amada. Las demostraciones de afecto y de cumplidos no son suficientes, se necesita más. Lo cual es lógico, ya que la persona desesperada ha sido la que ha presionado la relación todo el tiempo. Por lo tanto, la inseguridad siempre la carcomerá.

    Y como dice el autor Walter Riso, conocedor por excelencia de estos temas, retírate a tiempo. Nuestra cultura no nos enseñó a perder. En el colegio nunca se premia al que pierde, no se nos enseña a tirar la toalla, a retirarnos antes de ser golpeados o abusados, de ser sometidos emocionalmente. Las personas que saben renunciar a tiempo logran para su futuro tres cosas importantes:

    •En primer lugar, descargan el sistema de expectativas innecesarias.

    •En segundo lugar, aprenden a perder, es decir, atacan los hechos y dejan de ilusionarse inútilmente.

    •En tercer lugar, descubren que las consecuencias nunca son tan horribles como las imaginaban, lo cual disminuye la catastrofización. En resumen, aprenden a enfrentar el miedo al futuro y a detener un poco el péndulo mental. La renuncia implica salir del combate, pero no por la cobardía del desertor que traiciona, sino porque no vale la pena. ²

    "¿Cómo funciona el apego?… pues bien, el apego es una actitud que sobrestima las cualidades de un objeto o persona y después se aferra a ello. En otras palabras, proyectamos sobre las personas y los objetos cualidades que no poseen o exageramos las que poseen. El apego es una visión poco realista y por eso nos causa confusión. Si no se consigue el objeto del apego, origina infelicidad… y si se lo consigue, solo produce un instante de placer seguido de la preocupación y el temor a perderlo. ¿Podemos ganar la batalla contra los apegos? Desde luego que sí, renunciando a ellos. Cambiando nuestra programación".³

    ¿Hasta cuándo depender del amor que el otro quiera o esté dispuesto a darnos y no el que nos merecemos?

    El límite lo define tu integridad, tu dignidad, tu felicidad. El límite de lo aceptable se traspasa cuando tu vocación y tus anhelos pasan a un segundo plano, cuando la vida comienza a convertirse en algo tan predecible como inseguro, cuando el ser para el otro te impide el ser para ti. Si te pasaste de la raya y estás en el lado oscuro del amor, es probable que quieras regresar a lo que eras antes, a la tranquilidad de aquella soledad bien llevada. En una relación de pareja constructiva, lo que en verdad interesa es la conveniencia/congruencia interpersonal, es decir, qué tanto la persona que amas le viene bien a tu vida y qué tanto concuerda con tus metas, intereses y necesidades, e igual para el otro lado. A partir de ciertos límites, tal y como afirma Walter Riso: cuando no te aman, cuando se ve afectada tu autorrealización o cuando vulneran tus principios. El amor propio y el autorespeto comienzan a trastabillar y la dignidad personal pierde su potencia, así el amor insista y persista.

    Si en verdad, tal como dicen algunos filósofos, el amor verdadero no tiene límites intrínsecos, pues, en las relaciones de carne y hueso habrá que ponérselos. Esto no implica amar menos, sino amar de una manera realista y decorosa. Es cierto que a veces no tenemos el poder de desenamorarnos a voluntad, pero sí podemos dejar de magnificar el amor y alejarnos de una relación afectiva destructiva, así sea con esfuerzo y dolor.

    ¿Para qué gastar energía, fuerzas, lágrimas, tristeza en aquellas personas o situaciones que no lo merecen, que no valen la pena? El apego emocional nos limita, nos coarta, nos enferma, nos convierte en personas codependientes, nos desgasta, nos hace seres incapaces de demostrar que podemos crecer sin límites siendo amados y amando libremente. El amor no es compatible con el dolor continuo, el renunciamiento y la frustración. El amor es libertad, expresión, encuentro, unión de proyectos y sueños en común para ir detrás de ellos. Todo lo que amas te hace libre y no al revés. Por todo esto, frente al apego emocional, decide por ti y dite a ti misma: ¡Basta para mí, hasta acá llegué!.¡Yo me bajo!

    2

    Lo veo venir… el apocalipsis de una relación

    El aplazamiento es el asesino de la oportunidad.

    PABLO NERUDA

    ¡No da para más!

    Generalmente cuando una pareja está llegando al fin de su relación, ambas partes lo intuyen mucho antes de que algunos de los dos decida poner un punto final. Es como si en el interior de cada uno de ellos aquello que los unía de pronto se quiebra, se lastima y no hay forma de repararlo. La rajadura, aunque le pongamos cualquier tipo de pegamento, seguirá estando allí. Quizás tratamos de estirarlo lo más que podamos pero tarde o temprano el desgaste, el desamor se apodera de uno de los miembros de la pareja. Lo más sano es decir stop a tiempo, ser sabios y amarse lo suficientemente bien a uno mismo como para no seguir lastimándose ni lastimar al otro. Como lo explica claramente el Dr. Gottman, quien habló del apocalipisis de la relación cuando esta llega al final. Veamos el análisis que él hace de esta etapa de la vida en una pareja:

    Esta metáfora fue desarrollada por el Dr. Gottman, profesor de psicología en la Universidad de Washington y director del Instituto Gottman. Los cuatro jinetes apocalípticos permiten observar y analizar de forma puntual distintos estilos de comunicación que predicen con gran exactitud si las parejas se mantendrán unidas o no.

    Crítica: a diferencia de una queja que va apuntado hacia una situación o una cosa que incomoda a la persona misma, la crítica, sobre todo cuando no es constructiva, consiste en descalificaciones y ataques personales dirigidos hacia la otra persona. Por ejemplo, una queja sería: Siento que ya no me quieres, mientras que una crítica sería: Eres un odioso. Si se fijan, implica mucho más que una simple protesta por una conducta específica, es un atentado en contra de la otra persona y su integridad, todo el juicio de valor va dirigido hacia su carácter y no hacia sus actos puntuales. Este jinete apocalíptico incluye las acciones de culpar y difamar, así como el uso del nunca y del siempre. Cabe recalcar que muchas veces puede incluso caer en el maltrato psicológico.

    Defensiva: se define como una actitud rígida de autoprotección automática ante lo que es percibido como un ataque, eludiendo cualquier cuota de responsabilidad en la construcción del conflicto, en la interacción o situación de pareja, y así anulando toda percepción u opinión del otro. Es típico en este estilo de comunicación recurrir a tácticas de negación, que una o ambas partes no admitan su error o equivocación, la búsqueda constante de excusas o la puntualización de causas externas, responder con otra queja y/o contraatacar. Con estas estrategias de comunicación, lo que ocurre es que se está indirectamente culpando a la pareja y a la vez invalidando su queja o anulando su voz. El mensaje que se emite es: Yo no soy el o la del problema, lo eres tú.

    Desprecio: se refiere a mirar con menosprecio al otro, en ocasiones hasta sentir aversión, no tenerle respeto. En la comunicación se manifiesta con el excesivo uso del sarcasmo, el humor hostil, la burla y el insulto directo. Existen señales de lenguaje no verbal que denotan esta postura, por ejemplo: poner cara de asco, ira, torcer la boca, voltear los ojos con gesto de resignación y la ridiculización de los gestos del otro, dando a entender que uno es superior al otro mostrándose en ocasiones condescendiente, y en otras indigno.

    Indiferencia: postura evasiva de distanciamiento y/o desconexión en la que se ignora al otro como si no importara. Se recurre a las maniobras de poner cara inexpresiva, apartar la mirada, responder lacónicamente o mantenerse en total silencio. Con ello se manda el mensaje de condena en contra de la pareja, desvirtuando y anulando su queja. Se aplica la insensibilidad como única salida, pensando que es la menos destructiva. Pero cuando se aplica como una costumbre, más que una táctica de contención, termina siendo una táctica de defensa, un muro de frialdad y distanciamiento.

    Se necesita ser valiente para poner punto final a una relación que va directamente al fracaso y al caos. Se necesita saber que uno no puede conformarse con lo que hay, lo que pinte, y no con nada menos de lo mejor, lo que merecemos, lo que soñamos. No es verdad que al amor hay que padecerlo, soportarlo o tolerarlo; al amor hay que vivirlo, disfrutarlo, gozarlo. Hay momentos en los que no hay más qué decir, más qué hacer sino reconocer que lo vivido tal vez fue bueno, fue rico, pero lo mejor todavía está por venir.

    La mente en sí, y solo por sí, puede hacer del paraíso un infierno y del infierno un paraíso.

    Reconocer el fin de una relación también es ser maduro, es haber crecido, es respetarse uno mismo como también al otro.

    Muchos enamorados no decodifican lo que su pareja piensa o siente, no lo comprenden o lo ignoran como si no existiera. Están tan ensimismados en su mundo afectivo, que no reconocen las motivaciones ajenas. No son capaces de descentrarse y meterse en los zapatos del otro. Cuando su media naranja les dice: Ya no te quiero, lo siento, el dolor y la angustia se procesa solamente de manera autorreferencial: ¡Pero si yo te quiero!. Como si el hecho de querer a alguien fuera suficiente razón para que lo quisieran a uno. Aunque sea difícil de digerir para los egocéntricos, las personas tienen el derecho y no el deber de amarnos. No podemos subordinar lo posible a nuestras necesidades. Si no se puede, no se puede.

    Los comportamientos, no las palabras, reflejan nuestro pasado y predicen nuestro futuro.

    Se necesita coraje y determinación para saber que nadie nos debe nada y nosotros no le debemos nada a nadie. Aunque no queramos enfrentarlo, cuando el amor se termina, lo más sano es reconocerlo. Evitarlo, eludirlo no hará que la situación cambie simplemente porque no estamos dispuestos a verla ni reconocerla. Negar una situación nunca es la solución.

    Afrontar el ocaso de una relación es enfrentar los miedos comunes de ¿qué haré ahora sin él?, ¿con quién saldré?, ¿cómo me arreglaré?, ¿qué le diré a la gente?… explicaciones que tendremos que dar (¡si vale la pena darlas!).

    Cambiar significa siempre un desafío. Por eso el salto nos da miedo, esa sensación de pánico y fascinación de una experiencia cuya consecuencia no conocemos. Acorazarse ante cualquier clase de cambio equivale a correr el riesgo de que se nos fosilice la vida.

    Asumir el miedo a lo desconocido, a lo que vendrá, a empezar de nuevo es todo un desafío. Pero no nos resistamos al cambio. No hagamos caso al refrán que dice: Mejor malo conocido que bueno por conocer. ¡No es así! Si tu sueño es vivir un gran amor, no te conformes con menos. Pablo Neruda escribió: Muere lentamente quien no arriesga lo cierto por lo incierto para ir detrás de un sueño.

    Decir y reconocer que una pareja no da para más es apostar a la propia vida, es elegirse. El verdadero amor no comienza amando al otro sino sabiéndonos amar a nosotras mismas. Cuando sabes qué es lo mejor para ti, estás en condiciones de darle lo mejor al otro.

    3

    ¡Esta soy yo!

    La soledad no es un objeto, ni una cosa. Tampoco es un bien que podamos vender o comprar. Es una vivencia del alma, una experiencia por la que podemos pasar. El ser humano no es solo el animal social que teje vínculos con los suyos para defenderse de los enemigos y para ayudarse mutuamente. También se retira, toma distancia, se aleja de la comunidad, no por despecho, ni por odio, sencillamente porque siente la necesidad y cree que le hace bien.

    FRANCESC TORRALBA

    En busca de mí misma

    Las voces de amigos, familiares y conocidos que se levantan para decirnos que así como estamos no estamos bien no alcanzan para ponerle fin a una relación y hacer un stop para estar solas y ver hacia dónde vamos y con quién queremos comenzar a caminar nuevamente. Lamentablemente no se aprende por cabeza ajena, así que todos necesitamos un tiempo personal para mirar hacia adentro y poder entender cómo funcionamos.

    Sucede que a veces en un año ocurre lo que no pasa en dos, tres o cinco años, o creces todo lo que

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