¿Puede una tímida convertirse en extrovertida?
¿Mi problema?
ME CUESTA HABLAR INCLUSO CON GENTE A LA QUE CONOZCO
Son facetas de mi personalidad, lo tengo claro. En el colegio me pasaba muchos recreos sola, arrastrando los pies por el patio mientras inventaba poemas. En el instituto alguna vez llegué a comer en el baño porque mi mejor amiga estaba enferma y no me atrevía a sentarme en el comedor con los demás. Soñaba con ser una chica popular, pero la realidad se impuso y, al llegar a la universidad, seguía igual. Hoy, con 27 años, tengo un grupo reducido de amigos en lugar de una red social extensa. Con la confianza en mí misma que me ha dado la edad, ya no sufro una timidez aplastante, pero me quedo callada en las reuniones de trabajo prefiero que me traigan la comida a casa antes que salir a cenar con gente. Me siento cómoda, pero últimamente me pregunto cómo se vivirá siendo extrovertida. ¿Podría cambiar? ¡Vamos a probar!
El psicoanalista Carl Jung popularizó los términos «introversión» y «extroversión» en 1921, pero si le das un repasito a verás que aún siguen vigentes. El perfil @LaVidaIntrovertida tiene más de 14.000 seguidores y un con memes que retratan el pánico a las fiestas inesperadas y a los peluqueros parlanchines. Según Jung, ser abierto o tímido son dos tipos de personalidad con los que nacemos y que dictan si obtenemos nuestra energía estando solos o acompañados. Pero pese a ser características innatas, también pueden ser moldeadas por las circunstancias. Y lo sé porque la pandemia me ha empujado más a meterme en mi caparazón. «La ansiedad nos hace rehuir ciertas cosas y la llegada del coronavirus nos ha reprogramado para evitar situaciones que son naturales, como los encuentros sociales», explica el psicoterapeuta Noel McDermott. «Algunas personas se habrán sentido muy cómodas en estos dos años, porque son tímidas por naturaleza. Sin embargo, el mundo va a cambiar y tenemos que movernos con él», añade. «Las personas introvertidas tienden a ser pensativas y reflexivas, a mirar bien antes de saltar y a disfrutar de la soledad, mientras que las extrovertidas suelen ser sociables, les gusta aprovechar las oportunidades y disfrutar de los entornos animados», dice Susan Cain, autora del superventas (ed. RBA). A mí, particularmente, los lugares con gente muy enérgica suelen provocarme migrañas, así que presiento que este experimento en el que me he embarcado no va a ser fácil. Pero como me he comprometido, voy a lanzarme a la búsqueda de la extrovertida que llevo dentro, por oculta que esté.
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