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Purple paradox
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Libro electrónico371 páginas4 horas

Purple paradox

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Han pasado varios miles de años desde que la raza humana fue aniquilada casi al completo por los monstruos que continúan rondando el planeta, amenazando con terminar de extinguir a nuestra especie. Para asegurar nuestra supervivencia se crearon los Kojin Slayers, encargados de exterminarlos usando sus habilidades únicas. Ajeno y aislado en un bosque, un joven es obligado por sus padres a pelear a muerte con bestias hasta que un día su familia y hogar desaparecen sin dejar ningún rastro.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento26 feb 2024
ISBN9788410184695
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    Purple paradox - F. D. Sola

    Purple paradox: el ejército de restauración de la humanidad

    F. D.Sola

    ISBN: 978-84-10184-69-5

    1ª edición, febrero de 2024.

    Ilustradora: Lucia Quaresma

    Conversión de formato de libro electrónico: Lucia Quaresma

    Editorial Autografía

    Calle de las Camèlies 109, 08024 Barcelona

    www.autografia.es

    Reservados todos los derechos.

    Está prohibida la reproducción de este libro con fines comerciales sin el permiso de los autores y de la Editorial Autografía.

    · 0 ·

    Infancia

    Tengo cinco años y estoy junto a mi familia, papá y mamá me observan impasibles mientras yo, temblando del miedo, tengo delante de mí un espinejo adulto de medio metro de alto a punto de atacarme. Me gruñe dando el aviso de que un movimiento en falso y se tirará furiosamente a por mí. No es la primera vez que paso por esto, mis padres casi a diario me obligan a enfrentarme con criaturas del bosque, me dicen que soy una vergüenza por ser tan débil y que si continúo siéndolo me abandonarán, así que combato contra esas bestias para que así Papá y Mamá digan algún día que están orgullosos. Por eso debo hacerme más fuerte.

    Papá me empuja y el animal se lanza contra mí, yo sacudo el palo que llevo en la mano y golpeo su cabeza, haciendo que caiga al suelo. Éste rueda y se levanta de manera ágil, tirándose de nuevo directo a por mí. Es demasiado veloz, intento esquivarlo pero una de sus espinas me acaba haciendo un arañazo en el brazo y empiezo a sangrar.

    El combate se alarga por unos minutos, yo apenas le he acertado un par de veces, sin embargo, mi cuerpo contiene varias heridas por culpa de las peligrosas púas. Me veo incapaz de ganar e intento huir corriendo, el espinejo me persigue y tras una corta carrera me alcanza, desgarrándome la espalda y haciendo que grite del dolor. Mis lágrimas bajan por mis mejillas. Me doy la vuelta y veo al espinejo con el tejido de mi ropa clavado en sus espinas, tapándole la cabeza y la visión por completo.

    No me lo pienso y lo golpeo con el palo, sin parar, él ya ha dejado de moverse pero yo continúo, la tela comienza a teñirse de un color rojo oscuro y el cráneo, ya machacado, cruje con cada impacto. No me detengo hasta que el palo acaba cediendo, partiéndose y haciendo que caiga al suelo, llorando y sollozando sin control. Sé que esto no está bien y no entiendo por qué me obligan a hacerlo.

    Mis padres me llevan a casa y me meten en el sótano como siempre ocurre después de las peleas diarias. Me quedo sin moverme durante a saber cuánto hasta que alguien abre la puerta, la luz me deslumbra y aparece Papá, que se queda un rato callado mirándome hasta que deja un bollo de pan en el suelo.

    —Alégrate, hoy será el trozo entero.– Suelta antes de volver a subir las escaleras.

    Se cierra la puerta haciendo que la oscuridad regrese. Dolorido, pongo la mente en blanco mientras mastico en silencio la comida del día.

    [En el Imperio Yamato hay una antigua historia que todo el mundo ha escuchado cientos de veces: Miles de años atrás, la civilización humana vivía en un mundo mucho más avanzado al nuestro Estaba lleno de inventos y comodidades, y no tenían ninguna amenaza que les perturbara más que tontos conflictos entre ellos. Un día todo eso cambió, a un cometa que pasaba a varios millones de kilómetros de la Tierra se le desprendió un fragmento, y este, atraído por la gravedad terrestre se desvió apuntando directo hacia nuestro planeta. Los gobernantes de aquel mundo se aliaron e intentaron destruirlo con sus poderosas armas. Evitando así que el impacto fuera fatal, pero con ello, el meteoro acabó dividiéndose en varios trozos y repartiéndose por varios rincones del mundo.]

    [Fueron siete grandes pedazos los que alcanzaron la superficie en diferentes lugares, dos acabaron en las estepas asiáticas, uno en la antigua Europa y el mayor de todos aterrizó en lo que solía ser una enorme selva en el Continente Muerto. Los demás cayeron en los océanos o están en paradero desconocido.]

    [Los humanos celebraron su salvación sin reparar en la verdadera amenaza de ese evento. El mayor problema al que se debía enfrentar la humanidad se encontraba en aquellos fragmentos del meteorito, estos estaban compuestos de una sustancia que emitía gran radiación, la cual masacró o provocó cambios en todos los seres vivos del planeta. En apenas unos años, el ser humano ya no se encontraba en el peldaño más alto de la cadena alimenticia y en menos de una década la población humana se redujo de manera drástica pasando de sus ocho mil millones a apenas quinientos millones de personas, cifra que continuó disminuyendo aún más. La maleza se adentraba en las ciudades y las bestias que habitaban ahora el mundo hicieron que la ciencia y herramientas humanas se perdieran, haciendo retroceder al humano en algunos aspectos a una etapa casi primitiva.]

    [Como el resto de seres vivos, el humano también presentó cambios, siendo distintos en cada individuo, estos aparecen tras los quince años de edad y tras varias generaciones la variedad de estas características aumentó y se acentuó. Las llamaron Kojin Sukiru (Habilidades Individuales) o Jinsus para abreviar.]

    [Hoy en día la humanidad depende de estas habilidades para sobrevivir y defenderse de los monstruos que rondan el mundo, para acabar con esta amenaza se crearon los Kojin Slayers (Asesinos Individuales), con la misión de dar caza a las bestias, localizar los fragmentos del meteoro y eliminarlos. Decenas de miles mueren al año, pero los supervivientes se hacen más fuertes con cada combate del que logran salir con vida.]

    [Cuando presentan un Jinsu, los jóvenes tienen permitido abandonar las aldeas y convertirse en Kojin Slayers si es lo que quieren. Hasta entonces están obligados a mantenerse dentro de sus poblados para evitar el peligro externo.]

    · 1 ·

    Encuentro

    Me despierto y miro a mi alrededor, la luz entra por mi ventana y consigue calmarme. Estoy en mi habitación.

    —(He vuelto a soñar con ellos, con mis padres.)– Pienso al igual que todas las mañanas en los últimos cinco años.

    Me visto rápido y salgo cerrando la puerta, bajo las escaleras de la casa en la que me alojo y entro a la herrería. El viejo Tetsu se encuentra forjando una de sus herramientas.

    —¡Niko, ya era hora no?

    —…

    —¡Veo que sigues igual de hablador que siempre, jajajaja!– Bromea con su usual buen humor mañanero. –Bueno, ponte manos a la obra que han venido unos cuantos Slayers esta mañana para hacer un pedido.

    Como a diario, me coloco el pesado delantal de cuero, preparo mis instrumentos y me pongo a amartillar el hierro al rojo vivo sin descanso hasta que pasamos el mediodía.

    —¡¿Hoy estás inspirado eh?! Tómate un descanso y ve a por el almuerzo.– Me indica quitándose el sudor de la frente con el brazo.

    —Hm.– Respondo yo, afirmativo.

    La Aldea Hikomi, dónde vivo, se encuentra junto al final de una raíz del Robur, un árbol gigante que supera los treinta mil metros de altura. Este titán vegetal contiene una sustancia que repele a la mayoría de las bestias, alejándolas así del pueblo. En él habitan unas seiscientas personas, entre ellas el viejo Tetsu y yo.

    El restaurante al que me dirijo se llama la Taberna de la Savia, allí es donde todos los Slayers que pasan por el pueblo se reúnen para contar batallitas y fanfarronear mientras se emborrachan.

    Entro directamente a la taberna.

    —¡Nikoo, aaahhh!

    Pum

    La joven llega corriendo hacia mí y se cae contra el suelo.

    —¿Te has roto algo?– Pregunto más por amabilidad que por interés.

    —Tr-tranquilo, Niko. Estoy bien, ya sabes cómo soy jejeje.– Dice avergonzada y con la cara encendida mientras se sacude su falda larga y recoge su bandeja. –¿Vienes a por lo de siempre no?

    Asiento vagamente.

    —¡Te-te lo traigo volando!– Me asegura mientras se va corriendo.

    Esa chica tan torpe se llama Ruri, tiene un pelo color avellana que contrasta a la perfección con sus ojos esmeralda, aunque no tanto con la cara rojiza con la que la suelo ver. Además, tiene la misma edad que yo, doce años, y trabaja de camarera en la taberna.

    Al poco rato, Ruri llega con las raciones de comida para Tetsu y para mí. Le pago lo habitual y empiezo a andar en dirección a la salida.

    —Niko...– Se me queda mirando dubitativa.

    —…..– Callo esperando averiguar lo que quiere de mí.

    —Q-que tengas un buen día.

    —…– Me quedo observándola pensativo. –Igualmente.

    Ya en casa de Tetsu, donde resido, la cual se encuentra justo encima de la herrería, pongo la mesa y le reclamo para almorzar. Mientras comemos el viejo me cuenta los encargos que ha estado haciendo en mi ausencia, algunos problemas que ha tenido con clientes y demás detalles.

    Él es de baja estatura, con unas manos endurecidas por el trabajo y varias cicatrices que recorren sus brazos. Su piel está envejecida por sus setenta años de edad, aunque no lo aparenta por su musculatura recia y voluminosa. En su cabeza, lisa por su calvicie, se encuentra una larga barba pelirroja y canosa a partes iguales. Cuando este individuo no está trabajando se tira el noventa porciento del tiempo riendo y dando voces, y el restante se lo pasa comiendo o bebiendo.

    Continúa durante un rato con su monólogo, hasta que me dirige una pregunta.

    —¿Sabes qué día es mañana, chico?

    —Martes.– Le respondo con simpleza.

    —¡Jajajaja!– Golpea la mesa mientras le pega otro sorbo a la jarra con agua. –No me refiero a eso, mañana hará cinco años que trabajas en la herrería conmigo, así voy a dejar que tengas el día libre para hacer lo que quieras. Por cierto, ¿quieres algún regalo o algo así?

    —No necesito nada, y no le encuentro el sentido a faltar mañana al trabajo.– Le rebato.

    —Acepto que no quieras que te dé nada, pero ni se te ocurra pasarte mañana por la herrería. Además, hace mucho que no vas a ese lugar.– Torna su tono a uno más serio.

    —Hmm.– Accedo.

    —Pues no hay más que hablar, esta tarde toca sudar la gota gorda que todavía nos quedan todas las espadas por terminar.– Me da una palmada en la espada.

    Pasamos el resto del día fundiendo, enfriando y afilando el encargo de armas hasta que terminamos el pedido tan cansados que no tenemos hambre y nos dormimos.

    —Buenas noches, chico.– Me despide al ver que me dirijo a mi dormitorio.

    Cierro la puerta y me desvisto para dormir.

    A la mañana siguiente los párpados me pesan y me quedo durmiendo hasta el mediodía hasta que el hambre me hace salir, voy a la taberna para aplacar mi apetito. Se me hace raro no ver a la pesada camarera, de casualidad oigo mencionar al dueño que al parecer Ruri está enferma y se ha quedado en casa. Al terminar de comer me llevo un poco de agua para el camino y finalmente parto.

    Llevo más de un año sin visitar aquel sitio, ese lugar que me produce unos sentimientos que desconozco y que pone en duda mi cordura. Salgo de la aldea sin ser visto y me adentro en el bosque. Puede haber bestias por aquí, por eso me he traído una daga que forjé hará un par de años en caso de que me encuentre alguna. El viaje se alarga durante más de una hora, en ese lapso de tiempo logro oír un par de aves agitar sus alas entre los árboles.

    Al fin he llegado donde recuerdo que se encontraba mi hogar. Tengo recuerdos demasiado reales de que aquí estaba mi casa, mis padres, ese frío sótano... Todo eso no puede ser producto de mi imaginación. Se que existieron. Aunque los habitantes de Hikomi no me crean y me llamen loco, yo estoy seguro de que todas esas crueles peleas que me obligaban a librar eran reales. Tengo decenas de cicatrices que me lo demuestran.

    Hoy hace cinco años desde que lo perdí todo, el día de mi octavo cumpleaños. Mis padres me dieron por primera vez un regalo y también tuve que afrontar mi primer combate sin su supervisión. Yo estaba emocionado porque para mí esos dos eventos significaban que al fin reconocían mis avances, o eso creía. Tras la caza, arrastré mi trofeo para demostrar mi victoria, pero allí ya no había nada, donde antes estaba mi casa, se extendía un campo con vegetación como arbustos y hiedras, no había ni un indicio de que allí hubiera estado ningún humano y menos aún una construcción. Me aseguré de no haberme equivocado de sitio, pero me conocía el bosque a la perfección, además, los árboles de alrededor seguían ahí, idénticos.

    Estuve horas y horas dando vueltas por la zona esperando una explicación o que mágicamente apareciera tan fácil como había desaparecido. Lleno de frustración, me acurruqué en un rincón y pasé mi primera noche a la intemperie.

    Comía carne cruda de lo que cazaba. No sabía encender un fuego, ni era capaz de distinguir qué frutos del bosque son comestibles. Sólo sabía matar y moverme por el bosque. Aparte de hablar un poco, eso era lo único que había aprendido de mis padres.

    Los días se volvieron semanas y, desesperado, escapé del bosque. Tetsu, que volvía de la ciudad más cercana, me encontró por accidente, me llevó hasta su casa y me acogió bajo su techo.

    Hoy, todavía no he resuelto este misterio, pero pienso hacerlo. Mi única meta es saber qué pasó con mis padres y averiguar quién soy. Tan solo tengo una pista: el regalo que me dieron y que aún conservo, una simple piedra negra.

    Me tumbo en la hierba y me quedo allí con la mirada perdida en el vasto cielo, contemplando como las nubes han adoptado un tono anaranjado y avanzan en una carrera hacia el oeste.

    Se está haciendo tarde, así que me levanto y comienzo la búsqueda de comida. Con los años he aprendido a caminar sin hacer ningún ruido además de poder identificar huellas y otras marcas que dejan las pequeñas bestias del bosque. No pasa mucho tiempo hasta que un rastro me lleva hasta una pareja de espinejos. Me acerco a ellos por la espalda, procurando escabullirme, pero uno de ellos logra detectar mi olor y tras sobresaltarse se lanza a la ofensiva.

    Los espinejos ya no representan ninguna amenza para mí, conozco sus habilidades y formas de defenderse, no me hace falta hacer uso de la afilada daga en mi cintura.

    Esquivo con gran agilidad la embestida del primero y contraataco con una patada que le acierta, haciendo que impacte contra un árbol. El segundo da un brinco tratando de clavar en mi cuello sus espinas. Evito el ataque dando un salto hacia atrás pero el espinejo no se da por vencido y continúa con su ofensiva. Sigo evadiendo hasta que preveo la trayectoria de una de sus arremetidas, espero al momento exacto y le golpeo en el cuello con un único puñetazo que lo incapacita.

    Un par de horas más tarde estoy asando el mismo espinejo. Al primero al que me enfrenté lo dejé libre ya que con uno tengo suficiente. No he tardado mucho en preparar una pequeña fogata, lo que sin duda es más laborioso es quitar la piel del espinejo, la cual es muy dura y además está repleta de las afiladas espinas.

    Al terminar, apago la hoguera y me marcho. Está anocheciendo así que debo darme prisa, las criaturas más peligrosas del bosque salen por la noche.

    Aligero la marcha, no me gustaría toparme con algún lobo negro, carnívoros que pueden llegar a los dos metros de altura apoyados en sus cuatro patas, y que cuentan además con una habilidad que les permite lanzar ondas sónicas a través de sus potentes aullidos, que debilitan y aturden a sus presas dejándolas indefensas e incapaces de huir.

    También en los últimos meses han aparecido unas aves llamadas secuestradores nocturnos, su apariencia es desconocida en su totalidad y son conocidos por atacar a sus víctimas por la noche, llevándoselas en el silencio de la noche a sus nidos. Estas dos razas son los únicos grandes depredadores que habitan las cercanías de la raíz del Robur.

    Consigo salir del bosque y me acerco a la muralla que rodea la aldea.

    Debo entrar en el pueblo sin que los guardias se enteren, todavía no tengo quince años por lo que está prohibido que salga de éste sin un adulto. Para que no me pillen he creado un pasadizo por el que salgo y entro sin ningún problema cuando hay algún guardia vigilando la puerta de la muralla, un agujero oculto que abro y cierro. Lo creé aprovechando que unos arbustos tapan esa parte del muro por ambos lados por lo que no podrán encontrarlo en mucho tiempo.

    Al abandonar los matorrales de mi entrada secreta me sorprende encontrarme al encargado de la defensa de Hikomi: Yoshio, el Slayer más fuerte de la zona.

    —Bueno... Parece que he encontrado al creador de esa entrada, la vi por casualidad hace unas semanas, de vez en cuando vigilo por si encuentro al responsable, y resulta que eras tú.– Me narra orgulloso.

    —…

    Busco alguna oportunidad para huir, pero aunque Yoshio parezca relajado sé que no me deja ninguna vía de escape.

    —Tranquilo, la verdad es que he estado buscándote esta mañana, pero Tetsu me había dicho que estabas enfermo y no habías salido hoy. Da la casualidad de que uno de mis soldados te ha visto mientras comía hoy en la posada y me ha dicho que no tenías ninguna pinta de enfermo. Así que he atado unos cuantos cabos y he llegado a la conclusión de que si esperaba aquí te encontraría.

    Yoshio no es solo un tipo de dos metros con músculos como rocas, sino que también presenta una gran inteligencia y astucia.

    —¿Por qué me has estado buscando?– Le pregunto.

    —Tetsu me ha hablado varias veces sobre ti, dice que presentas un gran potencial y que tu estado físico es admirable para alguien de tu edad. Eres rápido, tienes buenos reflejos y tu fuerza y habilidad en combate son comparables a los de un adulto.

    —¿Y?– Sigo sin saber lo que pretende.

    —Niko, ¿tienes algún plan para el futuro?

    —Estoy buscando a alguien.– Resumo sin querer entrar en detalles.

    —Así que quieres viajar para encontrar a alguien. ¿Y has pensado alguna vez en convertirte en Slayer?

    —No.– Respondo cortante y con ánimo de marcharme.

    —Creo que con tu meta te puede ser muy útil trabajar como Slayer. Cumplir misiones puede ser pan comido para ti y además puedes obtener información que te puede ayudar con tu búsqueda.– Intenta tentarme.

    —Entiendo.– Logra llamar mi atención.

    —Pues mi propuesta es que me dejes entrenarte los próximos dos años antes de que cumplas los quince años.– Me revela al fin sus intenciones con una expresión sincera que alivia la tensión del momento.

    Paso unos segundos evaluando su propuesta.

    —¿Y qué ganarías tú con eso?– Le interrogo sin entender el origen de su decisión

    —Simplemente tengo la intuición de que serás un gran Slayer, eso es todo. ¿Qué me dices, aceptas?– Me plantea con la mayor naturalidad del mundo.

    —Tendría que hablarlo con el viejo.– Me excuso intentando escabullirme.

    —No te molestes, ya está todo hablado, por las mañanas entrenarás conmigo y por la tarde trabajarás en la herrería.

    Me quedo callado y pensativo mirando a Yoshio, el cual tiene una sonrisa de lado a lado y asiento sin estar muy convencido.

    —Bien, mañana a las seis de la mañana en la plaza central.– Me impone.

    —¿Seis?

    —Acostúmbrate a madrugar porque no vamos a saltarnos ni un día, tengo dos años para volverte el mejor Slayer del examen. Y por cierto, no vuelvas a salir del pueblo sin un adulto o tendré que castigarte.– Me advierte mientras su cara se ensombrece y se cruje los nudillos.

    Llego a casa y le cuento mi extraña experiencia a Tetsu.

    —Ese joven es muy cabezota, aunque te hubieras negado te habría obligado a entrenar.– Se burla, quitándole importancia.

    —Eso no me ayuda…– Me quejo, sin obtener resultado.

    —¡Jajaja! Chico, tú a dormir la mona que mañana madrugas.– Me dice, dándome un empujón hacia mi dormitorio.

    · 2 ·

    Entrenamiento

    Me despierto y llego a la hora ajustada, allí me encuentro Yoshio esperando.

    —¿Lo ves?– Indica señalando una montaña cercana a la raíz del Robur. –Vamos allí.

    Corremos hasta llegar al monte, tardando una hora y media en alcanzarlo ya que hemos tenido que parar un par de veces para que yo tomara el aliento. Llegamos al final de un barranco, y paramos cuando tenemos delante una subida casi de noventa grados.

    —Niko, ten cuidado no vayas a responder mal a esta pregunta. ¿Qué es lo más importante para un Slayer?

    —Ser dueño de un Jinsu fuerte.

    —Mal.

    Rápido, un puño casi del tamaño de mi cabeza golpea mi pecho, apenas he conseguido verlo por lo que no puedo evitarlo o bloquearlo. Salgo despedido por unos metros, en cuanto llego al suelo comienzo a rodar sin control hasta que consigo frenarme.

    —Te dije que tuvieras cuidado con responder erróneamente.

    —(¿De qué va este viejo?)– Me pregunto furioso.

    Ahí me empiezo a hacer una idea de la intensidad del entrenamiento. No sé a dónde he sido arrastrado.

    —Tienes el resto de la semana para pensar en la respuesta. Hasta entonces quiero que subas hasta la cima de este barranco.

    Miro hacia arriba, se encuentra a veinte metros por encima de mí, y para llegar allí debo escalar una pared de roca vertical. No sé ni siquiera si es posible hacerlo pero no pienso echarme atrás ahora. No quiero recibir otro puñetazo, aunque a decir verdad el impacto no me ha dolido mucho, aunque hubiese llevado mucha fuerza.

    —Antes de eso, Niko, ¿tú sabes cuál es mi Jinsu?

    —No.

    —Mi Jinsu no es uno de los más fuertes en combate, ni mucho menos. Básicamente tiene dos funciones, la primera hace que mis huesos tengan una composición que le otorga una dureza fuera de lo común y la segunda hace que cuando mis nudillos tocan una estructura rocosa pueda controlar su superficie a placer, con unos límites, por supuesto.

    Se acerca a la pared rocosa del acantilado y la golpea con su puño, de repente, unos escalones comienzan a salir de la roca. Él sube por ellos hasta llegar a la cima, ahí se agacha para tocar el suelo y los peldaños se vuelven a introducir dentro de la montaña.

    —Cada Jinsu tiene sus ventajas y desventajas, hay momentos en los que son útiles y otros en los que no sirven para nada. A cada usuario le corresponde la tarea de encontrarle sus utilidades y llevarlos a sus límites. Pero el Jinsu no hace al Slayer, hay algo mucho más importante. Ahora sube aquí.– Me ordena desde arriba.

    —(Como si fuera tan fácil hacerlo.)– Pienso yo mientras busco donde agarrarme.

    Comienzo a subir lento pero seguro durante los primeros metros, la pared es bastante lisa por lo que cuesta encontrar sitios estables de agarre. Cuando llevo subidos los primeros cinco me resbalo.

    TRASHHH

    Caigo sobre unos matojos que amortiguan el golpe, aun así, la caída ha sido dolorosa. No quiero imaginarme qué pasaría si me desplomase cuando vaya por los quince metros.

    —¡Vaya, vaya, menuda caída! Espero que no haya decaído tu moral solo por eso.

    —Ya quisieras viejo.– Replico rencoroso casi sin pensar.

    Miro hacia arriba, sus ojos están clavados en mí, no tiene cara de enfado ni de burla, no sé en qué piensa o si se está divirtiendo con esto. Vuelvo a agarrarme a la piedra, resbalándome de nuevo y caigo desde un poco más arriba. El aterrizaje esta vez no ha sido tan doloroso aún sin haberme amortiguado en algún arbusto. Llega el mediodía y no he llegado a pasar de los diez metros, pero al menos veo que tengo posibilidades de lograrlo antes de que pasen los seis días de plazo. La vuelta

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