Matera
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Matera - manna veronica la
L'llegada
Dejo atrás Roma, la ciudad que me crió y que siempre he amado como persona. Su grandeza me asombró, pero también me aplastó a veces. Sin embargo, Roma seguía siendo mi ciudad, mi nido de entusiasmo que llevaba conmigo continuamente, en cada viaje, en cada desplazamiento.
E incluso ahora te llevo conmigo, Roma, pero te dejo atrás y te observo desde lejos.
Meses de silencio por una pandemia mundial que nos ha obligado a encerrarnos en casa, lejos de todo, lejos de todos. Las ciudades desiertas, el vacío que nos rodea, la privación, la libertad que ha escapado a nuestro control. Hoy me subo a mi coche y recupero mi libertad. Recupero mi entusiasmo, recupero el oxígeno que me faltaba. Y ya después de unas cuantas miradas por la ventanilla, ahí fuera en el mundo, ya no me siento aplastado, me siento libre de nuevo.
Roma me parece cada vez más lejana. Cierro los ojos, veo el Coliseo, solo, desierto; veo las siluetas de unos pocos desilusionados, desesperanzados. Y no veo una sonrisa, más bien veo un llanto silencioso en aquella grandeza de Roma y yo también lloro.
Entonces abro los ojos y vuelvo a mirar por la ventana. Se respira un aire de lluvia, las nubes se mueven lentamente y el paisaje cambia constantemente. Y algo cambia también dentro de mí, porque
vuelvo a sentir la emoción, siento que la alegría que había perdido ha vuelto a visitarme. Cuatro horas de conducción a través de curvas interminables y luego la luz. Siento que ya casi hemos llegado, que he llegado antes que nadie, pasando por Lacio, Campania, y que por fin he llegado a Basilicata.
Podía ver Matera perfectamente ante mis ojos. Y, a medida que avanzaba por las calles, me acercaba cada vez más al corazón de esa civilización tan especial que había cambiado varias veces de aspecto a lo largo de los siglos, hasta convertirse en Capital Europea de la Cultura y, antes de eso, en Patrimonio de la Humanidad. Y cuanto más me adentraba, cuanto más descendía entre las piedras, más consciente era de que era el primero en llegar allí después de tantos meses en los que nadie pasaba por allí. Las palabras íntimas y descriptivas de Carlo Levi volvieron a mi mente y las reconocí en lo