La Hacendada y su Gastrónomo
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Virgilio es un moreno gastrónomo, trabaja para su ama la hacendada en su casa-hacienda, pero además de preparar ricos platos, es amante de su patrona. Sin embargo, un dia le declara un proyecto escondido y peligroso que desea realizar, La hacendada es la única que le comprende y finalmente lo rescata cuando está a punto de perder la vida.
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La Hacendada y su Gastrónomo - julio cesar valdiviezo montero
La Hacendada y su Gastrónomo
Primera Parte
Eran las seis y media de la mañana. Aquella salió a mirar el contorno del paisaje y era hermoso. Desde la posición en que se encontraba la Casa Hacienda podía mirar los sembríos diversos alrededor, y al este la línea recta del horizonte que se había formado entre dos cerros, uno misterioso a la izquierda y el otro a la derecha, era el inicio de una continuación de la montaña que se prolongaba maciza por donde se perdía la vista. El sol estaba apareciendo por la línea recta y los rayos de luz eran visibles que se proyectaban como rayos luminosos semejantes a cabellos dorados. La hacendada estaba exhausta, su cuerpo algo maltrecho por la jornada nocturna bajo las velas. Muchas se habían apagado hasta el final, otras retorciéndose se habían volteado dejando caer sus lágrimas hacia el metal. Virgilio tenía la culpa y ahora lo veía que subía con un balde de leche repleto para el desayuno.
Virgilio estuvo pronto frente a la reja y ella le abrió y lo vio pasar, el negro estaba en su apogeo, sus músculos eran fuertes, sus hombros sudorosos y su flexible y elástica cintura se escondían ahora en su larga camisa blanca que ella le había regalado últimamente. Los morenos eran al blanco como los insectos eran a la luz en las noches. Entró a la cocina y ella tras él. Aquel dejó la leche en la mesa y al mirarla de nuevo ella estaba bajándose su prenda íntima. Virgilio mirando automáticamente pensó y dejó de ser el gastrónomo para iniciar nuevamente su rol de amante. Otra vez quería su patrona. Era insaciable y había que actuar otra vez.
-Virgilio, Virgilio, -decía ella otra vez presa de la virilidad del gastrónomo-te daré lo que quieras, todo te daré, dime qué quieres, qué deseas, dime tu deseo, dinero, ropa, viajes, dime tu deseo más recóndito que yo te lo daré.
El negro gastrónomo deteniéndose, sabiendo que siempre le decía eso y le prometía cosas, esta vez la hizo sufrir un momentito allí estático y luego le dijo:
-Mi ama, mi deseo es ser una reina.
La hacendada se quedó estática, sin sentir al negro que tras de ella, hacía un trabajo por el cual esta vez sí quería premiarlo.
-¿Reina?, cómo es eso, Virgilio, que quieres ser reina, ¿acaso no eres un hombre macho y viril, no tienes acaso tu mujer y tus hijos?
El gastrónomo, mejor inició su trabajo y la hacendada dejó de hablar inundada de sensaciones, el negro gastrónomo era excelente y quería anular esa mala impresión de su virilidad en sospecha frente a su