El jugador de dados
Por Ana Alonso
()
Información de este libro electrónico
Lee más de Ana Alonso
La leyenda de Wallada Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesOdio el Rosa Historia de Sara 1 Calificación: 3 de 5 estrellas3/5La tumba pintada Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesOdio el Rosa Historia de Dani 1 Calificación: 4 de 5 estrellas4/5El regalo del río Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa hija del mercader Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesOdio el Rosa 3: Historia de Julia Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesNoche de Estreno Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesOdio el Rosa 2 Historia de Dark Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesRetrato en Verde y Negro Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesOdio el Rosa 3: Historia de Alan Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesOdio el Rosa 2 Historia de Lynda Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones
Relacionado con El jugador de dados
Libros electrónicos relacionados
La hija del mercader Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl universo invisible Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl árbol sagrado Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa tribu del valle Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesPor amor a Lucìa Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesRetrato en Verde y Negro Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl innombrable Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesUn ángel habita en mí Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa Espiral de Enós Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesTodavia Te Recuerdo Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesDevoradas Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa guerra de mamá. Mi vida marcada por el monstruo de la enfermedad mental Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Noche de Estreno Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesMe llamo Emma: Soy un bebé Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesAmor y sangre Calificación: 2 de 5 estrellas2/5Mi vida con Potlach Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesAl final siempre ganan los monstruos Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Daniel Y Paola Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl club de los neurodivergentes Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesUna Realidad Separada Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones7 días con Xukla: Las claves del mindfulness, la meditación y el crecimiento personal desveladas en una historia fantástica Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesPor atrevida Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Descubre a tu ángel personal: ¿Cuál es el tuyo? Descúbrelo y benefíciate de su ayuda y presencia Calificación: 1 de 5 estrellas1/5La Historia De Nila: Basado En Hechos De La Vida Real Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesConjuro de Obsesión Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesMi vida con Fresia Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl Juego De La Encarnación Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesNunca es el final: Vidas pasadas. Destino presente Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Clementine Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesBruna: Una mirada trans Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones
Comentarios para El jugador de dados
0 clasificaciones0 comentarios
Vista previa del libro
El jugador de dados - Ana Alonso
Capítulo 1
Las personas normales no necesitan «escribir» en su memoria para recordar quiénes son. Si algo se les olvida, pueden escribirlo con sus manos. Ni siquiera son conscientes de la suerte que tienen de disponer de un cuerpo que les obedece. Eso solo lo comprendes cuando lo pierdes. Como en mi caso.
Me llamo Yago y soy un incorpóreo. Técnicamente, eso equivale a estar muerto. Casi todos los incorpóreos son espíritus que han quedado vagando por ahí después de que su cuerpo falleciera. Se supone que tienen algún asunto que solucionar, y que solo cuando lo hacen pueden descansar tranquilos. El problema es que la mayoría no tiene ni idea de cuál es ese asunto. Cuando te vuelves inmaterial, tus recuerdos cambian y, aunque puedas reproducir mentalmente fragmentos de tu pasado o ver las caras de tus seres queridos, no eres capaz de asociarlos con las emociones que tenías cuando estabas vivo. Eso genera mucha confusión; te impide entender qué es lo que falló, y por qué, en el momento de despedirte del mundo, dejaste algo importante sin solucionar. A mí también me pasa, aunque yo no estoy muerto.
Lo sé: es extraño, y ni yo mismo entiendo cómo he llegado a esto. Durante las primeras semanas, me asaltaban imágenes de un coche que rodaba a mucha velocidad y se abalanzaba sobre mi bicicleta. Después, todo se volvía negro. Saqué la conclusión de que había fallecido en un accidente de tráfico. Pero hace poco he descubierto que las cosas no ocurrieron así exactamente. Hubo un accidente, eso es verdad. Pero yo no llegué a morir: me quedé en coma. Mi cuerpo yace postrado en la cama de un hospital desde hace meses, o años (la noción del tiempo cambia cuando no tienes cuerpo, y me hago un lío con las fechas). Yo, mientras tanto, he estado aquí como una presencia inmaterial, dentro de la tienda de antigüedades de mi amiga Luna.
Luna no es como el resto de la gente, porque ella, a diferencia de los demás, sí puede ver a los incorpóreos. Me imagino que esa fue la razón por la que me refugié en su mundo. Quería estar cerca de ella, porque con Luna siento que todavía existo. Al menos, al principio era así. De los primeros momentos, solo tengo imágenes muy confusas. La mayor parte del tiempo era como si estuviese inconsciente, y solo las interacciones con Luna me hacían despertar. Durante unos minutos, mientras hablaba con ella, volvía a ser yo. Poco a poco fui acostumbrándome a esa nueva situación, y empecé a captar otros estímulos de mi entorno. «Veía» los objetos y a las personas, podía escuchar… Aunque no son las mismas sensaciones de antes. A veces solo puedo percibir los contornos de luz y oscuridad de las cosas. Otras veces percibo los colores mucho mejor que cuando estaba bien, y descubro algunos nuevos, intensos y maravillosos, que ni siquiera soy capaz de nombrar. Lo mismo ocurre con los sonidos: la mitad del tiempo ni siquiera los oigo, y existo envuelto en un silencio espeso que solo consigue atravesar la voz de Luna. Pero, de vez en cuando, algo se despierta en mí y escucho los ruidos más insignificantes, los que ninguna persona viva sería capaz de oír. También puedo percibir a otros incorpóreos, aunque, normalmente, tardo algo más que Luna en hacerlo. Excepto con mis dos vecinas inmateriales, June y Luz. Estoy tan habituado a encontrármelas, que noto su presencia incluso cuando están en otra habitación. Podría decirse que, entre los tres, formamos la familia incorpórea de la tienda de antigüedades. Aunque cada uno va por libre, me reconforta saber que ellas están ahí y que podría pedirles ayuda si me pasa