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Daniel Y Paola
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Libro electrónico253 páginas4 horas

Daniel Y Paola

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Información de este libro electrónico

Daniel es un hombre viudo de setenta años que se enamora de una joven prostituta de treinta. Pero no sabemos si ella se enamora de él.
IdiomaEspañol
EditorialXlibris US
Fecha de lanzamiento28 feb 2019
ISBN9781499051322
Daniel Y Paola
Autor

Rafael Arcaya Cruzado

Rafael Arcaya Cruzado nació el 28 de febrero del 1945 en e1 pueblo de Mayagüez, Puerto Rico. Hizo sus estudios primarios en el Colegio Espíritu Santo en 1a ciudad de San Juan, hacia donde se había mudado con su padre, madre y dos hermanos er1 e] año 1949. Los estudios secundarios los realizó er1 la Escuela Superior de la Universidad en ei Barrio Rio Piedras de la ciudad capital. Los esmdios universitarios ocurrieron er1 la Universidad dei Estado de Puerto Rico, de donde se graduó en e1 año î968 con el grado de Bachillerato er1 Comercio. Trabajó para el gobierno de Puerto Rico desde 1972 hasta el 1988 para luego establecer su oficina de servicios profesionales en la valoración de propiedades, obteniendo su licencia del Departamento de Estado gubernamental. Estuvo Casado por más de treinta años con Awilda del Carmen Santoni Cordero, unión que procreó tres hijos, Hector, Sergio y Mariela. Enviado en el año 2,000 y mantiene su residencia y oficina en su pueblo natal.

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    Daniel Y Paola - Rafael Arcaya Cruzado

    Copyright © 2014 by Rafael Arcaya Cruzado.

    ISBN:                  Softcover                        978-1-4990-5133-9

                                eBook                             978-1-4990-5132-2

    All rights reserved. No part of this book may be reproduced or transmitted in any form or by any means, electronic or mechanical, including photocopying, recording, or by any information storage and retrieval system, without permission in writing from the copyright owner.

    This is a work of fiction. Names, characters, places and incidents either are the product of the author’s imagination or are used fictitiously, and any resemblance to any actual persons, living or dead, events, or locales is entirely coincidental.

    Any people depicted in stock imagery provided by Thinkstock are models, and such images are being used for illustrative purposes only.

    Certain stock imagery © Thinkstock.

    Rev. date: 02/27/2019

    Xlibris

    1-888-795-4274

    www.Xlibris.com

    650898

    No dejo de pensar en lo que ha sido mi vida. Es con frecuencia que pase mucho tiempo analizándola, ya sea cuando estoy solo en mi oficina, o mientras manejo. Muchas veces en la soledad de mi casa e inclusive en medio del gentío que me rodea en los centros comerciales. A veces hasta en presencia de mis amigos. Mi mente parece divagar, no me puedo concentrar y todo lo que hago es martirizarme sobre algo que muy probablemente no tiene remedio, que a mi edad, los mejores años de mi vida han quedado en el pasado.

    Perdí a mi esposa después de casi cuarenta años de matrimonio y ahora no tengo con quién hablar. Es cierto que me comunico con mis socios y empleados en la oficina o en los lugares donde nos reunimos para entretenernos por un rato, pero de lo que hablamos es mayormente sobre asuntos relativos al trabajo. Aún en barras, restaurantes, clubes sociales, parques, playas y hasta en la iglesia, con ellos u otras amistades, invariablemente de lo que hablamos es sobre asuntos no personales, tal como la tasa de criminalidad, la incompetencia de nuestros legisladores y gobernantes, de cómo los grandes intereses se han apoderado del gobierno y se reparten el dinero que se le cobra a los más pobres, por lo que terminamos por preguntarnos cuándo fue que esta pequeña isla que en algún momento la conocíamos como la del encanto, parece haberse vuelto una isla hecha cantos.

    Pero de lo que más hablamos es sobre las condiciones del tiempo. Hay veces que creo que estamos más interesados en ese asunto que en el sexo. Y aunque no debería ser, me pregunto cómo es posible que nos interese más el primer tema que el segundo. Después de todo, nada podemos hacer para evitar que llueva o salga el sol. Ni tan siquiera podemos evitar que el cielo esté nublado y que entonces ni llueva y ni salga el sol.

    Lo más que se asemeja a un asunto personal es cuando hablamos de nuestros familiares. A mí no hay que darme mucha cuerda para que me desviva hablando de mis hijos y de mis nietos. Son las únicas cosas interesantes que ocurren en mi vida. Podría hablar de sexo, pero entonces no podría hablar de sexo, a menos que me refiera a películas pornográficas o a lo que mis amigos me cuentan. Aunque pensándolo bien, lo que me cuentan mis amigos no cualifica como pornográfico. Mas bien cae dentro del género de ciencia ficción.

    ¿En qué piensas? de repente entonces me pregunta Ariana al verme sumido en mis pensamientos.

    Estoy tratando de encontrarle un propósito a mi vida, fue lo que respondí antes de pensar.

    Ella se me queda mirando tratando de determinar si le estoy hablando en serio y como yo no estaba esperando que alguien me interrumpiera, permanecí igualmente silente en espera de que ella reaccionara o que cuando al menos me dejara solo.

    Ariana, por supuesto, no puede leerme la mente y por ende no sabe lo que quiero. Y cuando por fin reacciona es solo para demostrar su confusión.

    ¿De qué demonios estás hablando? por fin pudo preguntar.

    De mi vida, respondí afirmativamente. Se me desvanece y no sé qué hacer con ella antes de que termine.

    No entiendo, dijo en tono de súplica. Por favor, explícame lo que tienes en mente.

    "Desde hace años estoy pensando en retirarme. Hace más de cuarenta años que estoy haciendo lo mismo y no encuentro la forma para romper esa rutina. Es hora de que me acoja al retiro y comience a vivir mi vida de alguna otra manera. Estoy atrapado dentro de círculo vicioso que no conduce a sitio alguno y del cual no sé cómo salir. Todos los días es lo mismo. Me levanto a la siete de la mañana para que a la ocho esté en la oficina trabajando con números. Es lo que he estado haciendo por demasiado tiempo. Y lo que es más absurdo es que es algo que nunca me interesó. Me he mantenido trabajando solo por sus beneficios económicos.

    "Pero ahora que se me acerca la muerte, me he dado cuenta de que han sido muy pocos los momentos que he vivido con algún tipo de entusiasmo. Es cierto que solía ir de vacaciones y visitar lugares interesantes. Allí me divertía un poco, pero cuando regreso es a la rutina de siempre. Estando relajado en esos lugares es cuando mi mente se me aclara y me dice que tiene que haber algo más interesante que hacer, que el mundo debe estar lleno de cosas maravillosas y que me las estoy perdiendo.

    "Que por lo menos, si no voy a dedicar algún poco de tiempo para entretenerme, o cuando al menos para ayudar a mis semejante trabajando en los Cuerpos de Paz o en cualquiera otra institución similar, que busque algún pasatiempo más interesante que mi trabajo, algo así como un rompecabezas o ver la yerba crecer.

    Pero cuando regreso a la oficina, casi de inmediato me sumerjo en la rutina y me olvido por completo de las nuevas metas que quería establecer. Me he vuelto un autómata. Mi vida no tiene sentido, tengo suficiente dinero como para hacer lo que me venga en gana, tal vez un viaje alrededor del mundo, de ida solamente, aunque solo sea para averiguar cómo vive el resto de la humanidad. Pero como me he quedado tan solo, no me atrevo a dar el primer paso, un primer paso que me liberaría de esta vida sin sentido. Me he convertido en un esclavo a quien le han roto las cadenas pero que no se atreve a abrazarse a la libertad y que prefiere seguir sometido al látigo de su amo porque vivir por cuenta propia le causaría más dolor.

    Ariana me mira en silencio con ojos asombrados, incapacitada para reaccionar, incapacitada también para comprender lo que ha escuchado. Yo me limito a esperar por su reacción y que me explique lo que me está pasando. Inclusive, que me explique lo que no me está pasando. Hemos sido amigos y socios por más de treinta años.

    Nunca antes le había confesado algo cuando al menos similar por lo que ella solo puede permanecer callada sin tan siquiera poder formular pregunta alguna que le permita comprender mi dilema. Ha trabajado a mi lado durante todo ese tiempo, primero como mi empleada, luego como mi socia y rara vez hablamos sobre asuntos personales. Me doy cuenta entonces de que le estoy pidiendo más de lo que puede dar ya que no es su costumbre hablar de temas como ese. Tampoco es su forma de ser. Va en contra de su paradigma. Ella me ve como su jefe y a sí misma como mi subalterna. En ese mundo, a los empleados jamás se les ocurriría aconsejar a sus superiores sobre asuntos personales.

    Ella, al igual que yo, está atrapada en una rutina, pero distinto a mí, no lo reconoce, tal vez no lo entiende, o no le interesa. Permanece callada como si esperara que algún superhéroe viniese en su rescate. Y cuando por fin logra salir de su marasmo, es solo para expresar otra súplica.

    ¿Por qué no vienes esta noche a casa a cenar conmigo y con Juan. Allí puedes hablar con él, jugar dominó, despejar tu mente. Tal vez él pueda ayudarte a entender lo que quieres.

    "He cenado un millón de veces con ustedes. He hablado un millón de veces con Juan, he jugado un millón de veces dominó con él, pero nada de eso me ayuda.

    Siempre salgo de allí tan bruto que como cuando entré. No es culpa de él. Él es tan esclavo como yo de las circunstancias que nos rodean pero él tiene más suerte, a él no le preocupa su condición, él ni tan siquiera la reconoce. Desafortunadamente yo sí.

    Ariana me sigue mirando como si le estuviera hablando en chino. Permanece callada como si se hubiese convertido en una estatua y es tan abrumadora su confusión que cuando me doy cuenta de su dilema, me siento obligado a rescatarla anunciándole que acepto su oferta.

    Está bien, le dije. Esta noche los acompañaré por un rato. Tal vez hasta me ponga a ver televisión con ustedes. Quién sabe si se me ocurre confesarles lo que siento. Quién sabe si se me ocurre decirles que necesito ayuda.

    Era un viernes por la tarde, un viernes como los que había vivido por los últimos diez años. Las únicas excepciones ocurren si me enfermo o si sucede algo en la oficina que requiera mi atención. A veces deseo que ocurra algo distinto, aunque sea la enfermedad de algún conocido que me obligue a romper la rutina. Puede parecer cruel, pero como ésta te embrutece, uno quiere salir de ella a como dé lugar. Cuando joven, yo tenía puesta mis esperanzas en una vida mucho mejor a la que estoy llevando. Pensaba dedicarla a las artes, tal vez a ser cantante o bailarín. Me hubiese gustado haber aprendido a tocar el piano o la guitarra. Me hubiese gustado pintar, tal vez a ser un actor.

    Pero mi poder de concentración siempre ha sido muy limitado, tal vez inexistente. Cualquier tontería desvía mi atención y me mantiene alejado de mis metas.

    Cuando bien joven, le dedicaba horas a jugar solitaria o a imaginarme que iba a conectar el cuadrangular decisivo del sétimo juego de la serie mundial, con dos fuera en la pizarra, dos ‘strikes’ en mi cuenta y frente a un lanzador como Mariano Rivera, virtualmente imposible poder pegarle a la pelota, inconcebible conectarle un cuadrangular bajo esas condiciones.

    Muchas veces miro al pasado y me pregunto cual debió haber sido mi futuro. A qué debí haberle dedicado mi vida, qué fue lo que debí estudiar. Teóricamente soy una persona inteligente, muy probablemente con un coeficiente intelectual sobre el promedio. Pero sin un poder de concentración aunque sea por lo menos regular, ninguno de mis sueños me fue posible alcanzar.

    Y hoy, al igual que los últimos mil viernes, iba en dirección del hogar de uno de mis hijos. Ambos viven en San Juan, a más de cien millas de lugar de donde resido, el pueblo de Cabo Rojo. A mis amigos no les gusta que me refiera a nuestro lugar de origen con ese sustantivo, lo consideran despectivo. Ellos prefieren llamarlo ciudad solo para que yo les diga que las metrópolis se definen de acuerdo a la cantidad de habitantes que las pueblen, que para ser ciudad debe contar con cuando al menos cien mil dellos.

    Me preguntan que cómo sé eso. Les digo que he tenido contratos de consultoría en varios pueblos, que he trabajado en proyectos que reciben ayuda del gobierno federal y que si el pueblo para el cual estuviera trabajando en ese momento fuese una ciudad, la suma de dinero que recibiría sería mayor. Proceden a argumentar que ese no puede ser el único parámetro para hacer esa determinación. Yo les digo que añorarlo tampoco.

    Con mi mente un poco más despejada llego a la casa de uno de mis hijos y soy recibido con intensa alegría por mis nietos. Me besan, me abrazan y saltan de la alegría como si hubiese llegado alguien importante. Después me preguntan qué les traje.

    Estuve hablando largo por rato con mi hijo mayor y su esposa aunque con frecuencia éramos interrumpido por los niños, ninguno de los cuales tiene más de siete años de edad y siempre quieren jugar conmigo. No tardé en complacer al mayor ya que la hermana me trajo a Barbi para que hablara con ella. El primero quería que le enseñara a jugar Parchisi, un juego que le había traído Santa Claus pero que aún no había tenido la oportunidad para aprender. Procedí a explicarle las reglas básicas que gobiernan el juego para después darle una demostración.

    Él se sorprendió cuando me ganó la primera vez que lo jugamos y yo solo puedo suponer que mi concentración me volvió a abandonar. Como ya a estas alturas de mi vida ni tan siquiera la hecho de menos, acepté la derrota lo más diplomáticamente que me fue posible. Después de todo, es mi nieto y la alegría que expresó por su victoria fue mucho más intensa que la que yo hubiese podido demostrar por la mía. Tengo sin embargo que admitir que su entusiasmo contagió mi espíritu y fui mucho más feliz de lo que pude haber sido si hubiese ganado.

    Un rato después, mi hijo mayor llama por teléfono a su hermano y lo invita para que nos acompañe a un restaurante de la capital. Una hora más tarde, todos nos encontramos reunidos alrededor de la mesa en donde cenaríamos y en donde fui también recibido con mucho entusiasmo por mis dos otros nietos. Puedo decir con mucho orgullo que las dos horas siguientes me divertí como si tuviese sus edades. Daba la impresión que la intensidad con la que viven sus vidas me la contagian y es durante esos momentos que puedo decir que he disfrutado la mía con mayor intensidad.

    Reunidos alrededor de la mesa mientras cenábamos, mi mente comenzó a divagar, perdí la concentración de lo que estaba haciendo y recordé que en la antigua Grecia lo más importante que sus habitantes les interesaba saber sobre quienes recientemente hubiesen fallecidos era si fueron apasionados durante sus vidas. Es hasta cierto punto irónico pensar que si uno no lo es, se puede decir que está más muerto que vivo. Y desafortunadamente, no es hasta que cumplí setenta años que he comenzado a preocuparme por ese asunto, como si pretendiera de alguna manera cambiar la forma como he estado viviendo por décadas. Tal parece que cuando reconozco que ya no me queda mucho tiempo, cuando es evidente que la muerte está más cerca, creo conciencia que la he estado desperdiciando. Solo que lo único que consigo es preocuparme aún más cuando debería reconocer que ya nada se puede hacer para romper un viejo hábito que es parte integral de mi personalidad. Ya es muy poco lo que se puede hacer para salvar lo que me queda.

    Nunca seré apasionado. Eso no debo dudarlo. Lo que sí debo hacer es reconocer que ya es demasiado tarde para tan siquiera pensar en eso. Innecesariamente me estoy torturando y haciéndome la vida más difícil. De nada vale preocuparme. Lo mejor es que me olvide de ese asunto y que viva mis últimos años tranquilamente, tal como lo he estado haciendo casi desde que nací.

    Durante la cena, uno de mis hijos me dijo que se estaban celebrando las fiestas de la Calle San Sebastián y que cuando termináramos, él iría allí para divertirse por un buen rato. Me invitó a que lo acompañara pero le dije que regresar a Cabo Rojo me tomaría más de dos horas por lo que lo más prudente era comenzar el viaje temprano. Al terminar, nos despedimos entre risas y abrazos aún cuando mis nietos parecían entristecerse con mi partida. Quizás si lo hubiese pensado mejor, lo más lógico hubiese sido haberme quedado con ellos. Soy el presidente fundador de la empresa en donde trabajo. A nadie le debo explicaciones. Y si se considera que con frecuencia hablo de mi retiro, lo más prudente sería que comenzara a practicarlo.

    Pero la rutina se ha apoderado de mi mente y no me deja pensar con claridad. Para los efectos prácticos, estoy dejando pasar el poco tiempo que me queda haciendo lo mismo que con frecuencia me digo que deje de hacer. Aunque sea de forma limitada, tengo que aceptar que vivir cerca de mi familia me hace sentir una mayor intensidad aunque sea solo por algunas horas durante los fines de semanas. En presencia de mis nietos se despierta la pasión por la vida que debió de haberme acompañado desde un principio. Sin embargo, la rutina y mi falta de concentración me cierran el paso hacia la meta que necesito alcanzar.

    Caminando entonces en dirección de mi automóvil, voy de regreso a esa vida que tanto detesto pero recordando la pasión que durante algunas horas viví. Aún así, insisto en continuar hacia ese destino al cual no quiero llegar. Actúo como si no me he hubiese dado cuenta de que estoy de regreso a la maldición que he vivido por muchos años. Me percato también de que estoy en vías de manejar a solas por las próximas dos horas en la oscuridad de la noche, alentado tan solo por la música que escucharía por medio del equipo de sonido del auto. No puedo llamarlo radio pues rara vez sintonizo estación alguna. Lo que casi siempre hago es conectar el Ipod en el cual están grabadas unas cuatro mil canciones, de las cuales unas mil provocan que me ponga a cantar y recordar tiempos pasados. Solo que son tiempos pasados que nunca ocurrieron ya que lo que hago es revivir aventuras que por años llevo años imaginándome. Me veo frente a una audiencia que aplaude delirantemente mis actuaciones. Es algo que he hecho tantas y tantas veces que forman parte de mis recuerdos, solo para que al final me regañe y me diga que deje de torturarme pensando en lo que pudo y debió haber sido, pero que nunca fue ni será.

    Pero entonces, de repente, como si recapacitara, a último momento cambio de opinión y decido no hacer el viaje después de todo. Por fin mi mente razonó con la claridad de un genio y me dijo que si continuaba como iba terminaría por seguir malgastando mi vida, que iba de regreso a la rutina que tanto detesto y que si soy el dueño de un negocio que puede correr eficientemente en mi ausencia, no existe razón alguna por la cual tenga que apurarme. Después de todo, mañana es sábado, día que trabajo solo hasta la once de la mañana y en los que rara vez se presenta una situación que requiera mi intervención. Me doy cuenta que con tan solo la presencia de mis socios Ariana, Miguel y los demás empleados, las tareas se van a llevar a cabo sin tropiezo alguno tal como ha estado ocurriendo por décadas. Cuando regrese, ya sea esta noche, mañana o en cualquier otro momento, todo lo que voy a hacer es sumirme en libros cuya información está grabada en una computadora. No existen asuntos de urgencia que deba atender, y si los hubiese, mis socios sabrán cómo manejarlos.

    Después de todo, para eso es que están allí.

    Me recordé por enésima vez que quiero retirarme y a mi mente vino el recuerdo de lo que por décadas yo pensaba hacer tras haber ido de vacaciones con mi esposa, amigos o hijos. Me relajaba tan pronto llegaba al cuarto de algún hotel o al camerino de un crucero y sentía entonces un deseo desesperado por dedicarme a hacer algo distinto, algo que me entusiasmara, que me hiciera vivir apasionadamente. Recordé también lo tonto que he sido por tanto tiempo, que la profesión que he estado practicando por cuatro décadas no es mi vocación, que para los efectos prácticos, he consumido mi vida a cambio de un dinero que solo satisface unas necesidades básicas y que muy probablemente lo mismo hubiese conseguido si me hubiese dedicado a

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