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Mateo
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Libro electrónico455 páginas6 horas

Mateo

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Mateo vive en el Edn, s, ese Edn. Su sociedad ha logrado mantenerse aislada del mundo por ms de doscientos aos hasta que es descubierta por una corporacin multinacional que entiende que ese lugar es el ms apropiado para establece un centro de distribucin de estupefacientes.
IdiomaEspañol
EditorialXlibris US
Fecha de lanzamiento21 jun 2017
ISBN9781499051308
Mateo
Autor

Rafael Arcaya Cruzado

Rafael Arcaya Cruzado nació el 28 de febrero del 1945 en e1 pueblo de Mayagüez, Puerto Rico. Hizo sus estudios primarios en el Colegio Espíritu Santo en 1a ciudad de San Juan, hacia donde se había mudado con su padre, madre y dos hermanos er1 e] año 1949. Los estudios secundarios los realizó er1 la Escuela Superior de la Universidad en ei Barrio Rio Piedras de la ciudad capital. Los esmdios universitarios ocurrieron er1 la Universidad dei Estado de Puerto Rico, de donde se graduó en e1 año î968 con el grado de Bachillerato er1 Comercio. Trabajó para el gobierno de Puerto Rico desde 1972 hasta el 1988 para luego establecer su oficina de servicios profesionales en la valoración de propiedades, obteniendo su licencia del Departamento de Estado gubernamental. Estuvo Casado por más de treinta años con Awilda del Carmen Santoni Cordero, unión que procreó tres hijos, Hector, Sergio y Mariela. Enviado en el año 2,000 y mantiene su residencia y oficina en su pueblo natal.

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    Mateo - Rafael Arcaya Cruzado

    Copyright © 2017 por Rafael Arcaya Cruzado.

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.

    Esta es una obra de ficción. Los nombres, personajes, lugares e incidentes son producto de la imaginación del autor o son usados de manera ficticia, y cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, acontecimientos, o lugares es pura coincidencia.

    Las personas que aparecen en las imágenes de archivo proporcionadas por Thinkstock son modelos. Este tipo de imágenes se utilizan únicamente con fines ilustrativos.

    Ciertas imágenes de archivo © Thinkstock.

    Fecha de revisión: 06/16/2017

    Xlibris

    1-888-795-4274

    www.Xlibris.com

    650897

    MATEO

    Mateo estuvo todo el día trabajando la tierra desde bien temprano en la mañana y ya para las seis de la tarde estaba de regreso hacia su hogar. Era una rutina que llevaba haciendo desde que se casó con Helena hacía más de quince años. Comenzaba cada día casi de madrugada desayunando lo que ella le hubiese preparado, casi siempre un emparedado con de carne de venado, algún tipo de legumbre, tomate y huevos y no volvía a ingerir alimentos hasta pasado el mediodía cuando ella le llevaba algún tipo cocido y rellenaba su cantimplora.

    Todos los días de regreso al hogar tenía que subir una loma solo para que antes de llegar a la cumbre, su esposa y su hijo Luis, con sol poniente a sus espaldas y una brisa fría proveniente del norte, los estuviesen esperando. Se detenían entonces para elevar una plegaria con el fin de agradecer las bienandanzas que el creador les había provisto. Minutos después caminaban hacia la choza que los albergaría la noche pero primero se reunían frente a la mesa para la cena donde Luis le contaría al padre todo lo que había hecho durante su ausencia. Muy entusiasmado le decía cómo había ayudado a la madre con la limpieza del hogar, que fue a los nidos de las aves a buscar huevos, que le tiró piedras a un gato montés que se había acercado demasiado y que después fue al río a pescar unas truchas.

    Pesqué más de cinco, le dijo al padre sintiéndose muy seguro de que lo había impresionado. Pero tuve que devolverlas al agua pues todavía eran muy pequeñas. De seguro que mañana pescaré al padre o a la madre. No pueden estar muy lejos. No creo que todavía hayan abandonado a los hijos.

    Estoy seguro que no, coincidió Mateo. Los buenos padres nunca abandonan sus hijos mientras son pequeños. Nosotros nunca te abandonaremos hasta que te consigas una novia para casarte.

    ¡Uf! exclama Luis. ¡Para eso falta un montón!

    Te sorprenderás lo rápido que pasa el tiempo.

    ¿Cómo cuanto tiempo tú crees que me tome casarme?

    Cuando quieras tener un gran hijo como el que tengo yo.

    ¡Uf! ¡Para eso falta un montón!

    Helena y Mateo de vez en cuando intercambiaban algunas palabras pero tenían que esperar por Luis, quien siempre tenía algo nuevo que contar, como la araña de ‘ocho patas y con muchos ojos’ que entró a la casa.

    Mami trató de matarla con la escoba pero era muy rápida.

    Y tú, ¿qué hiciste?

    Yo le di con el bate muchas veces pero siguió corriendo. ¡Era bien rápida!

    O quizás fallaste, argumentó el padre.

    Yo nunca fallo. Ya verás como algún día llegaré a jugar en ‘las mayores’ y romperé el record del Baby.

    Me temo que alguien se te adelantó. Hank Aaron batió el record de cuadrangulares acumulados, Roger Maris bateó más cuadrangulares en un año.

    Samuel me dijo que un tal McGuiere batió el de Maris, anunció Helena.

    Eso es imposible, argumentó Luis. Nadie puede batear más cuadrangulares que el Baby.

    Pero tú me acabas de decir que vas a batear más que él.

    "Pero yo voy a tener a Dios de mi parte.’

    El padre medita por unos segundos antes concluir.

    Entonces no es imposible.

    Nada es imposible con la ayuda de Dios, asegura el hijo.

    Continuaron charlando hasta terminar la cena. El padre entonces le dijo al hijo que ya era hora de ir a la cama, mas Luis no se amilanó y le pidió un favor al padre.

    ¿Me haces un cuento esta noche?

    Por supuesto, aseguró Mateo. Pero ya te he contado tantos que no estoy seguro que pueda decirte uno que no hayas escuchado.

    Bueno, yo te aviso. Si te digo que lo escuché, me cuentas otro.

    ¿Y si ese también ya lo escuchaste?

    Pues me cuentas otro.

    Podríamos estar así toda la noche.

    No creo, tú siempre te duermes primero.

    ¿Y quién me lleva a la cama?

    Mami siempre carga contigo.

    ¿Cómo es que yo nunca me he dado cuenta?

    Es que ella es bien fuerte.

    ¿No crees tú que ella debería ser quien trabaje la tierra?

    Si, pero si ella no quiere, no podrás obligarla.

    ¡Oh!

    Por unos segundos se miran como si estuvieran analizando el planteamiento presentado pero Luis se da por vencido casi de inmediato y vuelve a solicitar:

    ¿Cuál me vas a contar esta noche?

    ¿Te he contado la fábula de Esopo sobre los murciélagos.

    Luis permanece pensativo por un rato antes de concluir:

    Tal vez, pero no me acuerdo. Cuéntamela otra vez.

    Pues hace ya muchísimos años las aves y los mamíferos estaban en guerra.

    ¿Por qué estaban peleando? casi de inmediato lo interrumpe el hijo.

    Pues no me acuerdo, pero es casi seguro que era sobre una disputa territorial.

    El padre calla y observa cómo el hijo se esfuerza por comprender lo que se le ha dicho y como si entendiera el dilema que confronta el hijo, procede a explicarle:

    Los animales, al igual que los seres humanos, a veces luchan por un pedazo de territorio. La mayor parte de las veces porque entienden que es el más beneficioso.

    ¿No pueden ponerse de acuerdo?

    A veces, sí, a veces, nó. Eso nos ocurre a los humanos también.

    Pero nosotros no somos animales.

    Pero a veces actuamos como tales.

    Nuevamente Luis vuelve a guardar silencio mientras analiza las palabras de su progenitor. Después de concederle varios segundos, el padre continúa el relato que apenas pudo comenzar.

    Pues como te dije, las aves y los mamíferos estaban en guerra y al principio, las aves llevaban la mejor parte y parecía que iban a ganarla. Entonces los murciélagos se les aliaron diciéndoles que ellos eran aves pues podían volar. Solo que más tarde la guerra se volvió a favor de los mamíferos y los murciélagos se les aliaron diciendo que ellos eran sus similares pues tenían todo el cuerpo cubierto de vellos. Sin embargo, al final la guerra terminó cuando ninguna de las partes pudo obtener una victoria decisiva. Decidieron entonces llegar a un acuerdo que beneficiara a ambos pero como los murciélagos habían combatido a las dos partes en disputa en ciertos momentos, se vieron obligados a esconderse en cuevas y solo se atreven a salir por las noche pues temen que tanto aves como mamíferos traten de vengarse. Como habían combatidos a ambos bando, no pudieron entonces negociar acuerdo alguno.

    El padre hace una pausa y observa que el hijo está ensimismado con sus palabras por lo que le toma unos segundos hacerle una pregunta.

    ¿Me puedes decir cual es la enseñanza de esa fábula?

    Luis entonces y por muy largo rato analiza lo que su padre le dijo. Busca con esmero cómo responder pero no empece a sus esfuerzos nada viene a su mente por lo que el padre procede a explicarle:

    Lo que Esopo nos quiere decir es que tenemos que asumir una posición a la que bajo ninguna circunstancia estemos dispuesto a renunciar, de lo contrario nadie confiará en nosotros y nos veremos obligados a mantenernos ocultos de las miradas de los demás pues no verán como hipócritas o algo peor.

    Luis se mantiene callado como si aún estuviera analizando lo escuchado. Pero como permanece así por mucho rato, el padre añade.

    Los seres humanos somos mejores personas cuando asumimos una posición y nos mantenemos firmes no importa las consecuencias. Muchas veces nos veremos obligados a defender aquello en lo que creemos independientemente de si el que nos escucha está de acuerdo con nosotros o no.

    ¿Por qué por fin Luis logra encontrar qué decir.

    La persona que varía su forma de pensar considerando solo lo que le conviene en ese momento, a largo plazo perderá el respeto de sus semejantes. Eso fue lo que le pasó a los murciélagos, que como solo decían lo que les convenía, al final tuvieron que esconderse pues nadie podía confiar en ellos.

    En la escuela el maestro me dijo que en Australia hay murciélagos que salen de día.

    Es que esos murciélagos australianos se mantuvieron firmes en sus creencias y aún cuando no pudieron convencer a los que no creían como ellos, podían llevar la frente en alto y confrontar a los que no compartieran su forma de pensar.

    Ese cuento fue muy corto, entonces Luis pareció encontrar una diferencia con su padre.

    El padre le sonríe cariñosamente antes comenzar a explicarle:

    Lo importante no es si el cuento es largo o no, lo importante es si lo que has escuchado te sirve para el futuro en tu vida. Creo que lo que debes hacer ahora es analizar con detenimiento lo que te he dicho y tratar de recordar si en algún momento en tu vida tuviste que afrontar las consecuencias por tus creencias. Puede que te tome toda la noche por lo que podría darse el caso de que el cuento sea bien largo.

    El niño mira al padre con detenimiento antes de volverlo a solicitar:

    ¿Por qué mejor no me cuentas otro? Uno que no requiera que yo pierda la noche pensando.

    Bueno, ya te conté el de Blanca Nieves, La Bella Durmiente, La Bella y la Bestia y no sé cuantos más. No sé si alguno de ellos te ayudó a dormir, pero vamos a darle una oportunidad al que te acabo de contar. Si te pones a analizarlo, de seguro dormirás profundamente y mañana te levantarás a con más energías.

    En la Biblia tiene que haber alguno que no se requiera pensar mucho, el niño no luce convencido

    Bueno, está el de Rey Salomón y las dos madres.

    ¿Cómo que el del Rey Salomón y las dos madres.

    Pues en una ocasión, comienza a decir el padre. Dos mujeres fueron frente al Rey Salomón alegando que cada cual era la madre del mismo niño. Y como el rey no sabía cuál de las dos estaba diciendo la verdad, impartió instrucciones para que el bebé fuera picado en dos mitades y se le diera a cada una de las madres una de ellas.

    ¿Ese cuento está en La Biblia? preguntó Luis horrorizado.

    Bueno, no es un cuento, es un hecho histórico.

    El niño se le queda mirando al padre con ojos desorbitados como si intentara determinar si se le está diciendo la verdad. Y después de un largo rato por fin pudo preguntar.

    ¿Y qué pasó?

    Pues una de las mujeres dijo que si el niño no iba a ser della que tampoco lo fuera de la otra dando a entender que no le importaba la vida de la criatura.

    ¿Y qué dijo la otra?

    Que se lo dieran a la primera pues ella no quería que el niño muriera.

    El padre calla, mira a su hijo con ternura y permite que el niño asimile la información ofrecida. Después de un rato, Luis vuelve a preguntar, pero de forma muy consternada.

    ¿Y qué hizo el rey?

    Le dio el niño a la verdadera madre y ordenó a que azotaran a la otra.

    Mateo volvió a guardar silencio por unos segundos en espera de la reacción de su hijo quien no tarda en volver a preguntar:

    ¿Cual de las dos era la verdadera madre?

    ¿Cuál tú crees que era?

    Tras pensarlo por breves segundos el hijo responde.

    La que no quería que no mataran al niño.

    ¿Qué te hace pensar eso?

    Una madre jamás permitiría que a su hijo se le haga daño.

    Es cierto, así que ahora puedes dormir. No tienes por qué quedarte pensando en el cuento.

    Luis mantiene su mirada fija en el padre hasta que varios segundos después logra organizar su mente y se despide.

    Buenas noches, papi.

    Buenas noches, hijo.

    Procede entonces el padre a darle un beso al hijo en la frente, pasa su mano derecha sobre la frente como si para forzar que cierre los ojos, se despega de la cama y camina hasta un quinqué encendido, lo apaga de un soplido y se escucha sus pasos sobre el vetusto suelo de madera de camino hasta la salida para entonces separar los dos mantos de cortinas que le sirven de puerta y elevar una plegaria al cielo agradeciendo las bienandanzas recibidas.

    Ernesto Raston, Oficial Ejecutivo Principal de la empresa de inversiones, Raston, Gardén y Asociados, recibió el informe financiero trimestral y comenzó a leerlo con mucho interés. Se le observaba muy concentrado en la lectura aún cuando a intervalos contusionaba la cabeza en señal de desconcierto y decepción. Tan pronto lo termina lo tira a un lado mostrando intensa preocupación. De inmediato lleva su mano derecha al teclado del teléfono frente a él, oprime uno de los dígitos y malhumorado le ordena a quien quiera que haya respondido que en el plazo de tiempo más corto posible cite a la junta de directores.

    Una hora más tarde, en la misma oficina donde estudió el informe, varios de los miembros de la junta consiguieron reunirse en menos del tiempo requerido y sin esperar por los demás el ejecutivo principal les hace saber que las finanzas de la empresa que preside no están a las alturas de sus expectativas.

    Las ganancias se han reducido en un ocho por ciento, anuncia molesto. Éste es el segundo trimestre consecutivo que se refleja una reducción. Algo anda mal muy mal aquí y necesito que se me explique. ¡No quiero excusas! ¡Quiero saber qué está pasando que nos está llevando a la quiebra!

    A pesar de que aparentemente no pareció dirigirle la solicitud a alguien en específico, casi todos los presentes giran sus miradas en dirección de un mismo individuo, dando a entender que dependen de él para que confronte a un superior muy malhumorado. El aludido no luce del todo intimidado y muy sereno le dirige la palabra a su superior.

    En términos generales, toda la economía está bajo las expectativas, Ángelo Gardén se limita a decir.

    Que son cuales, Ernesto de inmediato lo interrumpe solicitando que se aclare un punto que apenas ha tenido tiempo para plantear.

    Los inversionistas siempre están a la expectativa de que el producto nacional bruto sume por al menos un cuatro por ciento anual pero llevamos cerca de cinco que ni tan siquiera suman al dos.

    Pero Apple está teniendo ganancias records todos estos años. ¿Cómo es que nosotros no podemos ni tan siquiera alcanzar nuestras propias metas, las cuales están por debajo de esa compañía.

    No en realidad, se atreve a contradecirlo el socio. Por los últimos cinco años hemos establecido metas de un diez por ciento pero en esta economía esa no es una meta real.

    ¿Es el dos por ciento una meta real?

    Desafortunadamente sí, Ángelo responde mirándolo sin parpadear pero sin mostrar un gesto de desafío.

    ¿Cómo que desafortunadamente sí?

    Es la ganancia que estamos obteniendo, el socio comienza a aclarar el punto. Y eso es a pesar que hemos estado realizando el mejor de nuestros esfuerzos.

    ¿Esto es todo lo que hemos conseguido con nuestro mejor esfuerzo? Ernesto se muestra incrédulo. ¿Esto es lo mejor que podemos hacer?

    Tal vez no sea lo mejor pero todo parece indicar que nadie tiene una mejor idea. Por lo menos a mí no se me ha expresado.

    Entonces el Oficial Ejecutivo Principal dirige su mirada a vuelta redonda y se detiene al llegar hasta una atractiva administradora.

    ¿Qué me dices, Carolina? ¿Es este nuestro mejor esfuerzo?

    Por supuesto que no, responde ella sin titubear. Si esto es lo mejor que podemos hacer, la quiebra no puede estar muy lejos.

    Estamos teniendo ganancias, le recuerda Ángelo.

    ¿Tú llamas dos por ciento ganancias? vuelve a intervenir Raston.

    Todo número positivo representa ganancia, insiste el socio. Solo aquellos que tienen una rayita al frente son los que deben preocuparnos. Hay que también considerar que ese dos por ciento representa casi mil millones de dólares.

    Esa es una cifra inaceptable, Carolina objeta. Para eso es mejor poner nuestro capital en una cuenta de ahorro. En ellas se hace ganancias sin tan siquiera realizar esfuerzo alguno.

    El interés bancario es menor del uno por ciento y si el banco se va a la quiebra lo único que podremos salvar serán doscientos cincuenta mil dólares. Eso es todo lo que asegura de la Corporación Federal de Depósitos y Seguros.

    A menos que la pongamos en más de un banco, Carolina no se da por vencida.

    Nuestro capital suma a más de veinte mil millones de dólares. No hay suficientes bancos para asegurar esa cantidad de dinero.

    Está bien, está bien, ahora parece reprenderlos Ernesto. No nos pongamos con pequeñeces. Tenemos que encontrarle una solución a este problema. Nuestros accionistas no pueden estar muy contentos con lo que están viendo, no queremos que se vayan a rebelar y elijan una nueva directiva.

    No sé cómo demonios van a hacer eso, Ángelo se muestra incrédulo. Nosotros tenemos más del quince por ciento de las acciones y más del noventa por ciento de los accionistas no participan en nuestras decisiones. Lo único que piensan es el rendimiento de las acciones. Si no están contentos, las venden.

    Sí, parece aceptar Carolina. Pero si el uno por ciento de los accionistas le compran a los que las venden, de repente se pueden convertir en accionistas mayoritarios y meternos una patada por el culo.

    Está bien, está bien, vuelve a intervenir Ernesto todavía muy malhumorado. Lo que necesitamos son soluciones. Es hora de que no pongamos a trabajar por el bien de la compañía. Para eso es que nos pagan. Tenemos que aumentar esas ganancias. Con lo que estamos recibiendo no podremos mantener nuestro estilo de vida por mucho tiempo. Tenemos una responsabilidad con nuestros accionistas. Tenemos hasta una responsabilidad con nuestros empleados. Si no aumentamos las ganancias vamos a tener que despedir unos cuantos miles.

    Ángelo baja la cabeza y se cubre el rostro con las dos manos como si de repente algo lo hubiese hecho sentirse mal. El Oficial Ejecutivo Principal se percata de su reacción y parece consternarse.

    ¿Te sientes bien? entonces le pregunta.

    Si, si, responde el aludido con cierto desgano.

    No pareces bien, insiste Ernesto.

    Es que una de esas responsabilidades va acompañada con la capacidad de despido. Es una forma muy extraña de asumirla.

    Raston se le queda mirando como si no entendiera y mira a la ejecutiva como si esperara explicaciones.

    Lo que quiere decir, comenta ella con cierto tono de desprecio. Es que él no acepta la posibilidad de despidos como una responsabilidad hacia nuestros empleados.

    Ernesto entonces se queda callado y parece sumirse en sus pensamientos. Los demás guardan silencio y parece esperar por él. Tras un largo rato, da la impresión de que ha resuelto el dilema cuando explica:

    Es un deber que debemos asumir no importa las consecuencias, comenta con cierta resignación.

    En mis cuentas de banco hay más de cien millones de dólares, como si de la nada comenta Ángelo. Tengo otros cien millones en acciones, mi casa me costó cinco millones y está salda. No le debo un centavo a alguien. Creo que estoy en posición de estar agradecido por lo que tengo y, que no debería preocuparme porque mi aumento en las ganancias haya mermado. Son ganancias después de todo.

    No sé a quien te refieres cuando dices que debes estar agradecido, vuelve a intervenir Carolina. Yo estoy agradecida. Me doy gracias porque todo lo que tengo, aún cuando no se asemeja a lo que tú tienes, se debe a mis esfuerzos. Para eso estudié, para eso es que me he estado fajando por los últimos quince años. Si alguien más quiere que se lo agradezca, todo lo que tiene que hacer es levantar la mano.

    Mira a su alrededor y no solo no ve ni una mano levantada, todos parecen mirarla como si no hubiesen entendido lo que acaba de haber dicho.

    Al día siguiente, ya de regreso a su hogar tras de haber estado trabajando la tierra todo el día, al llegar al tope de la loma, solo encuentra a Helena.

    ¿Y Luis? Mateo de inmediato le pregunta.

    Estaba jugando en el río, la esposa comienza a explicarle. Resbaló y se lastimó la rodilla. Apenas puede caminar.

    ¿Por lo demás está bien?"

    Como siempre, riendo por cualquier tontería y preguntado por ti.

    ¿Qué pregunta?

    "Dónde naciste, dónde estudiaste, quiénes eran tus padres, a dónde se han ido.’

    No se cansa de preguntar por ellos.

    No, claro que no. Es el único chico en la escuela que no tiene cuando al menos uno de sus abuelos.

    Mateo guarda silencio, medita por un instante y siente cierta lástima por él. Nunca conoció a sus abuelos pues murieron jóvenes, cuando apenas acababan de cumplir los cincuenta años de edad por causa de alguna extraña enfermedad desconocida. Aunque la abuela materna llegó a tener a su nieto entre sus brazos por un par de años. Se sentía muy dichosa de haber tenido esa oportunidad y no parecía preocuparse por la muerte que la acechaba. Se concentró por completo en el recién nacido y solo le interesaba su bienestar. Casi todos los días rogaba por la salud del niño y era frecuente que lágrimas aparecieran en sus ojos al reconocer que no podría estar con él por mucho tiempo más.

    Con su mente envuelta en esos recuerdos llegaron a la alto de la loma para que ni Mateo, ni Helena se olvidaron de elevar una plegaria para dar las gracias por todos los bienes recibidos. No tardaron en estar de regreso en la cabaña donde padre e hijo compartieron por largo rato desde la cena hasta la hora de ir a dormir. Una vez más le hizo un cuento y a pesar de que carecía de enseñanza alguna, Luis parecía siempre encontrar algún punto para discutir. Tuvo que decirle que se sentía cansado y necesitaba dormir para que el niño lo dejara ir. En la cama con su esposa, ella reposaba sobre su pecho al igual que todas las noches, solo que en esta ocasión le presentó ciertas preocupaciones.

    Estamos cortos en la alacena, comenzó ella por decir.

    ¿Qué hace falta? de inmediato preguntó él.

    Casi no tenemos huevos, se acabó la leche y el café. Tenemos carne para solo una cena más y no estaría demás conseguir peras y manzanas.

    Mañana iré a la tienda de Carlos, no tienes por qué preocuparte.

    ¿Con qué le vas a pagar?

    Aún nos queda un poco de heno.

    No temes que algún día no tengamos con qué pagar?

    De nada serviría preocuparse. Solo tenemos que concentrarnos en nuestro trabajo. Todo parece indicar que este será un buen año. La cosecha luce prometedora.

    Ella se le queda mirando con ternura y no tarda en ofrecerle un corto beso a los labios. Él no se muestra complacido con ese tímido gesto y la hala hacia él, la besa con mayor pasión y al igual que casi todas las noches termina por hacerle el amor.

    Reunidos en una barra poco después de la salida del trabajo, los dos socios mayoritarios, sentados uno al lado del otro en taburetes frente al mostrador, comentan sobre lo ocurrido durante el día.

    Me preocupa tu actitud, le dice Ernesto a Ángelo mientras desde una esquina observan a todos los que se han dado cita esa noche para celebrar el aniversario de la compañía.

    ¿Qué en específico es lo que te preocupa? su socio le pregunta.

    No eres lo suficientemente ambicioso, el Oficial Ejecutivo Principal le comenta.

    Mi capital suma a más de doscientos millones de dólares. ¿Qué tan ambicioso quieres que sea?

    La compañía está pasando por uno de sus peores momentos y tú no das señales de estar preocupado.

    ¡Se informaron ganancias que ascienden a casi mil millones de dólares! le recuerda Ángelo. ¿Por qué habría de preocuparme?

    Esas ganancias están ocho por ciento por debajo del año pasado.

    Tomando en cuenta el estado de la economía, esas ganancias son excelentes.

    Excelentes serían si hubiesen aumentado, no reducido. Y ese es exactamente tu problema, no piensas en grande. Tenemos que esforzarnos por llegar más lejos, tenemos que subir las metas. No nos podemos quedar disfrutando de nuestros éxitos.

    ¿Qué debemos disfrutar entonces?

    Debemos disfrutar de la vida, del momento, pero tenemos que elevar nuestras metas y las de la compañía. Debemos pretender ser los más grande, los más poderosos. Ese es el fin que persiguen nuestros competidores por lo que si nos quedamos varados con lo que tenemos, tarde o temprano nos van a sacar del mercado.

    ¿Qué sugieres?

    Vamos a diversificarnos. Busquemos otras áreas en la que podamos poner nuestro talento a producir nuevos ingresos.

    ¿Qué otras áreas tienes en mente?

    ¿Qué te parece bienes raíces?

    Ese es el área más afectada por la recesión. ¿No te has enterado que todos los días el valor de las propiedades descienden?

    Pero eso no siempre será así. Dentro de poco volverán a subir y si estamos preparados, si invertimos ahora, muy fácilmente podremos presidir la recuperación de la economía.

    Las cosas no funcionan así de fácil, objeta Ángelo. Tenemos que tener la certeza de que los bienes raíces han tocado o están por tocar fondo. Lo que puede ocurrir es que invirtamos en bienes que sigan perdiendo valor.

    Créeme, el valor de las propiedades ya tocó fondo. Es imposible que sigan bajando de la forma que lo han hecho.

    ¿Cómo lo sabes?

    Tengo un presentimiento. Algo me dice que ha llegado el momento de poner nuestro dinero en esa sección de la economía.

    Estás hablando como los síquicos.

    No los minimices, frecuentemente tienen razón.

    Frecuentemente lo que hacen es adivinar.

    En realidad lo que hacen es seguir sus instintos. Entran en una especie de meditación profunda y se dejan llevar por lo que a la mente les llega, Raston se muestra muy intenso al hacer esas revelaciones.

    ¿No frotan una bola mágica o leen las cartas? Ángelo pregunta sin demostrar emoción alguna aún cuando pareciera que está siendo sarcástico.

    ¿Quieres una demostración?

    ¿Una demostración de qué?

    Del poder de la mente, de lo que tu cerebro puede hacer si te empeñas al máximo.

    ¿En qué estás pensando?

    ¿Ves aquellas dos muchachas que está allí paradas? Ernesto le dice mientras señala hacia otra sección del salón.

    Las veo. ¿Qué me quieres decir con eso?

    Algo me dice que están buscando un buen macho.

    Por supuesto que están buscando un buen macho.¿Qué van a hacer con uno malo?

    No, lo que quiero decir es que quieren meter mano.

    Por supuesto que quieren meter mano. Es evidente.

    ¿Cómo que es evidente? Ernesto pregunta con cierta curiosidad.

    Tienen las tetas por fuera, se pusieron la falda de la hermanita de cinco años y el maquillaje que llevan es de Picasso.

    ¿Eso es le que te hace pensar que están buscando un buen macho?

    ¿Qué es le que te lo hace pensar a ti?

    Ernesto hace una breve pausa pero sin dejar de mirar a su socio para que después, en son de reto le haga una nueva pregunta.

    Si estás tan seguro, ¿qué haces aquí parado?

    Estoy hablando contigo, Ángelo le responde mostrando cierta curiosidad.

    ¿No quieres meterle mano a una de esas damiselas¿

    Por supuesto que no, el socio se muestra consternado. Norma está conmigo.

    Y eso qué tiene que ver.

    Es mi esposa. Si me le acerco a una de esas damiselas, me pide el divorcio y se me queda con la mitad de los bienes, más de cien millones de dólares.

    Pues nunca debiste haberte casado. Mírame a mí, una de esas muchachas va a dormir conmigo esta noche. Quién sabe si las dos.

    En esta ocasión Ángelo calla, parece analizar lo que su socio le ha dicho y concluye que lo que está escuchando no tiene sentido. Su amigo todavía lo sigue mirando como si esperara que acepte el reto. Mas éste permanece callado y parece buscar una salida.

    Voy donde Norma, de repente entonces anuncia. Tal vez necesita compañía.

    No está sola, mi amigo, el socio reacciona altanero. No con esa belleza que tiene. Pero haces bien en ir tras ella. Quién sabe en lo que esté pensando.

    A la mañana siguiente y a las cinco Mateo está despierto. Helena le había preparado el café cuando él miró por la ventana y vio negras nubes que se avecinaban. Habiendo vivido en el área toda su vida, reconoció que una tormenta se aproxima. La esposa se le acerca y se percata de su preocupación.

    ¿Qué ocurre? le pregunta.

    Va a llover, responde él señalando hacia afuera.

    Ella mira y descubre lo que le ha señalado.

    Parece una tormenta, ella reacciona intensificando la seriedad del asunto.

    En eso entra Luis, quien aún con ojos soñolientos no puede evitar expresar su alegría por vivir.

    Ya estoy listo, papá, anuncia muy entusiasmado.

    ¿Listo para qué? el padre le pregunta.

    Para ir de compras contigo, responde en total alerta.

    Mateo mira a su esposa y parece preguntarle por el interés de niño. Helena capta la implicación y procede a explicarle.

    Le dije que irías hoy de compras.

    El padre mirar al hijo solo para notar su radiante sonrisa.

    Va a llover, entonces le dice.

    No importa, Luis responde como si tal cosa. Yo todos los días me baño en el río y no me hace daño.

    Pero esta vez es diferente, el padre expande su objeción. La lluvia ha de venir acompañada con un viento frío y estarás a la intemperie por horas. No podrás guarecerte ni del frío ni de la lluvia.

    ¡Ay, papi! Yo quiero acompañarte. Me aburre estar aquí a solas por tanto tiempo.

    Hay mucho por caminar y tienes una rodilla lastimada.

    ¡Ay, papi! ¡Por favor!

    Mateo mira a la esposa y parece preguntarle con el gesto.

    Las clases no empiezan hasta dentro de dos semanas, ella no tiene que esforzarse para comprender la pregunta implicada. Lleva dos meses aburriéndose aquí con nosotros.

    Tal vez le haga falta un perro.

    O un hermano, señala ella.

    Eso toma tiempo, añade él para entonces observar a su hijo con detenimiento y notar la súplica en su rostro.

    Estaremos caminando por horas, vuelve a señalarle.

    No importa, de inmediato reacciona Luis. Yo puedo.

    ¿Cómo está tu rodilla?

    Muy bien. Casi no me duele.

    Pero de seguro te dolerá después de un rato.

    No creo, yo soy bien fuerte, puedo resistirlo.

    ¿Vas a dejar a tu madre sola por los próximos dos días?

    Luis entonces mira a la madre y no puede evitar que un gesto de lástima se asome a su rostro.

    Yo voy a estar bien, señala Helena en su defensa.

    Mateo baja la cabeza, parece meditar por un rato pero nada viene a su mente. Solo un presentimiento pero sabe de que tiene que arriesgarse pues la alacena está virtualmente vacía. Sin poder hilvanar objeciones, no encuentra como negársele a su hijo y con cierto reparo se ve obligado a decir.

    Está bien.

    Luis comienza a saltar y a gritar de la alegría y el padre opta por terminar de tomar el café que su esposa le había preparado.

    Esa mañana también, Ernesto permanece pensativo al lado de la muchacha con quien ha tenido relaciones sexuales durante las últimas dos o tres horas. No hubo fantasía sexual que no practicaran. La joven era virtualmente insaciable y gracias a la pastilla azul que ingirió antes de iniciar el acto, pudo competir con ella todo el tiempo. La había conocido la noche anterior y por un momento creyó haber encontrado a la mujer perfecta. Era mucho más joven que él, inconcebiblemente hermosa, de cuerpo voluptuoso. Hablaron por horas de cosas que parecían ser de interés para ambos: automóviles lujosos, computadoras poderosas incluyendo las tabletas con las cuales se pueden conseguir un número casi infinito de aplicaciones que parecen tener la capacidad para resolver cualquier tipo de problema que se pueda presentar.

    Eran afines hasta en los programas de televisión, les gustaban las mismas películas, especialmente esas de acción donde los superhéroes hacen malabares increíbles. Hasta tenía conocimientos sobre el golf y el boxeo. Quedó maravillado por sus encantos y sus conocimientos. Aunque eran un tanto torpe en su dicción ya que frecuentemente utilizaba incorrectamente algunas palabras. Pero si se consideraba que había abandonado la escuela antes de graduarse de llegar al nivel superior, no se podía esperar mucho.

    Pero en sus pensamientos se preguntaba por qué se sentía tan vacío. Tal parecía que la presencia de su compañera no contaba. Solo que en esos momentos ella parecía estar también sumida en sus propias preocupaciones. Estaba frente a un espejo estudiando su aspecto físico. Parecía esforzarse para resaltar su belleza por lo que cualquier otro asunto era ignorado.

    Ernesto estuvo largo rato buscando explicación a su dilema. Pensaba que no debería sentirse así, que su capital excede mil millones de dólares y que compra todo lo que se le antoja. Le sobra el dinero, su ropero está lleno de vestimentas que le costaron miles de dólares, prendas que nunca ha utilizado pues ha comprado más de las que puede lucir. Sus perfumes enamoran a las mujeres que tiene a su alcance, incluyendo a las esposas de sus mejores amigos. Tiene en la guardería diez automóviles que de vez en cuando maneja ya que su avión es su mejor modo de transportación. Y si quiere relajarse en vez de tratar de llegar a toda prisa, tiene un yate de cien pies de eslora. En él guarda su mejor viñedo así como aguardiente, ron, vodka y otros licores que le ayudan a amortiguar los frecuentes dolores de cabezas que le representan algunos de sus negocios.

    Pero aún así siente que algo más le hace falta. No está conforme con lo que ha alcanzado. Aspira a tener un efecto mayor en el mundo que lo rodea. Le dice a sus amigos que la avaricia es una de sus mayores virtudes, que con ella ha conseguido lo que tiene, creado cientos de empleos, tal vez miles y por ende, hasta desconocidas tienen la oportunidad para obtener una vida ‘decente’ gracias a sus inversiones.

    Pero aún así se siente preocupado, cree que tiene que seguir diversificándose, llegar al máximo de su capacidad productiva y con frecuencia le dice a sus amistades que siente curiosidad por sí mismo.

    ¿Hasta dónde podré llegar? pregunta retóricamente.

    El cielo es el límite, le responde los que no solo le demuestran su admiración, sino que también considera que es de gran provecho personal el congraciarse con el Oficial Ejecutivo Principal de varias empresas.

    Tal vez no sea suficiente, Ernesto replicó mostrando un

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