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Las fantásticas aventuras de Domitila y el señor Atilio
Las fantásticas aventuras de Domitila y el señor Atilio
Las fantásticas aventuras de Domitila y el señor Atilio
Libro electrónico144 páginas1 hora

Las fantásticas aventuras de Domitila y el señor Atilio

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Información de este libro electrónico

Domitila es la maravillosa protagonista de esta fantástica historia. Tras recibir una serie de señales misteriosas, es llamada a emprender un increíble viaje hacia lo desconocido.
La pequeña e intrépida niña deberá demostrar toda su valentía y arrojo en su intento por descubrir los secretos que se ocultan más allá del mundo ordinario. ¿Logrará Domitila convertirse en la heroína de esta colosal y mágica aventura?
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento31 oct 2023
ISBN9788411816304
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    Las fantásticas aventuras de Domitila y el señor Atilio - Constanza Fernández López

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    © Derechos de edición reservados.

    Letrame Editorial.

    www.Letrame.com

    info@Letrame.com

    © Constanza Fernández López

    Ilustraciones de interior: Dester Riveros Cortés

    Diseño de edición: Letrame Editorial.

    Maquetación: Juan Muñoz Céspedes

    Diseño de portada: Rubén García

    Supervisión de corrección: Ana Castañeda

    ISBN: 978-84-1181-630-4

    Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida de manera alguna ni por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación, en Internet o de fotocopia, sin permiso previo del editor o del autor.

    «Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)».

    .

    A Dios, que nos envuelve cada día

    con su luz amorosa y llena de bondad.

    Nicolás, Gaspar e Ignacia, ustedes me han enseñado el verdadero sentido de la vida. Gracias por tenderme sus manitos sanadoras, elevando mi espíritu con la inmensa luz que emana de sus preciosos corazones.

    A mis padres, a mi amada familia y amigos sinceros.

    Y a Pimpón, mi mejor amigo de la infancia.

    P

    rólogo

    Los deseos del corazón

    Este cuento, mis queridos amiguitos, comienza con un pequeño pero significativo deseo. Sí, han leído bien, un deseo, un anhelo que surge dentro de nosotros al presentir que ha llegado el momento de encaminarnos hacia nuestros más grandes sueños.

    Un viejo sabio me contó que si ese sueño es genuino se volverá tan inmensamente poderoso que nada ni nadie podrá impedir que se transforme en una realidad.

    En algunas ocasiones seremos nosotros quienes compremos un boleto sin retorno hacia lo desconocido, pero puede suceder que, ante nuestra ceguera espiritual, la vida nos arroje hacia ello para impulsarnos a dar un sorprendente salto de fe.

    Todos, sin excepción, hemos venido al mundo para experimentar una grandiosa aventura en la que será primordial mantener viva la esperanza en nosotros mismos y en aquellos que fielmente acompañen nuestro andar. Cuando hayamos tomado el camino correcto y por fin emprendamos el viaje, apreciaremos la existencia desde una nueva y renovada perspectiva, descubriendo secretos y tesoros que siempre estuvieron frente a nuestros ojos, pero que antes no lográbamos distinguir con claridad.

    A medida que avancemos en el juego de la vida, surgirán trampas y obstáculos que intentarán frenarnos una y otra vez, sin embargo, debemos tener el coraje suficiente para no decaer, desviándonos de la meta.

    La buena noticia es que siempre hay una forma de sortear las dificultades y azares que se nos presenten. Podremos liberarnos de las cadenas que nos atan, manteniendo viva nuestra esencia al recordar quienes somos y para qué hemos venido al mundo. Quien sea capaz de creer, conservará un corazón tan puro que le permita embarcarse en la magia que se oculta bajo el velo de la realidad. El secreto para ver, no lo olviden, siempre será creer.

    Quizá el reto más importante en esta travesía será el de plantarnos ante nuestros miedos más profundos, transmutándolos en una renovada energía de valentía, fuerza y perseverancia.

    Recuerden que nuestro espíritu nunca marchará en solitario pues Dios siempre enviará a sus ángeles para protegernos y guiarnos en cualquier circunstancia que se nos presente. Así, los pasos que demos entre la dualidad del mundo ordinario y el mundo extraordinario requerirán de una grandiosa furia interna que nos permita sostenernos, defendiendo siempre la verdad, el bien y la justicia.

    Se precisa de gran sabiduría al utilizar nuestra bravura, tenacidad y arrojo, ya que quien permanezca en la luz será recompensado. Absolutamente todo, mis especiales camaradas, está conectado y ocurre por una razón, nada escapa a la mirada del creador; no obstante, seguimos siendo dueños de nuestras acciones y, con ello, de nuestro destino.

    Si obramos según la luz, recibiremos luz; si actuamos según la oscuridad, caeremos en ella como en un gran abismo. Escojamos entonces, la vía del conocimiento y la intuición, sólo de esa forma podremos alcanzar el final del camino, despertándonos realmente a la vida.

    Capítulo 1

    La sombra de la muerte

    Diciembre había llegado y el clima se tornaba cada vez más frío, aunque ese primer día del mes estaba siendo inusualmente cálido, lo que pareció una señal para Amanda y Rafael, quienes se sentían especialmente nostálgicos aquella mañana. Y no era para menos, ya que se cumplía exactamente un año desde el trágico y misterioso accidente que enlutó a toda la ciudad. Además, nada se sabía del señor Antón, lo que empeoraba aún más las cosas.

    El ambiente se había vuelto tenso, daba la impresión de que la penumbra invadía a los ahora aletargados y sosos corazones de los lugareños, que vagaban de un lado a otro sin muchas esperanzas.

    —Querida —dijo Rafael compungido, mientras servía dos tazones de un aromático café que él mismo había preparado—, ¿ya pudiste comunicarte con tu madre? ¿Hay alguna novedad respecto de Antón? Es tan difícil aceptar todo lo que ha sucedido.

    —Nada aún —respondió Amanda con la voz temblorosa y a punto de llorar—. Estoy preocupada por mamá, imagino su enorme tristeza y desconsuelo; no hay rastros de mi padre, tal vez es hora de rendirnos. Además, esta será la segunda Navidad que pasaremos sin él.

    —Tranquila, cariño, verás que todo se resuelve, estoy seguro de que tu padre regresará. Para serte sincero, no he podido dormir en toda la noche pensando en esos pobres chicos. Seguramente, Domitila querrá verlos. Podríamos llevarlos a dar un paseo para intentar distraerlos un poco, después de todo son sólo unos niños.

    —Tienes razón, pobrecillos, cómo han sufrido ¡De seguro les confortará la idea de estar juntos en un día tan difícil! —exclamó Amanda, llena de melancolía.

    Era una situación muy dura, no podían siquiera imaginar lo que significaba para Agustín y Andrés, los mejores amigos de su hija, confrontar la terrible pérdida de sus amados padres.

    Nadie lograba comprender como fue que un día que debía ser memorable terminó por convertirse en una horrible y fatal pesadilla.

    Y es que, un año atrás, en ese primer miércoles de diciembre, el ajetreo había iniciado en Roca Esperanza desde muy temprano con el incesante bullicio de decenas de niños y sus padres, que marchaban de un lugar a otro, guardando y acomodando sus equipajes como laboriosas y estresadas hormiguitas.

    Por supuesto que Domitila y sus amigos se sentían eufóricos con la idea de al fin disfrutar de unas fabulosas y muy merecidas vacaciones. Tanta era la emoción que ni siquiera le dieron importancia al desgarrador frío o a las predicciones sobre el mal tiempo que el canal 8 anunció insistentemente durante toda la semana. Todo lo contrario, la ansiedad y la algarabía por la esperada aventura no se hacían esperar entre la tripulación.

    Una vez acomodados y dispuestos, iniciaron la marcha. El cielo estaba brumoso y el pavimento resbaladizo debido a la torrencial e incesante lluvia que cayó por la noche. Apenas salían de Roca Esperanza cuando ocurrió el infortunio, torciendo los planes de tantas personas que en tan solo un instante fueron azotadas por la sombra de la muerte.

    La versión oficial apuntaba a que Doris, la conductora del transporte escolar, sufrió un repentino ataque al corazón cuando atravesaban una enorme curva, mas la perturbada mujer no dejaba de repetir que eso no era cierto, pues había sido atacada por un tenebroso y desconocido ser que la maniató, paralizando todo su cuerpo e impidiendo que pudiera hablar o moverse para gritar por auxilio.

    Según sus propias palabras, en medio del horror y la desesperación que la invadió, intentó frenar la máquina, pero infortunadamente no lo logró. El vehículo entonces comenzó a tambalearse y a zigzaguear de un lado a otro entre los gritos desgarradores de los pasajeros. Finalmente, el autobús terminó por volcarse estrepitosamente en medio de la carretera, a unos cinco kilómetros de la ciudad.

    Antón y Ana, los abuelos maternos de Domitila, fueron los primeros en aparecer en el lugar. Al bajar de su coche, se dieron cuenta de que, milagrosa e inexplicablemente, los niños se encontraban sentados a la orilla del camino, abrazados unos a otros y cubiertos por gruesas mantas que nadie supo de dónde salieron. El anciano se acercó para asegurarse de que estuvieran bien, pero tuvo la extraña sensación de que no podían verle ni oírle, seguían en un profundo estado de shock.

    Producto de la espantosa tragedia, los hermanos Agustín y Andrés Terón-Ventura quedaron huérfanos y desolados.

    En tanto, Domitila tuvo que ser una obligada testigo de la dolorosa escena en la que sus amigos entrañables lloraron amargamente por la muerte de sus padres. Esa oscura mañana de invierno los dejó indefensos y desdichados, bajo un álgido cielo que no sólo caló sus huesos, sino también sus almas.

    Tras la traumática experiencia, surgieron algunas hipótesis al respecto. Unos echaron a correr rumores sobre la existencia de un ser infernal que merodeaba acechante los alrededores, otros insinuaban que Doris había enloquecido o estaba mintiendo. De cualquier modo, los residentes ya no se sentían seguros, el miedo y la desesperación se apoderaron por completo de la ciudad. Los recuerdos de lo sucedido aquel día invernal permanecían grabados a fuego en la mente de sus protagonistas.

    Amanda se dirigió a la habitación de su hija, intentando calmar sus propias emociones, lo que menos deseaba era preocuparla; a pesar de ello, la imagen de su padre continuaba revoloteando en su interior, dejándole un sabor amargo en la boca.

    Tocó a la puerta suavemente.

    —¡Domitila! —Toc, toc—. ¡Domitila! ¡Son las ocho en punto, es hora de levantarse! —exclamó presurosa.

    No hubo respuestas, así que entró al cuarto tratando de no hacer mucho barullo. Corrió sutilmente las cortinas, dejando entrar la brillante y cegadora luz del sol. Al percibir la claridad, la perezosa niña se giró bruscamente hacia la pared con un gesto de incomodidad en el rostro y cubriéndose con ambos brazos mientras rezongaba.

    —¡Auch,

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