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Mateo: El Puente Hacia una Relación más Profunda con Dios
Mateo: El Puente Hacia una Relación más Profunda con Dios
Mateo: El Puente Hacia una Relación más Profunda con Dios
Libro electrónico203 páginas2 horas

Mateo: El Puente Hacia una Relación más Profunda con Dios

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"**Mateo: El Puente hacia una Relación más Profunda con Dios**" es una obra inspiradora que te guiará en un viaje espiritual a través del Evangelio de Mateo. Este libro te invita a explorar las enseñanzas y los relatos que revelan la vida y el ministerio de Jesús de una manera que fortalecerá tu relación con Dios.

La obra te sumerge en el relato de Mateo, que es una puerta de entrada hacia una comprensión más profunda de la fe cristiana. Con claridad y profundidad, el autor James Smith analiza las palabras y los actos de Jesús, resaltando cómo sus enseñanzas transformadoras siguen siendo relevantes hoy en día. A medida que avanzas a través de los capítulos de Mateo, descubrirás cómo aplicar estas lecciones a tu propia vida.

Este libro no solo ofrece una exploración bíblica, sino que también proporciona aplicaciones prácticas y reflexiones personales que te ayudarán a cultivar una relación más cercana con Dios. A medida que sigas el camino trazado por Mateo, te sentirás inspirado y empoderado para vivir tu fe de una manera más significativa, transformadora y enriquecedora. "Mateo: El Puente hacia una Relación más Profunda con Dios" es un recurso esencial para todos los buscadores espirituales y creyentes que desean profundizar su conexión con lo divino.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento19 oct 2023
ISBN9798223970804
Mateo: El Puente Hacia una Relación más Profunda con Dios

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    Mateo - James Smith

    Mateo: El Puente Hacia Una Relación Más Profunda Con Dios

    Por James Smith

    Contents

    Table of Contents

    CAPÍTULO 14:1-12

    EL HERALDO DEL REY ASESINADO

    10. Y envió, y decapitó a Juan en la cárcel.

    CAPÍTULO 14: 13-22

    NUESTRO REY OFRECE UN GRAN BANQUETE

    18. Dijo: Traédmelos.

    CAPÍTULO 14:23-36

    EL REY QUE GOBIERNA VIENTOS Y OLAS

    32. Cuando entraron en la barca, cesó el viento.

    CAPÍTULO 15:1-20

    NUESTRO REY CONTRA LOS FORMALISTAS

    CAPÍTULO 15:21-28

    NUESTRO REY Y LA MUJER DE CANAÁN

    CAPÍTULO 15:29-39

    EL REY DA OTRO BANQUETE

    CAPÍTULO 16:1-4

    EL REY Y SU SIGNO ELEGIDO

    CAPÍTULO 16:5-12

    EL REY INCOMPRENDIDO POR LOS SUYOS

    CAPÍTULO 16:13-28

    EL REY A SOLAS CON SUS AMIGOS

    CAPÍTULO 17:1-13

    NUESTRO REY TRANSFIGURADO EN GLORIA

    Elías no ha aparecido;

    Por lo tanto Jesús no es el Mesías.

    CAPÍTULO 17:14-21

    EL REY VUELVE AL CAMPO DE BATALLA

    CAPÍTULO 17:22, 23

    DE NUEVO EL REY HABLA DE SU MUERTE

    CAPÍTULO 17:24-27

    NUESTRO REY Y EL DINERO DEL TRIBUTO

    "Él llevó en el madero la sentencia por mí,

    CAPÍTULO 18:1-5

    EL REY ORDENA EL RANGO EN SU REINO

    CAPÍTULO 18:6-14

    CAPÍTULO 18:15-35

    LA LEY DEL REY SOBRE LAS OFENSAS

    CAPÍTULO 19:1-12

    EL REY Y LAS LEYES MATRIMONIALES

    CAPÍTULO 19:13-15

    EL GRAN REY ENTRE LOS NIÑOS

    15. Les impuso las manos y se marchó de allí.

    CAPÍTULO 19:16-30

    EL REY ESTABLECE EL ORDEN DE PRECEDENCIA

    CAPÍTULO 20:1-16

    PARÁBOLA DEL REINO

    CAPÍTULO 20:17-28

    EL REY CAMINO DE LA CRUZ

    CAPÍTULO 20:29-34

    EL REY ABRE LOS OJOS A LOS CIEGOS

    33. Le dicen: Señor, que se nos abran los ojos.

    CAPÍTULO 21:1-11

    EL REY ENTRA TRIUNFANTE EN SU CAPITAL

    CAPÍTULO 21:12-14

    EL REY LIMPIA EL TEMPLO

    CAPÍTULO 21:15-16

    EL REY RECONOCE LAS ACLAMACIONES DE LOS NIÑOS

    CAPÍTULO 21:17-22

    CAPÍTULO 14:1-12

    EL HERALDO DEL REY ASESINADO

    EN aquel tiempo oyó Herodes el tetrarca la fama de Jesús, y dijo a sus siervos: Este es Juan el Bautista; ha resucitado de los muertos, y por eso se manifiestan en él grandes obras.

    Conmovido todo el país, en aquel tiempo oyó Herodes el tetrarca la fama de Jesús. Entonces, pero no hasta entonces, la fama de Jesús llegó a este desdichado principado, que estaba demasiado absorto en sí mismo y en la lujuria para oír hablar mucho de asuntos espirituales. El campesino oyó hablar de Jesús antes que el príncipe. La Palabra de Dios puede entrar en palacio, pero se abre camino lentamente. Herodes habló a sus siervos de esta persona famosa, pues estaba tan alarmado que no podía disimular sus temores. Una conciencia culpable es atormentada por una fechoría. Juan estaba escrito en la memoria del tirano; y ahora que le sobresalta el rumor de que se han hecho maravillas, exclama: Este es Juan el Bautista; ha resucitado de entre los muertos. Herodes era saduceo de profesión, pero su terror hizo que su credo escéptico se desmoronara. Al menos Juan cree que existe la resurrección. Una gran superstición a menudo subyace bajo una superficie de incredulidad declarada. Herodes Antipas tenía una cuarta parte del reino de su padre, y menos de una cuarta parte de su capacidad; pero en crueldad egoísta era un verdadero cachorro del viejo lobo. Tenía suficiente conciencia para asustarlo, aunque no la suficiente para cambiarlo. Nótese cómo creía en el poder de un hombre resucitado: Por tanto, obras poderosas se manifiestan en él. Si por meras habladurías Herodes atribuyó tal poder a nuestro Señor en la tierra, ¿no creeremos en el todopoderoso poder de nuestro Señor resucitado en su trono de gloria?

    3, 4. Porque Herodes había prendido a Juan, y le había atado y encarcelado por causa de Herodías, mujer de su hermano Felipe. Porque Juan le dijo: No te es lícito tenerla.

    Por supuesto que no le era lícito tomar para sí a la mujer de su hermano Felipe mientras éste vivía, y mientras vivía también su propia mujer. Mientras era huésped de Felipe en Roma, cayó en la trampa de Herodías; y la pareja culpable, que además de estar ya casados, eran por nacimiento parientes demasiado cercanos para un matrimonio legítimo, regresaron a Galilea como si fueran marido y mujer. Valientemente dijo el Bautista sin rodeos: No te es lícito tenerla; pero la sentencia le costó cara. Herodes Antipas podía soportar el hecho, pero no podía soportar que le dijeran que había cometido un acto ilegal. Juan no se anduvo con rodeos ni dejó la cuestión en paz. ¿Qué era para él un rey que se atrevía a pisotear la ley de Dios? Habló sin rodeos, y Herodes supo que lo había hecho. Herodes echó mano de Juan, porque la palabra de Juan había echado mano de Herodes.

    El poder del amor maligno sale a relucir en las palabras: por amor de Herodías. Esta mujer feroz no toleraba que se reprendiera su libertinaje. Era muy Jezabel en su orgullo y crueldad; y Herodes era como una marioneta en sus manos.

    5. Y cuando quiso darle muerte, temió a la multitud, porque le tenían por profeta.

    Ni él ni su amante podían soportar un trato tan llano, y así hubiera acallado para siempre la lengua reprensiva si no le hubiera refrenado un benéfico temor del populacho. Herodes era ya un asesino en potencia; pero el miedo detuvo su mano cruel. El pueblo tenía en gran estima a Juan como siervo de Dios, y el tirano no se atrevía a incurrir en la ira de la multitud. Qué esclavos del miedo pueden llegar a ser los malos príncipes. Es bueno que lo sean, porque así se pone un freno temporal a su tiranía. Desgraciadamente, no suele ser un freno por mucho tiempo, pues pronto vuelven a desatarse, y por un favorito se arriesgan a la ira de la nación.

    6. Pero cuando se celebró el cumpleaños de Herodes, la hija de Herodías bailó delante de ellos, y agradó a Herodes.

    No hay nada de malo en celebrar los cumpleaños, pero hay mucho de malo en los bailes lascivos, o en cualquier otro deporte que sugiera maldad. Salomé era una verdadera hija de Herodías. Olvidó su rango y bailó ante la corte según la moda lasciva de la época, para complacer a un monarca probablemente borracho. Ella complacía a Herodes, el amante de su madre; y podemos adivinar fácilmente el tipo de baile que le complacía.

    En nuestros días, las madres a menudo animan a sus hijas a vestirse de forma poco decente y las introducen en bailes que no son recomendables por su pureza. Nada bueno puede salir de esto; puede agradar a los Herodes, pero desagrada a Dios. En este caso el baile condujo a un crimen cruel; y es de temer que en muchos casos las inmoralidades groseras hayan surgido en bailes que sugerían impureza.

    7. En este caso, el baile condujo a un crimen cruel.

    Promesa insensata y juramento perverso. Los hombres del orden de Herodes son siempre libres con los juramentos. Los hombres deben saber a lo que se atienen cuando prometen, y nunca poner su firma en un espacio en blanco que otro pueda llenar; porque así pueden firmarlo todo. Además, una mera pose de inmodestia nunca podría merecer una recompensa tan grande. Herodes era seguramente tan tonto como bribón. ¿Le habían quitado el corazón el vino y la lujuria?

    8. Y ella, instruida por su madre, dijo: Dame aquí la cabeza de Juan Bautista en un carro.

    Todo estaba planeado entre esta desvergonzada madre y su hija, que conocían los puntos débiles de Herodes y cómo manejarlo. La madre puso a bailar a su hija, y luego puso en su boca la petición: ella era de la naturaleza de su madre, y cumplió prontamente las instrucciones de aquella malvada mujer. Sin duda Herodías estaba más indignada que Herodes por lo que el Bautista se había atrevido a decir; pues suele suceder que la ofendida se enfurece más por una reprensión de tal pecado. Es triste que de la noble sangre macabea haya surgido semejante monstruo femenino. Debe de tener la cabeza de Juan Bautista en un plato. La mención de los detalles muestra el carácter despiadado de la demanda. Como si se tratara de un plato exquisito para sus dientes, la cabeza del profeta debe ser servida en un cargador.

    9. Y el rey se entristeció; pero por amor del juramento, y de los que estaban sentados con él a la mesa, mandó que se le diese.

    ¡Bonita pena! Se dice que un cocodrilo derrama lágrimas por aquellos a los que parte en dos. El rey temía las consecuencias. ¡Pobre rey! Es posible que sintiera un agónico remordimiento de conciencia, pues Herodes sentía cierta veneración por Juan; sin embargo, su dolor no podía ser muy profundo, pues ya había querido matarlo. El rey temía que sus cortesanos y compañeros de borrachera pensaran que era débil, y tal vez se burlaran de él por ser demasiado religioso para tocar a un profeta. El miedo a ser considerado débil demostró que era débil de verdad. Además, Herodías consideraría que no estaba tan enamorado de ella como decía, y ¿cómo podría soportar su apasionado dolor? Además, era un hombre de honor, y por el juramento no debía huir. Con el pesar que siente un lobo porque debe comerse al cordero, dio órdenes de asesinar a Juan y de entregar su cabeza a la joven. Las promesas precipitadas, e incluso los juramentos, no son excusa para obrar mal. La promesa era en sí misma nula e inválida, porque ningún hombre tiene derecho a prometer hacer el mal. Los juramentos perversos deben arrepentirse y no cumplirse; pero este cruel tirano ordenó el asesinato, y así cumplió su horrible promesa.

    10. Y envió, y decapitó a Juan en la cárcel.

    Herodes envió y decapitó a Juan. Con una palabra se puso fin a una vida preciosa. ¡Con qué ligereza piensan los tiranos en el asesinato! No se obró ningún milagro para la liberación de Juan. ¿Por qué habría de producirse? Era bueno que el Bautista fuera a su recompensa, pues su obra estaba cumplida. No se le dejó que se consumiera en la soledad: el hombre de Dios abandonó su prisión para ir al Paraíso de un súbito golpe de espada. Fue un asesinato infame, pero para el Bautista fue una liberación feliz. Ya no estaba en poder de Herodes ni de Herodías: recibió su corona en el Cielo aunque había perdido su cabeza en la tierra.

    Se dice que Herodes decapitó a Juan, porque lo que ordenó que se hiciera se le imputa a él, y en su conciencia lo sabía. Hacemos nosotros mismos lo que hacemos por otros. Los hombres pueden pecar por poder, pero serán culpables en persona.

    11. Y fue traída su cabeza en un plato, y dada a la muchacha, la cual la llevó a su madre.

    ¡Qué regalo para una joven! Se la dieron a la doncella. La muchacha no se avergüenza de levantar el delicado plato y llevárselo a su diabólica madre, para que pueda saciar su malicia viendo la cabeza de su fiel reprobador. ¡Qué madre e hija! Dos malas mujeres pueden hacer un mundo de maldad. ¡Qué destino para semejante cabeza! ¿Acaso desde el cargador acusó a la asquerosa adúltera de su crimen?

    12. Vinieron sus discípulos, recogieron el cuerpo, lo enterraron y fueron a contárselo a Jesús.

    Los seguidores del buen hombre no abandonaron a su líder asesinado: vinieron sus discípulos. Les entregaron el cadáver destrozado, lo recogieron con reverencia y lo enterraron. Seguían siendo sus discípulos, y su muerte no era la muerte de su fe. Hicieron el único acto de bondad que tenían a su alcance para con aquel a quien habían seguido. Consideraron que el tronco sin cabeza era la última reliquia de Juan, por lo que se reunieron a su alrededor y le dieron honrosa sepultura. Pero el evangelista no dice que enterraran a Juan, sino que tomaron su cuerpo y lo enterraron, no a él. Al verdadero Juan nadie podía enterrarlo, y Herodes pronto descubrió que, estando muerto, aún hablaba.

    ¿Qué les quedaba a los discípulos de Juan sino ir a ver al Amigo y Maestro de su líder, contarle todas las circunstancias y esperar nuevas órdenes? Juan les había enseñado bien, pues acudieron inmediatamente a Jesús cuando su maestro había muerto.

    Cuando nos encontremos en un gran apuro, haremos bien en hacer todo lo que podamos y, al mismo tiempo, contárselo todo al Señor Jesús, para que nos indique lo que debemos hacer. ¡Qué alivio contárselo a Jesús! Era una historia dolorosa de oír para él; pero seguro que impartiría consuelo a aquellos dolientes; y en nuestro caso también enviará consuelo.

    CAPÍTULO 14: 13-22

    NUESTRO REY OFRECE UN GRAN BANQUETE

    13. Cuando Jesús se enteró, partió de allí en barco hacia un lugar desierto y apartado; y cuando el pueblo se enteró, lo siguieron a pie fuera de las ciudades.

    Nuestro Señor no podía permitir que un acontecimiento tan triste como la muerte de su Precursor pasara sin una devoción especial; quizá también juzgó prudente estar fuera de los dominios de Herodes justo en aquel momento. Cuando un tigre prueba la sangre una vez, tiene sed de más. Además, tanto él como el pequeño grupo que lo acompañaba necesitaban descansar, y nuestro Señor no era un capataz duro que exigiera demasiado a sus siervos. Por lo tanto, tan pronto como Jesús se enteró de la muerte de Juan, se dirigió con sus seguidores a un lugar solitario más allá de la

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