Gatitos
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Sufrieron una infancia carente de todo, vivieron 11 años en vecindades, en cuartos de 4x4, hasta que crecieron, con estudios básicos, por apoyo de la madre salieron adelante, ese niño llegó a ser microempresario.
En el camino de su vida tuvo un gran amor, con la que no se pudo casar, nos cuenta la historia.
Formó familia, a la que le dedicó a sus hijos todo el esfuerzo, para que tuvieran estudios profesionales.
Esta obra es la historia de la vida de un hombre que desde niño empezó a trabajar para sacar adelante a su madre y a sus hermanitos cuando los abandonaron.
Estudió carrera técnica y la dejó para buscar un lugar en la industria farmacéutica, donde empezó como representante y terminó su trabajo laboral como gerente regional.
Se retiró e inició su distribuidora de medicamentos genéricos y similares para convertirse en microempresario y nombrado emprendedor de negocios a la edad de 45 años.
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Gatitos - Saúl Adrián Cárdenas Treviño
© Derechos de edición reservados.
Letrame Editorial.
www.Letrame.com
info@Letrame.com
© Saúl Adrián Cárdenas Treviño
Diseño de edición: Letrame Editorial.
Maquetación: Juan Muñoz Céspedes
Diseño de portada: Rubén García
Supervisión de corrección: Ana Castañeda
ISBN: 978-84-1181-311-2
Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida de manera alguna ni por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación, en Internet o de fotocopia, sin permiso previo del editor o del autor.
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A mi Madre, por haberme inculcado la fe, la responsabilidad y darme la educación escolar, por guiarme por el trabajo constante, y por fomentarnos la unión con mis hermanos.
A mi Padre, por no darme comodidaes, por dejarme solo en la vida y a aprender a forjarme solo en la adversidad, por dejarme a tener hambre de lograr mis objetivos.
PRÓLOGO
Es un verdadero honor para mí presentarles la historia de vida de un hombre excepcional.
A través de estas páginas conoceremos la historia de un hombre que decidió que su destino estaba en sus manos y que, a través del trabajo duro, la perseverancia y el sacrificio, logró alcanzar sus metas.
Este hombre no tuvo una vida fácil, nació y creció en un mundo de pobreza sin oportunidades. Sin embargo, con una fuerza de voluntad admirable, estudió y se abrió camino en la vida sin haber terminado la preparatoria. Comenzó trabajando duro en la industria mecánica y de dibujo, pero no se detuvo ahí. Cambió de giro y se abrió camino en la industria farmacéutica, donde rápidamente ascendió a gerente de distrito.
Lamentablemente, su vida tuvo un giro inesperado cuando su gran amor falleció en un trágico accidente. A pesar del dolor y la tristeza, este hombre se prometió a sí mismo salir adelante y cumplir sus metas. Y así lo hizo. A los cuarenta y cinco años, estableció su propia empresa de mayoreo y distribución de medicamentos genéricos y similares.
Este libro narra la vida de un hombre que tuvo que luchar desde temprana edad contra la pobreza, la falta de recursos y las condiciones difíciles de vida en las que se encontraba. Pero, a pesar de todo, nunca perdió la esperanza y tuvo el valor de soñar con un futuro mejor. Actualmente, a sus setenta y tres años, este hombre sigue asistiendo al gimnasio y cuidando su salud al máximo. La experiencia y sabiduría que ha adquirido a lo largo de su vida puede ser una fuente de inspiración y guía para muchos, especialmente para aquellos que se encuentran en momentos difíciles y necesitan de la orientación y consejo de alguien con una perspectiva más amplia.
Es un verdadero honor presentarles la vida de este hombre admirable y espero que su historia inspire a muchos otros a seguir sus pasos.
Leticia Rebelo
Agradecimientos
A un curso de Best Sellers, gratuito, que fue con el que inicié a tener conocimientos e ideas de cómo escribir una autobiografía.
A el taller de escritura AQD, por el curso para escribir un libro, impartido por Leticia Rebelo.
A mis hijas, Lic. Neyla Wendolyn (Wendy), a Lic Adriana del Carmen, por sus comentarios y sus palabras de aliento a seguir escribiendo.
A mi hija mas pequeña, Q.B.P. Beatriz Adriana, que me ayudó en la escritura de los primeros capítulos, haciendo correcciones y aportando ideas en la redacción.
A toda la familia Cárdenas Treviño, Hermanas, hijos, yernos, sobrinas, sobrinos y nietos, por su apoyo moral e interés en el desarrollo de mi libro Gatitos.
A mis amigos Miguel el Chory, Chuy el diablo, Javier el sucu, el Dr.Jose Eleuterio y Jose Lino, por su apoyo moral y buenos deseos.
GATITOS
AÑO 2023
Mi Familia
SAÚL ADRIÁN CÁRDENAS TREVIÑO
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C:\Users\Usuario\Pictures\saulito.jpgSaulito a los 8 año
.
Nada sucede si antes no lo soñamos
Carl Sandburg
Agosto 2022, he decidido iniciar el escrito sobre mi vida, un proyecto que empecé a formar desde hace quince años. Siempre pensé que cuando hiciera esto, sería porque el final de mi vida estaría cerca o por motivo de vejez. Sucedieron situaciones de pobreza, que fue necesario trabajar desde muy pequeño, y esto forjó mi carácter para llegar a las metas que me había propuesto.
CAPÍTULO 1
Era el año 1957, mediados de agosto en Nuevo Laredo Tamaulipas, en un hotel llamado Casa de turistas
, donde nos encontrábamos. Yo, un niño de siete años, delgado, cabellos parados, con sus ojos claros llorosos y carita compungida, mi madre, con mis tres hermanos; una bebé de cuarenta y cinco días de nacida que dormía en sus brazos y mis dos hermanitos de cuatro y dos años sentados en la cama de una lúgubre habitación de 4x4 metros. Yo miraba a mi madre que estaba abstraída en sus pensamientos, que no sintió cuando me acerqué y le pregunté: mamá, ¿por qué estamos aquí? ¿Por qué no hemos comido? ¿Por qué no esta papá? Mi madre me volteó a ver con el ceño fruncido de tristeza, quería decir algo pero solo alzó un gemido por el nudo en su garganta y sin decir nada mas empezaron a caer lágrimas de su rostro. Yo permanecí mirándola con la inocencia de un niño de no saber qué decir ni cómo actuar, pero con la certeza de que aquellas lágrimas empezarían la historia que daré a continuación.
Nací el día 3 de mayo, un día soleado y caluroso de 1950, crecí en un barrio de la Colonia Modelo, Ave. Colon 2012 entre Vicente Suárez y Juan Escutia en Monterrey, N.L., cerca del 1er cuadro de la ciudad. Estas calles colindan con la llamada Calzada Madero. Avenida que cruza Monterrey de poniente a oriente, en Cd. Guadalupe, N.L., y se convierte en una Y griega, una se convierte en carretera a Reynosa y la otra a Cd. Miguel Alemán Tamaulipas. En esta avenida calle de comerciantes estaba el mercado San Pedro donde la gente iba a comprar toda sus despensas, ya que había fruterías, carnicerías, pescadería, y en un tapanco alto los fines de semana se utilizaba para presentar música y baile, ahí tocaban los Toppers, grupo de rock, que sus integrantes eran de esos barrios de la colonia obrera y la modelo, y después alcanzaron fama y grabaron discos que a la fecha se escuchan en la radio, era una fiesta, donde toda la gente se ponía a bailar al son del rock, el twist. Estábamos, alegres, felices y contentos, enfrente del mercado sobre la avenida madero está un monumento de obelisco en honor de José Martí, libertador de Cuba, en esos años la rotonda que en el centro estaba el obelisco era de un diámetro de seis metros, la base tenía escalones, donde la gente se sentaba a tomar un refresco o helados, y la rotonda tenía cuatro secciones de jardín con zacate y flores de ornato, ahí nos poníamos a jugar luchitas y a veces a pelear de adeveras, poque ahí nos peleamos mi amigo Héctor y yo contra dos buscapleitos, que llegaron a eso, a buscar pleito, porque nosotros estábamos en una sección jugando, llegaron y nos empezaron a empujar, nos cambiamos de sección y nos seguían para molestarnos, estaban con nosotros mis padres, que se dieron cuenta, y mi padre nos grita:
—No se dejen, éntrenle a los golpes. —Y ya con permiso empezamos a pelear, y les ganamos.
Donde crecí, el barrio de la modelo, a un lado de la obrera, estaba la fundidora de fierro y acero de Monterrey, tenían un silbato producido por la liberación de la presión del horno de fundición, ese silbato era para anunciar la entrada y salida de los trabajadores y la hora de comida, el ruido de ese potente silbato se escuchaba a varios kilómetros de distancia, e igualmente nos regía ese ruido para nuestras actividades. Fundidora considerada la primera industria siderúrgica de América Latina, fundada en el año 1900, por una combinacion de problemas sindicales, de producción, devaluación económica, deuda financiera, cerró sus puertas el día 9 de mayo de 1986, actualmente convertida en un gran parque de diversiones, espectáculos, y con estructura para fiestas y convenciones y es un pulmón para Monterrey. Las otras empresas cercanas eran Papelera Monterrey y Mantequera González, que emanaban unos olores que no ofendían el olfato, pero quedaron en la memoria.
La casa donde vivíamos después que nací, que construyó mi abuelo paterno, Don Manuel Treviño Sauceda, hombre de estatura alto, de complexión delgado pero fuerte, mecánico en Ferrocarriles, tez morena con ojos claros, era conocido por ser un buen mecánico en ferrocarriles, la gente lo admiraba. La casa era un tejaban grande, con cuatro cuartos y la cocina-comedor grande, donde mamá, cuando niño yo le decía Ante, nos preparaba sus deliciosas comidas. En el centro del patio había un árbol fresno bien grande de tronco robusto y grandes ramas que daban una agradable sombra, que ya que estuve en edad para subirme hasta lo mas alto, mamá grande me gritaba:
—Bájate de ahí, hijto, te puedes caer y quebrarte las patas.
Con el tiempo conocí muy bien el árbol, que nunca me caí. En el fondo del patio había un corral para gallinas y palomas, donde mamá grande me decía:
—Hijito, ven a ayudarme a darles de comer y ponerles agua y limpiar. —Y yo con ella muy obediente, la quise mucho, porque ella me crió. Ya que mi padre fue muy desobligado y mi madre se ocupaba en su trabajo de costurera para mantenernos.
Cuando yo nací ya había muerto mi abuelo, y la casa quedó para mi mamá grande Doña Paula Hernández Rodríguez, era mujer de campo, ella había nacido en la hacienda de Mamulique al norte de nuevo león, en el municipio de Salinas Victoria, y quedaron con ella sus hijas, Yolanda, Idalia, Gloria, Socorro, Enriqueta y Abigail, y sus hijos Homero y Netzáhualcoyotl, todos nacidos en Monterrey.
Mi madre, Yolanda Treviño Hernández, nació en 1926, mujer de estatura media, 1.70, tez blanca, ojos color café, nariz afilada, facciones exquisitas, la mayor, y fue la que se casó primero.
Mi padre, Fortunato Cárdenas Pérez, nació en 1932, hombre de 1.75 de estatura, tez morena de bigote recortado, cabello negro, ojos negros, facciones toscas.
Hijo de Don Teodoro Cárdenas Trejo, sastre y músico, y Doña Enriqueta Pérez Cedillo, oriundos de Matehuala S.L.P., sus hermanas, Berta, Beatriz, María, Béda. Y Gabriela. Sus hermanos Ezequiel, Pedro y Erasmo.
Ellos vivían en la Col. Obrera, en la Calle Treviño 2005, y Vicente Suarez a cinco calles de donde vivía mi mamá.
Mis padres se conocieron en la empresa Confortables Monterrey, empresa fabricante de muebles y colchones, donde trabajaban de tapicera mi mamá y mi papá de pintor.
Se hicieron novios y se fugaron. Viajaron a Matehuala, S.L.P. y llegando el abuelo les pidió que se casaran ahí, civil e iglesia, en la Catedral, donde mi abuelo Teodoro les tocó en el órgano y cantó la misa. Fue el día 31 de diciembre de 1948, según consta en acta.
Nosotros en total fuimos cinco hermanos: Saúl (1950), Sergio (1953-1989), Sonia (1955), Silvia (1957) y Homero (1962-2021).
Desde que nací vivimos en casa de mi abuela materna, donde nos dieron lugar en un cuarto, como 1er nieto era el consentido de todos. Me llevaban de paseo, de excursión a la montaña. Mi tía Gloria Treviño era muy deportista, excursionista y pitcher de softbol.
Una anécdota graciosa que recuerdo: el equipo donde pitcheaba ella, el representativo de Nuevo León, ganó el campeonato nacional femenil en 1955, en el viejo parque cuauhtémoc, tirando juego perfecto. Y cuando estaba lo más emocionante del juego ya para terminar:
—La tía Idalia fue quien me llevo a ver el juego. —Con una carita de gesto de desesperación —le digo—. Tengo ganas de ir al baño, y la tía Idalia no se levantaba y no me hacía caso porque el juego estaba muy emocionante, las porras,