Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

El Hombre Que He Llegado a Ser: Memoria De Un Inmigrante Venezolano En Ny
El Hombre Que He Llegado a Ser: Memoria De Un Inmigrante Venezolano En Ny
El Hombre Que He Llegado a Ser: Memoria De Un Inmigrante Venezolano En Ny
Libro electrónico230 páginas3 horas

El Hombre Que He Llegado a Ser: Memoria De Un Inmigrante Venezolano En Ny

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

Como un reflejo de su memoria, en El Hombre que he llegado a Ser, el autor Sandy Melanio Rivero describe los cambios que han surgido en su vida y comparte sus recuerdos desde la Barriada de Caracas donde naci, hasta las calles de la ciudad de Nueva York. El nmero doce de trece nios que procrearon sus padres. Con su graciosa ingeniosidad, Rivero describe su lucha de salir fuera de la pobreza en Venezuela a la subsiguiente prosperidad de su vida en Norteamrica.

Su autobiografa nos permite acompaarlo desde haber trabajado en Restaurantes, una licorera, y Centros de Cambios de cheques a una carrera en Contabilidad, la Industria Bancaria y a una inesperada profesin como instructor de la lengua Espaola. Rivero, debido a sus viajes a travs del mundo, permite a sus lectores sentir una descripcin de sus viajes de forma pcara y siempre divertida. El hombre que he llegado a ser, da una muestra de cmo Rivero con su curiosidad, la iniciativa empresarial y la tenacidad de su don lingstico, forman un compuesto que le hace ser la persona que es hoy en da. Su libro es un tiro al blanco para cualquiera. Las aventuras e incidentes entraables sirven como leccin para proveer una dosis saludable de buena inspiracin.
IdiomaEspañol
EditorialBalboa Press
Fecha de lanzamiento9 jul 2015
ISBN9781504335591
El Hombre Que He Llegado a Ser: Memoria De Un Inmigrante Venezolano En Ny
Autor

Sandy Melanio Rivero

Sandy Melanio Rivero, nació en Caracas, en 1938. Creciendo pobremente y en una barriada nunca fue a la escuela hasta que llegó a la edad de veintiún años. Ya como adulto, y con una fuerte fuerza de voluntad luchó para convertirse en llegar a lo que es hoy en la ciudad de Nueva York. La mudanza a los Estados Unidos en 1969, lo ha llevado a ejercer dos carreras, una como contador y la otra como instructor de la lengua Española. Cabe destacar que él ha viajado a través de cinco continentes, ha visitado veintiocho países y veintinueve estados de Norteamérica. Siendo un políglota nato, ha estudiado más de una docena de idiomas, pero solamente habla nueve de ellos. Ser autodidacta ha sido un deseo vehemente en su vida. Actualmente comparte su tiempo con su esposa Millicent entre Nueva York y Venezuela.

Relacionado con El Hombre Que He Llegado a Ser

Libros electrónicos relacionados

Biografías y memorias para usted

Ver más

Artículos relacionados

Comentarios para El Hombre Que He Llegado a Ser

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    El Hombre Que He Llegado a Ser - Sandy Melanio Rivero

    Derechos reservados © 2016 Sandy Melanio Rivero.

    Interior Gráficos / Arte de crédito: Melanio Rivero

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida por cualquier medio, gráfico, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopias, grabación o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación de información sin el permiso por escrito del editor excepto en el caso de citas breves en artículos y reseñas críticas.

    Balboa Press

    Una División de Hay House

    1663 Liberty Drive

    Bloomington, IN 47403

    www.balboapress.com

    1 (877) 407-4847

    Debido a la naturaleza dinámica de Internet, cualquier dirección web o enlace contenido en este libro puede haber cambiado desde su publicación y puede que ya no sea válido. Las opiniones expresadas en esta obra son exclusivamente del autor y no reflejan necesariamente las opiniones del editor quien, por este medio, renuncia a cualquier responsabilidad sobre ellas.

    El autor de este libro no ofrece consejos de medicina ni prescribe el uso de técnicas como forma de tratamiento para el bienestar físico, emocional, o para aliviar problemas médicas sin el consejo de un médico, directamente o indirectamente. El intento del autor es solamente para ofrecer información de una manera general para ayudarle en la búsqueda de un bienestar emocional y spiritual. En caso de usar esta información en este libro, que es su derecho constitucional, el autor y el publicador no asumen ninguna responsabilidad por sus acciones.

    ISBN: 978-1-5043-3557-7 (tapa blanda)

    ISBN: 978-1-5043-3558-4 (tapa dura)

    ISBN: 978-1-5043-3559-1 (libro electrónico)

    Numero de la Libreria del Congreso: 2015910163

    Las personas que aparecen en las imágenes de archivo proporcionadas por Thinkstock son modelos. Este tipo de imágenes se utilizan únicamente con fines ilustrativos.

    Ciertas imágenes de archivo © Thinkstock.

    Fecha de revisión de Balboa Press: 2/12/2016

    Table de Contenidos

    Ilustración

    Introducción

    Primera parte 1938–1969: Venezuela: Los años de formación

    Segunda parte 1969–1975: Nueva York: Abrazar a otra tierra

    Tercera parte 1971–1982: Matrimonio y Nuevo Horizontes

    Cuarta parte 1982–—2000: Carrera y planes para el futuro

    Quinta parte 2000–Hasta el Presente: Jubilación y reinvención

    Epílogo

    Ilustración

    1 1908 Mi padre Julio Rivero al lado izquierdo su hermano en Caracas, estudio fotográfico.

    2 1947 Sandy Melanio Rivero 9 años de edad en Caracas.

    3 1949 Cañada de La Iglesia, Barriada en Caracas donde nací.

    4 1956 Mis hermanas: Petra, Evelia, Virgilia y yo; cuando cumplía dieciochos años en turmero.

    5 1958 Con mi mascota la Venada en Valencia.

    6 1968 Mi mamá Cecilia, mi sobrina Francis, la hija de mi hermano Eusebio; en el estado Aragua.

    7 1969 En el Aeropuerto Simón Bolivar.

    8 1978 Con mi hijo Robert Sandy, cuando él tenía 9 años en frente de la casa de la abuela.

    9 1980 Durante Las Navidades junto con mis hermanos gemelos Martin y Antonio.

    10 1986 El Rey en la ciudad de Nueva York y al fondo el Edificio Empire State.

    11 1988 En Puerto la Cruz, rodeado por mi hijo Robert Sandy y mi hemano Eusebio.

    12 1993 Vacaciones de invierno en Salzburgo, esquiando en Mariapfar, Austria.

    13 1994 En las pendientes de Schladming-Austria.

    14 1996 En Güigue, al sur de Valencia, con racimos de plátanos en la Granja de mis primos Ramón y Carmen.

    15 2000 Con mi esposa Milly Celebrando mi jubilación en un Crucero por el Caribe.

    16 2004 Milly y yo en La Ciudad Prohibida Beijing, La China.

    17 2004 Descansando durante la caminata en La Muralla China al Norte de Beijing.

    18 2004 Preparándome para dar un paseo en triciclo por la antigua residencia de Los Hutongs en Beijing.

    19 2004 Milly y yo en la Selva de Rocas en la provincia de Yunnan al Sur de la China.

    20 2004 En un divertido paseo en elefante por la zona selvática en Laos.

    Introducción

    La mejor evidencia de mi vida es el producto de setenta y más años de sacrificio, árduo trabajo y una fuerte fuerza de voluntad para sobreponerme a los momentos de cambios, sorpresas y discriminación de la sociedad.

    Principalmente mi vida está llena de momentos de sufrimientos, cambios, sorpresas y goces; tales casos me han traído a contarle a mis lectores mi comienzo desde la miseria donde nací en Venezuela, hasta alcanzar una vida cómoda y placentera en los Estados Unidos de Norteamérica.

    Como ustedes pueden leer, la historia de mi vida se extiende a través de cinco continentes; de una forma u otra, he trabajado en diferentes oficios que me han servido como guía para valorizar mi autoestima con el amor, dignidad y respeto que mi madre me impregnó, dentro de ese molde también he aprendido que la personalidad humana no es una entidad fija, se fortalece o se debilita de acuerdo a las acciones o decisiones que se tomen. Debido a la restrictiva crianza que mi madre me aplicó desde niño, he tenido la herramienta moral de hacer lo que es correcto, bajo tales circunstancias he tratado de vivir con honor y orgullo de no olvidar los consejos de mi madre.

    La narrativa de eventos y momentos de reflexión durante el principio de la dura vida de mi niñez, los años de desarrollo y el despertar de mi juventud me sirvieron para fundar la base de transformación y llegar a la culminación de vivir una vida feliz y saludable hasta el presente.

    El conocimiento me insta a decir ya lo dicho; si yo puedo hacerlo, cualquiera también puede.

    El gran filósofo griego Sócrates con su genialidad dijo: Una vida ya examinada no vale la pena vivirla, pero me he dado cuenta que después de examinar mi vida me he inspirado a seguir viviendo y a la vez agradeciéndole a Dios, por haberme dado una larga y saludable vida hasta el momento.

    A mis lectores les digo que leerán relatos de mis aventuras, uno les divertirán y otros quizás les salpicaran de inspiración.

    Gracias a mi sobrino el Periodista, Mauricio Jesus Izquierdo Extraño, por su ayuda en completar este libro

    Primera Parte

    Venezuela

    Los años de formación

    1938—1969

    1 ___ 1

    Con frecuencia me llegan a la memoria recuerdos de eventos tristes y también de momentos alegres; tales acciones me han instado a asociarlos en secuencias como recuerdo de mi niñez; me es importante recopilar los recuerdos de mi infancia, porque es donde fue formada la sólida base fundamental de mi vida.

    El comienzo de escribir mi autobiografía ha sido una tarea de crear el mapa de mi vida; y tal acto me ha transportado al confín de mi memoria.

    Mi padre nació en Caracas, en el 1876. Después de haber enviudado a la edad de cuarenta y siete años ya con tres niños, dos varones Nicolás y Julio Cesar, y una hembra Rosa Amelia que murió durante su infancia, se casó con mi mamá en 1923. Entre mi papá y mi mamá procrearon diez niños más; seis varones y cuatro hembras de los cuales uno llamado Gregorio murió durante su infancia; del total de treces niños once logramos alcanzar la edad madura. Martin uno de mis hermanos gemelos fue víctima de un robo callejero en Caracas donde fue asesinado por un grupo de bandoleros a la edad de cincuenta y cuatro años. El resto de mis hermanos: Nicolás, Julio Cesar, Julio Alfredo, Eusebio y Antonio (el otro gemelo), y mi hermana la menor Virgilia han muerto. Los cuatro restantes Margarita, Evelia, Petra y yo hemos vivido sobre los setenta años.

    Yo soy el número doce (12), Nací en Caracas el seis de Enero de 1938, en el barrio La Cañada de la Iglesia, la barriada que estaba ubicada entre dos cerros: El Cerro de Los Flores y El Cerro de Monte Piedad. Durante los años de 1950 el gobierno derrumbó parte de los dos cerros, y unió toda la zona y construyó las Viviendas Populares conocidas como el 23 de Enero, hoy en día La Cañada es parte de esa zona.

    Mi padre fue carpintero, habitualmente le veía trabajando en la carpintería que era un cuarto de mi casa frente a la calle principal, todavía recuerdo que mi papá siempre silbaba sus canciones cuando estaba trabajando y usaba su sombrero de estilo panameño.

    A mi papá le conocían como el carpintero número uno de la barriada, también gozaba de buena reputación en diferentes lugares de la ciudad y era muy respetado en todo el vecindario. Siempre recuerdo que mi papá llamaba a mi mamá; Mi Negra, y mi mamá le llamaba Mi Negro. Esto era muestra de ese amor puro que yo observaba en mis padres.

    Cuando yo era un niño de apenas dos o tres años recuerdo a mi papá que sentaba a mi hermanita Jibe (Virgilia) y a mí en sus piernas y tarareaba una canción, que tal vez fue creada por él: Ampuliqueson, ampuliqueson, ampuliqueson, ampuliqueson. Pero mi papá, aunque era cariñoso, también poseía un temperamento fuerte. Recuerdo que un día él me tenía en sus brazos hablando con un hombre que tenía una bodega en frente de nuestra casa; de repente oí que alzaron la voz y mi papá hizo un ademan con los brazos, sin querer mis pequeñas piernas le golpearon el rostro al bodeguero, todavía después de setenta años recuerdo la cara enrojecida del Tuerto Venancio, era el nombre de pila del bodeguero.

    Claro, en la vida suceden tantas cosas que algunas nunca se olvidan. Cuando tenía casi diez años, mi mamá me contó que la causa de la discusión entre mi papá y el Tuerto Venancio, fue debida a una deuda que mi padre tenía, y durante esos duros tiempos de los años cuarenta, la economía del país estaba débil, pasando por una situación bastante difícil para el pobre.

    Yo nunca vi a mi papá consumir ni siquiera una gota de licor, pero si le vi fumar. Quizás, no tomó licor en frente de mí. Aunque recuerdo que durante las Navidades a principios de los años cuarenta, el Sr. Guillermo Cuevas, quien era el dueño de un pequeño abasto le regalaba una botella de Ponche Crema, quizás porque había una mutua amistad entre el Sr. Guillermo y mi papá; puesto que mi papá había construido los estantes de madera del abasto del Sr. Guillermo.

    Bien, para todos los hombres de esos tiempos, fumar era un placer común. Recuerdo que a mi papá le gustaba fumar un cigarrillo marca Doble Águila, y a mi mamá, también la vi fumar cigarrillos de la misma marca. El fumar era un placer popular incluso para los pobres.

    Además del abasto del Sr. Cuevas, en el vecindario había otros establecimientos. Tal como una cantina en la esquina donde estaba mi casa, una panadería a dos cuadras, un quiosco donde se vendía periódicos, cigarrillos y otras mercancías; cuyos dueños eran la familia Ponce. Recuerdo que el Sr. Ponce tenía un rifle con el que cazaba animales y pájaros; y muchos de los pájaros servían de sustento alimenticio para la familia.

    Cuando yo ya estaba entre los ocho y nueve años mi mamá me enviaba a cualquier mandado. Una vez fui al quiosco de los Ponce y noté que había monedas sueltas sobre el mostrador; cosa que no veía en los otros establecimientos. Cuando regresé a mi casa curiosamente le pregunté a mi hermana Evelia que en la tienda de lo Ponce siempre veía una o dos monedas sobre el mostrador, y mi hermana me dijo que eso era una táctica de esa familia para probar la honestidad y dignidad de la gente. Recuerdo desde mi niñez, que Evelia me cuidada y me lavaba y cuando ella tenía algo que comer, incluso si era una simple banana, ella la compartía conmigo cantando nuestro popular tema: Un pedacito pa’ti y un pedacito pa’mí. Pero eso era parte de la filosofía familiar; de compartir entre mis hermanos y hermanas lo que pudiésemos. Este fue el molde disciplinario y la educación familiar que recibí durante mi niñez. Por lo tanto, si alguno de mis hermanos o hermanas hacían algo deshonesto mi papá nos ponía en fila y cada uno recibía un fuerte correazo en el trasero, como lección de obediencia y respeto para la familia.

    Yo nací en una época de hambre, miseria y privación. La carencia de comida en mi casa era deprimente, que conllevaba una salud precaria, mi hermana menor (Jibe), y yo sufríamos de lombrices estomacales; (Un parásito que era muy común en los niños hambrientos). Claro, cuando niño tampoco supe lo que es tener juguetes. Pero mis padres me dieron amor, que considero que es el mayor incentivo para poseer un fuerte autoestima y no valorizar tanto las cosas materiales. Amarse a uno mismo, y después amar a los demás. Ya para la edad de seis años yo en las Navidades no creía en San Nicolás, porque en los veinticincos de diciembre, veía a los niños en el vecindario jugar con juguetes nuevos y se preguntaban unos a los otros: ¿Qué te trajo el Niño Jesús? Y tradicionalmente se les enseña a los niños que el Niño Jesús les trae juguetes la noche del veinticuatro de diciembre. Claro cuando me preguntaban, mi repuesta era simplemente: Nada.

    A veces me preguntaba: ¿Porqué San Nicolás, o El Niño Jesús, se olvidaban de traerle un juguete a mi hermanita Jibe y a mí?, mientras que los otros niños gozaban de ese privilegio. Desde mi niñez empecé a no creer en todo lo que oía. Sin pensarlo mucho, quizás en la miseria que yo viví llegó a tener un efecto positivo en mi imaginación durante mi niñez; porque aprendí a hacer cualquier objeto que me sirviera de juguete; tal cosa como una botella vacía, un carrillo de madera vacío con un pedazo de elástica y me divertía con lo que construía. La imaginación también es una facultad que se cultiva.

    También las Navidades nos traían una culinaria satisfacción, porque era el tiempo de comer las tradicionales hallacas navideñas. Mi mamá junto con mi Tía tradicionalmente hacía hallacas para venderlas a las bodegas del vecindario y a varias familias; y yo muy temprano en la mañanas iba con mi mamá a moler el maíz para hacer la masa de las arepas y de las hallacas. Visitar la casa de mi Tía era un verdadero placer, porque allá había siempre algo que comer. Durante la Semana Santa, mi mamá cocinaba el tradicional arroz con coco. Los días de fiestas tradicionales para mi eran un verdadero placer, aunque yo carecía de muchas cosas materiales solamente tener comida era el factor primordial, como dice el dicho venezolano: Barriga llena, corazón contento.

    Tradicionalmente en Venezuela durante las Navidades o para el fin de año, la gente compraba ropa y zapatos nuevos y muchos se preguntaban ¿Qué te vas a estrenar para el Año Nuevo? Como nosotros éramos muy pobres no gozábamos de ese placer, y recuerdo que mucha gente lloraba a lágrimas sueltas durante las festividades del fin de año; sólo por la simple razón de no tener nada nuevo para vestirse. Sin embargo, pienso que esa experiencia de mi niñez me ha hecho apreciar el bienestar del presente y muchas cosas más. Es cierto, la vida me ha enseñado a estar satisfecho con todo lo que obtenga (Si tengo café y no tengo leche, tomo café negro). No soy un fatalista, simplemente he aprendido a disfrutar de todo con placer bajo cualquier circunstancia.

    De la Cañada de la Iglesia, la Barriada donde nací y crecí, todavía recuerdo el número de mi casa (21—1), la cual había sido construida al lado de un canal por donde corrían las aguas negras de toda la región. Mi casa era una casa de adobe, con piso de tierra, techo raso de caña-amarga cubierta de barro y tejas por encima. Tenía la cocina, dos dormitorios y el cuarto junto al canal era la Carpintería de mi papá y no teníamos tuberías. El canal separaba la casa de la calle principal; había otro cuarto pequeño detrás de la casa donde mi papá guardaba maderas y herramientas. Yo me acostumbré a vivir junto a toda clase de insectos, roedores y reptiles. Un día, un alacrán cayó del techo sobre el brazo de mi mamá que estaba en la cama, le clavó el aguijón y se le hinchó el brazo, pero con los remedios caseros curábamos todo. Por lo tanto, yo crecí sin temor a los rastreros, roedores y reptiles. Cuando llovía la casa se mojaba por dentro, teníamos que buscar cualquier tipo de envase para colocarlos sobre las camas para las goteras que caían del tejado.

    Siempre después de las lluvias, por el canal se veía pasar toda clase de animales muertos arrastrados por el agua que desembocaba en el Río Guaire. (El Guaire, es un Río canalizado que atraviesa la ciudad de Caracas de Oeste a Este).

    Días más tarde después de las lluvias se veían crecer muchos hongos en el corral de mi casa, pero desafortunadamente no eran comestibles.

    También, algo favorable de la residencia a las orillas del canal era que después que el agua desembocaba en el río quedaba un sedimento de arena que era útil material para comercializar con las compañías constructoras. Por esa razón, mis hermanos los gemelos y otros jóvenes del vecindario bajaban con sus palas para sacar la arena negra que era vendida por camiones a dichas compañías. Por la carga total de un camión de arena el grupo cobraba veinticinco bolívares, pero a las cuatro o cinco personas que trabajaban paleando la arena les tomaba de seis a ocho horas llenar el camión. Algo muy singular que yo veía, era que mis hermanos tanto como los otros jóvenes trabajaban cantando y silbando canciones el día entero, un entusiasmo mutuo por el trabajo. Claro, ésta oportunidad de ganar cinco o seis bolívares en un día de trabajo les servía para beneficiar a las familias y sobrevivir sin el resultado de robar o pedir limosna.

    Yo mantengo que hemos sido bendecidos por Dios. Porque a pesar de toda la pobreza vivida ninguno de nosotros sufrió de enfermedades infecciosas, incluso mucho

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1