Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

Entre la familia y el trabajo: Realidades y soluciones para la sociedad actual
Entre la familia y el trabajo: Realidades y soluciones para la sociedad actual
Entre la familia y el trabajo: Realidades y soluciones para la sociedad actual
Libro electrónico252 páginas3 horas

Entre la familia y el trabajo: Realidades y soluciones para la sociedad actual

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

Con conocimiento y experiencia, varios especialistas abordan en este libro el tema de la conciliación, con una nueva sensibilidad para afrontar los problemas derivados del actual modelo de familia. El propio título de la obra recoge los ámbitos más importantes en los que participan hombres y mujeres de nuestro tiempo: trabajo y familia, y, sin pretender llevar a cabo un análisis exhaustivo de toda la operativa que el tema conlleva, se centra, sobre todo, en determinadas realidades y en la interdisciplinariedad que existe entre ellas.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento22 may 2023
ISBN9788427730458
Entre la familia y el trabajo: Realidades y soluciones para la sociedad actual

Relacionado con Entre la familia y el trabajo

Títulos en esta serie (20)

Ver más

Libros electrónicos relacionados

Métodos y materiales de enseñanza para usted

Ver más

Artículos relacionados

Comentarios para Entre la familia y el trabajo

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    Entre la familia y el trabajo - Anna López Puig

    I

    CONSIDERACIONES PRELIMINARES

    1. Implicaciones del equilibrio trabajo-familia

    ANNA LÓPEZ PUIG

    Algunas reflexiones sobre el equilibrio trabajo-familia

    Una simple ojeada a la vida cotidiana nos adentra en un universo conocido por todos y por todas, la falta de reparto de responsabilidades familiares entre hombres y mujeres, la no implicación de ellos en la educación de los hijos/as, y el consiguiente cuidado de los dependientes a cargo de ellas, etc. Todo ello es el reflejo de una sociedad en la que históricamente ha existido un desigual reparto del trabajo remunerado y no remunerado entre hombres y mujeres. Los hombres han centrado su actividad en el ámbito público (trabajo fuera de casa) y las mujeres en el ámbito privado (doméstico). Lo cotidiano, es decir, lo que siempre ha sido así, aquello que tantas veces se ha considerado como «normal» ni se cuestiona. El modelo, llamémosle tradicional, que nos ha tocado vivir está tan interiorizado que las mujeres somos capaces de elaborar estrategias de gestión del tiempo muy efectivas a la hora de intentar mantener el equilibrio entre nuestra vida laboral y familiar. Una madre ejecutiva decía:

    «Mientras vienes, compras para ganar este tiempo y, lógicamente, mientras llegas a casa y haces la cena haces mil cosas, pones la lavadora y se organiza un poco la mínima infraestructura para funcionar cada día. Esto es la rutina pero hay cosas que no te das cuenta, pero antes de ir a mi trabajo a las nueve ya he comprado y al volver lo recojo, y es que a veces lo tienes tan integrado…» (López Puig, Poelmans, Chinchilla y Gallo, 2002).

    Es evidente que el reto de conciliar la vida familiar y laboral afecta tanto a hombres como a mujeres pero la realidad evidencia que hasta el momento es un problema que le ha tocado resolver básicamente a las mujeres que han soportado la carga de la doble jornada que produce esta situación, así como los efectos que esto implica en su acceso y promoción laboral. Las palabras de esta madre son la manifestación de un comportamiento habitual en nuestra sociedad. Teniendo en cuenta los datos de que disponemos hay que reconocer que el trabajo doméstico sigue siendo realizado casi exclusivamente por las mujeres (PNUD, 1995; López Puig y Acereda, 2003). Esta responsabilidad casi exclusiva de ellas en la organización de la vida privada es un importante handicap para su avance en los distintos ámbitos.

    Estas evidencias crean estereotipos. La mujer es una superwoman que llega a todo (por lo menos lo intenta) pero también es cierto que, en el camino, tiene que superar una serie de obstáculos y dificultades que le impiden desarrollar aspectos de su personalidad. Su salud también se ve afectada (la mujer sufre más depresiones que el hombre, tiene una mayor longevidad¹, pero también tiene mayores trastornos psicosomáticos que el varón). La situación evidentemente se torna más difícil con la llegada de los hijos, repercutiendo directamente en el empleo femenino y en los costes que supone para la unidad familiar. Los apoyos a la natalidad son muy escasos por parte de las administraciones públicas y también de la gran mayoría de las empresas. Cabe citar, sin embargo, que algunas son sensibles al nacimiento de los hijos apoyando a sus empleados.

    Según una creencia de nuestro imaginario cultural, el ámbito público no es compatible con el privado, y éste es uno de los mitos culturales que más ha influido en el comportamiento de hombres y mujeres. El ámbito de lo público se caracteriza por la racionalidad, la inteligencia, mientras que el ámbito de lo privado es conocido como el lugar del cuidado, de los afectos, de la irracionalidad. Un escolar de Educación Secundaria, analizando una imagen donde aparecía una madre dando de comer a un hijo pequeño, dijo: «Eva no es muy inteligente pero para ser ama de casa no necesita más.» En el ámbito público es necesario disponer de unas competencias cognitivas y de formación de las que se puede prescindir para ejercer en el ámbito privado. A la hora de desempeñar cualquier puesto de trabajo se necesita una formación específica con su correspondiente titulación; sin embargo, cuando se contrata a una persona para las tareas de hogar no se le exige que demuestre conocimientos de dichas tareas ni tampoco formación ética para el cuidado de las personas, ya se trate de cuidar a menores o a mayores. Éste es un tema pendiente en nuestra sociedad y las administraciones deberían tomar nota organizando módulos formativos (FP) para favorecer que el trabajo doméstico tenga un estatus laboral, social y epistemológico que no tiene en la actualidad.

    Hay que afrontar la situación de la familia actual ideando soluciones eficaces, elaborando medidas que apliquen las directrices europeas en esta materia, garantizando los derechos básicos, estimulando el reparto de responsabilidades entre hombres y mujeres, individualizando los derechos y recogiendo las nuevas situaciones familiares.

    Datos sociodemográficos

    Para adentrarnos en el tema es bueno que tomemos conciencia de nuestra realidad más inmediata. Es de dominio general que en los países escandinavos la tasa de actividad femenina es claramente superior a la de España. En el año 1993 había un 42,8 % de mujeres en activo mientras que en Dinamarca era del 78,3%. En la actualidad, en España la tasa de actividad femenina es de un 49,2%² aproximadamente.

    Las mujeres españolas han optado claramente por el empleo. Las mujeres se incorporan al mercado laboral independientemente de su situación familiar, ya sea con carga familiar o sin ella. Pero, ¿cuáles son los problemas de esta situación? Por un lado hay empleo femenino, pero, a su vez, el desempleo amenaza a este tipo de población, ya que, por lo general, son las mujeres las que tienen más dificultades a la hora de conseguir un empleo. Como consecuencia, no hay igualdad en la incorporación al mercado laboral.

    Las mujeres utilizan estrategias para compatibilizar el empleo con el trabajo de cuidado de las personas que tienen a su cargo. Esto se traduce en generar un empleo que se conoce como «feminizado»: jornadas a tiempo parcial, salidas puntuales del mercado de trabajo (por la crianza de los hijos/as o la atención de algún familiar), problemas con los horarios. En consecuencia, se limitan las oportunidades de promoción y desarrollo profesional de las mujeres con la restricción del capital humano a las empresas en igualdad de condiciones con los hombres.

    Las mujeres son las responsables casi exclusivamente del cuidado de las personas dependientes. Una muestra de ello son algunos datos de estudios realizados a nivel nacional que ilustran esta afirmación:

    La jornada media de los varones españoles es de 36 horas semanales y la de las mujeres de 56 horas semanales (trabajo de mercado + trabajo familiar, 20 horas más a la semana) (Durán, 2000).

    Las madrileñas dedican a las tareas del hogar siete veces más de tiempo que los varones (el 82% de trabajo reproductivo es realizado por mujeres)³.

    El 90% de una muestra de 785 hombres catalanes se ocupan de tareas típicamente masculinas y dejan en manos de sus parejas el trabajo reproductivo (López Puig y Acereda, 2003).

    Respecto al cuidado de personas enfermas, 39 de cada 1.000 amas de casa cuidan durante más de seis meses al año a parientes gravemente enfermos. El 72% de los casos de enfermedad y el 79% de las incapacidades son atendidas por amas de casa (Carrasco-Rodríguez, 1999).

    Las tareas reproductivas dificultan la incorporación plena al mercado laboral. Esta afirmación se hace visible a través de las siguientes realidades: restricción de horarios, opción de jornada a tiempo parcial y diseño de estrategias de trabajos secuenciales (salir un tiempo del mercado de trabajo para, por ejemplo, criar a los hijos o cuidar a las personas mayores), etc. Por lo tanto se constata que en el proceso histórico de la incorporación de la mujer al ámbito laboral se ha producido una transformación unidireccional y no bidireccional. Las mujeres se han incorporado al ámbito público y en particular al empleo y, sin embargo, la incorporación de los hombres al ámbito privado y más concretamente al trabajo reproductivo se realiza con mucha más lentitud. Pero, ¿de qué realidad estamos hablando?

    La respuesta de los poderes públicos a la hora de crear servicios que asuman el cuidado de personas dependientes en horario laboral no es suficiente.

    Los modos de organización del trabajo siguen respondiendo a esquemas de disponibilidad total para el empleo sin considerar otras cargas de trabajo. La estructura laboral sólo tiene en cuenta a empleados hombres con una sola fuente de ingresos y con horarios incompatibles con las necesidades de cuidar a menores y/o personas mayores.

    No se han creado los dispositivos adecuados a diferencia de algunos estados de la Unión Europea (UE) que den respuesta a esta situación.

    Los servicios que existen no dan cobertura a toda la demanda, lo cual nos separa aún más de la UE.

    Muchas familias están resolviendo el problema a través del apoyo de redes familiares. Datos procedentes de una encuesta del Ayuntamiento de Barcelona indican que, en días laborables, los hijos pasan el mismo tiempo con los padres que con los abuelos⁴.

    Las abuelas y/o abuelos (muchos de ellos aún incorporados al mercado laboral) no deberían ser los conciliadores de la vida familiar, profesional y personal. Si quieren ayudar que lo hagan desde la libertad, pero no presionados por las circunstancias laborales de sus hijos/as. Los padres y madres trabajadoras tienen el derecho y el deber de ejercer de padres/madres.

    Esta situación provoca conflictos en el seno de las familias ya que existe dificultad en atender a las personas desde un planteamiento de calidad.

    España no alcanza los objetivos de igualdad perseguidos por la UE y ello supone un gran coste para la economía y las empresas que dejan de incorporar capital humano. A pesar de esta realidad, en una economía globalizada y en la sociedad del conocimiento, la incorporación masiva de la mujer al mercado laboral es una necesidad. La UE ha fijado como meta que en el año 2010 más del 70% de la población activa esté ocupada. La cuestión es más económica que de liberación femenina debido a que la UE no puede permitirse el lujo de despreciar el potencial intelectual de las mujeres. Un informe de la Organización de Cooperación para el Desarrollo Económico (OCDE)⁵ indica claramente que las mujeres están por delante de los hombres en todos los niveles educativos. «Las chicas son las primeras de la clase», reza un titular periodístico.

    Los índices de matrimonios y divorcios están en relación inversa. En España entre los años 1960 y 2001 el índice de matrimonios ha descendido casi un tercio, de 8 a 5.08⁶ matrimonios por cada 1.000 personas, mientras que el índice de divorcios casi se ha duplicado, de 0,54 a 0,9⁷ por cada 1.000 personas. Los hogares españoles tienen cada vez menos miembros. Hay un 47% menos de familias numerosas que las que había hace diez años. Los hogares con dos hijos son predominantes en España (cerca de 2,5 millones). El crecimiento de las familias monoparentales es imparable. En Europa el incremento ha sido del 6% al 15%. En España, han crecido un 7% (son casi un millón). Según la socióloga Constanza Toribio:

    «La paradoja ahora es que en países en los que las mujeres trabajan menos, como en España, se tienen menos hijos y en aquellos en los que hay una tasa de actividad femenina más alta, la natalidad es mayor, como ocurre en los países nórdicos. Y ello ocurre porque allí hay más prestaciones y en la organización social se ha llegado a un punto en el que familia y empleo dejan de ser mundos contradictorios»⁸.

    El trabajo a tiempo parcial es cosa de mujeres. El 17,7% de los ocupados de la UE tienen un contrato laboral a tiempo parcial. Sin embargo, sólo el 7,0% de los hombres ocupados disfruta del mismo frente al 31,3% de las mujeres. Holanda es uno de los países de la UE donde el porcentaje de personas empleadas a tiempo parcial es más alto. O sea que el 45,8% de los ocupados tiene jornada a tiempo parcial del cual el 22,7% son hombres y el 74,6% son mujeres. En España sólo el 8,7% de la población ocupada tiene jornada parcial, con el 17,7% de mujeres y el 2,9% de hombres⁹. La jornada a tiempo parcial lleva siendo reivindicada por los agentes sociales y por los propios empleados como especialmente dirigida a las mujeres. No obstante, hay que hacer una serie de consideraciones:

    Esta flexibilidad horaria muchas veces da lugar a jornadas más largas (se trabaja por la mañana o la tarde y así se pueden atender las tareas doméstico-familiares).

    Ello da lugar a un deterioro en las relaciones familiares ya que peligra el equilibrio trabajo-familia.

    Para evitar esos problemas sería interesante formar a los trabajadores sobre cómo afrontar esta nueva situación ya que se dispone de más tiempo libre y se trataría de distribuir mejor este tiempo.

    La tasa de natalidad española es de las más bajas de la UE. Esta afirmación repetida hasta la saciedad es la manifestación de un desequilibrio en nuestra sociedad. El índice de natalidad en España es de 1,32 hijos¹⁰ y un 1,44 hijos por mujer en los países escandinavos. La media europea se sitúa en un 1,52 por mujer. Las mujeres desean tener hijos pero lo hacen retrasando su reloj biológico con consecuencias negativas en algunos casos (tratamientos de fertilidad, cesáreas, etc.). Entre las causas del retraso de los nacimientos podemos citar, en primer lugar la precariedad laboral, (el ser mujer y estar en edad fértil constituye una dificultad para encontrar el primer empleo); el acceso a la vivienda se ha convertido en un factor de primera magnitud para tener hijos y también las dificultades que van tener las parejas con hijos a la hora de conciliar el trabajo, con la familia y su vida personal.

    Modelo tradicional de conciliación en España

    En España se ha puesto muy de moda en los últimos tiempos la palabra «conciliación». Hablamos de conciliación para referirnos a las relaciones entre nuestra actividad laboral, vida familiar y personal, pero en verdad deberíamos utilizar el término «equilibrio». El tener que conciliar es porque hay algo que no funciona. Según la Real Academia de la Lengua, la palabra conciliar significa «componer y ajustar los ánimos de los que estaban opuestos entre sí», por consiguiente, deberíamos establecer las bases para que no fuera necesario «conciliar» sino intentar lograr el equilibrio entre los tres pilares fundamentales: trabajo, familia y persona.

    Siguiendo a Mª Ángeles Durán¹¹ vamos a presentar el modelo tradicional de conciliación que en líneas generales predomina en España. Tenemos que plantearnos en primer lugar ¿qué es el trabajo? Normalmente se utiliza el término trabajo para referirse al empleo, que es el trabajo remunerado. Cuántas veces se suele preguntar: ¿Qué hace, trabaja o no? Y nos podemos referir a amas de casa con carga familiar. Desde esta perspectiva cuando hablamos de trabajo excluiríamos el «trabajo doméstico no remunerado», «el voluntariado», «la formación», «la gestión» y «el transporte». Los términos que cada vez son más frecuentes son «relación laboral» o «vida profesional» que se refieren exclusivamente al empleo. En segundo lugar hay que definir qué tipo de modelo de conciliación queremos construir ya que en el ámbito familiar hay aspectos afectivos o de la vida sentimental, y productivos o relacionados con la oferta de consumo de servicios dentro del hogar.

    En la sociedad española encontramos básicamente dos situaciones para resolver el binomio trabajo-familia:

    División del trabajo y separación de roles entre hombres y mujeres. Es decir, los hombres han asumido el trabajo remunerado, el salir a trabajar fuera, y las mujeres el no remunerado y permanecer dentro del hogar.

    Acumulación de tareas. La doble y triple jornada (fuera y dentro del hogar) fundamentalmente en las mujeres, por no encontrar un modelo que permita armonizar los ámbitos laboral y familiar.

    Ninguno de los dos es aceptado por las sociedades desarrolladas ya que el primero de ellos produce la segregación de la mujer al ámbito doméstico y ello genera insatisfacciones personales, problemas de salud, infravaloración por parte de los miembros de la familia y de la sociedad en general. El segundo conlleva una sobrecarga de doble o triple jornada, principalmente en momentos críticos a lo largo del ciclo vital: crianza de los hijos y atención a las personas mayores.

    Hay que hacer frente a esta situación buscando una serie de salidas que cada familia va adoptando en función del momento y sus necesidades. M.ª Ángeles Durán las denomina estrategias de ajuste y algunas de ellas podríamos decir

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1