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Intervención social y género
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Libro electrónico385 páginas4 horas

Intervención social y género

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Este libro sobre Intervención Social y Género se sitúa en el terreno aún poco explorado de la Pedagogía Social y los Estudios de Género. A partir de una exposición sobre los llamados 'Estudios de Género' se abordan temas como la socialización y los estereotipos de género, dejando clara la tarea imprescindible de la educación; aspectos de las desigualdades de género en el mundo del trabajo y en el fenómeno de las migraciones; situación de las mujeres víctimas de la exclusión social y de la violencia de género, a lo que se suman varias experiencias de intervención desde la animación sociocultural y la educación en valores para la igualdad. Un texto especialmente interesante y necesario para quienes trabajan en la intervención social con mujeres en situación de exclusión social.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento23 may 2023
ISBN9788427730618
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    Intervención social y género - Luis V. Amador Muñoz

    I. COMIENZO DE LOS ESTUDIOS DE GÉNERO

    1. Los Estudios de las Mujeres

    CONSUELO FLECHA GARCÍA

    En este capítulo pretendemos realizar una primera aproximación a la investigación sobre las mujeres. Con este propósito general, ofreceremos, en primer lugar, datos empíricos sobre el desarrollo de los Estudios de las Mujeres en el ámbito de la investigación y la docencia. En segundo lugar hablaremos de la visibilidad que ha adquirido este campo de estudio, con importantes repercusiones en la ciencia, la cultura y en el cambio de mentalidad arraigada sobre el mundo y sobre la sociedad, un cambio en las capacidades que hoy se reconocen a mujeres y a hombres, en las funciones que unas y otros desempeñan, así como en la vida personal, familiar y de relaciones de personas y grupos. En tercer lugar, cuestionaremos la eficacia de algunos principios básicos de la ciencia de la modernidad, como su carácter objetivo, racional y neutro, cuando se utilizan y aplican en la búsqueda de nuevos conocimientos y se considera que el cincuenta por ciento de la humanidad son mujeres. En cuarto lugar, señalaremos las orientaciones y líneas más reconocidas por la epistemología feminista para hacer ciencia. En este sentido, describiremos algunas propuestas concretas que pueden servir de criterio a la hora de introducir la perspectiva feminista en las distintas disciplinas, tanto en su dimensión docente como en la actividad investigadora. Por último, proporcionaremos algunos apuntes sobre los desplazamientos necesarios que hay que realizar en la investigación, exigidos por este modo de plantearla. En definitiva, este capítulo tiene como finalidad favorecer un proceso de sensibilización y de toma de conciencia sobre las implicaciones científicas, éticas y de práctica política de esta postura intelectual.

    Desarrollo de los Estudios de las Mujeres

    Cuando hablamos de Estudios de las Mujeres nos referimos a un conocimiento que aspira a renovar las disciplinas utilizando categorías analíticas y de interpretación que cuestionan y critican una visión de la ciencia objetiva y neutra. La normalización de los Estudios de las Mujeres en el mundo académico se ha ido produciendo a través de diferentes iniciativas: desarrollo de proyectos de investigación, convocatoria de seminarios, congresos, jornadas, cursos de especialización y de postgrado, oferta de asignaturas específicas en los planes de estudios, publicaciones en medios tanto generalistas como específicos, creación de redes profesionales, etcétera.

    En la actualidad, existe una compleja articulación de programas introducidos en la dinámica universitaria que han incorporado las investigaciones sobre género y sobre las mujeres como un elemento central de la docencia y de la investigación. Esta disciplina, de hecho, se encuentra en expansión en el ámbito universitario, lo cual proporciona al alumnado una oferta académica de conocimientos renovados para el diseño de su propio currículo de estudios. Pero sobre todo supone un paso imprescindible hacia el objetivo de garantizar el impulso y la difusión de trabajos científicos que tengan en cuenta a las mujeres. La implicación desde hace años en esta tarea de profesoras, mayoritariamente, y de organismos¹ ha asentado las bases de una trayectoria fecunda.

    Desde finales de la década de los setenta del pasado siglo, en las distintas universidades se empezaron a formar equipos interdisciplinares, muchas veces a partir de relaciones científicas entre colegas que permitían intercambiar intereses, deseos e interrogantes. Estos grupos destacaron la necesidad de contar con la presencia de mujeres en la investigación no sólo como objeto de conocimiento, sino también como sujeto: sujetos femeninos, corpóreos, sexuados, frente a un sujeto cognoscente que se postulaba como neutro y universal. Estas iniciativas han desencadenado una intensa actividad científica, tanto en programas desarrollados individualmente como en proyectos interdisciplinares, una evolución paulatina e imparable alentada por la proximidad de las investigadoras a movimientos feministas, por compromisos de ética y calidad profesional y, desde luego, por motivaciones e inquietudes personales.

    Es importante destacar el avance de la investigación en las últimas décadas desde el feminismo académico, feminismo como teoría filosófica y política. La trayectoria de este ámbito académico denominado Estudios de las Mujeres, Estudios Feministas o Estudios de Género ha producido un amplio y plural bagaje de conocimientos desde el enfoque intelectual adoptado. La existencia de Institutos, Seminarios, Asociaciones, Cátedras Universitarias de Estudios de las Mujeres, redes científicas. Pero, sobre todo, el esfuerzo sostenido de quienes forman parte de esas estructuras y las promueven, así como el apoyo social e institucional ganado, han provocado una cascada de iniciativas y un movimiento de atención a temáticas de estudio y a perspectivas de observación y análisis, nuevas y sugerentes.

    Una característica de los Estudios de las Mujeres es su carácter interdisciplinar. Existe abundante investigación en este ámbito realizada desde diferentes campos científicos. Además, los resultados obtenidos se incorporan a numerosos campos de investigación, lo cual aporta una gran difusión a los Estudios de las Mujeres. En definitiva, se trata de un campo de conocimiento en desarrollo tanto en el mundo académico, donde va contando con una amplia producción —no siempre reconocida—, como en otras instituciones y grupos sociales con quienes establece redes de intercambio, de apoyo y de mutua referencia.

    Los conocimientos obtenidos en este ámbito poseen la suficiente articulación interna como para ser incorporados a los programas docentes, aportando un banco de opciones culturales y científicas menos sesgadas y contenidos novedosos en los espacios académicos. Existe la suficiente producción científica como para poder ofrecer materias específicas de Estudios de las Mujeres en cada una de las carreras universitarias, ya que hay investigación contrastada, conocimiento sistematizado, bibliografía, documentación y docentes con preparación para impartir esta disciplina².

    En los últimos treinta años, las universidades cuentan con investigadoras —son aún muy pocos los investigadores— de distintas áreas de conocimiento, que realizan investigación sobre Estudios de las Mujeres. Profesoras dedicadas a una labor científica que ha logrado roturar caminos con decisión y con constancia. Como sostiene Berga (2005: 23), una perspectiva de género en la acción social puede ser una nueva mirada, con frecuencia reveladora, a nuestro papel como profesionales. Esta dedicación ha logrado, no sin entusiasmo, esfuerzo y un punto de rebeldía, aportar datos y significados que hacen evolucionar muchas de las certezas objetivas, universales y exactas del bagaje de conocimientos heredados. La mayor parte de las mujeres que desarrollan proyectos de investigación, específicos o transversales, tienen un objetivo común de carácter transformador: contribuir a renovaciones en el conocimiento producido, en la perspectiva de análisis y elaboración, así como en las fuentes y recursos. De hecho, los Estudios de las Mujeres se perciben en la actualidad como uno de los campos de conocimiento que más innovación ha aportado a las distintas áreas científicas y disciplinas docentes.

    Cabe destacar el creciente número de profesoras cuya labor docente e investigadora tiene como objetivo la producción y enseñanza de teorías que contemplan a la mujer como objeto de estudio y como sujeto cognitivo que ha intervenido de múltiples formas en el quehacer social, cultural, científico. Esta perspectiva supone un alejamiento del pensamiento patriarcal que ha devaluado a estas mujeres y sus aportaciones. Esta labor ha permitido iniciar un proceso de construcción y de deconstrucción —con la ayuda del postmodernismo— de una parte del bagaje científico que se creía universal. Este proceso focaliza la necesidad de una nueva articulación de la herencia cultural que hemos recibido y de la transmisión académica que hacemos de ella. Del mismo modo, descubre formulaciones presentadas como universales que, en realidad, sólo aportaban conocimientos que explican un mundo en donde parece no se contemplaba a las mujeres como co-protagonistas junto a los hombres.

    Estas profesoras e investigadoras quieren intervenir en el cambio cualitativo de la producción científica, desde la reinterpretación de los saberes de la ciencia específica que cultivan, pues han comprobado que ningún texto y ninguna formulación es estable en su objetividad y generalización. El origen de este cambio se centra en un acercamiento crítico y un análisis de los discursos científicos y académicos que moldean y definen la realidad individual y colectiva desde un único ángulo de mirada.

    Este posicionamiento, caracterizado por el desvelamiento de aportaciones y protagonismos científicos distintos de los habituales, ha provocado en los alumnos, sobre todo alumnas, sorpresa y entusiasmo. Estas alumnas toman conciencia de que forman parte y están implicadas en esas nuevas propuestas de lectura. Además, han captado el alcance de los conocimientos impartidos en Estudios de Mujeres en sus propias vidas, aportando raíces, genealogía y dinamismo a los proyectos personales que están imaginando. Rosa Braidotti (2004: 10-11) señala, en este sentido, que ha proporcionado a las estudiantes universitarias una poderosa herramienta para el análisis y la evaluación de sí mismas. (…) La conciencia feminista trasladada a la dimensión intelectual es una de las fuentes de su lucidez, autodeterminación y profesionalismo. Son numerosos los testimonios que confirman las afirmaciones de esta estudiosa feminista en lo que afectan a las generaciones de mujeres jóvenes.

    Investigaciones que cambian la imagen del mundo

    Las investigaciones que implican un cambio de paradigma en la rutina del proceso investigador resultan cada vez más visibles y aceptadas en la comunidad científica. Cada actividad orientada de esta manera es parte de un camino que se va consolidando, aunque le falte mucho del reconocimiento justamente merecido. Esta falta de reconocimiento se debe, entre otras razones, a la metodología de análisis, a los resultados obtenidos, así como a las mejoras y compromisos éticos que sugieren los estudios al conjunto de la ciencia y a las dinámicas de relación social entre hombres y mujeres. Este escenario resulta similar al que se ha producido en diferentes momentos de la historia de la ciencia respecto de otros temas emergentes que cuestionaban el modelo y la jerarquía de los saberes aceptados hasta ese momento.

    Las investigaciones que tienen en cuenta a las mujeres están ayudando a una mejor comprensión del mundo, de la naturaleza y de la experiencia humana, femenina y masculina. Estas investigaciones se acercan e interrogan la realidad y las diferentes disciplinas con criterios renovados. Además, construyen esquemas interpretativos distintos y reflexionan sobre el conocimiento incluyendo en su construcción el análisis del sistema de relaciones hombres/mujeres. De este modo, los Estudios de las Mujeres posibilitan una manera de interpretar la realidad en la que las mujeres no están ausentes.

    Desde hace siglos la educación ha sido entendida por muchas mujeres como un medio fundamental para cambiar las circunstancias y condición social que se les había asignado. En la actualidad, los Estudios de las Mujeres parecen aceptarse como el instrumento que mejor puede contribuir a la transformación tanto del mundo en el que las mujeres quieren moverse, como del sistema de relaciones que permite intervenir en la sociedad con mayor libertad.

    La investigación sobre epistemología feminista ha experimentado una evolución y una madurez progresiva. Este modelo crítico sustentado en tres conceptos básicos, género, androcentrismo y patriarcado, delata las apariencias parciales y empuja a desvelar mayor ámbito de verdad. También se ha constatado una evolución del concepto de género como categoría de análisis y categoría relacional. El concepto de género como principio articulador asumido por la teoría feminista en los años setenta del siglo XX, ha resultado útil para la renovación historiográfica³. Su utilidad estriba en su capacidad para desencadenar reflexiones conceptuales, así como en el impulso implícito de trascender el relato descriptivo de lo que las mujeres y los hombres hacen o han hecho, para poder descubrir: a) el origen de lo que representan en el sistema social; b) las formas y los lugares de participación dentro de él; c) cómo se han construido los significados que se les asignan.

    Los procedimientos y los resultados obtenidos en los Estudios de las Mujeres dan respuesta a vacíos en el conocimiento científico sobre lo que afecta y está afectado por las mujeres. Además, añaden sentido y valor a sus modos de estar en cada época y en cada lugar. También hacen posible llevar los resultados a las aulas y a otros espacios de difusión científica y de formación de la ciudadanía, dando valor a los saberes y a las experiencias femeninas.

    En sus inicios, los Estudios de las Mujeres tenían como propósito hacer visibles a las mujeres en cada una de las dimensiones y de los periodos de la historia. Se buscaron sus huellas en espacios ajenos al ámbito doméstico y familiar, siguiendo la trayectoria de los escritos y testimonios de mujeres del pasado, en una investigación que quería cubrir esa primera etapa en el menor tiempo posible. En esta investigación se puso de manifiesto (y se denunció) el sexismo por su influencia en tres aspectos: la creación de desigualdades en el reconocimiento de lo valioso a lo largo de la historia, la consideración de mérito y prestigio con criterios de poder masculinos y en la construcción de barreras que impedían incluir en la construcción del conocimiento la experiencia femenina.

    Como resultado de las aportaciones y descubrimientos de la etapa anterior, nos encontramos en la actualidad en un segundo estadio, donde ya existen otras formas de mirar a las mujeres y de mirarse ellas a sí mismas. El proceso actual de repensar las propias disciplinas está siendo, sin duda, uno de los cambios que implican compromisos en la producción y transformación del conocimiento científico y tecnológico⁴. Este proceso de cambio se realiza desde una perspectiva interdisciplinar, fomentada por la epistemología feminista, que ayuda a romper las fronteras del conocimiento, a plantear de otra forma la especialización que reduce el foco de observación y los puntos de análisis. Una de las riquezas de las que disfrutan, reconocida y alentada por quienes los cultivan.

    La buena acogida entre las académicas de los resultados iniciales y la progresiva incorporación de nuevas voces a este tipo de preguntas y cuestionamiento, ha permitido un crecimiento con efectos que se aprecian en diferentes áreas. Basta con prestar atención a los programas de doctorado y postgrados específicos, cursos de formación del profesorado y de otros agentes sociales, incorporación de estos contenidos a los textos y manuales de estudio, centros de documentación especializados, colecciones propias en numerosas editoriales, reuniones científicas, indicadores de prioridad en los planes de investigación promovidos por organismos públicos y privados, criterios de calidad en proyectos y organizaciones, etc.

    Se puede afirmar que incluso comienza a ser difícil estar al día de todo lo que se realiza y publica, de toda la documentación disponible sobre nuevas perspectivas en la ciencia, en la cultura, y en el modo de concebir la presencia de mujeres y de hombres en el mundo y en cada uno de los grupos sociales

    Las alumnas y las profesoras han dejado de estar en la Universidad como receptoras o repetidoras de conocimiento ajeno para convertirse en creadoras y emisoras de saberes, como lo fueron siempre en todos los espacios, domésticos o no, en los que podían moverse. Pero a la vez, como en muchas personas, la experiencia y el saber crean conciencia, y la amplían en quienes estaban sensibilizadas, y orientan hacia un mejor análisis crítico de la realidad⁵. Debemos seguir mirando hacia adelante, ya que las posibilidades de intervenir en las investigaciones siguen creciendo y hay que mantenerlas activas de cara a las nuevas generaciones.

    Quiebros de la tradición filosófica moderna

    La primera pregunta que las académicas se formularon al darse cuenta de la distancia entre ciencia transmitida y ciencia invisibilizada fue de carácter epistemológico: qué es el conocimiento humano y cómo puede estar permeado por perspectivas que lo limitan. La crítica feminista se centró en el paradigma científico imperante y los criterios genéricos de búsqueda de la verdad. Este cuestionamiento epistemológico aplicado al campo de los estudios de las mujeres —y a otras áreas de conocimiento— se inició con el análisis crítico de tres aspectos: el principio de objetividad de la ciencia, el principio de neutralidad axiológica de la ciencia, y las personas que trabajan para obtener y sistematizar el conocimiento.

    En un segundo momento, el cuestionamiento se centró en la experiencia, lo subjetivo, el sentimiento, así como en la importancia de los entornos que acompañan la vida personal. Se trataba de incorporar una visión alternativa, diferente de la neutralidad del conocimiento. Un modo de situarse, una mirada igualmente legítima pero diferente porque lleva implícita la aportación de las mujeres, de la mitad de esa humanidad que la ciencia pretende describir. Como señala Eulalia Pérez Sedeño (2006: 13), para la epistemología y filosofía de la ciencia tradicionales hablar de conocimiento —neutralmente valorativo y objetivo— y feminismo —que es, no se olvide, una teoría política— es contradictorio, mientras que para la epistemología feminista no lo es, puesto que si disponemos de un sujeto cognoscente que se da en un determinado contexto, es decir, si tenemos un conocimiento situado, tiene que haber una conexión entre conocimiento y política.

    La epistemología feminista no niega la objetividad como una cautela necesaria que la epistemología aporta al proceso de obtención de conocimiento, sino la concepción de la epistemología tradicional en el pensamiento moderno y las consecuencias derivadas para las mujeres. En cambio, sí rechaza un ideal de ‘objetividad’ que supone que es posible adoptar la ‘visión del ojo de Dios’ omnipresente, o la ‘visión desde ninguna parte’, donde el lugar social de la persona que reivindica el conocimiento es irrelevante (Grimshaw, 2006: 807). Igualmente, discute la hipótesis de universalidad que sostiene que los problemas que afectaban a los hombres de cualquier grupo humano son universales, sin dar cabida a lo relevante, o problemático, para las mujeres. Precisamente ésta ha sido una de las ramificaciones de la crisis de la modernidad (…) la crítica a los fundamentos mismos del universalismo clásico: tomar lo masculino como representante de lo humano" (Braidotti, 2004: 19).

    Desde el feminismo, por tanto, se critica la objetividad de la epistemología moderna, puesto que se considera que la neutralidad axiológica de la ciencia es sólo aparente. En este sentido, más que imponer el subjetivismo o un acentuado relativismo —que no es la finalidad pretendida, ya que es necesario mantener un contraste con las propias certezas—, abre posibilidades de búsqueda de un saber que incorpore a las mujeres a su campo de observación y de estudio. Una ciencia que se detenga en ellas y encuentre indicadores que desmientan la forma desvalorizadora de interpretar los roles desempeñados a lo largo de la historia, e incluso hoy. Porque la interpretación de cualquier realidad desde el concepto de género, nos introduce en un sistema simbólico que transmite significado de valor y de prestigio dependiendo del sexo y del contexto social y cultural que lo construye, convirtiendo la diferencia sexual en fuente de desigualdad.

    Revisar un modelo de racionalidad que no incluye lo femenino se convierte en una responsabilidad que incumbe a todas las disciplinas, pues se ha demostrado suficientemente que esta revisión interviene de modo eficaz en el descubrimiento de saberes valiosos y en el reconocimiento hacia quienes tienen el derecho de sentir los beneficios de esta revisión. Situarse en el punto de partida negando las cosmovisiones impuestas nos hará más fácil la entrada de interesantes dimensiones de la realidad elegida para ser investigada.

    Las actividades de las mujeres, los usos del tiempo y de los espacios, los modos de percibir y de sentir, el bagaje de experiencias —específicas y compartidas—, las aportaciones al saber, las lecturas que hacen de la realidad, los significados que le atribuyen, son elementos que no pueden ya excluirse del corpus de conocimiento científico, un corpus tradicionalmente androcéntrico, con una proyección universalizadora de unos intereses y unos protagonismos masculinos.

    El cuestionamiento de la pretendida universalidad y objetividad de la ciencia ha tenido como consecuencia el acceso de las mujeres al ámbito científico y docente. También ha permitido que hombres y mujeres hayan descubierto la parcialidad y limitación de un conocimiento construido desde un solo ángulo de visión, pero que se consideraba el único posible y con virtualidad generalizadora. Se ha aceptado que, en realidad, en este modo de hacer ciencia se describía y representaba únicamente a una parte de la verdad que cualquier realidad estudiada encierra. La historia de la ciencia nos muestra ejemplos evidentes de unos conocimientos obviamente sesgados en razón de diferentes indicadores, entre ellos el sexo de quienes los han elaborado. Esto puede comprobarse en cualquiera de las áreas científicas si analizamos la abundante historiografía que tenemos a nuestra disposición.

    La incorporación de las perspectivas propuestas desde los Estudios de las Mujeres supone, por tanto, desafiar algunos de los criterios asentados en la epistemología. La finalidad de este cuestionamiento de la epistemología tradicional es tener la libertad de partir de supuestos metodológicos y prácticas científicas que devuelvan una cosmovisión en la que mujeres y hombres se descubran actuando. De este modo, se abandona la ilusión de que el ser humano masculino representa a la totalidad, de que puede tomarse como modelo y referencia, asumiendo su voluntad de ser entendido con el carácter de universal. De ahí que la decisión de introducir el concepto de diferencia sexual en la investigación hiciera saltar todas las alarmas en torno a la neutralidad de la ciencia.

    Estamos hablando de un enfoque que representa un imperativo científico para todas las ciencias —de manera muy especial en las ciencias sociales—. Este enfoque significa aproximarse al objeto de estudio, consciente de que la imagen reflejada de mujeres y de hombres aparece difuminada por trazos que ocultan y sobredimensionan aspectos perfilados por el contexto social e histórico.

    La perspectiva feminista como metodología

    La adquisición de conocimiento está mediada por la interacción que se produce entre el sujeto que conoce y el objeto conocido. Para llegar a este conocimiento, la epistemología feminista ofrece distintas orientaciones metodológicas que, lejos de ser excluyentes, aportan diferencias y diversidad en la creación de nuevos saberes. Destacamos tres aproximaciones metodológicas desde la perspectiva de los Estudios de las Mujeres:

    • El empirismo feminista, representado por autoras como Helen Longino, aporta el planteamiento de lo que se conoce como empirismo contextual.

    Un enfoque para el análisis del conocimiento científico que combina algunas características tradicionales del empirismo filosófico con el trabajo reciente en filosofía de la ciencia y algunos puntos de vista del análisis feminista contemporáneo (Longino, 1997: 72).

    El empirismo feminista cuestiona el ideal de ciencia neutral y apartado de valores, pues no puede prescindir de la cualidad a la que se aspira, ser un conocimiento con aplicaciones más igualitarias y democráticas (Adán, 2006). Junto a ella, Lynn Hankinson y Jack Nelson se centran en la búsqueda de procedimientos para resolver el importante problema del androcentrismo, al introducir sesgos tanto en los discursos teóricos como en las prácticas de intervención en la sociedad⁶. Para ello, se utilizan los métodos científicos conocidos pero subsanando en los distintos pasos de la investigación los sesgos que distorsionan los resultados cuando se prescinde de las mujeres.

    • El modelo feminista del punto de vista propone tener en cuenta la presencia de la voz de las mujeres, de su experiencia, de sus formas de mirar y de actuar, en el análisis de cada realidad. Son muchas las estudiosas que respaldan esta teoría y la incorporan como criterio en los procesos de investigación. La búsqueda de nuevos conocimientos se realiza siempre desde un punto de vista —el de la persona que realiza la investigación—, pero cuidando evitar tanto un neoesencialismo de lo femenino como la generalización de las mujeres. Para ello se sirve tanto de métodos cualitativos como cuantitativos. Esta orientación ha recibido críticas basadas en que ese subjetivismo puede introducir un sesgo. Sin embargo, como señala Sandra Harding (1996: 129), el punto de vista epistemológico feminista es una posición interesada (‘interesada’ en el sentido de ‘comprometida’, no en el de ‘sesgada’). También Evelyn Fox Keller (1991: 15) lo defiende sosteniendo que la ciencia es androcéntrica en cuanto actividad social:

    La ciencia ha sido producida por un subconjunto particular de la raza humana —casi totalmente por hombres blancos de clase media— y también ha evolucionado bajo la influencia formativa de un ideal de masculinidad particular⁷.

    Por tanto, sólo una práctica atenta también a los puntos de vista de las mujeres será capaz de salvar la limitación de otros métodos epistemológicos. Este modelo ayuda a visualizar las diferentes cosmovisiones que conviven, consecuencia de las aproximaciones plurales que deben tenerse en cuenta para alcanzar una verdad más global.

    • El modelo articulado por el postmodernismo feminista está influido, de alguna manera, por los otros dos. Se considera a Donna J. Haraway como una de las iniciadoras de esta postura crítica encaminada a la transformación del conocimiento para contribuir a la igualdad y a la libertad de las mujeres. Este tipo de acercamiento metodológico desactiva el mito de una ciencia no contaminada por las emociones, destinando espacio a observaciones conscientemente parciales. Propone un conocimiento situado; la perspectiva parcial promete una visión objetiva, cuando se intenta llegar a la parte de verdad que cada observación puede captar de la realidad. Desde este acercamiento,

    la objetividad feminista trata de la localización limitada y del conocimiento situado, no de la trascendencia y el desdoblamiento del sujeto y el objeto. Se trata de responder de lo que aprendemos y de cómo miramos (Haraway, 1995: 326-327),

    teniendo en cuenta que la experiencia

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