Cuentos de ojos y avellanas
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Cuentos de ojos y avellanas - André López García
Un sueño
No era mi día. Ni mi semana, ni mi mes, ni mi año. Ni mi vida.
Bukowski, Pulp
Tres pesos —en monedas de uno—, un pasador, unas bolitas para el cabello verdes y un poco de pelusa: ese era el contenido en la mano de Armando al momento de subirlo a la ambulancia; pero ¿qué relación guardaban esos objetos? ¿Por qué los sostenía con tanta fuerza? A los médicos no les interesaban esas preguntas, al menos no después de descartar la primera [¿De qué serviría resolverla?] y elaborar una deducción científica de la segunda [que más bien se trataba de una especulación mal hecha]: Armando hurgó su bolsillo en busca de algún objeto específico de importancia no relevante, justo antes de que el automóvil lo dejara inconsciente y con tres costillas rotas (una de ellas a punto de perforarle su pulmón izquierdo). Las sostenía con fuerza debido a un movimiento involuntario y espasmódico causado por la adrenalina secretada por su cuerpo en esos segundos cruciales
. Eran, como ya fue dicho, palabras huecas, frutos de una suposición excesivamente objetiva, que hablaba mucho de los médicos y que rendía cuentas de su necesidad de darle una explicación racional a todo, sin fijarse, en la mayoría de los casos, en el aspecto emocional.
Y es que lo que ellos no sabían —y que nunca les pasó por la cabeza—, era que esos objetos significaban para Armando una vida mejor, un futuro seguro, un sueño que se volvió inalcanzable.
Los sucesos se repetían dentro de la mente del herido; desde la noche anterior al accidente, hasta el preciso instante del choque. Todos ellos desfilaban frente a sus ojos cerrados:
»Era de noche, pero él aún no dormía. Llegaba sumamente cansado a su departamento, situado en el cuarto piso de un edificio con un aire un tanto sombrío. Sostenía un Delicado con filtro entre sus envejecidos y artríticos dedos, mismo que tiró al cenicero del pasillo cuando hubo dado la última bocanada. Al abrir la puerta,