Atrapando una luciérnaga
Por Dawn Brower
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¿Tendrán Harrison y Ashlyn una segunda oportunidad para el amor?
La doctora Ashlyn Penn ha vivido una vida muy rígida. Es la manera que tiene de lidiar con sus dones especiales. Cualquier desviación en su vida se convierte en caos. Así que cuando Harrison Thoreau entra en su vida no es una sorpresa que no lo lleva muy bien y termina alejándolo de ella.
Harrison de enamora de Ashlyn hasta las trancas, pero respeta sus deseos y pasa página. Le ofrecen un puesto en el equipo de Las luciérnagas de Sparkle City como portero y empieza a vivir solo para el hockey, pero nunca se olvida de ella.
Cuando el mejor amigo de Harrison se casa con la hermana de Ashlyn, todo, una vez más, cambia y se vuelven a reencontrar. Esta vez Ashlyn se pregunta si cometió un error y empieza un plan para atrapar a su luciérnaga.
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Atrapando una luciérnaga - Dawn Brower
Atrapando a una luciérnaga
SPARKLE CITY, LIBRO DOS
Dawn Brower
Traducido por
Eliza Cornelia Gravedoni
Esto es una obra de ficción. Nombres, personajes, lugares y acontecimientos son producto de la imaginación del autor o se han usado de forma ficticia y no se han creado para ser reales. Cualquier parecido con localidades, organizaciones o personas, vivas o muertas, es pura coincidencia.
Atrapando a una luciérnaga Copyright © 2021 de Dawn Brower
Todos los derechos reservados.
Portada: Victoria Miller
Traducción al español: Eliza Cornelia Gravedoni
Ninguna parte de este libro puede ser reproducida de ninguna forma o de cualquier manera electrónica o mecánica, incluyendo bases de datos y sistemas de recuperación, sin la autorización escrita de la autora, excepto por el uso de cortas citas en una reseña literaria.
DEDICATORIA
Para mi madre... cada día deseo que estuvieras aquí y nunca dejaré de echarte de menos.
AGRADECIMIENTOS
Gracias a todos los que me han ayudado a pulir este libro. Elizabeth eres la número uno. Eres la mejor. Gracias también una vez más a mi maravillosa editora y diseñadora de portada, Victoria Miller. Haces de mí una mejor escritora y sin ti quizás no estaría donde estoy hoy.
A veces, derrumbarse es el acto más valiente de todos
—Sarah Hackley
PRÓLOGO
Ahslyn Penn nunca hacía algo estúpido. Cada acción estaba pensada con detenimiento y hecha a la perfección en su mente. Si hubiese podido eliminar la espontaneidad del mundo, lo hubiese hecho. Era su más firme creencia que la impulsividad era a la piedra angular del caos. Con sus dones, no podría ser tan irracional.
También sabía que la mayoría de la gente pensaría que era una persona poco razonable. Las visiones deberían hacer su vida más fácil. Estaban equivocados. Esas visiones eran el epítome del caos. El futuro era fluido y cambiable, lo que ella veía no siempre llegaba a suceder. Sus predicciones, sin embargo, tenían de media un ochenta por ciento de éxito. Por eso no creía en un comportamiento impulsivo. El destino era caprichoso y no quería darle a ese fulano ninguna razón para destruir los planes que Ashlyn tenía tan bien pensados.
No quiso darle malas noticias a su hermana Scarlett. Ashlyn amaba a sus dos hermanas, pero tenía que avisarla. JD era el caprichoso en la relación. Ashlyn pudo ver que él sería el que huiría —incluso sin la visión que lo explicaba todo. Deseó de todo corazón que su visión fuera errónea y por esa razón, no quiso ir a la boda de Scarlett. Casi no había ido...
¿Qué hubiera pasado si ella estaba equivocada y había interpretado mal la situación? Entonces se perdería el gran día de su hermana. Aún no había llegado a la iglesia cuando un movimiento de una de las entradas laterales le llamó la atención. Harrison Thoreau salió y no tenía buena cara. Su pelo marrón chocolate, aclarado por el sol, estaba despeinado. No pudo ver sus ojos, pero tenía la sensación de que vería tristeza si estuviera más cerca.
Ashlyn fue hacia él y se quedó parada delante de él. Estaba tan guapo en su esmoquin. Casi levantó la mano para alisar su chaleco, pero se frenó.
—¿Qué pasó?
Él tiró de la corbata que tenía en el cuello y la deshizo, después se la quito y la embutió dentro del bolsillo. Se desabotonó el collar y tomó largas y lentas bocanadas de aire.
—¿Estás bien? —le preguntó ella.
No sabía qué podía hacer por él. A Ashlyn no se le daban bien las muestras de emoción. Esa fue una de las razones por la que estuvo determinada a mantenerse alejada. Tenía miedo de que su visión se volvería realidad. ¿Por qué otra razón el mejor amigo de JD estaría tan alterado?
—Estaré bien —dijo él después de un momento. Harrison se la quedó mirando durante unos segundos—. Pensaba que no ibas a venir.
Sintió como el rubor se le subía a las mejillas. Debía de estar tan roja como su pelo. Uno de los placeres de ser una pelirroja. Ashlyn suspiró.
—No sabía que todo el mundo se dio cuenta de mi ausencia.
Él negó con la cabeza.
—Faith me mencionó algo hace tiempo. —Tomó otra bocanada de aire para llenarse de fuerza—. ¿De verdad tuviste una visión de que esta boda no iba a suceder?
Algunas veces de verdad odiaba su don. Era más bien una maldición que otra cosa. Odiaba algunas de las cosas que veía.
—Sí.
—Y por eso no ibas a venir.
Ella asintió de forma distraída.
—¿Por qué cambiaste de opinión?
Apartó la mirada de él.
—No quería defraudar a Scarlett —suspiró ella—. Pero parece que eso ya no importa. JD ha hecho más daño del que yo podría haber causado.
—Es un capullo. No me puedo creer que le haya podido hacer esto. —Metió las manos en los bolsillos—. Lo quiero, pero me ha decepcionado mucho.
—Se va a arrepentir de su decisión —dijo ella con tal certeza que no necesitaba ninguna prueba para saber que iba a ser verdad—. Un día mirará atrás y se dará cuenta de que en este momento perdió lo mejor de su vida y una vez que lo haga, estará dispuesto a dejarlo todo de lado para tenerlo de vuelta, pero para entonces será demasiado tarde.
Harrison asintió.
—Esa es la raíz de los remordimientos. Todos los tenemos. Aunque algunos son más grandes e intensos que otros. Este estará a la cabeza en la lista de JD.
—Sí —ella estuvo de acuerdo. Después miró hacia arriba para mirarlo—. ¿Qué vas a hacer?
Levantó los hombros y la miró a los ojos.
—¿Quieres salir de aquí?
Ashlyn se quedó pensando en su pregunta. Esta era la espontaneidad que ella tanto odiaba. No había planificado esto y no sabía si debería dejarse llevar o no. Debería haberse quedado en casa. Ir con Harrison podría llevarla por un camino del que iba a arrepentirse. Él era tres años más mayor que sus dieciséis años. Llevaba ya un año en la universidad. Muchas chicas del instituto habrían estado encantadas de pasar algo de tiempo con él.
Era guapo y un jugador de hockey en la universidad a la que asistía. Harrison Thoreau no tendría probablemente ningún problema en encontrar chicas con las que quedar. ¿Por qué iba a querer a Ashlyn a su lado? Esto era un territorio inexplorado para ella.
—¿Dónde iríamos?
Él levantó los hombros.
—¿Acaso importa?
Harrison no la conocía para nada. Claro que importaba. Odiaba las sorpresas y no saber hacía donde se dirigirían... podría causarle un ataque de pánico. Así que le sorprendió un poco que en vez de negarse se vio decirle:
—Vamos.
Era la primera vez desde que se le acercó, que su cara se iluminó con una sonrisa. Esa sonrisa encantadora le envió cosquilleos por su columna vertebral y eso debería haber sido una advertencia. Una que con frecuencia habría escuchado, pero Harrison sacaba una faceta de ella que no sabía que existía.
Puso su brazo alrededor de sus hombros, la dirigió hacia su camioneta roja y la ayudó a subirse. Se puso el cinturón y rezó para que no estuviera cometiendo un error. Ashlyn miró hacia atrás a la iglesia y se sintió un poco culpable. Debería haber