Broken Wings Alas Rotas: The Other Face of Juvenile Delinquency La otra cara de la delincuencia juvenil Historias de la vida real True Histories
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Este libro relata historias verdaderas de jóvenes que habían tratado de escapar del dolor solo para quedar atrapados en celdas obscuras e indiferentes a sus tragedias. Jóvenes cuyas alas rotas antes de empezar el vuelo terminaron por destruirlos. Se exponen momentos cruciales en la vida de estos jóvenes y se ahonda en el proceso psicológico por el que pasan y la dinámica interna que los encarcela. Se narran circunstancias en las que la estabilidad emocional se vuelve vulnerable y se entablan las luchas internas por mantener el equilibrio. La angustia de estos jóvenes se plasma en los diálogos que desgarran la realidad dolorosa de jóvenes que no pudieron escapar de las heridas lacerantes del pasado.
This book is the product of over 5 years of experience working with juvenile delinquents. It is about real life stories of children and adolescents whose broken wings landed them in institutions indifferent to their tragedy which ended up destroying them. For many of them their wings will never again undertake the flight. They had tried to escape the pain only to end up trapped in dark cells with people unresponsive to their feelings and needs. Crucial moments in the lives of these youth and the psychological processes they go through are exposed as are the internal dynamics that locked them up. Narrated are the circumstances that contributed to creating their emotional vulnerable state and their efforts to maintain equilibrium. The anguish experienced by these adolescents is portrayed in dialogues that reveal the painful reality of children who could not escape the lacerations from their past.
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Broken Wings Alas Rotas - Guadalupe Elena Parra Batriz
Derechos de autor © 2020 Guadalupe Elena Parra Batriz
Todos los derechos reservados
Primera Edición
PAGE PUBLISHING, INC.
Conneaut Lake, PA
Primera publicación original de Page Publishing 2020
ISBN 978-1-64334-557-4 (Versión Impresa)
ISBN 978-1-64334-558-1 (Versión electrónica)
Libro impreso en Los Estados Unidos de América
Table of Contents
Parte I
(Versión en español)
I. Introducción
II. Psicología del oprimido y dualidades culturales
La dinámica interna del pandillero
III. Las Instituciones
La caverna de los mutilados
La caverna de los mexicanos
La caverna de los desamparados
La caverna de los indeseables
Identidad
IV. Historias de la vida real
Edmundo
Carlos
Chano
Reintegración
Alberto
A Ricardo
Franco
Hambre
José
Siluetas fantasmales
Aldo
Y aun así
Arsenio
¡La lucha tiene sellos de agotamiento y cansancio!
Damián
Embate
Ráfagas
Javier
Manuel
Inventario
Vicente
V. Historias relacionadas
Será?
La partida
Vertiente
La Cultura
Mexus
Part II
English version
I. Introduction
II. Psychology of the Opressed and Cultural Dualities
The chicano gang member phenomena
III. The Institutions
The Cavern of the Cutters
The Chicano Cavern
The Cavern of the Losers
The Cavern of the Disowned
IV. Real-Life Stories
Edmundo
Carlos
Chano
Alberto
Franco
Cholo
Bernardo
Vicente
Javier
Carnalito
Artemio
Aldo
Damián
Dario
Juan
Hugo
Inventory
DEDICATORIA
Parte I
Alas rotas
La otra cara de la delincuencia juvenil
(Versión en español)
I. Introducción
Este libro es el producto de más de cinco años de trabajo con los delincuentes juveniles. Trata de las historias de niños y adolescentes, cuyas alas rotas antes de empezar el vuelo los llevaron hasta instituciones indiferentes a sus sentimientos y necesidades. Este lugar era para muchos de ellos la antesala de la prisión. Sus alas nunca más emprenderían el vuelo. Otros pocos se salvarían gracias a los esfuerzos titánicos de cuatro o cinco miembros del personal al que sí les importaba su futuro. La mayoría de los guardias y personal administrativo hacía muy difícil el cambio para aquellos jóvenes que deseaban mejorar su destino. El personal argumentaba que si lograban reformarse ellos podrían perder su trabajo. Decidí escribir sus historias para mostrar la otra cara de la delincuencia juvenil: el dolor, un dolor intenso, profundo, agudo que invadía cada célula de su ser y me cubría de día y noche de un agobio que no me pertenecía, pero que era demasiado fuerte para evitarlo. Los mitos de maldad y peligrosidad solo podían ser atribuidos a tres o cuatro de los 250 delincuentes que habitaban las celdas construidas para aquellos que no habían logrado escapar de las heridas lacerantes del pasado.
Niños en dolor
Los niños en dolor se están haciendo visibles en las paredes, en las calles, en su forma de vestir, en su estrecha carrera con la muerte, en sus manos ensangrentadas, en sus lágrimas y en actos intolerables para la humanidad. Los niños en dolor están aquí. Son nuestra conciencia, una conciencia que nos negamos a aceptar, que tememos tanto, que preferimos pensar que no existe. Entre más los ignoramos, más visibles se hacen. No nos permitirán olvidar hasta que eventualmente los miremos y confrontemos el producto que hemos creado, hasta que seamos lo suficientemente fuertes para deshacer el terror que hemos fomentado. Los encerramos, los hacemos pagar con demandas insensibles. Me pregunto, ¿qué nos hace creer que podemos hacerlo?
Los niños en dolor cometen actos criminales. Nosotros también lo hacemos. No les damos el cuidado y cariño que merecen. Los proveemos con un mundo corrupto y peligroso. Los hemos discriminado y hemos sofocado su habilidad de soñar y aniquilado sus esperanzas. Hemos mirado hacia otro lado en un esfuerzo desesperado por evitar ver la otra cara de la delincuencia juvenil; el dolor, los miedos y la destrucción interna que ha llevado a estos jóvenes a enmascarar su dolor con coraje. Un coraje tan grande que explota en actos que solo los buenos estudiantes pueden replicar. Nosotros podemos justificar la culpa, pero ellos no. La única diferencia es que somos más sofisticados y ellos más ingenuos. Las leyes se enfocan en construir más celdas, darles más castigo. Sí, creo que nuestra conciencia es muy difícil de reprimir, tanto que preferimos encarcelarla para así olvidar que existe.
Los niños en dolor están desesperadamente buscando la muerte. Sienten que la merecen y que solo se pueden purificar a través de castigos severos. Los niños en dolor están aquí para quedarse, para dejarnos saber lo que está mal en este mundo e irónicamente también lo que está bien. A veces me pregunto: ¿cómo podemos vivir con la culpa de saber que hemos hecho tan poco por ellos? Hemos hecho tan poco por parar la discriminación, el abuso y la corrupción que existe en nuestra sociedad.
Sí, la otra cara de la delincuencia juvenil es muy difícil de reconocer. A la sociedad no le conviene y constituiría hacer cambios que sus líderes no están deseando hacer. Para los padres significaría confrontar lo que han hecho y lo que deberían y no deberían haber hecho. Para los proveedores de servicio significaría una fuente de ingresos que ya no tendrían. Qué solo y frío debe parecerles a estos jóvenes nuestro mundo. Tan frío que tienen que buscar refugio en sus amigos y en las calles. Debemos reconocer que les hemos fallado a estos jóvenes. Tal vez así sus rostros se suavicen y su odio se empiece a derretir. Debemos dejar de hacerles la guerra y de trabajar conjuntamente para ayudarlos a lograr la paz interior.
II. Psicología del oprimido y dualidades culturales
La dinámica interna del pandillero
La discriminación y el prejuicio han constituido condiciones de violencia que han negado al oprimido el derecho de ser. La respuesta a estos actos de violencia ha sido a veces igualmente violenta y está basada en la búsqueda de la autodeterminación. Se ha considerado que es a través de la violencia que el opresor puede anticipar la necesidad de liberación del oprimido. Como Paulo Freire una vez dijo: Solo el oprimido puede liberarse a sí mismo y al opresor
.
Los hispanos en Estados Unidos socializan dentro de dos contextos culturales diferentes y frecuentemente contradictorios, que impactan su búsqueda del ser. Para aquellos que han crecido en ambientes disfuncionales, interactuar en sistemas que promueven valores diferentes genera confusión y, hasta cierto punto, contamina la formación del ser. Esta contaminación hace posible que el oprimido (ej.: pandillero) se vuelva opresor —raza contra raza—. Sin embargo, la identidad dual del pandillero chicano/mexicoamericano se complica, dada la confusión interna sobre su identidad cultural. El opresor no solo representa los valores de la estructura que frecuentemente le ha nulificado su derecho de ser, sino que también representa a un grupo cultural diferente al suyo que tradicionalmente ha clamado superioridad sobre él con base en una percepción estereotipada de inferioridad. Frecuentemente se les ha hecho creer a miembros de la comunidad hispana que son ineptos, violentos, e incapaces de cambiar su destino. En el pandillero este sentido de desesperanza derivado de los obstáculos (ej.: sociales, educativos, legales) que tiene que vencer refuerza aún más la creencia sobre su inhabilidad para ejercer control sobre su futuro y para transformar su destino. Simultáneamente, esta condición tiende a generar una dependencia económica y emocional en la cual el oprimido depende del opresor para sus necesidades de sobrevivencia, su manera de vivir (libertad o encarcelamiento), sus oportunidades (ej.: barreras en el sistema educativo universitario), y su status (ej.: desventaja económica). Su capacidad de triunfo dependerá hasta cierto punto de su habilidad para contrarrestar los valores del opresor.
En este contexto, los pandilleros chicanos y mexicoamericanos, o hispanos, muchas veces experimentan sentimientos contradictorios de fidelidad e identificación con miembros del grupo dominante (sentimientos simultáneos de odio y admiración hacia el opresor). Esta realidad disonante está basada en que se sienten rechazados por el grupo mayoritario, pero también comparten el territorio nacional con ellos, valoran algunos aspectos positivos de la cultura anglosajona, e interactúan y desarrollan sentimientos de afecto hacia algunos miembros del grupo anglosajón que son justos y agradables.
La identidad dual del chicano ha resultado en una tendencia histórica de utilizar algunas perspectivas culturales en su contra. Esto sirve como una especie de castigo por ser y no ser como el opresor. Por ejemplo, esto en parte explica lo que hace posible que el pandillero chicano identifique la identidad del opresor en un pandillero enemigo, pero no en sí mismo, lo que a su vez facilita y justifica el castigo que le infringe. Esto es, el pandillero chicano difiere del sistema social prevalente en un esfuerzo por rebelarse en contra de un establecimiento que siente que lo ha victimizado. Él logra su función punitiva a través de su victimización y la de otros que son como él. Una vez que el enemigo es percibido como el opresor, se vuelve una presa ideal para descargar la furia. Esta victimización sirve para varios propósitos. Cuando él hiere no solo castiga la identidad del adversario con el opresor que lo ha nulificado, sino que también la de él. Esto, por lo tanto, resulta en un desahogo social. Castigando a su adversario castiga lo que no acepta de sí mismo. Esto le da una sensación de control y le permite reducir la confusión sobre su dualidad. Habiendo sido un objeto de la violencia también la genera.
Sin embargo, al infringir dolor, el pandillero chicano entra en contradicción con valores humanitarios que fueron promovidos por ambas culturas. Debido a esto, la imagen que tiene de sí mismo se deteriora aún más e intensifica el proceso de devaluación. Esto quiere decir que los actos violentos que comete generan una disonancia cognoscitiva. Para eliminar la incomodidad que esta disonancia le produce, necesita eliminar la contradicción y para poder lograrlo recurre a negar la humanidad de su víctima. Por ejemplo, justifica su violencia diciendo que su adversario era un vendido
. Entre más difícil es negar la humanidad de la víctima, más grande es la disonancia cognoscitiva. Es más fácil matar a un pandillero vendido que a un joven que sufría el abandono de su padre.
Para aceptar y entender la dinámica del pandillero chicano necesitamos reconocer que el desarrollo de su identidad bicultural es muchas veces un proceso doloroso y complejo. Sin embargo, es esencial para su recuperación.
III. Las Instituciones
La correccional Carolina es probablemente como cualquier otra correccional juvenil en el país. Un lugar donde la pretensión es grande y la realidad aterrorizante. Su nombre es la fachada que se utiliza para engañar al público, ganar la aprobación y ocultar la experiencia que ocurre detrás de sus paredes. Tratamiento y rehabilitación son conceptos que se usan deliberadamente para mostrar una tendencia humanitaria que los administradores y trabajadores no entienden, ni tampoco les interesa aplicar.
Cada día en Carolina es una introducción a un nuevo mundo de tristeza y miseria. Las historias de los jóvenes no son solo devastadoras, sino espeluznantes. La discriminación y el racismo son elementos añadidos a sus frustraciones. Frecuentemente me pregunté: ¿cómo puedo terminar con el horror que los adolescentes experimentan en los bien cuidados jardines y los no tan bien cuidados edificios de Carolina? Traté estrategias internas y externas. Nada se logró. El sistema trabaja en armonía para cubrir las injusticias y la corrupción que cada una de sus entidades promueve.
Detrás de las paredes, detrás del mito, yace un