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Reflexiones sobre la cuestión antisemita
Reflexiones sobre la cuestión antisemita
Reflexiones sobre la cuestión antisemita
Libro electrónico113 páginas2 horas

Reflexiones sobre la cuestión antisemita

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En Reflexiones sobre la cuestión judía, Sartre define al judío como una especie de producto de la mirada antisemita y reconoce la incidencia que esa mirada del otro ha tenido en la construcción de la identidad judía en la historia. ¿Cómo interpretan los eruditos y los textos de la tradición la furia antisemita de la que son objeto los judíos y que invade al otro de manera crónica? ¿Existe una reflexión judía sobre la cuestión antisemita? ¿Dónde buscar la génesis de un odio antisemita en los textos de la tradición judía? A tales preguntas intenta responder Delphine Horvilleur en este libro, a través de la exégesis de una amplia literatura rabínica y de leyendas judías, para establecer las distinciones fundamentales entre el antisemitismo y los demás racismos. 
De este modo, llega a una verdad ancestral sobre ese odio: se les reprocha a los judíos no ser como los demás, y encarnar por eso una extrañeza insoluble y amenazante. La identidad judía es siempre un asunto de separación: cuando el otro encarna la falta y la imposible totalidad, lo odio por amenazar mi integridad.
A lo largo de su análisis, la autora observa que la furia antijudía parece mutar constantemente y reencarnarse de tanto en tanto en contextos muy diferentes. Así, los motivos recurrentes del antisemitismo se revitalizan en los discursos contemporáneos de la extrema derecha y la extrema izquierda. Frente a esto, la literatura rabínica busca ofrecer a los judíos la posibilidad de convertirse en actores de su historia ante lo que aún podría suceder. De esta forma, Reflexiones sobre la cuestión antisemita se convierte en una referencia ineludible que brinda herramientas de resistencia en tiempos de odio y rechazo.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento24 feb 2023
ISBN9789875997752
Reflexiones sobre la cuestión antisemita

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    Reflexiones sobre la cuestión antisemita - Delfine Horvilleur

    Delphine Horvilleur

    Reflexiones sobre

    la cuestión antisemita

    Traducción de Estela Consigli

    Cet ouvrage a bénéficié du soutien des Programmes d’aide a la publication de l’lnstitut francais.

    Esta obra cuenta con el apoyo de los Programas de ayuda a la publicación del lnstitut francais.

    Título original: Réflexions sur la question antisémite

    © 2019. Éditions Grasset & Fasquelle

    Diseño de tapa: Flavio Maddalena

    Traducción: Estela Consigli

    Foto de autora en solapa: ©JF PAGA

    © 2021. Libros del Zorzal

    Buenos Aires, Argentina

    Comentarios y sugerencias: info@delzorzal.com.ar

    Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra, por cualquier medio o procedimiento, sin la autorización previa de la editorial o de los titulares de los derechos.

    Impreso en Argentina / Printed in Argentina

    Hecho el depósito que marca la ley 11723

    Índice

    Introducción

    Los judíos me exceden… | 8

    Capítulo 1

    El antisemitismo es una rivalidad familiar | 11

    Capítulo 2

    El antisemitismo es una lucha de civilizaciones | 32

    Capítulo 3

    El antisemitismo es una guerra de sexos | 54

    Capítulo 4

    El antisemitismo es una batalla electoral | 72

    Capítulo 5

    La excepsión judía | 85

    En memoria de Simone y Marceline,

    jóvenes de Birkenau que nos enseñaron a vivir.

    En memoria de Sarah e Isidore, mis abuelos

    sobrevivientes e infravivientes a la vez.

    ¿Qué tengo en común con los judíos?

    Apenas si tengo algo en común conmigo mismo.

    Franz Kafka

    La incertidumbre de la comprensión permite

    sortear la trampa de la idolatría.

    Jacques Derrida

    El antisemita es un hombre que tiene miedo.

    No a los judíos, ciertamente, sino a sí mismo,

    a su conciencia, a su libertad, a sus instintos,

    a sus responsabilidades, a la soledad,

    al cambio, a la sociedad y al mundo;

    a todo salvo a los judíos […] Es el hombre

    que quiere ser piedra inconmovible,

    torrente furioso, rayo devastador:

    todo, salvo un hombre.

    Jean-Paul Sartre

    Introducción

    Los judíos me exceden…

    ¿Por qué no se quiere a los judíos? Porque no son gentiles, decía Jacques Lacan. Así se enuncia con humor una verdad ancestral sobre ese odio: siempre se reprocha a los judíos no ser como los demás, miembros de la gentilis latina, es decir, de la familia, del pueblo o del tipo familiar, y encarnar por eso una extrañeza insoluble y amenazante. No son como nosotros, se dice a menudo de ellos, y su diferencia obsesiona o causa rechazo. Sin embargo, el odio al judío no es ni una simple xenofobia ni un odio tradicional a la diferencia.

    Por ejemplo, existe una distinción fundamental entre el antisemitismo y los demás racismos. Estos expresan generalmente un odio al otro por lo que no tiene: el mismo color de piel, las mismas costumbres, las mismas referencias culturales o la misma lengua. Su no como yo implica para el racista un menos que yo; lo ha prejuzgado como incompleto o inferior. Es como un bárbaro en el sentido en que lo entendían los griegos: un hombre cuyo lenguaje parece un balbuceo, primitivo y ridículo, bar… bar…. Cambien su color de piel, borren su acento y el odio podría desaparecer o disminuir.

    Por el contrario, al judío se lo odia a menudo por lo que TIENE, no por lo que NO TIENE. No se lo acusa de tener menos que uno, sino de poseer lo que debería corresponder a uno y que seguramente le ha sido usurpado. Se le reprocha detentar y acaparar el poder, el dinero, los privilegios o los honores que a uno se le niegan.

    Por eso, el antisemita imagina al judío propietario de un extra del que se considera despojado. Y es así como, a través de la historia, el judío aparece frecuentemente descripto como un agente perturbador que corrompe, acapara o envenena el bien común, a tal punto que impide una (re)distribución equitativa o un reparto justo. Por más que hable la misma lengua o habite los mismos barrios que un no judío, es como si, a los ojos de sus enemigos, lo hiciera siempre un poco de más, con más arrogancia o más facilidad. Ningún cambio en él, ni de actitud ni de lengua, disminuiría ese rencor o esa envidia. En cualquier circunstancia, excede literalmente: algo en él es en demasía, más de lo que debiera o más de lo que tengo yo.

    Por ejemplo, su tiempo de existencia. El judío es indestructible, y eso exaspera. Se empecina en no desaparecer, y esa resistencia es de un descaro intolerable. ¿No podría morir como todo el mundo? ¿Desaparecer como cada civilización civilizada supo hacerlo? Al final, es irritante esa persistencia. ¡Hasta su dolor es indestructible! Cuando se lo golpea, se levanta, vuelve a su verdugo y lo obliga a detestarlo aún más por haber sufrido más que este. Incluso ahí tiene como un extra que priva, en ese exceso de visibilidad o de dolor, que lleva a preguntarse por qué uno no ha tenido el honor de un pasado lacrimoso como ese. Por eso cuesta tanto perdonarle el mal que se le ha hecho… Su dolor también tiene algo que excede. Su pasado de víctima o de discriminado, que debería operar como una sustracción, un menos que yo, actúa paradójicamente como un extra o una ventaja que uno llega a envidiar.

    Y se agrega otra particularidad: la capacidad de ser acusado simultáneamente de una cosa y de su contrario. De ese modo, en el transcurso de la historia, nada le impidió al discurso antisemita acusar al judío de algo y de su antítesis casi al mismo tiempo. Se lo ha juzgado alternadamente de ser demasiado rico y de vivir sin recursos, a expensas de la nación.

    Se lo ha acusado de demasiado revolucionario y de demasiado burgués. Se lo ha percibido como una amenaza para el sistema y, por el contrario, como su encarnación. Se le ha reprochado no creer en Jesús y haber tenido la audacia de inventarlo; moverse enmascarado y ser demasiado llamativo; asimilarse a la nación hasta ya no ser identificable, pero también defender la endogamia y cultivar la segregación de la sociedad. En resumen, el judío es siempre el mismo y, a la vez, otro. Tiene el descaro de querer asimilarse aquí y de reivindicar soberanía en otro lugar; el de no querer partir y el de no querer quedarse.

    El antisemita afirma reconocerlo a la distancia, indefectiblemente. Lo distinguiría entre miles, por los gestos, la nariz, el cabello, la voz o los movimientos. Pero, entonces, ¿por qué pasa tanto tiempo persiguiéndolo, como si su huella invisible se ocultara en algún lado, agazapada en la sombra e indistinguible? Hasta que Google fue citado por la Justicia en 2012, bastaba con escribir el nombre de una personalidad en el famoso motor de búsqueda para que este propusiera de inmediato asociarle la palabra judío. François Hollande judío… George Clooney judío… Y Papá Noel, ¿qué sería?

    La aparición mágica de la palabra judío en los resultados no hacía más que traducir la eficacia de un algoritmo, el que detecta las búsquedas más frecuentes de los internautas. Y así se demostraba el furor de ese tipo de investigaciones: la persecución obsesiva al judío que quizás duerme en cada celebridad o poderoso del mundo, y que la web por fin develaría al internauta honesto. Busque al judío. Quizás está allí, muy cerca, en su oficina, su barrio o su biblioteca. Nos esconden todo, no nos dicen nada.

    Capítulo 1

    El antisemitismo es una rivalidad familiar

    Mal ancestral y odioso tartamudeo de la historia, la furia antijudía parece mutar constantemente y reencarnarse de tanto en tanto en contextos muy diferentes.

    Historiadores, sociólogos, teólogos, psicólogos: muchos de ellos han analizado las raíces de ese flagelo e intentado comprender los contextos políticos, económicos, sociales o religiosos de su aparición o resurgimiento. Menos numerosos son los que han explorado la literatura judía para saber cómo interpreta el fenómeno.

    Ciertamente, nunca le corresponde a la víctima de violencia o discriminación explicar las causas del odio que se abate sobre ella ni analizar las motivaciones de su verdugo. ¿Es necesario recordar esta evidencia? El antisemitismo no es problema de los judíos, sino siempre y en

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