Azúcar negra: El negro mexicano blanqueado o borrado
Por Carmen Boullosa
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Carmen Boullosa
Carmen Boullosa (Ciudad de México, 1954), becaria de la Fundación Guggenheim, del Center for Scholars and Writers de la New York Public Library y profesora en diversas universidades estadounidenses, forma parte del Sistema Nacional de Creadores de México. Su obra ha sido merecedora de múltiples galardones, como el Premio Xavier Villaurrutia, el LiBeraturpreis de la Ciudad de Frankfurt, el Anna Seghers de la Academia de las Artes de Berlín y el Premio de Novela Café Gijón.
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Azúcar negra - Carmen Boullosa
mexicano
El negrito blanqueado
EN 1982, EDUARDO MATOS MOCTEZUMA, arqueólogo responsable del Proyecto del Templo Mayor, publicó El Negrito Poeta mexicano y el dominicano, estudio en el que rastrea vida y obra de dos poetas populares afrolatinos, y recopilación de las improvisaciones poéticas que la memoria colectiva les atribuyó.
Matos Moctezuma ordena cronológicamente las apariciones de los dos Negritos Poetas. Empieza por el mexicano.
Glosa las diferentes versiones que dan las fuentes: que si el Negrito Poeta vivió en el siglo XVII, que si en el XVIII, que si entre los dos siglos (o durante los dos siglos), que si con tales o cuales virreyes. No se detiene en enumerarlas: también señala imprecisiones, sinsentidos o contradicciones, y acota cuándo el Negrito fue considerado pura invención, cuándo pasó por ser cierto, y cuándo regresó a ser pamplina. Apariciones es la palabra que le va: como a un ser de otra naturaleza, se cree o no en su existencia, se alega cronología precisa, se le atribuyen actos.
Para el «otro» poeta improvisador, el dominicano Meso Mónica, Matos Moctezuma se apega a una sola fuente, Poesía popular dominicana, de Emilio Rodríguez Demorizi.
Rodríguez Demorizi reporta que algunos creen que los dos Negritos Poetas —el dominicano y el mexicano— son un solo ser («la fantasía los convierta en un solo personaje»), y revela que algunos de los poemas atribuidos a ambos son de otros autores: seis tomados más o menos libremente de Quevedo, tres de poetas chilenos. Sólo encontré uno idéntico a un Quevedo, los demás son variaciones más o menos tímidas, transformados ya en poemas populares, en la memoria de todos —la memoria colectiva los mexicafricanizó, una conquista al reverso, una apropiación—.
Concluye Matos Moctezuma:
[…] necesitamos aclarar, desde el punto de vista de la investigación antropológico-folklórica, qué validez tiene la tradición en un contexto determinado. Conforme a esto, tenemos que la mayoría de los investigadores que tratan con tradiciones les asignan un determinado grado de validez, pero en general la aceptación total sólo se logra cuando existen datos paralelos que vienen a darle autenticidad a la tradición. Así se desprende de estudiosos como Wilhelm Schmidt, quien nos dice: «Las tradiciones […] sólo tienen valor histórico si su veracidad ha sido demostrada por otros medios» […] no hay datos que vengan a reforzar la presencia del Negrito Poeta mexicano, sino que, por el contrario, los que hay nos hacen dudar severamente de su existencia. Por otra parte, es significativa la existencia de Meso Mónica en Santo Domingo.
Subrayo dos palabras elegidas por Matos: presencia y existencia, y de la cita de Schmidt una: veracidad. El Negrito Poeta mexicano es, concluye Matos, una falsedad.
Termina su estudio —que prologa la reedición de las agudezas del poeta negro mexicano— con unas cuartetas «de las que no hay duda de que yo sea su autor»:
Después de ver tanto dato
de dudosa filiación,
no cabe duda que al negro
le dieron reputación.
Sin embargo, se asegura
con bastante información:
no tiene la culpa el… negro,
sino el que lo hace… cabrón.
Es precisamente esto que Matos Moctezuma llama «tener la culpa» —es decir la responsabilidad— lo que me atrae de esta historia, leyenda, mito, creación colectiva o invención de editores de almanaques. El Negrito Poeta es un personaje nuestro, inventado o real. Mi propósito aquí es leer la existencia (así sea imaginaria) de este poeta popular colonial mexicano.
Las fechas precisas de su vida varían con las versiones, pero se sujetan siempre al marco temporal en que la población de origen africano en México representó un porcentaje significante. En el siglo XVII —años del primer nacimiento del Negrito Poeta— la Ciudad de México tenía una población afromexicana numerosa, en el centro varias veces mayor que la india (De la Maza: «más importante que los indios y los mestizos fueron los negros en la ciudad de México del XVII»); en el XVIII seguía siendo un porcentaje notable.
Mi intención es también tantear la naturaleza poética del Negrito Poeta, siguiendo exclusivamente el rastro dejado por Matos Moctezuma, y señalar la necesidad que algunos han sentido de fijarlo o de borrarlo por escrito, de presentarlo al público y de borrarlo.
Matos Moctezuma quiso «echar por tierra esa tradición». Yo quiero, por lo contrario, leer en el estudio de Matos al personaje, recuperar la existencia (la validez) del personaje popular mexicano, usando los datos fuertes proporcionados por Matos Moctezuma.
No es menos importante que un hecho histórico, la creación imaginaria colectiva —la leyenda, el mito— es la huella más honda, más presente, de algo real. Es el caso del Negrito Poeta.
La mayoría de las fuentes sostiene que el Negrito Poeta vive entre 1626 y 1786, durante el reinado de cinco virreyes. Es más longevo si atendemos la versión de Lizardi: en el Periquillo lo convierte en contemporáneo de sor Juana; piden al Negrito Poeta haga una rima con «pende», de inmediato tiene su cuarteta de octosílabos.
Se le dio el mismo pie para que lo trovara a la madre Sor Juana Inés de la Cruz, religiosa jerónima, célebre ingenio y famosa poetisa de su tiempo, que mereció el epíteto de la décima musa de Apolo, pero la dicha religiosa no pudo trovarlo y se disculpó muy bien en unas redondillas, y elogió la facilidad de nuestro poeta.
En total lo tenemos haciendo versos de 1690 a 1786. Ejerció su arte un poco menos de cien años.
Su memoria es más longeva. En 1867 la Ciudad de México todavía lo recuerda, como atestigua un