Ofendiditos: Sobre la criminalización de la protesta
Por Lucía Lijtmaer
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¿Dónde están las verdaderas amenazas a la libertad de expresión? ¿Se está criminalizando la protesta?
En los últimos tiempos saltan a la prensa noticias como la censura del cartel de una exposición de Egon Schiele, se genera debate en torno a un cuadro de Balthus o a la Lolita de Nabokov... ¿Nos invade una oleada de neopuritanismo? ¿Se instaura el triunfo de la corrección política? ¿Asistimos a un cambio de paradigma moral, al triunfo de la censura y la autocensura? ¿O acaso lo que se está produciendo es una descalificación y hasta criminalización de la protesta? Este libro explora las verdaderas amenazas a la libertad de expresión, que no vienen de minorías, feministas u ofendidos, sino del poder político y legislativo. Porque señalar despectivamente al ofendidito no hace sino criminalizar su derecho, nuestro derecho como sociedad, a la protesta.
Lucía Lijtmaer
Lucía Lijtmaer (Buenos Aires, 1977) creció en Barcelona. Es escritora y crítica cultural. Colabora habitualmente en El País. Es autora de la crónica híbrida Casi nada que ponerte; de los ensayos Yo también soy una chica lista y Ofendiditos. Sobre la criminalización de la protesta: «La autora explica de maravilla de qué modo la derecha, el sistema y el mainstream en general han sabido criminalizar la protesta de tal manera que, hoy en día, cuando alguien declara que es “políticamente incorrecto”, en realidad tiene los números de ser un facha» (Oriol Puig Taulé, Núvol), y de la novela Cauterio, en proceso de traducción al inglés, francés, alemán e italiano, entre otras lenguas: «Un alarde de talento y oficio. Una novela que señala, hiere, acompaña y desasosiega» (Carlos Zanón, El País). Codirige junto con Isa Calderón el late night y podcast cultural Deforme Semanal, merecedor de dos Premios Ondas.
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Comentarios para Ofendiditos
3 clasificaciones1 comentario
- Calificación: 3 de 5 estrellas3/5La autora cae en lo mismo que ataca, y se llega a confundir con el actuar de cada bando.
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Ofendiditos - Lucía Lijtmaer
Índice
Portada
Prólogo
Introducción
1. Cuando las neopuritanas son las demás
2. No seas mariconazo, digo, ofendidito
3. Lo «políticamente incorrecto»: The Future is Nazi
4. España no es diferente
Epílogo. El lamento del Fiero Analista
Notas
Créditos
They set off from Plymouth and landed in Plymouth! How lucky is that?
EDDIE IZZARD
Prólogo
La opinión pública ha dado un giro. Al principio era apenas perceptible, pero en los últimos años el viraje ha sido total. Los medios de comunicación se han plagado de nuevas polémicas, con un léxico prácticamente desconocido hace tan solo una década. En una discusión sobre una obra literaria con un personaje misógino, se declara la imposibilidad del debate, la propagación de la censura y la ofensa. Si se pide que una exposición sea contextualizada en su tiempo y espacio, se acusa al público de pirómano y puritano. ¿Quiénes son los ofendiditos, las puritanas y los neocensores de los que se habla ahora en la prensa opinativa sin cesar? O, más bien, ¿quién habla?, ¿por qué ahora?
Este pequeño ensayo pretende analizar y responder a estas cuestiones. Diferentes casos han estallado en los medios de comunicación en los últimos años y han puesto sobre la mesa la responsabilidad en el ejercicio de la opinión y los límites de la libertad de expresión de manera simbólica. La mayoría de estos casos han sido utilizados por firmas muy reconocidas del panorama opinativo español para denostar una supuesta censura, no evidente sino soterrada, y según ellos mucho más peligrosa que la censura legislativa: una autocensura moralista de la que serían responsables diversas minorías y los movimientos feministas.
De la mano de este debate han llegado nuevos vocablos para nombrar a los responsables de esta agitada discusión. Este texto ahonda, por un lado, en la trazabilidad de ese léxico, y, por otro, en su uso interesado para ocultar lo que en realidad pasa y se deja de lado: la libertad de expresión está constantemente amenazada, pero no por minorías, feministas puritanas u ofendidos moralistas, sino por un poder político y legislativo al que los mismos analistas que ponen el grito en el cielo en la prensa no quieren mirar a la cara.
La tesis de este texto es, en definitiva, que el señalamiento al moralista «ofendidito» en realidad no hace otra cosa que ocultar interesadamente la criminalización de su derecho, de nuestro derecho como sociedad, a la protesta.
Introducción
Este texto iba a empezar de otra manera, pero debe empezar así: hace apenas unos meses, mientras comenzaba a investigar sobre qué entendemos por puritanismo, protagonicé una pequeña anécdota, una nimiedad, una tontería en las redes sociales. En mis redes. Ni siquiera de manera intencionada. Salía del gimnasio, y un amigo y yo comentábamos, con la ligereza y superficialidad que nos habían proporcionado las endorfinas después de correr y sudar, lo atractivo que era el monitor.
Era una charla por WhatsApp, algo común y tonto. Mientras hablábamos de nuestro joven y guapo monitor, mi amigo investigaba por las redes hasta que dio con su perfil de Instagram. Más redes. En sus fotos, nuestro monitor nos daba la información esperable de un veinteañero que se dedica al deporte en su vida profesional: muchas fotos de partidos, entrenamientos y algún selfie con los amigos.
Mi amigo especulaba con las preferencias sexuales de nuestro monitor: en sus redes no había apenas fotos con mujeres. Eso lo entendía él como una posible señal de incitación. Yo argumenté, en tono de broma, que eso no tenía por qué decir nada: al fin y al cabo, a muchos heterosexuales no les gustan realmente las mujeres, dije entre risas. No tienen amigas, no citan a mujeres entre sus preferencias culturales, no hay señal de mujeres en su vida diaria. Esa fue mi chanza, porque eso me parecía que demostraba nuestro monitor en ese diario fotográfico que es Instagram: que era un hetero joven con un universo exclusivamente masculino. Mi amigo acabó dándome la razón, ambos nos reímos