Extraños: Ensayos sobre lo humano y lo no humano
Por Rebecca Tamas
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Siete ensayos de gran lucidez sobre la relación del ser humano con la naturaleza y sus dimensiones política, filosófica y espiritual.
Este libro aborda temas como la relación del ser humano con la naturaleza; la posesión de la tierra; el cambio climático y el capitalismo; la ecología en relación con la política, la filosofía y la espiritualidad; la utilización del cuerpo femenino y el cuerpo animal...
Todo ello a partir de las ideas colectivizadoras de Gerrard Winstanley en la Inglaterra del siglo XVII, La pasión según G. H. de Clarice Lispector y el encuentro de la protagonista con una cucaracha, la fusión de lo corpóreo y los elementos naturales propuesta por Ana Mendieta, el fin del mundo según Melancolía de Lars von Trier o el pansiquismo, que nos habla de la conciencia de los árboles y las piedras. Siete piezas rebosantes de inteligencia y sensibilidad.
Rebecca Tamas
Rebecca Tamás es profesora de Escritura Creativa en la Universidad York St John y coorganizadora de las York Centre for Writing Poetry Series. Ha publicado el poemario WITCH (2019), y es responsable, junto con Sara Shin, de la antología Spells: Occult Poetry for the 21st Century (2018).
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Extraños - Rebecca Tamas
Índice
Portada
1. De la sandía
2. De la hospitalidad
3. Del panpsiquismo
4. Del verdor
5. Del dolor
6. De la aflicción
7. Del misterio
Bibliografía
Agradecimientos
Notas
Créditos
Rebecca Tamás es profesora de Escritura Creativa en la Universidad York St John y coorganizadora de las York Centre for Writing Poetry Series. Ha publicado el poemario WITCH (2019) y coeditado la antología Spells: Occult Poetry for the 21st Century (2018).
Extraños Ensayos sobre lo humano y lo no humano Ensayos breves sobre el ser humano y la naturaleza; la posesión de la tierra; el cambio climático y el capitalismo; la ecología en relación con la política, la filosofía y la espiritualidad; la utilización del cuerpo femenino y el cuerpo animal... Todo ello a partir de las ideas colectivizadoras de Gerrard Winstanley en la Inglaterra del XVII, La pasión según G. H. de Clarice Lispector y el encuentro de la protagonista con una cucaracha, la fusión de lo corpóreo y los elementos naturales propuesta por Ana Mendieta, el fin del mundo según Melancolía de Lars von Trier, el pansiquismo, que nos habla de la conciencia de los árboles y las piedras… Siete piezas rebosantes de inteligencia y sensibilidad.
Niño, sé extraño, oscuro, verdadero, impuro y disonante. Mantén viva nuestra llama.
DAVID RUDKIN, Penda’s Fen
1. De la sandía
Cuando Adán araba y Eva tejía, ¿quién era entonces el caballero?
JOHN BALL, uno de los líderes de la Revuelta
de los Campesinos (Inglaterra, 1381)
A primeros de abril de 1649, un grupo de disidentes políticos que se hacían llamar los «Verdaderos Niveladores» (para distinguirse de los «Niveladores» a secas, un grupo alternativo y no tan radical), fundó una colonia en St. George’s Hill, cerca de Cobham, en Surrey. Allí comenzaron a cultivar y sembrar los campos con «pastinacas y safanorias y fréjol»¹ y a poner en práctica, en su misma esencia, una de las ideas centrales del movimiento: la de la tierra como «erario común, sin acepción de personas». Los apodaron «los Cavadores» y con ese mote han pasado a la posteridad.
Cuando los Cavadores emprendieron el cultivo de aquella tierra comunal, en 1649, habían pasado siete años desde el comienzo de la guerra civil inglesa y dos meses desde la decapitación del rey, Carlos I. Eran tiempos turbulentos, revolucionarios. Apenas dos años antes, en los debates de Putney, la plebe y la nobleza habían llegado a plantear propuestas tan peregrinas como la representación política o el sufragio universal. La escisión del país, que se encontraba entonces completamente dividido, no era solo política sino también religiosa. Cada facción cargaba con la inmensa responsabilidad de llevar a cabo los planes que Dios había trazado para Inglaterra, y eran muchos los que soñaban con instituir en la tierra el reino de justicia absoluta que daría lugar al segundo advenimiento.
Como explica el historiador Daniel Johnson:
Los Cavadores cultivaban las dehesas y los yermos de Inglaterra de forma colectiva y desvincularon su labor del comercio, despojando así las relaciones sociales de su valor mercantil e instituyendo una nueva relación con la tierra. El experimento se saldó con tan buenos resultados que las gentes del campo se negaron a continuar trabajando a jornal y se afanaron en crear asociaciones libres entre mancomunidades, de corte comunista, tanto en Inglaterra como en el resto del mundo. Al «laborar la tierra unidos y en derechura», los Verdaderos Niveladores se proponían «librar a la creación del yugo de la propiedad civil que la tiene sometida».²
Los Cavadores aprovecharon la oportunidad que les brindaban aquellos tiempos tumultuosos para establecer una suerte de protocomunismo cristiano que habría de poner fin al trabajo asalariado, la jerarquía de clases, la desigualdad económica, la propiedad privada, la hegemonía de los terratenientes y el cercamiento de las tierras comunales, que había dejado a buena parte del campesinado en la indigencia. Para lograrlo era preciso implantar el cultivo comunitario de la tierra, que enmendaría a un tiempo la explotación de la tierra y la de la humanidad. En The True Levellers Standard Advanced, publicado en abril de 1649, Winstanley exponía muchas de estas ideas:
Rompe al punto las cadenas de la propiedad particular, repudia el crimen, la tiranía y el robo que deriva de la compraventa de tierras, las posesiones de los terratenientes y el pago de las rentas, y consiente libremente en hacer de la tierra un erario común sin mácula [...] para que todos puedan gozar del beneficio de su creación.
[...] Tu madre es la tierra, que nos ha engendrado a todos y, como buena madre que es, ama a todas sus criaturas por igual. No impidas pues que la madre tierra amamante a su prole, no la cerques ni la pongas en manos de particulares. No mantengas en pie, con tu sudor, las malditas cercas que te esclavizan.
[...] La propiedad y el interés particular dividen a las gentes de una misma tierra y del mundo entero, y por doquier son motivo de guerras, disputas y derramamientos de sangre.³
Con aquel revolucionario sistema de cooperación, los Cavadores se proponían instaurar una nueva forma de vida basada en la comunidad de lo humano y lo no humano: su visión era la de una sociedad radicalmente comunitaria y centrada en la tierra, más de doscientos años antes de que Marx y Engels publicaran su Manifiesto comunista.
Los Cavadores no apoyaban el sufragio femenino, pero para los tiempos que corrían eran sorprendentemente innovadores en materia de igualdad de géneros, clases y rangos. En La ley de la libertad, Winstanley escribe:
Cada hombre y cada mujer tendrá la libertad de contraer matrimonio con quien ame [...] y ni la cuna ni la dote podrán impedir su unión, pues la humanidad entera comparte la misma sangre; en lo que atañe a la dote, esta aguardará a cada hombre y cada mujer en los almacenes comunitarios.
Si un hombre yace con una doncella y engendra un hijo, se unirá a ella en matrimonio.⁴
Por lúcidos y adelantados que fueran sus ideales, los Cavadores no pudieron cultivar la tierra comunal de St. George Hill más que cuatro meses. Los expulsaron de allí los militares y los terratenientes y dirigentes locales, que no comulgaban con tan radicales iniciativas. Se trasladaron entonces a Little Heath, pero después de enfrentarse a un sinfín de pleitos