Nace una nación, mueren otras
Salvo contadas escaramuzas, durante los primeros años de colonización los británicos y franceses mantuvieron buenas relaciones con los indios norteamericanos (los powhatans colaboraron con los ingleses que se asentaron en el territorio que ahora ocupa Virginia), pero la llegada masiva de angloamericanos y las tensiones entre las diversas tribus fueron exacerbando los ánimos. El choque cultural fue menor en Canadá, donde los franceses comerciaban con pieles y trataban a los indios como iguales, aceptando los matrimonios mixtos. Todo lo contrario que los británicos, que tendían a levantar muros infranqueables entre ellos y los indios, lo que finalmente desembocó en fuertes conflictos que se agravaron según iban llegando más colonos de Gran Bretaña. Entre 1604 y 1609 estalló la primera guerra entre indios y británicos: los powhatans capturaron y mataron a John Ratcliffe, el líder de la colonia. Poco después, el nuevo gobernador de esta misma colonia, Thomas West (Lord Delawere), organizó una brutal campaña contra los indios, atacando y quemando sus poblados. La paz se selló con el matrimonio de Pocahontas, la hija de Wahunsonacock, jefe de los powhatans, con el colono John Rolfe, uno de los pocos enlaces mixtos que se produjeron durante las colonias británicas.
“Wahunsonacock vaciló un tiempo entre la lealtad que debía a sus súbditos y el acatamiento a las consignas de los ingleses, pero cuando su hija Pocahontas se casó con John Rolfe parece que decidió que era inglés antes que indio”, escribe Dee Brown en su famoso libro Enterrad mi corazón en Wounded Knee (Turner Noema). Cuando murió Wahunsonacock, su pueblo se levantó para tratar de devolver a los ingleses al mar, pero los colonos, armados con potentes armas de fuego, acabaron con ellos.
Inconscientes del peligro
Apenas sobrevivieron mil powhatans de los 8,000 que habitaban la región antes de la llegada del hombre blanco.
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