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No vivirás para tu próximo cumpleaños
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Libro electrónico180 páginas2 horas

No vivirás para tu próximo cumpleaños

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Información de este libro electrónico

Judío, húngaro y mexicano. La Nochevieja de 1943, cuando Luis Stillmann tenía 22 años, una adivina le leyó la mano: “
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento5 oct 2022
ISBN9786078745395
No vivirás para tu próximo cumpleaños
Autor

Luis Stillmann

Luis Stillmann emigró a México en 1946, tras sobrevivir una tortuosa estadía en el cam- po de concentración de Mauthausen, Austria, durante la Segunda Guerra Mundial. Estudió Derecho en su natal Hungría, pero en México inició una carrera en el ámbito farmacéutico, del cual se jubiló como consultor de conglomerados trasnacionales de este acaudalado gremio. Ha sido un activo promotor de la cultura hebrea; fundó la Asociación de Amigos del Instituto Weizmann de Ciencias.

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    No vivirás para tu próximo cumpleaños - Luis Stillmann

    No vivrás para tu próximo cumpleaños

    © Luis Stillmann

    Primera edición: 2022

    D. R. ©2022

    Trilce Ediciones, S. A. de C. V.

    Carlos B. Zetina 61

    Colonia Escandón, C. P. 11800

    Alcaldía Miguel Hidalgo

    Ciudad de México

    Tel. 55 5255 5804

    admon@trilce.com.mx

    www.trilce.com.mx

    Las características gráficas

    y tipográficas de esta edición

    son propiedad de Trilce Ediciones,

    S.A. de C.V.

    Todos los Derechos Reservados.

    Queda prohibida la reproducción total

    o parcial de esta obra por cualquier

    medio o procedimiento, comprendidos

    la reprografía y el tratamiento

    informático, la fotocopia o la grabación,

    sin la previa autorización por escrito

    de los editores

    ISBN DIGITAL: 978-607-8745-39-5

    Hecho en México

    COORDINACIÓN EDITORIAL

    Déborah Holtz

    Emiliano Meza Esparza

    TRADUCCIÓN

    Carmen Plascencia

    DISEÑO

    Juan Carlos Mena

    Roy Plata

    CORRECCIÓN DE TEXTO

    Rogelio Rivera Nava

    Georgina Velázquez Juárez

    ICONOGRAFÍA

    Selene Nájera

    ASISTENCIA DE DISEÑO

    Fernando Islas Lorena Galván

    FOTO PORTADA

    Archivo de Luis Stillmann

    Trilce Ediciones es miembro fundador

    Tde la Alianza de Editoriales Mexicanas

    Independientes.

    www.aemi.mx

    Editor miembro de la

    www.alianzadeeditores.org

    Conversión gestionada por:

    Sextil Online, S.A. de C.V./ Ink it® 2022.

    +52 (55) 52 54 38 52

    contacto@ink-it.ink

    www.ink-it.ink

    ÍNDICE

    PREÁMBULO

    EL JUDÍO DE MÁD

    RETRATOS FAMILIARES

    EL GYMNASIUM

    SUMMA CUM LAUDE

    VIDA NUEVA

    LA PROFECÍA

    UN ÚLTIMO RESPIRO

    UN GUETO EN CASA

    RECLUTADO

    MAUTHAUSEN

    CASI EL FINAL

    EL SUEÑO DE LAJOS

    BIENVENIDO A MÉXICO

    FLORECER

    UN FARMACEUTA EN LA CAPITAL

    BENJAMINES

    LA CÚSPIDE

    CAMINO DE LOS MÁRTIRES

    EPÍLOGO

    A la memoria de mis padres:

    Andor Stillmann Y Viola Rottenstein

    Auschwitz, junio 1944

    Este libro nunca hubiera sido escrito

    sin la valiosa asistencia de tres personas

    a quienes me atrevo a llamar amigos.

    Wilia Mam no solo virtió en papel mi narrativa.

    Como historiadora me ayudó a estructurar

    el texto y sugerir la secuencia más favorable

    de los puntos más significativos.

    Pablo Piñero, un escritor con premios

    ganados con sus libros y novelas cortas

    en México y en revistas literarias en

    Estados Unidos, quien tuvo a bien leer

    el libro y me ayudó con valiosas sugerencias.

    Bret Stephens, columnista del New York

    Times y exmiembro del consejo editorial

    y excolumnista del Wall Street Journal,

    quien inclusive publicó un artículo en

    el Times reseñando mi libro.

    A todos ellos mi más profundo

    agradecimiento.

    PREÁMBULO

    Era un día de principios de otoño, con la temperatura más fría de lo habitual para esa época del año, lo que auguraba un invierno crudo. El cielo estaba cubierto de un gris demencial: era una combinación de la contaminación que aquejaba a la ciudad desde hacía tantos, tantos años y una nube densa; esto indicaba que quizá no solo se trataría de un año frío, sino que el invierno también sería húmedo.

    Una leve brisa ocasional soplaba a través de las piedras, haciendo volar el fino polvo de una lápida a otra, y luego, bajo la severa supervisión de las piedras en vertical, llegaba otra brisa en sentido contrario a modo de mensajes silenciosos. El cementerio se revestía de un silencio sobrecogedor, de vez en cuando interrumpido por el alarido de un ave volando cerca y por el sonido tenue que provenía de la autopista ubicada a unos 500 metros de distancia, donde los carros tocaban el claxon a la mexicana.

    En la capilla, la viuda estaba sentada con un semblante rígido, rodeada por sus dos hijas y nietas. No habían pronunciado ni una sola palabra. Las lágrimas ya se habían agotado y podía percibirse cierta incomodidad por no saber cómo tratar a los visitantes recién llegados que se filtraban a través de la puerta, arrastrando lentamente los pies mientras pensaban qué decir ante una situación como esa. Quienes decían que el fallecido había sido un gran hombre en realidad generaban más desasosiego para la familia. El dolor es más grande mientras más enaltecida sea la persona que acaba de perder la vida.

    En la esquina noroeste yacía un abedul solitario, adulto, que balanceaba lentamente su última hoja. Se notaba que había crecido sin supervisión y daba la sensación de que mudaba de hojas siempre que llegaba un nuevo inquilino a ocupar ese lugar tras tantos predecesores. Allí, el rabino esperaba sentado a que llevaran el cuerpo para después dar un discurso inadecuado, que el difunto no había aprobado…

    LUIS STILLMANN A LA EDAD DE UN AÑO.

    EL JUDÍO DE MÁD

    Tengo algunos recuerdos vívidos de la infancia: me observo de niño evadiendo una piel de oso polar extendida frente a la cama. Mi madre intentaba convencerme de que era inofensiva. No va a lastimarte, decía, pero por si acaso, me alejaba lo más posible de los colmillos del animal hasta que lograba refugiarme debajo de la cama, en la habitación donde dormían mis padres.

    Me sentía cómodo estando a solas con mi madre, ya que mi padre viajaba por trabajo. Era representante de ventas de vinos húngaros en Europa Central, incluyendo Alemania, Polonia, Austria e incluso, ocasionalmente, en el sur de Rusia. Me ponía contento cuando mi padre estaba de vuelta porque siempre traía comida exótica de sus viajes, como salmón rosado o algún tipo de mariscos desconocidos, que además eran kosher.

    Afuera se extendía la avenida principal, cubierta de polvo a falta de pavimento. Era un pueblo pequeño, con unos 4,000 habitantes, entre ellos, 800 judíos. A pesar de ser muy similar a las decenas de pueblos en el campo de Hungría, tenía su propia historia. En los años 800, al inicio de la historia de Hungría, cuando los magiares llegaron de Asia Central y aparecieron en los desfiladeros de los montes Cárpatos, Árpád, rodeado por las diez tribus que lideraba, pronunció unas cuantas palabras en húngaro que podrían traducirse vagamente como Dios provee buena fortuna a esta región. El nombre del pueblo es Mád, originalmente escrito con doble a, que en húngaro significa hoy proveyó.

    En Mád, aparte de una iglesia católica, los 800 judíos tenían una sinagoga, la cual también tiene una historia propia. Cuenta la leyenda que los primeros habitantes de la comunidad judía en Mád la construyeron a mano en los años 1700, y que se hizo famosa debido a su belleza tras aparecer en un libro de 120 sinagogas alrededor del mundo. Durante la guerra su interior quedó destruido. Años después alguien financió una restauración para regresarle su pasado esplendor.

    Por supuesto, la comunidad judía estaba encabezada por un rabino. Este rabino, de cuerpo enjuto y de 1.58 metros de estatura, a mi juicio era lo más cercano a la representación humana de un santo.

    De acuerdo con las leyes nacionales, todas las religiones debían tener un representante en la Cámara Alta del Parlamento. El gobierno húngaro, que no era famoso por su filosemitismo, eligió a este rabino de 1.58 de altura como líder de la comunidad judía en Hungría, hecho que demuestra su importancia y prestigio en todo el país. Por supuesto, él rechazó el cargo. Sus discípulos provenían de todos los países alrededor de Hungría. Llegaban después de Yamim Noraim ¹ y volvían a sus países de origen al inicio de la siguiente temporada de festividades.

    Uno de estos bachurim ² fue quien después de un tiempo comenzó a enseñarme el alifato. ³ Era un joven polaco apasionado por el futbol, así que entre sus enseñanzas se ponía a dibujar escenas de un partido de futbol, lo cual me divertía mucho.

    Era interesante observar la manera en que convivían pacíficamente las religiones católica y judía, un hecho notable considerando que en sus sermones los sacerdotes casi nunca olvidaban retratar al pueblo judío como el verdadero asesino de Jesucristo.

    Los sábados los comercios cerraban debido a que la mayoría estaba en manos judías, así que el liderazgo del pueblo desarrolló una suerte de fin de semana inglés. Como nadie trabajaba los sábados a causa de la falta de comercio, el juez, el alcalde y el sacerdote se reunían en la taberna y pasaban las mañanas bebiendo amigablemente. Los domingos era lo mismo: los cristianos celebraban su fiesta religiosa, y luego del servicio, a falta de otra cosa que hacer, el juez, el alcalde y el sacerdote volvían a reunirse en la taberna para pasar una mañana agradable.

    Papá y yo solíamos caminar hacia una estación de tren que quedaba a unos 800 metros de casa. Durante estas caminatas, me contaba algunos detalles sobre su vida, aunque no demasiados; principalmente sobre sus viajes. Entre otras cosas, recuerdo que en su juventud trabajó en la fábrica automotriz Fiat en Torino. Nunca me enteré de cómo llegó allí, pero su italiano era perfecto. También me contó de sus visitas a Berlín y a otros lugares cuyos nombres absorbí ávidamente por lo lejanos y ajenos que me parecían. Estas conversaciones también me entrenaron para recordar palabras y lugares en lenguas extranjeras, así como historias ajenas a la nuestra.

    En nuestra casa, la rutina se apegaba a la vida judía en un shtetl, ⁴ lo que explica por qué desarrollé tan buena memoria para los nombres extranjeros. Después de la liturgia del sabbat ⁵ en la sinagoga, volvíamos a casa y mamá preparaba el desayuno.

    Para mí, las festividades judías siempre tuvieron un toque místico por las anécdotas que flotaban en torno a la historia de la sinagoga. Además, la gran riqueza de fe que observé de niño en la sinagoga de Mád tuvo un fuerte impacto sobre mí, y me llevó a desarrollar un lazo estrecho con la religión. Durante toda mi vida, a pesar de que atravesé distintas etapas a lo largo de mi tortuoso camino, jamás me deshice de este sentimiento, sobre todo durante las festividades.

    La llegada de Simjat Torá ⁶ traía consigo momentos felices.

    En alguna ocasión, mamá fabricó una bandera que tenía que usarse en la sinagoga. La recuerdo vívidamente pegando papel dorado y rojo brillante para hacer la bandera sobre la cual, en el templo, colocarían y encenderían una vela. Era impresionante caminar por el centro de la sinagoga junto con otros niños.

    La vida social en nuestra familia consistía en que mi madre visitaba a Olga, la esposa del único médico en el pueblo, el doctor Bamberger.

    PERSONAS TRABAJANDO EN VIÑEDOS, HUNGRÍA, 1923.

    Ella y mi madre se volvieron muy buenas amigas y siempre estaban la una en la casa de la otra mientras el doctor visitaba a sus pacientes y mi padre se encontraba en un país extranjero tratando de vender vinos húngaros de calidad.

    Estos vinos también tenían una historia. Eran famosos porque los hacían con un tipo distinto de uva que creaba un producto final especial. El vino se llama aszú y se produce

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