Quédate conmigo: Aún te necesito
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Quédate conmigo - Paula Escalera Fernández
© Derechos de edición reservados.
Letrame Editorial.
www.Letrame.com
info@Letrame.com
© Paula Escalera Fernández
Diseño de edición: Letrame Editorial.
Maquetación: Juan Muñoz
Diseño de portada: Rubén García
Supervisión de corrección: Ana Castañeda
ISBN: 978-84-1144-063-9
Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida de manera alguna ni por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación, en Internet o de fotocopia, sin permiso previo del editor o del autor.
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Dedicado a,
Beatriz García y David Rodríguez.
Mi Talía y Mathew en la vida real.
En ellos me inspiré para encontrar
el verdadero sentido de la amistad.
Wilson
Un pasado en la lejanía
Cuando ella despertó, quise hacerla sentir la mujer más querida del mundo. Quise darle mi apoyo incondicional, ayudarla en todo lo que pudiese. Ella misma me había dicho que me quedase, que me necesitaba. Así lo hice. Nuestra historia fue algo bonito, pero no fue real. Le hice daño. Me lo hice a mí mismo, ilusionado con una falsa realidad, con una chica que siempre había sido nada más que mi amiga.
Había pasado el tiempo, demasiado para el joven que había estado esperando una y otra vez por el regreso de la persona que había amado. Aquella mañana Wilson se había despertado perezosamente, sin importarle demasiado que tuviese clases. En el fondo hacía tiempo que se había abandonado al dolor que sentía. Muchos habían intentado darle esperanzas, pero después de tanto tiempo, el joven daba por sentado que su relación con Adanna había acabado, que nunca había existido.
Aquella mañana se encontraba desayunando con su familia, mientras estos charlaban y comían despacio. Aquel día estaba especialmente pensativo, pues a fin de cuentas ese mismo día correspondía con aquel en el que dos años atrás se habían conocido. La echaba de menos y, pese a ello, él trababa de negárselo, esforzándose en no sentir nada. Sin embargo, aún necesitaba pensar en ella, y tenía la sensación de que algo pesaba dentro de su pecho.
Dirigiéndose a su cuarto, examinó la estantería de libros que tenía allí. Una verdadera colección de historias, de aventuras, de fantasía. Eso le recordó más a ella. Finalmente estiró el brazo para alcanzar uno de ellos y abrirlo. Hacía demasiado tiempo que no cogía ese volumen en concreto. Había sido un regalo, y como tal, el recuerdo de aquellos momentos estaba golpeándole nuevamente.
t
Adanna había despertado, y en el fondo eso había sido bueno, pero quizás demasiado doloroso para todos. Ella había estado durmiendo, soñando con alguien que en su presente había muerto, y Wilson… Él había puesto tantas esperanzas en que Adanna despertase y estuviese con él, que no fue capaz de asimilar el rechazo de la joven.
Aquella mañana ella había despertado susurrando su nombre. Su mano se había cerrado sobre el último regalo que él le había dado; aquel libro que ella debía continuar leyendo en su presente. Sin embargo, cuando Adanna abrió los ojos, Wilson pudo verlos llenos de dolor, manchados de pesar. Vio en ellos a una joven que había sufrido. Alguien que no volvería a ser la misma nunca más.
Los médicos irrumpieron en el cuarto, despejándolo por completo y prácticamente echando a todos lo que se encontraban en el lugar. El pulso, la tensión y el corazón eran normales en la joven que yacía en la cama, desconcertada pero despierta después de todos aquellos meses de sufrimiento.
Wilson observaba desde fuera, mientras la amplia sonrisa de Talía iluminaba toda la sala de espera. Sin embargo, el corazón del chico sentía que algo iba mal. Adanna le miraba, le estaba observando de pies a cabeza, con aquellos ojos inocentes, ausentes, carentes de emoción. La joven agachó la mirada, mientras los médicos llamaban de nuevo su atención.
—Bien, vamos a ver. ¿Recuerdas tu nombre? —preguntó uno de ellos mientras la joven asentía.
—Adanna Venus Cabanel —dijo ella mientras alzaba de nuevo la cabeza, dejando que los médicos terminasen de examinarla.
Nadie pudo entrar después de aquello. Adanna volvió a tumbarse, mientras observaba como todos los presentes abandonaban la sala, mirando al joven de cabello oscuro que la observaba con cierta tristeza y dolor. ¿Le conocía?
La noche no tardó en caer, mientras el cuerpo de la joven que yacía dormida comenzaba a moverse, deslizándose fuera de las sábanas. La bata que llevaba le resultaba incómoda para salir y moverse, aunque…
Tampoco es que pudiese ir a ningún otro sitio. Observó su cuarto; las fotos de la mesa llamaron su atención.
Dos fotos: una de ellas estaba sacada en una tarde que apenas recordaba. A su lado, había un joven de su misma edad, quizás un poco más mayor que ella. Lo reconoció por ser una de las personas a las que había visto aquella mañana. ¿Había estado él visitándola todos los días? La otra foto era simplemente de ella. No se reconocía. En aquella foto había una chica joven, de melena larga, hermosa, bronceada. Ella era ahora una chica débil, con el pelo corto, prácticamente rapado.
Pudo verse reflejada en los espejos del baño, allí donde podía ver su imagen al completo. Las cicatrices, todo el dolor… Las imágenes pasaron por su cabeza de forma aleatoria. Veía a varias personas en un coche, tratando de protegerla, y luego… alguien los arrollaba.
Adanna tuvo que echarse hacia atrás, mientras se apoyaba, sintiendo la fría pared en su espalda. Sintió uno a uno aquellos sentimientos cuando el coche comenzó a girar, a dar vueltas, en aquel horrible día que finalmente la había dejado a merced de la soledad. Pese a todo eso, no conseguía recordar qué había pasado, pero podía hacerse una idea.
Para Adanna, todo aquello era nuevo. Tenía sentimientos y emociones que no entendía, dolores que no le correspondían, o eso creía ella. En el fondo, pese a que no lo recordase, era capaz de intuir por qué había despertado en el hospital. No obstante, aún estaba demasiado confundida para entender todo lo que estaba pasando. La joven salió de sus pensamientos con el rostro inundado en las lágrimas, cayendo estas por el mismo. Sus rodillas se doblaron, mientras se sentaba, apoyándose en el frío mármol del bidé. Toda su cabeza daba vueltas, necesitaba salir de allí.
Incorporándose nuevamente, salió hacia el cuarto, donde observó las claras paredes, la cama desecha, y sobre la mesa de visitas un pequeño libro de tapas doradas. Adanna se acercó y lo miró con curiosidad. Desconcertada, lo tomó entre sus manos.
Ella había pensado que también era parte de su sueño, que aquella historia era una historia sin final, inconclusa. Sin embargo, tampoco lo recordaba. Cerró el libro y lo dejó sobre la cama mientras se acercaba a la ventana, observando el oscuro cielo, donde las estrellas brillaban dándole la bienvenida de nuevo a su mundo. Había alguien más allí, por debajo de su ventana, había una voz susurrante, más bien dos.
—Ha vuelto, y tenemos que hacer algo para que no se vaya —decía una voz masculina que Adanna no pudo reconocer por la altura a la que se encontraba. Parecía un médico, alguien vestido con las batas características de los que trabajaban allí.
—Adanna es demasiado curiosa, querrá saber la verdad, aunque eso implique su odio —respondió la segunda voz, la cual Adanna identificó como la de una mujer.
—Parece mentira que no conozcáis a nuestra rubia favorita —dijo una tercera voz, para sorpresa de Adanna totalmente desconocida—. La señorita Cabanel os odiará, sí, pero ella misma verá que no fue vuestra culpa —sentenció la voz.
Adanna se cansó de escuchar aquella conversación que le resultaba del todo inentendible y se apartó de la ventana, acercándose nuevamente hacia la cama, para hundirse bajo las sábanas de la misma y aferrarse a aquel libro mientras sus ojos se cerraban, buscando ferozmente que el sueño la atrapase.
Wilson había estado allí, observándola desde las cristaleras exteriores, que conectaban con la habitación. No había pasado, porque no quería que ella le viese. Pero tampoco le importó hacerlo cuando Adanna se hubo sumido en un profundo sueño.
Entró con cierto sigilo, cerrando la puerta a sus espaldas. Estaba tan profundamente dormida que no se despertó ni siquiera cuando él, pasó su mano por la mejilla de la joven, acariciándola con ternura.
Había despertado, y él estaba allí, él había sido a quien ella había querido tener cerca. Nunca se alejaría de ella. Wilson bajó la mano hasta encontrar la de Adanna, cogiéndola.
—Te lo prometo Adanna. Estaré siempre contigo —susurró mientras depositaba un beso a la vez que una pequeña lágrima de tristeza resbalaba por su rostro.
Ante aquel contacto la joven se despertó, calmadamente y mostrando la confusión en sus ojos. Instantáneamente Wilson se apartó de ella, quien ya se encontraba incorporada y pudo mirarle a los ojos. En aquel momento, el mundo del joven se tambaleó por completo, antes de terminar de derrumbarse.
Aquello que él había supuesto con dolor era finalmente lo que estaba ocurriendo. Adanna lo observaba pensativa mientras él la miraba. Una pequeña sonrisa en el rostro de la joven confusa apareció, iluminándolo. Algo que hizo que Wilson también sonriese. Él había querido negárselo durante todo el día, y sin embargo, la realidad estaba ahí para recordarle de nuevo que no sería feliz con Adanna después de todo.
—Creo… que tú me conoces… Sabes quién soy, ¿verdad? —preguntó la joven confusa. Por algún motivo, aquel joven le inspiraba confianza y cercanía.
—Mi nombre es Wilson… Nosotros somos… amigos —dijo notando cómo algo en su interior terminaba de romperse una vez más.
—No recuerdo nada de lo que ha pasado… Lo siento, yo solo… —Las palabras de la joven dejaron ver la frustración que esta sentía al pronunciarlas.
—No pidas perdón, Adanna. Sufriste un accidente que te dejó en el hospital un tiempo —dijo él, intentando explicarse a sí mismo el motivo de la pérdida de memoria de la joven.
—Siento que le estoy haciendo daño a muchas personas —dijo ella agachando la mirada.
—Tranquila —susurró él—. Cuéntame que es lo que recuerdas… Intentaré ayudarte.
—Lo único que recuerdo es dolor… cuando intento pensar en ello. Sé que en el pasado tuve alguien a quien quise… —Aquella referencia hizo que Wilson se echase hacia atrás. Se acordaba de Bruce—. Sin embargo, también sé que tenía amigos, pero no logro ver el rostro de nadie ni recordar mi historia con ellos… Ni mis amigos, ni mis amores… Nada. Solo sé que mis padres están muertos… Son lo único nítido que recuerdo —sentenció la joven.
—Debes descansar, Adanna. Duerme un rato, mañana todo estará más claro —respondió mientras tomaba la mano de ella. Esta le observaba con curiosidad, y él, sencillamente, le devolvía aquella mirada.
Cuando la joven se quedó dormida de nuevo, Wilson se levantó de allí, dirigiéndose fuera de la habitación del hospital. Una sensación de abatimiento y desapego le inundó por completo mientras dejaba escapar toda su rabia e ira, asestando un puñetazo contra la pared que tenía en frente. Por uno de los pasillos laterales aparecía un grupo de personas. Cada una de ellas le miraba con una expresión de pesar en el rostro.
—Tu historia con ella aún no ha terminado. Solo acaba de comenzar —susurró la voz de una chica rubia, de ojos verdes, a su lado.
Era Talía, la mejor amiga de Adanna, que estaba allí junto a las demás chicas. A su lado, los amigos de Wilson se acercaron. Todos los presentes lo hicieron, sin decir palabra alguna. Sabían lo que estaba pasando. Ahora dependía de ellos hacer que la chica recordase. Ahora dependía de ellos que finalmente pudiesen darle una vida después de volver.
Pasaron los días y aquello, no hizo que mejorase la situación de todos aquellos que habían estado siempre con Adanna. Según los médicos, la joven había perdido la memoria debido al accidente. Era algo, no obstante, que sabían que podía pasar, algo que ya advirtieron.
Cuando la joven estaba soñando con un mundo que no era real, se debía a una protección de su subconsciente. Los médicos temían que, si despertaba de nuevo, toda su memoria, todos sus recuerdos hubiesen sido afectados realmente.
Y así había sido. Asimilarlo no era lo más complicado para Wilson, sino entender por qué había pasado. Pese a haber perdido la memoria, ella había despertado susurrando su nombre, algo que le había dado esperanzas a él y a muchas personas.
Talía, su mejor amiga, era ahora una completa desconocida y eso hizo que estas se separasen. No obstante, cuando Adanna hubo terminado su paso por el hospital, ante su salida del mismo se encontró con todas las personas que habían compartido la vida con ella.
—Estas son Olga, Lilith y Daniela —dijo la voz de Wilson mientras sus amigas se acercaban a darle un abrazo a la recién salida del hospital.
Adanna, pese a no recordarlas, sintió la calidez y la cercanía que se siente cuando estás en familia.
—Siento de todo corazón… no acordarme de ninguna de vosotras… Siento de verdad lo que está pasando, pero… —La chica no llegó a terminar aquella frase pues Talía se lo había impedido, posando uno de sus dedos en los labios de Adanna.
—Sufriste un accidente y sabemos que, aunque no nos recuerdes, en tu corazón aún queda mucho que dar. Siempre fuimos tus amigas Adanna. Siempre lo seremos —sentenció mientras dejaba que sus verdes ojos se encontrasen con los de la joven.
Adanna sonrió, sabiendo que, aunque no consiguiese recordar, aquel sería el comienzo de su nueva historia.
t
Wilson dejó aquel libro de nuevo en la estantería, recordando cómo había terminado aquella tarde. Lo dejó allí dando paso a los recuerdos más dolorosos. Él había tenido que empezar de nuevo con ella, y las cosas no habían sido como él había esperado. Pero él no era el único en realidad. Todos habían tenido que empezar de cero, y pese a habérselo prometido a Adanna, era demasiado difícil. Tanto, que las cosas no habían salido como ninguno de ellos hubiese querido.
Wilson pensaba que Adanna quizás le había olvidado porque no sentía lo mismo que él, nunca había intentado obligarla a hacerlo. Siempre la recordaría como la primera chica de su vida, como la mujer de la que se enamoró, como su amiga en esos momentos.
Recordar por todo lo que había pasado dolía, y por eso mismo él había tenido que poner distancias con la joven, incluso aunque ella no lo entendiese. Antes de verla de nuevo, él debía estar bien, debía olvidarse de sus sentimientos.
No obstante, una pequeña sonrisa se le escapó de los labios al entender que no podría hacerlo. Había sido tan intenso lo que había sentido que no podría deshacerse de ello, pero al menos, aunque ella no le recordase, estaba despierta, podría volver a hacer que se enamorase de él.
A fin de cuentas, el amor se basa en parte en eso… en la paciencia, y en no rendirse nunca.
Talía
Amistad perdida
A veces, el pasado y el presente se mezclan para poder darle un futuro a lo que en su día se perdió. El pasado es el reflejo de nosotros mismos, incluso las historias antiguas se encuentran vagando por el limbo del tiempo, una fina línea que a medida que avanza se hace cada vez menos imperceptible. Solo para aquellos que saben dónde deben volver, el camino se abre de nuevo a casa. Igual que en el pasado hubo amor, en el presente puede haber odio.
El cielo comenzaba a inundar las paredes azules del cuarto de la princesa, mientras sus ojos color ámbar se abrían de nuevo, tras aquel sueño que todas las noches la atrapaba. Venus había tenido días en los que había sido incapaz de dormirse, notando dentro de ella algo que la mantenía despierta. Por suerte, aquella noche Argorn había estado a su lado, y gracias a él y su cercanía, había conseguido relajarse y finalmente dormir una noche entera.
Ella ahora se despertaba con el calor del sol en su rostro y el cuerpo del muchacho a su lado. La joven se percató de que el chico que la abrazaba había comenzado a moverse también,