Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

La última noche de noviembre: Un amor en tiempos del régimen
La última noche de noviembre: Un amor en tiempos del régimen
La última noche de noviembre: Un amor en tiempos del régimen
Libro electrónico173 páginas2 horas

La última noche de noviembre: Un amor en tiempos del régimen

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

Un plan siniestro trata de acabar con la relación entre dos jóvenes. Pero el amor está por encima delas tretas más oscuras.

El autor, Víctor Unda, nos invita a conocer en su segunda novela una alucinante relación de amor entre Arturo y Alisa, una complicada historia que se desarrolla en medio de la turbulenta situación política y económica que vivía Chile en los años setenta.

Desde el inicio de la novela, vemos cómo Alisa se ve fuertemente influenciada por Madrid, su madre y por la amiga de esta, la gitana Abia, que llevan a cabo un macabro plan para terminar con la vida del joven. Sin embargo, no logran culminar su propósito y Arturose ve forzado a cambiar de identidad para intentar desenmascarar a estas dos mujeres.

IdiomaEspañol
EditorialCaligrama
Fecha de lanzamiento30 nov 2018
ISBN9788417505592
La última noche de noviembre: Un amor en tiempos del régimen
Autor

V. Unda

Víctor Unda, autor chileno, vive en Washington State y trabaja para la Washington State University.

Relacionado con La última noche de noviembre

Libros electrónicos relacionados

Romance para usted

Ver más

Artículos relacionados

Comentarios para La última noche de noviembre

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    La última noche de noviembre - V. Unda

    La última noche de noviembre

    Un amor en tiempos del régimen

    Primera edición: noviembre 2018

    ISBN: 9788417505004

    ISBN eBook: 9788417505592

    © del texto:

    V. UNDA

    © de esta edición:

    , 2018

    www.caligramaeditorial.com

    info@caligramaeditorial.com

    Impreso en España – Printed in Spain

    Quedan prohibidos, dentro de los límites establecidos en la ley y bajo los apercibimientos legalmente previstos, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, ya sea electrónico o mecánico, el tratamiento informático, el alquiler o cualquier otra forma de cesión de la obra sin la autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. Diríjase a info@caligramaeditorial.com si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

    Agradecimientos

    En reconocimiento por todo el apoyo, quiero agradece a mi señora Stefany y mis hijos, Maxwell y Jayden.

    Después de haber nacido en el desierto,

    me voy reencontrando con mi niñez.

    He conocido un pueblo llamado Catriel.

    Catriel, pueblo argentino, que parece vecino a la cuna donde nací.

    Lugar desértico que tiene un encanto muy particular, y

    que solo yo, por haberlo vivido, puedo explicar.

    Catriel, lugar con un encanto muy singular,

    sus calles, sus pampas, su gente sencilla, no hay nada igual.

    Voy recorriendo paso a paso, calle a calle,

    lugares especiales que no podré olvidar.

    Digamos que hablo de un lugar de mi país,

    [que no podré olvidar].

    Carmen Rodríguez

    (1946-2016)

    Capítulo I

    El comienzo

    Arturo se enojó con Alisa y se le fue la mano cuando le dijo algunas palabras inapropiadas. Literalmente, la mandó a la cresta. La conversación terminó de inmediato. Arturo salió por la puerta grande de madera y caminó en dirección al patio de enfrente, cerca del portón negro que protegía la casa. Enseguida, ella corrió detrás de él para detenerlo y, sin pensarlo, lo abrazó. Se disculpó por cada segundo que había pasado en esa tibia noche de noviembre y el joven introvertido, también afligido por lo que había pasado, dijo:

    —Te amo, te amo, te amo, te amo.

    Las palabras de Arturo causaron en ella emociones que no había sentido antes y en ese momento se puso a llorar, no supo si era de felicidad o de desesperación. No pudo parar esos sentimientos que estaba sintiendo en esos instantes, que parecían ser los más largos de su vida, y que fueron pintados de diferentes colores a cada segundo con la palabra «amor». En ese instante, Alisa se dio cuenta de que el afecto que sentía por él era muy distinto a otros. Una escena similar es la que vio en la película Casablanca, cuando inesperadamente Rick toma la decisión de ayudar a Víctor Laszlo y a Lisa minutos antes de tomar el avión a la libertad. Sus palabras fueron claras: «Vete, vete», ya que, si no la dejaba ir, él se iba a arrepentir toda su vida. En esos momentos, las circunstancias que los dos vivían, por un lado, y la guerra, por otro, que fue un obstáculo entre los dos, hicieron que Rick prefigurase que nada iba a terminar bien esa noche. Estaba seguro de que, al día siguiente, los dos podrían haber terminado en un campo de concentración si él hubiese decidido irse con ella. Por eso la dejó ir, y todos esos buenos recuerdos de lo que vivieron juntos en París los tuvo que dejar a un lado también.

    Cuando Alisa estaba entre sus brazos se sentía segura, y ese deseo de estar junto a él para vivir el resto de su vida se visualizó más claro en su cabeza. Su juicio fue claro: aceptarlo como era y quererlo como fuese, estaba preparada para testificar en la corte del amor. Aunque la reacción de él fue distinta a la de otros hombres que la conocieron en el pasado, ninguna fue tan notoria como la de Arturo, que estremeció su corazón. Estaba segura del amor que sentía por él y de lo que su corazón le decía en esos momentos cruciales. No pararon de abrazarse.

    Ahí, parados sobre el césped de la casa, escucharon algunas bombas que provenían de las calles de la ciudad y creaban ecos cerca de ellos. De inmediato, el toque de queda había comenzado, cosa que puso nerviosa a Alisa. Una vez más, todo se había silenciado cerca de los dos, ella volvió a mirar a Arturo a los ojos y fue en ese segundo cuando lo llamó por primera vez «Mi niño». El significado de esas palabras puso a Arturo más contento, al dar a entender al joven que ella lo amaba.

    A pesar del estruendo en esos momentos, ella se dio cuenta del amor que Arturo sentía por ella cuando miró sus ojos castaños claro que solo deseaba poseer. A Alisa no le tomó mucho tiempo acercarse más a su rostro y llamarlo de nuevo.

    —Mi niño —repitió ella nuevamente. Volvió a dejar caer sus brazos sobre sus hombros y, apretándolo, repitió—: Mi niño.

    El afecto contenido en esas palabras provocó una intoxicación y un mareo irresistible al estar más cerca de ella, y sin control siguió abrazándola. Fue en esos instantes cuando no pudo contener más su deseo, doblegado a rendirse a sus pies, y en esos momentos, descontrolado, miró esos labios rojos de Alisa para posar sus labios firmemente sobre de ellos. Ya no era una típica noche, sino que más bien era la luna llena que había aparecido a comienzos de noviembre, justo cuando la noche se había puesto cálida, destinada a escribir el amor que los dos sentían en esos momentos en algún lugar del cosmos.

    Dos nubes pardas en el cielo crearon bruscamente un trueno que sonó de fondo. Pensaron que era otra bomba arrojada por los militares. En ese instante, la madre de Alisa abrió la puerta de enfrente para señalarle con las manos que ya era la hora de entrar a la casa. Alisa miró a Arturo para decirle que se quedara.

    —¿Y tu madre qué va a decir? —replicó el joven de dieciochos años, confundido.

    Ella lo tomó de la mano y entraron por la parte de atrás de la casa para no ser vistos. Minutos después, se trasladaron a su cuarto, que quedaba desconectado de la casa principal, similar a las construcciones hechas por los españoles, casonas construidas años atrás. Esto permitió que nadie en su casa se diera cuenta de que Arturo estaba con ella y, ya en el interior del cuarto, los dos se acostaron en la cama en silencio. El joven estuvo como una estatua, sin moverse en esos momentos, hasta que ella puso su pierna derecha sobre la pierna de él. Lo miró desde esa corta distancia entre sus labios para repetirle una y otra vez: «Mi niño, mi niño…».

    Ella puso su cabeza en su pecho y ninguno de los dos quiso dejarse ir, ya que no había razón para hacerlo. Abrazados, miraban el techo del cuarto en silencio, entre la oscuridad y una luz tenue que ayudaba a iluminar esa noche parda y que mantuvo el ambiente del cuarto afable. Pasaron horas en la cama y ninguno quiso abandonarse o decir algo que los interrumpiera. Los dos, conmovidos por lo que estaba ocurriendo, se aceptaron sin apresurarse, como si las trompetas de esa noche tocaran una y otra vez en sus oídos y, en medio de esa calma, observaron cómo el reloj, ubicado cerca de la ventana, marcaba cada segundo. El sonido del péndulo del reloj mecánico ayudó a los dos a cerrar los ojos hasta la madrugada.

    Casi había amanecido, la bulla de los primeros pájaros y de los coches se escuchaba a través de la ventana de Alisa. Ella se apresuró a escribir lo que le había pasado esa noche después de que Arturo se fuera. En el cuaderno, lleno de secretos, que guardaba debajo de la cama, no dejó de escribir sobre sus emociones más íntimas. Trató de escribir desde su corazón lo que había pasado la noche anterior. Sabía que no había sido otra insignificante noche, sino más bien una prueba mayúscula sobre la que no pudo parar de escribir y plasmar sus más profundos sentimientos.

    En uno de sus descansos, fue a la cocina para prepararse un café y tostadas. En ese momento, su madre entró bruscamente y dijo:

    —¿Por qué invitaste a Arturo?

    El tono de su voz fue tan alto que espantó a los pájaros que estaban cantando cerca de la ventana.

    —¿Por qué tanto odio, mujer, si te mencioné que iba a venir? —respondió Alisa, disgustada.

    Su madre se refería al día anterior, ya que no tenía la menor idea de que él había pasado la noche en el cuarto con ella.

    De inmediato, su madre se retiró a la recámara y la dejó sin decir nada más. Alisa continuó escribiendo sobre lo que había ocurrido esa noche. Disgustada, trató de recordar aquellos momentos junto a su novio, volvió a concentrarse, a pesar de las palabras negativas de su madre, que todavía rondaban en su cabeza, y se dispuso a escribir con esa pluma suave sin saber el destino que le deparaba su viaje.

    Sentada en su cuarto, las primeras líneas comenzaban a salir, dedicadas a sus experiencias. Ella guardaba lo escrito debajo de su cama, entre el metal y el colchón, para que nadie lo encontrara. Al revisar su redacción de algunos días atrás, se dio cuenta de que nunca había trazado en su cuaderno la violencia que había visto fuera de su casa y que había tratado de ignorar muchas veces lo que estaba pasando cuando las patrullas militares rondaban por las noches para capturar a los que protestaban por sus familiares desaparecidos. Esas mismas imágenes le causaron pavor en esos instantes y la distrajeron de continuar escribiendo lo que había pasado con Arturo. Aunque pudo cambiar su postura y se armó de valor para continuar su plan, con la destreza de su mano, para que su pluma, lentamente, iniciase su aventura. Cada línea que escribía comenzaba a darle el tono a su escrito. Con cordura, finalmente, pudo escribir lo que había ocurrido esa noche.

    Capítulo II

    El primer encuentro

    Fue a principios de noviembre, ella estaba sentada en el sofá esperando a su amiga Lili. No tenía ninguna idea de cuánto se iba a demorar y se puso a leer una revista, Vea, que estaba cerca. Fue la primera vez que conoció de cerca al cantante español Raphael. «Los chilenos lo conocen muy bien».

    La joven comenzó a leer sobre las nuevas modas y telas de la India que estaban introduciendo en Chile. De inmediato vio entrar en la casa a un joven que se dirigió a la cocina. No sabía quién era y lo miró a los ojos, él lo hizo también. La cocina quedaba al otro lado de la sala donde ella estaba sentada. Escuchó algunas voces, que eran de Lili y de él. No prestó mucha atención a lo que estaba pasando y continuó leyendo. Cuando estaba dando vuelta la página, miró en dirección adonde ellos estaban y vio al joven caminar hacia ella, todo había pasado muy rápido y, sin ningún protocolo, él se presentó.

    —Me llamo Arturo. ¿Cuál es tu nombre?

    «Mi corazón comenzó a latir muy rápido y no sabía por qué. Creo que fueron mis nervios, lo había sentido antes, pero esta vez fue muy diferente a otras ocasiones», pensó Arturo cuando estaba enfrente de ella.

    Unos rayos de luz que provenían de la ventana principal de la casa llegaron directos a su cabello, inmediatamente pensó en la serie Los ángeles de Charlie, del año 1970, y en la actriz Jaclyn Smith. Recordó diferentes escenas, era la misma imagen que estaba viendo enfrente de sus ojos.

    Arturo trató de comenzar una conversación después de haberle preguntado su nombre, pero esos ojos verdes causaron una distracción breve en él, no pudo decir ninguna palabra coherente. Al parecer, el miedo había invadido todo su cuerpo, pero no era el mismo que él sentía después de ver películas de horror, sino que más bien fue el amor, que había entrado en su cuerpo. Alisa quebró el silencio entre los dos, pero él no pudo reaccionar rápidamente, estuvo muy distraído con lo que estaba pensando en su cabeza, y esas emociones, que lo confundieron, lo habían traicionado aún más.

    Su pelo largo y sus ojos verdes causaron un descontrol de emociones que doblegaron al joven. No sabía qué estaba pasando, al parecer un temblor estaba remeciendo el suelo, algo muy común en Chile. El suelo se movía en diferentes direcciones, comenzó a escuchar campanas mientras Alisa intentaba decir algo que no tenía ningún sentido para él en esos momentos y que le dificultó concentrarse. El suelo comenzó a moverse otra vez, como en el terremoto del 66, pero eso no fue nada comparado con lo que había visto en septiembre del 73, esas ruidosas bombas que provocaron un eco en sus oídos y un terror en el resto de Chile, en el que fue un momento crucial en la historia.

    Al principio, Alisa creyó que Arturo era como todos los hombres que había conocido en el pasado, asunto que le causó un disgusto en esos momentos, pero no fue por mucho tiempo.

    «Su mirada fue diferente a las otras que yo había sentido de

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1