Melodía inacabada
Por Jessica Lemmon
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Información de este libro electrónico
Cash Sutherland, estrella de la música country, tenía demasiado éxito. Tenía fama de chico malo con necesidad de redención y tanto él como su discográfica estaban haciendo todo lo posible por que cambiase de reputación. De hecho, habían contratado a la periodista Presley Cole para que escribiese un artículo que le daría un empujón a las carreras de los dos. El único problema era que Presley era la mujer a la que Cash había dejado atrás, y que todavía no estaba preparada para perdonarlo por haberle roto el corazón.
Jessica Lemmon
A former job-hopper, Jessica Lemmon resides in Ohio with her husband and rescue dog. When she’s not writing super-sexy heroes, she can be found cooking, drawing, drinking coffee (okay, wine), and eating potato chips. She firmly believes God gifts us with talents for a purpose, and with His help, you can create the life you want. Learn more about her books at jessicalemmon.com.
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Melodía inacabada - Jessica Lemmon
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Editado por Harlequin Ibérica.
Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Núñez de Balboa, 56
28001 Madrid
© 2021 Jessica Lemmon
© 2022 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Melodía inacabada, n.º 2158 - abril 2022
Título original: Second Chance Love Song
Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
® Harlequin, Harlequin Deseo y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.
® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.
Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.
I.S.B.N.: 978-84-1105-699-1
Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.
Índice
Créditos
Prólogo
Capítulo Uno
Capítulo Dos
Capítulo Tres
Capítulo Cuatro
Capítulo Cinco
Capítulo Seis
Capítulo Siete
Capítulo Ocho
Capítulo Nueve
Capítulo Diez
Capítulo Once
Capítulo Doce
Capítulo Trece
Capítulo Catorce
Capítulo Quince
Capítulo Dieciséis
Capítulo Diecisiete
Capítulo Dieciocho
Capítulo Diecinueve
Capítulo Veinte
Epílogo
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Prólogo
Diez años antes
Universidad Estatal de Florida
Presley Cole sintió que su piel echaba chispas bajo la lluvia, pensó que se iba a desvanecer.
Casi no podía creer que estuviese delante de su residencia universitaria besándose con Cash Sutherland, quien, como por obra de algún milagro, se había convertido en su novio.
Habían salido juntos un par de veces, a cenar o a una fiesta, y ella siempre se había contentado con tenerlo cerca. Jamás había soñado con terminar la noche con él de manera inocente, con la ropa puesta, a pesar de que había tantas chicas guapas en aquella universidad dispuestas a acostarse con él.
Sobre todo, después de que ella le hubiese dicho que no iba a hacerlo. Lo deseaba, pero lo que sentía por él era demasiado fuerte, demasiado aterrador, para comprender lo que le estaba ocurriendo. Además, tenía miedo de traspasar sus propios límites y que, entonces, él la dejara.
–Merece la pena esperar –le había dicho él la noche anterior, después de haberle hecho llegar a un increíble orgasmo con sus caricias.
Presley se había disculpado por no querer ir más allá, por haberlo dejado a él sin aliviarse, pero Cash la había abrazado y había vuelto a besarla, mientras ella notaba su erección clavada en el muslo, y le había asegurado que no debía preocuparse por él.
En esos momentos, Cash se apartó y le apartó el pelo mojado de la cara. Estaban apoyados en la pared de ladrillos, pero el voladizo no los protegía de la lluvia, sobre todo, porque hacía viento. Era época de huracanes.
Ella clavó la vista en la escayola que unía sus dedos corazón y anular, admiró sus ojos profundos, oscuros, su afilada nariz, sus labios gruesos que solían sonreírle. Aunque llevaba tiempo sin sonreír, como si la herida le hubiese robado la alegría.
–¿Te duele el dedo? –le preguntó.
Se lo había roto jugando al fútbol americano, una mala noticia para un chico al que podían haber llamado para la Liga Nacional en cualquier momento. Aunque lo que más le fastidiaba a Cash era no poder tocar la guitarra. Su pasión por el canto y la composición la habían dejado de piedra la primera vez que había hablado con él. Había pensado saber qué tipo de chico era, pero Cash no dejaba de sorprenderla. Era guapo y practicaba un deporte duro, pero, al mismo tiempo, era capaz de entonar canciones de amor cargadas de emoción. No era de extrañar que estuviese loca por él.
–Pres, tengo que decirte algo.
Cash habló en tono monótono y ella intentó pensar que no iba a darle una mala noticia a pesar de saber que eso era lo que iba a ocurrir. Empezó a temblar y notó que le castañeteaban los dientes como si estuviese bajo una tormenta de nieve y no en Florida.
–¿Quieres subir? –le preguntó, con la intención de posponer cualquiera que fuese la mala noticia–. Aquí nos estamos mojando.
Él hizo una mueca, no le devolvió la sonrisa nerviosa. Después, respiró hondo. Era tarde. Habían pasado todo el día en clase y casi toda la tarde estudiando en la biblioteca. Ambos estaban cansados. Presley intentó convencerse de que solo era eso.
–Sube –repitió, agarrándole la mano herida–. Prepararé chocolate caliente y podremos sentarnos en mi cama a charlar.
Se puso de puntillas, le dio un beso en la mejilla y añadió.
–O a no charlar.
Pensó que él le iba a contestar que no, pero lo vio asentir.
Presley se lo tomó como una victoria mientras subían las escaleras, entraban en su habitación y ella se cambiaba la camiseta mojada por una seca. Entonces, empujó a Cash hacia la cama y se dio cuenta de que volvía a estar muy serio, lo que la preocupó. Era evidente que ocurría algo.
No tardó en descubrir el qué.
Cash rompió con ella aquella noche y la dejó llorando. Fuera, la tormenta arreció, pero nada que ver con su tormenta interior. Un rayo iluminó el cielo y ella miró por la ventana con los ojos inflamados, ardiendo. El sonido de un trueno ahogó el de sus sollozos.
La relación más bonita que había tenido, con el hombre más guapo que había conocido, se había terminado. Cash volvería a casa a la semana siguiente. Se marchaba a Tennessee y no estaba interesado en mantener una relación a distancia. No estaba interesado en ella.
Se había terminado. Para siempre.
Eso, si en realidad había comenzado alguna vez.
Capítulo Uno
Presley, muy guapa, vestida con una falda fucsia, una blusa de flores y unos zapatos con la punta abierta, se agarró la rodilla para evitar mover la pierna sin parar. Había tomado demasiada cafeína y se había pasado la noche sin dormir, pero no había querido perder ni un segundo cuando por fin había encontrado la inspiración.
Llevaba tanto tiempo sonriendo que le estaba empezando a doler la cara, así que se tapó la boca y tosió para relajar un poco el gesto. Cuando su jefa, Delilah, volvió a mirarla, Presley sonrió de nuevo.
«Di que sí. Solo necesito un sí».
Desde que tenía memoria, Presley había deseado marcharse de Florida. Siempre había querido viajar por el mundo, visitar otros países, conocer personas nuevas, interesantes, pero viajar costaba dinero y no tenía mucho, así que se sentía atada a Tallahassee como si una fuerza invisible se empeñase en retenerla allí.
Cuando, un mes antes, su jefa había anunciado una competición amistosa para ir a trabajar a tiempo completo y como redactora sénior a cualquiera de las oficinas de Viral Pop del mundo, a Presley se le había hecho la boca agua solo de pensarlo.
Solo tenía que escribir un artículo que se hiciese viral y se había pasado toda la semana anterior dándole vueltas al tema, pero sin que se le ocurriese nada. Entonces, al llegar a casa la noche anterior, había oído una canción de su exnovio en la radio.
Cash Sutherland se había marchado de Florida siendo una estrella del fútbol americano y en esos momentos era una estrella de la música country. Al escuchar su canción más popular, a Presley se le había ocurrido, de repente, una idea.
En realidad, no lo había visto claro desde el principio. No le apetecía volver a pensar en aquella ruptura que la había dejado por los suelos años atrás, pero, por otra parte, quería ganar. Lo deseaba con todas sus fuerzas.
Así que se había quedado despierta hasta las dos de la madrugada escribiendo la propuesta que Delilah estaba leyendo en aquel preciso instante.
–Esto requeriría que estuvieses fuera de la oficina –comentó su jefa mirando a Presley.
La mirada inquisidora de Delilah siempre era intimidante, pero Presley quería ganar. Así que podía soportar que la intimidasen un poco.
–Ya he trabajado a distancia antes –le respondió–. Se me da bien la gestión del tiempo, sobre todo, cuando se trata de mi propio tiempo. O del tiempo que paso aquí, en el trabajo. Y, sobre todo, valoro tu tiempo.
Apretó los labios para no parecer que estaba desesperada.
Delilah se quedó pensativa, puso a un lado la tableta que tenía en las manos y le preguntó:
–¿Qué te hace estar tan segura de que Cash Sutherland va a contarte sus secretos cuando siempre ha evitado hablar con la prensa?
Presley se humedeció los labios con nerviosismo. No estaba segura de que Cash Sutherland fuese a contarle cómo había compuesto su mayor éxito y a quién iba dirigido. Desde que el tema Lightning había llegado a las listas de éxitos, la prensa había intentado resolver el misterio y había muchos rumores que señalaban a estrellas del cine y de la música y, teniendo en cuenta su historial, lo cierto era que podía ser cualquiera.
–Somos viejos amigos –le respondió a su jefa–. Fuimos juntos a la universidad. Y hace dos años fui a hablar con su hermano Gavin para escribir el artículo acerca de Elite Records.
No tenía ningún reparo en ir a ver a Cash. Su ruptura formaba parte del pasado y había hecho todo lo posible por dejarla atrás. No sabía qué pensaría él si la veía aparecer de repente, pero Gavin le había sugerido que no avisase a su hermano de que iba a ir a verlo.
–Ven al espectáculo –le había dicho–. Una vez aquí, no tendrá elección, tendrá que hablar contigo.
Así que su plan no estaba muy claro, pero, por otro lado, no podía arriesgarse a que Cash se negase a recibirla.
Durante su primera visita a Beaumont Bay se había asegurado de que Cash no estaba en casa antes de concertar una entrevista