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Crimen En La Gran Manzana: Tras La Pista Del Degollador
Crimen En La Gran Manzana: Tras La Pista Del Degollador
Crimen En La Gran Manzana: Tras La Pista Del Degollador
Libro electrónico122 páginas1 hora

Crimen En La Gran Manzana: Tras La Pista Del Degollador

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Información de este libro electrónico

Después del caso De Sena, Stacie Scott se encuentra con su fiel Frank Berrimow que tiene que resolver un caso intricado de asesinato. Stacie tendrá que lidiar con ella misma y recuperarse rápidamente de los desechos que la historia con Sam le había dejado dentro.

Un asesino atroz convulsiona las calles de Nueva York con una serie de delitos que llenan de confusión al departamento de policía y a una ciudad entera. El Procurador de distrito volverá a confiar en Stacie Scott para tratar de encontrar a ”El Degollador”.
IdiomaEspañol
EditorialTektime
Fecha de lanzamiento5 sept 2019
ISBN9788893984515
Crimen En La Gran Manzana: Tras La Pista Del Degollador

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    Vista previa del libro

    Crimen En La Gran Manzana - Antonio De Vito

    En el libro anterior

    En el primer episodio Fantasmas del pasado, Stacie Scott vive una fase muy delicada de su vida. Ha interrumpido bruscamente su relación con Sam, con quien ha vivido durante los últimos siete años al terminar ambos sus estudios. Intenta recuperarse dolorosamente, después de mudarse a la Gran Manzana comienza de nuevo sin él una brillante carrera como abogado primero y luego como periodista, el crecimiento constante de la vida profesional de Stacie continuará hasta que comienza a trabajar para el Fiscal de Distrito de la Ciudad de Nueva York, Douglas. Sus éxitos servirán para ocultar el gran abismo interior dejado por la repentina partida de Sam.

    Stacie comenzará a lidiar con un caso de desaparición, una joven, Carla De Sena, también abogada, desaparece sin dejar rastro, mientras tanto, Sam ha conocido a Carla también en Nueva York y comienza a salir con ella, desafortunadamente, esta última se obsesionará con unos celos posesivos hacia él.

    Cuando comienza a presentir que Sam podría alejarse de ella, planea su asesinato. Stacie, con la ayuda de la policía, encontrará a Sam justo a tiempo para salvar su vida. Después de esta aventura, los dos amantes podrán dejar atrás su pasado y volver a vivir juntos hasta que…

    https://www.amazon.it/Fantasmas-Pasado-Spanish-Antonio-Vito-ebook/dp/B07ND4HQJ8/

    Prólogo

    Era de madrugada, faltaba poco para el alba y las luces de la ciudad iluminaban discretamente las calles. En el vecindario de Flatbush, en el corazón de Brooklyn, los faros de los pocos autos que todavía transitaban mostraban el espacio que había entre una calle y otra.

    Un Corvette negro, descaradamente hermoso y llamativo, tanto era así, que él solo hubiera sido suficiente para iluminar los callejones y edificios, pasaba cerca del Brooklyn Center Cinema, en ese momento el teatro ya había cerrado sus puertas y las más de mil personas que lo habían llenado algunas horas atrás, ya habían abandonado el lugar.

    Inmediatamente después del teatro, un semáforo, despreocupado por la hora tardía, indica la señal roja al Corvette. El conductor, aunque molesto por tener que detener su carrera, pisó el pedal del freno y detuvo el auto, mientras esperaba aprovechó la oportunidad para encender un cigarrillo y bajó la ventanilla para dejar salir el humo.

    Tamborileaba nerviosamente el techo del automóvil con los dedos de su mano izquierda, mientras con su mano derecha se llevaba el cigarrillo a la boca. Justo cuando la luz verde tan esperada estaba a punto de reaparecer en el semáforo, un ruido a su izquierda llamó su atención.

    Primero, miró por el espejo retrovisor, luego por el lateral a su izquierda, pero no vio nada, luego sacó la cabeza del coche.

    Justo en ese momento, dos brazos agarraron el cuello del conductor del Corvette y, antes de que pudiera respirar… un cuchillo cortó su garganta.

    - 1 -

    Desde hacía dos semanas Stacie se encontraba en el Hospital Oncológico de Ginebra, donde Sam y ella habían depositado sus esperanzas y sus sueños de una nueva vida juntos. A Stacie no le había resultado difícil convencerlo de que la siguiera. Había hecho alarde de toda su fuerza, seguridad y decisión, y Sam había elegido aferrarse a lo último que le quedaba: el amor de Stacie.

    Si bien era cierto que ambos partieron para Ginebra con el conocimiento de que no sería un desafío simple, ninguno de los dos creyó que llegaría el momento de separarse, un momento verdaderamente devastador para ambos. Stacie se dio cuenta de que tal vez ese abrazo, antes de que Sam entrara en la sala de operaciones, podría ser el último gesto que tuviera sentido. Sam entendió que, a pesar de todo lo que habían dicho hasta entonces, su vida, su destino, ya no dependían de su voluntad. Se saludaron con el más triste de los besos, pero era natural que fuera así. Quedaba la esperanza. Permanecía el deseo de verse otra vez.

    Stacie, presa del cansancio por la espera, se dejó caer en el sillón de la sala de espera y le pareció que, por un momento, podría olvidarse de todo, como si nada hubiese pasado. Fueron pocos pero muy agradables instantes en los que toda sensación de miedo se desvaneció, escondida de otros temores nunca antes experimentados. Fue sólo unos minutos. Luego, unos ruidos incontrolados y unos sonidos amplificados e incomprensibles, como producidos por un viejo gramófono, sacaron a Stacie de su sopor.

    Se levantó de su silla y trató de entender qué o quién causase esos rumores. Miró a su alrededor y allí, donde había tratado de descansar unos minutos antes, ahora solo estaba su sillón, en el centro de la habitación. El suelo estaba cubierto con hojas de papel y, con cada paso, las escuchaba crujir bajo sus pies. Se agachó y tomó uno de éstos para tratar de entender qué hacían todas esas hojas en el suelo. Había algo escrito, inmediatamente cogió otro y luego otro, todos con la misma frase:

    Voy a dar el paso. Sam.

    Stacie corrió hacia la puerta y, antes de que pudiera sujetar el picaporte, esta se abrió hacia el exterior de la habitación, dejando ver un pasillo oscuro.

    Tuvo un momento  de vacilación, no sabía si avanzar o no. Mientras intentaba decidirse, la voz de Sam llegó desde el final del pasillo.

    — Stacie, no te muevas, yo iré hacia ti.

    Stacie no entendía qué era lo que estaba sucediendo, Sam estaba en la sala de operaciones y era imposible que estuviese al final del pasillo.

    — Stacie, no te muevas, yo iré hacia ti.

    Stacie siguió repitiendo esa frase y comenzó a emocionarse porque, aunque no vio a Sam, pudo escuchar su voz. Luego gritó su nombre con todo el aliento que podía salir de su garganta y, justo en ese momento, abrió los ojos y despertó de la pesadilla en la que había caído. Todo había vuelto a su lugar. Los otros sillones, el armario con revistas, el dispensador de bebidas. En el suelo ya no había la sombra de una hoja. Stacie estaba empapada, había sudado mucho de la emoción.

    Corrió enseguida hacia la puerta para informarse sobre el éxito de la intervención a la cual Sam había sido sometido. Cuando estaba a punto de asir el picaporte, la puerta se abrió una vez más hacia afuera, tal como lo había hecho justo antes. Stacie palideció. Pareció caer de nuevo en la pesadilla. Esta vez quien estaba del otro lado era un médico, llamaba preguntando por ella.

    Desafortunadamente, no parecía traer buenas noticias. Su rostro hablaba por sí solo. Stacie comprendió de inmediato lo que había sucedido y, antes de que el médico completara todas las explicaciones habituales, lo evitó con la cabeza gacha y escapó de la habitación llorando.

    La historia entre Sam y Stacie terminó allí. Quedó el recuerdo de muchos años de sueños y esperanzas compartidas y la voluntad interrumpida de comenzar de nuevo juntos. Sam la había amado tanto que se alejó de ella cuando se dio cuenta de que se sentía demasiado enfermo como para esperar un futuro juntos. Había preferido alejarse de la mujer que amaba a ser amado por su sufrimiento.

    Stacie había sufrido su partida, disfrazada de abandono, pero luego había podido apreciar el gesto de Sam hasta tal punto que lo amaba aún más que antes, desde el momento en que se volvieron a encontrar.

    Todas sus esperanzas se disolvieron en ese hospital en Ginebra, tan lejos de Colorado, de aquellos lugares que durante tantos años habían sido testigos silenciosos de su historia de amor.

    Stacie también tuvo que afrontar el triste rito del funeral. No fue reconfortante la presencia de la madre de Sam a la que había llamado de inmediato. Annie, que había venido de Colorado, había traído consigo todo el dolor de una madre estadounidense que, habiendo dejado partir a su hijo de dieciocho años para ir a estudiar, lo encontró en un lecho en una morgue unos años más tarde sin siquiera haberle podido decirle adiós.

    - 2 -

    Por la mañana temprano, en Bedford Avenue, una multitud de espectadores se agolpaba en torno al perímetro de la cinta amarilla de la policía. La escena era macabra y la curiosidad de la gente se convertía en morbosidad. Un hombre había sido arrastrado fuera de su auto a través de la ventana. Todavía estaba con la mitad del cuerpo colgando de la puerta y en el suelo había un enorme charco de sangre que había brotado de su garganta, evidentemente cortada de cuajo.

    Un hallazgo macabro en particular hizo temblar a la multitud. El ojo derecho de la víctima había sido extraído de la órbita. La gente parecía más horrorizada por este detalle que por el asesinato en

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