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Amarte Más Allá del Tiempo
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Libro electrónico456 páginas7 horas

Amarte Más Allá del Tiempo

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Ellos estaban destinados a encontrarse porque lo habían planificado antes de encarnar. Dos personas que estaban destinadas a conocerse y vivir un amor que trascendería el tiempo. Eran a simple vista dos seres que pertenecían a mundos muy distintos, con pocas probabilidades de conocerse y enamorarse, pero sus caminos se cruzarían porque así lo habían determinado.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento10 feb 2022
ISBN9781005978235
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    Amarte Más Allá del Tiempo - Mariela Martinez

    PRÓLOGO

    "Los encuentros más importantes

    han sido planeados por las almas antes incluso,

    de que los cuerpos se hayan visto". Pablo Coelho.

    Nosotros, los seres que habitamos en el planeta Tierra somos más que un cuerpo físico; esa afirmación está clara por lo menos para mí desde hace mucho tiempo. Esto a lo que le llamamos cuerpo y con el cual existimos en este planeta es solamente un traje que nos hace falta para física y biológicamente subsistir en la Tierra. Pero lo que realmente somos es esencia; energía pura emanada de un SER SUPREMO, energía o esencia llamada ALMA que emana de un ESPÍRITU que decidió descender a la materia para experimentar las cosas que únicamente se pueden vivenciar en ese estado denso; entre ellas el AMOR en todas sus manifestaciones y facetas. Ahora bien, para poder llevar a cabo esas experiencias hacemos acuerdos y pactos con otras ALMAS pues la gran mayoría de estas experiencias (si no todas) requieren de la intervención de una o varias ALMAS donde cada una de ellas va a experimentar o aprender lo que haya decido. Y para eso se hacen acuerdos entre ellas. Sin embargo, para las experiencias más especiales y necesarias, para aquellas destinadas a marcarnos de alguna forma específica se requiere la intervención de las llamadas ALMAS GEMELAS que son aquellas ALMAS que pertenecen a nuestra misma llama o pétalo. Expliquemos de una manera sencilla el término: como ya señalé las ALMAS provienen de una emanación Divina a manera de llama o flama que se desprende de ese SER SUPREMO y que se asemeja a una flor formada por pétalos; pues bien, cuando un pétalo se divide en dos ambas partes son ALMAS GEMELAS entre sí pues provienen del mismo pétalo que se dividió.

    Es por ello que las ALMAS GEMELAS comparten su esencia y en su evolución dependen estrechamente la una de la otra. Son ALMAS que se han acompañado desde el comienzo de su viaje evolutivo, vida tras vida física y que están tan íntimamente conectadas que solo el estar una en presencia de la otra así sea a una distancia prudencial, ambas sienten su energía y la atracción que las conecta. Y de eso se trata esta historia: Dos ALMAS que son lo que se define como ALMAS GEMELAS que reencarnación tras reencarnación han ido evolucionando juntas aprendiendo la una de la otra sobre diferentes aspectos de la vida en este plano material de existencia y que en esta actual reencarnación vienen a aprender su última lección: el AMOR en su esencia más sublime más allá de todas las apariencias físicas terrenales, más allá de las limitaciones que impone este plano material.

    Ellos estaban destinados a encontrarse porque lo habían planificado antes de encarnar. Ese es otro aspecto en la evolución de las ALMAS: antes de nacer se planea la vida física que se va a vivir; desde los padres que las traerán al mundo hasta el lugar del planeta donde nacerán a los fines de aprender lecciones y vivir experiencias que ayudarán al ALMA en su proceso evolutivo. Y reencarnan tantas veces como sea necesario, es lo que algunas tradiciones ancestrales llaman Rueda de la Vida y en cada una de esas vidas se lleva a cabo la planificación pre nacimiento. Incluso están tan planeadas cada una de esas existencias que hasta las personas con las que se relacionaran a lo largo de esas vidas se encuentran en ese plan divino, incluyendo en el plan todo lo que vivirán juntas así sea que se crucen en la vida por unos cuantos minutos o que estén en ella toda la existencia. Pueden ser pequeñas lecciones o grandes aprendizajes, lo cierto es que la razón de ser de cada uno de esos encuentros tiene un sentido.

    Muchas de esas personas con las cuales se relacionarán forman una parte muy importante de la vida terrenal y ocupan un rol destacado dentro del proceso evolutivo que tienen marcado y por eso cuando se cruzan por sus caminos forman lazos muy fuertes que son difíciles de romper a pesar de que los años y las circunstancias los separen. Ese es el caso de los protagonistas de esta historia. Dos personas que estaban destinadas a conocerse y vivir un amor que trascendería el tiempo. Eran a simple vista dos seres que pertenecían a mundos muy distintos, con pocas probabilidades de conocerse y enamorarse, pero en un punto de su existencia sus caminos se cruzarían porque así lo habían determinado.

    Él un chico sencillo, humilde que había nacido y se había criado en un pueblo que apenas comenzaba a tener los primeros vestigios de crecimiento. Formaba parte de una familia en la que el padre estaba ausente desde que se encontraba aún en el vientre de su madre por lo que esta fue el pilar económico del hogar teniendo él que abandonar su formación académica siendo aún muy joven para ayudar al sustento del hogar y de alguna manera poder forjarse un futuro. Ella por el contrario era refinada y culta, nacida y criada en la gran ciudad en el seno de una familia tradicional y económicamente pudiente que le ofrecía muchos privilegios. No obstante, ambos estaban predestinados a cruzarse uno en la vida del otro y vivir la más hermosa historia de amor a pesar de sus marcadas diferencias. Un amor que iba a trascender el tiempo porque tenía una razón de ser. Formaba parte de un plan divino, pero ellos aún no lo sabían.

    Se trata de una historia romántica relacionada con el primer amor donde se mezclan elementos de la mística y de dimensiones mágicas con el drama de dos personas que pertenecen a mundos distintos. Es una novela escrita en un lenguaje romántico moderno donde se describen con especial detalle todos los ambientes que rodean las escenas en las cuales se desarrolla la historia. Cada Capítulo comienza con una cita de un autor reconocido en la que se encierra la esencia de lo que trae de fondo el Capítulo. Se utiliza la técnica narrativa de la analepsis comenzando en una parte del presente de los protagonistas para luego envolvernos en la historia del pasado de ambos y finalizando con el desenlace de su historia de amor que se extendió por cuarenta años.

    Espero que el lector disfrute de su lectura tanto como disfrute en su creación.

    Mariela Martínez.

    CAPÍTULO I

    EL REENCUENTRO

    "Aunque no sabes que es lo que buscas,

    lo que buscas, te busca". Alejandro Jodorowsky.

    Con el pasar de los años se había convertido en una mujer segura de sí misma, empoderada; que había logrado en el ámbito económico, profesional y emocional todo lo que se había propuesto sin contar con el dinero de su padre. A pesar que ya estaba en sus cincuenta y tantos, aparentaba menos edad gracias a la paz que había logrado durante los últimos años; una paz que le había costado la toma de ciertas decisiones que no fueron fáciles para ella. Habían transcurrido los años; sin embargo, aún conservaba aquel cuerpo voluptuoso que era admirado por el sexo masculino y envidiado por el femenino. Sus cabellos seguían ostentando los rizos que siempre tuvo, pero ahora lo llevaba a la altura de la barbilla. Ya no eran color azabache, pues comenzaban a reflejar las primeras canas producto de la edad; no obstante, esos hilos color plata más allá de envejecerla le daban un toque elegante a su rostro sobre todo en las ocasiones que se los hacía teñir de color violeta para cambiar de look. Estaba orgullosa de sí misma, ya que a pesar de las vicisitudes por las que tuvo que pasar a lo largo de su adolescencia, juventud y primeros años de vida adulta, no sucumbió en su meta de convertirse en lo que hoy era: una mujer emocional, profesional y económicamente estable y por sobre todo dueña de su vida. Miraba hacia atrás y le parecía mentira que esa persona que una vez fue, temerosa y vulnerable; aquella que en algunos momentos de su vida se sintiera tan pérdida, fuera la misma mujer que se reflejaba en el espejo de su baño todas las mañanas. 

    Ese día se había levantado temprano como solía hacerlo siempre, aun cuando no tuviera que trabajar. Era día viernes y acostumbraba a dedicarle ese día a sus asuntos personales por ello no iba a la oficina. Después de ducharse y vestirse lo más cómoda posible descendió las escaleras del piso superior de su departamento y se dirigió a la cocina donde ya se encontraba la señora que le hacía el aseo una vez a la semana. Se trataba de un amplio y lujoso pent-house de dos niveles. En el superior se encontraban las habitaciones: la habitación principal que era un espacio amplio que contaba con un vestier y un baño donde destacaba no solamente la fina porcelana de color blanco y los detalles en tonos pasteles, sino el amplio jacuzzi donde tantas veces solía relajarse después de una ardua jornada de trabajo; luego la habitación de su única hija, también un amplio recinto con baño privado que hoy en día estaba deshabitada pues hacía ya tiempo que la chica vivía en el exterior; y, finalmente, la habitación de los huéspedes y un baño coronando el final del pasillo. El descenso al nivel inferior se realizaba por una escalera en forma de caracol que cuando llegaba a su último escalón, ofrecía la vista del amplio salón decorado al estilo moderno y cuyo punto focal era la atractiva vista de la ciudad divisada a través de las ventanas panorámicas que prácticamente lo rodeaban. Completaban este nivel una amplia cocina al estilo americano y un ascensor privado que la conducía desde el estacionamiento del edificio a la intimidad de su departamento.

    Hacía tiempo que vivía sola, desde que su hija se había marchado a realizar un post grado en el extranjero y terminó radicándose permanentemente en Londres, fascinada por la atracción que esta ciudad siempre había ejercido en ella y porque tenía cerca a la que consideraba su segunda madre: su madrina y la mejor amiga de María Laura. Luego que su hija se marchó, ella decidió ponerle fin a la relación amorosa que mantenía desde hacía dieciséis años porque sencillamente ya no había amor, en realidad nunca lo hubo. Fue un hombre bueno, lo había conocido como cliente de su firma y comenzaron a salir como una de sus tantas citas; sin embargo, de la noche a la mañana y sin darse cuenta, terminó viviendo con él. No obstante, con los años se dio cuenta que ella esperaba más, un algo que ese sujeto no podía darle.

    Habían pasado ya dos años desde aquella ruptura y ella se había adaptado cómodamente a su vida en aquel pent-house solamente acompañada de su fiel mascota, una Golden Retriever color caramelo llamada Gaia que vino al mundo una fría noche de comienzos de enero. Ambas, humana y canina, se habían adaptado muy bien a su vida juntas; se hacían compañía, veían televisión, oían música, se iban los fines de semana o en vacaciones a la casa de la playa, único bien que María Laura había aceptado heredar de su padre porque simplemente amaba ese lugar. Cuando lo visitaban realizaban largos paseos a la orilla del mar y luego se sentaban en las tumbonas de madera blanca del porche a contemplar la caída de la tarde. Los fines de semana que no iban a la playa, María Laura se sentaba en su sillón favorito a leer un libro, oír música relajante y disfrutar de una buena taza de té o una copa de vino blanco mientras que Gaia se echaba a sus pies. Era una vida tranquila que pronto se pondría a prueba ante el regreso de alguien del pasado, una persona con quien tenía asuntos pendientes, pero que ella aún no lo sabía porque había dejado aquello atrás.

    Ese viernes decidió no ir a la playa pues tenía asuntos pendientes ese fin de semana. Después de un día de diligencias y compras de víveres en el supermercado; regresó a su departamento ya cayendo la tarde. Se dio un baño relajante y luego se enfundó en una fina bata de seda verde pastel que dejaba al descubierto sus aún bien formadas piernas. Luego se dirigió al pequeño bar que se encontraba en una esquina del salón, se sirvió una copa de vino blanco y se sentó en su sillón favorito a leer un libro y oír una suave melodía que llenaba el ambiente de una acogedora energía. Ya cuando llevaba la lectura adelantada, su teléfono móvil que se hallaba encima de la mesita al lado del sillón, emitió un sonido, se iluminó y vibró en señal de que había recibido un mensaje. Gaia levantó su cabeza y miró a su ama advirtiéndole del mensaje mientras que María Laura colocaba el libro en sus piernas, al tiempo que tomaba el móvil en sus manos para leer el mensaje recibido.

    —Hola te escribe él que nunca te ha olvidado. —María Laura volvió a colocar el teléfono sobre la mesita y no le dio mucha importancia pues pensó que era su ex que por algún motivo le había dado por comunicarse con ella esa anoche del viernes. Siguió con su lectura y pasadas dos horas volvió a recibir otro mensaje.

    —Es Jorge Luis, no me recuerdas. —Al descubrir quién era el emisor del mensaje una sonrisa se dibujó en su rostro; no lo podía creer, realmente era él después de tantos años; cuántos habían pasado, quizás más de veinte desde la última vez que lo vio y más de doce desde la última vez que tuvieron comunicación telefónica. Suspiró profundamente y procedió a contestarle con otro mensaje de texto.

    —No puedes ser tú, claro que te recuerdo, cómo has estado, qué ha sido de tu vida y cómo es que obtuviste mi número después de tanto tiempo —escribió evidentemente emocionada.

    —Sé muchas cosas de ti; cierto ha pasado mucho tiempo, pero siempre he buscado la manera de saber de tu vida. Sé que hace aproximadamente dos años te ausentaste del país; que Olivia se fue a vivir en el extranjero y que sigues manteniendo éxitos en tu carrera profesional —le respondió Jorge Luis.

    Ella quedó atónita por todo lo que este hombre sabía, al parecer estaba muy al tanto de cada uno de sus pasos. Por unos segundos vaciló entre seguir la conversación o no contestarle más, pues recordaba las turbulencias que llegaban a su vida cada vez que ambos coincidían; sin embargo, había transcurrido mucho tiempo y todo había cambiado.

    —Y a ti cómo te ha ido, qué ha sido de tu vida, cómo está Jazmín y tus hijos —preguntó.

    —Me separé de Jazmín ya hace varios años; me abandonó porque se enamoró de otra persona; claro era de esperarse, llegó un momento que se cansó de todo lo que le hice, así que no me quedó más remedio que aceptarlo —respondió casi de inmediato.

    —Lo siento mucho, de verdad no lo sabía —escribió ella.

    —Ya eso está superado. No te niego que en aquel entonces me dolió porque sacrifiqué mucho para que esa relación funcionara y tú sabes a que me refiero, pero como te dije, ya está superado, —respondió él y sin darle oportunidad a que ella volviera a escribir otro mensaje, le preguntó —¿y tú, aún sigues con ese sujeto, ya tienen sus años juntos, cierto? —ella pensó por unos segundos en la respuesta que le iba a dar; sin embargo, llegó a la conclusión que no tenía sentido mentir, era mejor decirle la verdad.

    —Pues no, hace ya dos años que eso se terminó, vivo con mi perra Gaia que me hace compañía —respondió con toda sinceridad. Luego de unos minutos él volvió a escribir.

    —Vaya no sabía eso —respondió con curiosidad.

    —Qué raro, porque parecía que sabías todo de mí —escribió ella con cierta jocosidad.

    —Pues fíjate, lo que era realmente importante no lo sabía —acotó. El siguiente mensaje de él la dejo pensativa algunos minutos pues no sabía qué contestar.

    —Me gustaría mucho verte María Laura, será que nos podemos encontrar —le preguntó de forma directa. Aquello la dejó muda, después de tantos años tenerlo de frente; qué iban a sentir, cómo iban a reaccionar, qué pasaría. Sin embargo, para tener respuesta a todas esas interrogantes debía atreverse a dar ese paso.

    —Claro, porque no; a mí también me gustaría conversar y contarnos tantas cosas; imagínate han pasado muchos años y es evidente que son muchas las experiencias de las que podemos hablar —respondió aceptando la invitación.

    —Te parece bien el día viernes de la semana que viene, fija tú el lugar y la hora —escribió casi de inmediato. Ella respiró hondo como tratando de buscar en su mente las palabras exactas para contestarle.

    —En la semana te digo, déjame pensar en el lugar y la hora y te aviso —escribió.

    —Bien que pases feliz noche y que duermas bien, me dio gusto hablar contigo —le contestó Jorge Luis.

    —A mí también me dio gusto hablar contigo, que pases feliz noche escribió ella al tiempo que colocaba el móvil en la mesita; tomó un sorbo de vino y meditaba en aquel encuentro. Después de tantos años tenerlo nuevamente de frente era algo que nunca imagino que podía volver a suceder.

    Él se quedó con su teléfono móvil entre las manos y con una sonrisa dibujada en los labios. Tantos años habían transcurrido y aún guardaba por ella ese sentimiento que nació la primera vez que la vio, hacía ya treinta y siete años, cuando era solo una adolescente caprichosa. Desde ese mismo instante hasta la actualidad nunca pudo sacársela del pensamiento. Recordó todos los momentos que vivió a su lado durante cada una de sus diferentes etapas; porque a lo largo de todos esos años, fueron muchos los encuentros, numerosos los episodios en los que sus vidas se cruzaron. Prácticamente la vio crecer y ahora, estaba a una semana de volverla a ver.

    Su psicólogo, el licenciado Castillo, ya se lo había recomendado años atrás; tenía que volverla a tener de frente, pero él no se había atrevido a hacerlo pues de solo pensar en tener otra vez tan de cerca la presencia de ella, lo hacía sentir nuevamente aquella extraña energía que siempre los había conectado. En esa época mientras estaba en tratamiento psicológico, todavía se encontraba de por medio Jazmín, pues vivían bajo el mismo techo; sin embargo, hacía mucho que la relación entre ellos había terminado; y, aun cuando ella sabía de todas las mujeres con las que él salía, lo aceptaba; no obstante, a la única que nunca aceptaría era a María Laura, pues la odiaba con todas sus fuerzas. Pero ahora las cosas eran distintas, ya Jazmín no estaba en su vida y sus hijos ya eran unos hombres; no existía nada que le prohibiera volver a verla de nuevo.

    Como se lo expresó a María Laura en el mensaje de texto, consideraba que en el pasado había sacrificado mucho, siempre haciendo lo que le decían los terceros y eso le trajo mucho sufrimiento. Siempre pensando en los demás, colocando a todos como prioridad en su vida y con la única persona que nunca fue comprometida era con el mismo. Eso lo comprendió durante las sesiones de terapia con el psicólogo que, gracias a Elena, una de las tantas mujeres con las que se relacionó sentimentalmente, comenzó a revisar todos los aspectos de su vida y a trabajar todos sus miedos, los cuales tenían una raíz en común y era ella, María Laura.

    La semana transcurrió de forma normal asistiendo diariamente a su lugar de trabajo y manteniendo reuniones con sus clientes, pues estaba al frente de una prestigiosa firma de abogados de la cual era su accionista principal. Había trabajado muy duro para conseguir el estatus profesional que ostentaba y de ello se sentía muy orgullosa, había logrado todo sin el apoyo financiero de su familia ni la ayuda que le podría ofrecer cargar sobre sus hombros con el acreditado apellido de su padre; de hecho, no lo usaba en el ámbito profesional pues firmaba todos sus documentos con el apellido materno que era menos rimbombante. Sus oficinas ocupaban los últimos dos pisos de una elegante torre ubicada en el este de la ciudad; en ellas pasaba la mayor parte de su tiempo entre documentos y reuniones con clientes y colegas que duraban hasta entrada la noche, siendo siempre la última en marcharse. Luego al llegar a su departamento se relajaba viendo alguna película o leyendo un libro, ya que era amante de la buena literatura, característica esta que había heredado de su padre quien le legó el placer por los libros, la música y la buena comida.

    Siempre recordaba cuando era niña y pasaba horas encerrada con él en la biblioteca de la casa; su padre le leía libros que para su corta edad eran muy avanzados, pero que ella de alguna forma lograba asimilar mientras deleitaban sus oídos con las melodiosas notas musicales de Ludwig van Beethoven, Johann Sebastián Bach, Wolfgang Amadeus Mozart, Frédéric François Chopin y Franz Peter Schubert. También rememoraba de vez en cuando aquellas salidas familiares de fines de semana cuando iban a almorzar o cenar en algún restaurante de lujo y su padre la animaba a degustar diferentes platos, práctica con la que fue acostumbrando su paladar a los sabores más exquisitos. No obstante, luego todo cambió cuando estaba en la difícil etapa de adolescencia, pues aquella estrecha relación con su progenitor se había tornado muy distante al punto que se hicieron casi desconocidos y solo cruzaban palabras cuando era estrictamente necesario. Ella no sabía por qué inconscientemente albergaba hacia aquel hombre que le dio la vida, un inmenso resentimiento. Ese malestar emocional la acompañó muchos años, hasta que decidió someterse a terapia; sin embargo, nunca en las sesiones terapéuticas se le reveló el origen real de la aversión hacia ese hombre que en su niñez había ocupado un lugar muy especial en su corazón.

    Había llegado el día señalado para el encuentro que ambos esperaron por una semana; él con más ansiedad que ella, pero ambos esperándolo por igual. El sitio escogido por María Laura era un café que se encontraba en un centro comercial muy concurrido a poca distancia de sus oficinas, pero a pesar de hallarse en esa zona comercial, era un lugar muy íntimo que contaba con mesas tanto en su parte interna como en su parte externa. El interior de aquel recinto estaba acondicionado para albergar a las parejas de enamorados que se daban cita en las noches capitalinas, así como a grupos de personas que asistían los viernes a tomar alguna copa y disfrutar de la música para relajarse de la agotadora semana laboral, ya que, a medida que caía la noche, el lugar se tornaba alegre y fiestero invitando a los que allí se encontraban a mover sus cuerpos al son de ritmos caribeños y anglosajones. En su exterior el ambiente cambiaba totalmente pues era más tipo cafetería parisina con mesas de madera dispuestas al aire libre y protegidas por un toldo color verde. Alrededor de las mesas y cubriendo el entorno, unas jardineras sembradas con preciosas violetas de variadas tonalidades; todo lo cual invitaba a sentarse en aquel espacio tipo terraza a degustar de un buen café mientras se observaba el paisaje que se dibujaba en todo su ambiente. Ella escogió el lado externo para su encuentro con Jorge Luis por dos razones: podían hablar sin ser interrumpidos y podían verse a la cara sin la penumbra que había en el interior.

    Llegó antes de lo previsto y se sentó en una de las mesas a un lado de las jardineras. Vestía un conjunto de pantalón y chaqueta de mezclilla azul claro, una fresca y vaporosa camisa blanca de mangas cortas y zapatillas de tacón bajo también de color blanco haciendo juego con un amplio bolso de cuero. El cabello como siempre impecablemente rizado sostenido por unos lentes de sol de espejuelos purpuras coronando su cabeza. El único maquillaje que llevaba en su rostro era un delicado tono rosa en sus labios y mejillas pues siempre había sido una mujer muy sencilla en cuanto a maquillaje se trataba. Uno de los mesoneros se percató de su presencia y acudió a llevarle la carta del menú.

    —Gracias, espero a alguien, pero por favor podría traerme un café negro bien cargado mientras la persona llega —le indicó. El mesero se retiró y a los pocos minutos regresó con el café solicitado, lo colocó en la mesa y se marchó. Ella comenzó a beberlo sin endulzarlo porque hacía años que había retirado la azúcar refinada de su dieta. Mientras tomaba aquel café por su mente desfilaron miles de recuerdos de aquellos años cuando conoció a Jorge Luis y sonrió en su interior pensando que cuando algo está destinado a ser, no hay fuerza que lo impida; aquello será a pesar de todo: tiempo, obstáculos, circunstancias, personas, etc. Y en su caso todo aquello había ocurrido. Esa relación siempre estuvo marcada por los obstáculos, muchas circunstancias y muchas personas involucradas; sin embargo, treinta y tantos años después allí estaba en aquel café esperando para encontrarse con él nuevamente después de tantos años sin verlo.

    Era una tarde soleada de comienzos de abril y ella se encontraba en ese café a la espera de aquel pasado que volvía a su vida; un pasado en la forma de ese hombre que fue su primer amor; un amor que la había perseguido durante todos esos años; un amor que había permanecido en ella latente a pesar de su prematuro matrimonio, de la posterior unión con el que era el padre de su única hija y de la relación con el hombre con el que convivió hasta hacía dos años atrás. Muchas interrogantes se cruzaban por su mente: ¿Cómo luciría?, ¿habría envejecido con dignidad?, ¿cómo la recordaría?; eran algunas de las preguntas en su cabeza mientras tomaba la taza de café y esperaba su llegada.

    Esa semana, después de aquellos mensajes telefónicos, se dio cuenta de que a pesar del tiempo y la distancia aún Jorge Luis seguía presente en su pensamiento. Se percató que de vez en cuando pensaba en él. Recordó las veces que lo buscó en las redes sociales a lo largo de todos esos años, en algunas oportunidades de manera inconsciente y en otras de forma muy consciente. También advirtió que cada vez que le tocaba hacer alguna diligencia de trabajo en la ciudad donde él aún vivía, fantaseaba con la idea de encontrárselo en alguna de esas calles en las que tantas veces transitaron juntos. Y hoy iba a tenerlo otra vez de frente, cara a cara. Estaba convencida de que aquel reencuentro tenía su razón de ser; en lo más profundo de su ser sabía que por algún motivo él volvía a aparecer en su vida.

    Había transcurrido el tiempo y en más de una oportunidad a lo largo de todos esos años fueron muchos sus encuentros, pero la imagen que tenía de él era la de aquel joven de diecisiete años que ella conoció. Cerró los ojos y lo volvió a dibujar en su mente, como salido de la espesa niebla del recuerdo; lo visualizó tal y como lo conoció aquel verano: un joven de piel morena, estatura media; contextura fuerte y atlética, cabello negro y ojos de igual color con una mirada penetrante y misteriosa; labios pequeños que cuando sonreía dejaban ver unos dientes perfectos y tan blancos como la espuma del mar. Su sonrisa era limpia, esa sonrisa que tanto había amado y lo que más recordaba porque fue lo que llamó su atención la primera vez que lo tuvo enfrente. Haciendo un ejercicio de memoria recordó que ya habían pasado veinte años desde la última vez que se vieron y treinta y tantos desde aquella fría noche de agosto cuando por primera vez unieron sus labios con aquella pasión que dan las hormonas cuando se es adolescente. Pudo recordar todos y cada uno de esos momentos los cuales pasaron por su mente en forma de imágenes muy nítidas, tan nítidas que parecían de un pasado muy reciente; percatándose así de algo en lo que no había caído en cuenta: aquellos recuerdos permanecían intactos en su memoria y solo de pensarlos el corazón le latía fuertemente en el pecho y las emociones se le tornaban en un torbellino en su estómago. Era una mezcla de alegría e incertidumbre, tal y como lo sintió tantas veces a lo largo de los años cada vez que sus caminos se cruzaban. Es que desde la primera vez que estrecharon sus manos, sintieron esa atracción; esa afinidad que los embargó desde aquella primera noche, definitivamente era algo de otra dimensión.

    Era un sentimiento que desafiaba el tiempo y el espacio y allí estaba en aquel momento otra vez, envolviendo nuevamente todo su cuerpo. Advirtió que aquella energía solamente estaba dormida, oculta en lo más profundo de su subconsciente como esperando el tiempo preciso para volver hacerse sentir. Allí estaba de nuevo, intacta, como si fuera la primera vez que se vieran a los ojos, tal como aquella vez cuando ella apenas contaba con dieciséis y él con diecisiete. Indudablemente, esa relación iba más allá del tiempo y el espacio y ahora tenía más claro que ese vínculo que los unía debía tener algún propósito en sus vidas. A pesar de los años se mantuvo, a pesar que ambos tomaron caminos distintos.

    A través de los años, mientras transitaba las terapias que la habían ayudado a superar muchos procesos de su vida; tuvo la oportunidad de estudiar varias disciplinas de las llamadas esotéricas o espirituales. De estas disciplinas aprendió que todo lo que les sucede a las personas en la vida tiene un propósito y que a fin de cumplir con esos propósitos todo se planifica antes de nacer. Con ese conocimiento que fue adquiriendo a través de los años pudo advertir que, ese sentimiento tan fuerte que ambos sentían desde que se vieron por primera vez; esa energía tan marcada que ambos experimentaban con solo estar uno en presencia del otro y que era perceptible por los que se hallaran a su alrededor, debía significar algo. Una voz en su interior le gritaba que sus almas de alguna manera estaban conectadas. Que ese sentimiento que los unía era parte del plan divino trazado por cada una de sus respectivas almas y que formaba parte del acuerdo entablado entre ambos para aprender de alguna experiencia, pero ¿cuál?... eso era lo que les tocaba esclarecer en esta nueva etapa; era el momento de aprenderlo porque se encontraban preparados y por lo menos ella contaba con las herramientas para afrontar ese aprendizaje, asimilarlo e interiorizarlo; el universo no se equivoca.

    Allí se encontraba sumida en aquel monólogo interno y tratando de mantener la calma, pero la ansiedad se apoderaba de su cuerpo con el paso de cada segundo a pesar de que sabía que ese momento estaba destinado a ser. Por eso desde el primer momento que se vieron y por siempre sintieron esa extraña conexión, ese no sé qué especial que sentían cuando estaban juntos y aun cuando a lo largo de esos años tuvieron muchos encuentros y muchas separaciones; algunas de ellas dolorosas, aquel sentimiento y aquella energía especial estaba intacta.

    El recuerdo más latente que tenía de aquel hombre era también el más doloroso porque fue precisamente el momento en que tuvo que renunciar a ese amor que ambos sentían porque la razón pudo más que los sentimientos. En aquel entonces ella era una mujer libre para amar; no obstante, él era un hombre comprometido con Jazmín la madre de sus dos hijos, lo que no impidió que al volverse a encontrar se avivará aquella energía que surgía entre ambos y la magia hizo lo suyo: se amaron con esa pasión desatada que ambos sentían; pero luego de entregarse a aquel fuego que los consumía ella se dio cuenta que el mundo a su alrededor se desplomaría y serían muchas las personas que iban a sufrir las consecuencias de sus actos. A pesar de esas consecuencias él estaba dispuesto a dejarlo todo por ella; sin embargo, María Laura tomó la decisión de alejarse alegando una vil mentira que los hirió profundamente a ambos y no se volvieron a ver más hasta aquel día que iban a estar otra vez frente a frente.

    Esa tarde mientras lo esperaba también se percató que, sin darse cuenta, su vida sentimental había girado en torno a él y que todas las malas y no tan malas decisiones que había tomado a lo largo de esos años se relacionaban de una u otra forma con Jorge Luis. Al tener todos estos pensamientos cruzando por su mente se estremeció y sintió mucho miedo; llegó a pensar si a fin de cuentas valdría la pena o sería buena idea tenerlo nuevamente en su vida y sintió un breve impulso de abandonar aquel lugar y dejar todo como estaba. Pero ese impulso quedó allí pues lo ahogó en el último trago de café que ya se encontraba frío y que bebió para tratar de calmar los nervios que la consumían. Se dijo a sí misma que ya era hora de enfrentar aquello que por esos largos años ambos habían dejado en espera, en animación suspendida, encapsulado en el tiempo, como esperando el momento de abrirse paso y de florecer o de morir, de fenecer definitivamente. Era inevitable siempre iba a volver y cada vez con más fuerza y ahora era el momento de enfrentarlo.

    Como todas las tardes del mes de abril aquella era calurosa, pero sentada al aire libre del café sentía en su rostro la suave brisa que agitaba su cabello al tiempo que calmaba en algo sus nervios. Para distraerse miraba su teléfono móvil y de vez en cuando observaba a su alrededor tratando de verlo llegar entre las personas que transitaban por la parte externa del centro comercial. Miraba fijamente a todos aquellos transeúntes y se preguntaba si esas personas la observaban y podían darse cuenta de las emociones que en ese momento la embargaban, algo tonto que solo estaba en su cabeza porque aquellas personas no tenían ni idea de quien era ella ni de su historia; era solo su imaginación, sus pensamientos locos que le revoloteaban en la cabeza y que no paraban de aparecer unos detrás del otro como una película mezclando todo: pasado y presente e imaginándose muchos posibles futuros y desenlaces que podrían surgir como consecuencia de aquel encuentro. Allí se encontraba, calmando esos pensamientos, convenciéndose de que lo mejor que podía hacer era encontrarse con él otra vez. Fue allí, en ese preciso momento cuando apareció frente a su mesa.

    —Hola buenas tardes señora, será que usted permite que me siente en su mesa—saludó él bromeando para romper el hielo de aquel primer encuentro. Ella levantó la mirada apartando del rostro su rizada cabellera que él tanto amó, lo miró fijamente y sonrió. Él le devolvió la sonrisa y se acercó a ella dándole un beso en la mejilla al tiempo que colocaba un libro sobre la mesa y acercaba una silla para sentarse.

    Ella se estremeció al sentir su respiración tan cerca en aquel instante que sus labios le tocaron la piel. La sonrisa se esfumó de su rostro y bajó la mirada dirigiéndola hacia el libro tratando de disimular todas las sensaciones que le recorrían el cuerpo; y en su rostro se dibujó nuevamente una sonrisa pues recordó que él nunca había sido amante de la lectura. Luego lo observó en silencio por unos segundos y se encontró nuevamente con aquellos ojos de mirada penetrante y esa sonrisa limpia que siempre la cautivaron desde el primer momento. Lo detalló por unos instantes y pudo percatarse que estaba igual, que no había cambiado mucho, solo su cabello que ahora, al igual que el de ella, comenzaba a mostrar los hilos plateados que dan la edad. No lo podía creer allí estaba él, había llegado el momento de encontrarse frente a frente con aquel hombre al que había amado en el silencio de sus recuerdos durante tantos años, al que había imaginado en sus pensamientos durante tantas noches, por quién siempre se preguntaba si también la recordaba. Trató de disimular el total nerviosismo que corría por todo su cuerpo; ya que su olor le quedó plasmado en la mejilla por aquel beso de bienvenida. Cerró los ojos sintiendo ese aroma que le traía tantos recuerdos que la remontaban a años atrás, percibiendo que el calor de aquellos labios en sus mejillas era como un fierro ardiente que la quemaba por dentro. Tuvo que hacer un gran esfuerzo para que él no notara las emociones que estaba sintiendo y rompiendo el silencio lo saludó.

    —Hola, ¿cómo estás?, me parece mentira que estés aquí —fue lo único que pudo salir de sus labios. Ahora le tocó el turno a él de contemplarla por unos minutos, detallando a aquella mujer que fue suya tantas veces y que había dejado ir por decisiones estúpidas y cobardes que había tomado en el pasado como consecuencia de la injerencia de ciertas personas a su alrededor. Con los años se dio cuenta que muchos de esos personajes sentían envidia que una mujer como ella se fijara en un tipo como él. También se percató que otros solo pensaban erradamente que ella arruinaría su vida al lado de un hombre que no le podía dar la vida a la que estaba acostumbrada.  María Laura sonrió porque se dio cuenta de que cada uno buscaba reconocerse en los ojos del otro tratando de encontrar en aquellas miradas a los adolescentes que fueron mucho tiempo atrás. Y lo lograron, se reconocieron en la

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