De qué hablamos cuando hablamos de amor romántico
Convendría matizar de inicio que por amor romántico suelen entenderse hoy dos cosas: por un lado, el enamoramiento que suele ser recurrente al fenómeno humano de establecer un particular vínculo y, por otro, un modo de concebir el propio fenómeno del amor que se ha manifestado de forma hegemónica durante nueve siglos y que, ahora, empieza a ponerse en cuestión. Aquí nos vamos a centrar en la segunda acepción; en el amor romántico como paradigma de comprensión y uso de eso tan complejo que es amarnos entre humanos.
NADIE SABE A CIENCIA CIERTA QUÉ DÍA Y A QUÉ HORA APARECIÓ EL AMOR ROMÁNTICO. Pero lo más curioso es que hay mucha gente que cree que ha existido y existirá siempre –a pesar de ponerse en cuestión hoy en día–. Creer que la caracterización de un concepto primordial para todos nosotros es unívoca, universal e inmutable, que siempre tiene el mismo significado, que ese significado es aplicable a todo el mundo y en cualquier tiempo y que, además, no va a cambiar nunca es un error frecuente derivado de que vivimos en un tiempo y en una cultura de los que nos cuesta salir, aunque sea imaginativamente.
Si le preguntásemos a un griego del siglo III a. C. qué es eso de la justicia, a buen seguro que nos diría algo muy distinto de lo que respondería Agustín de Hipona. Si mañana a un aborigen de Papúa Nueva Guinea le preguntamos qué es el sexo, dirá algo muy diferente –o al menos no del todo coincidente– de lo que afirmará una monja de clausura benedictina o un rapero del madrileño distrito de Moratalaz. Y lo mismo valdría para conceptos como el de la libertad, la verdad o lo femenino.
El motivo de esta disparidad es que los humanos, para hacer comprensibles los fenómenos, tenemos que otorgar a estos de un sentido y unas caracterizaciones. Tenemos de alguna manera que pese a que se nos presenten delante. El amor, como la justicia o la libertad, son antes que un fenómeno indiscutible, como la ley de gravitación universal,
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