Del Petate a Fortaleza Y Otras Historias Del Siglo Xx
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Estuve tres aos escribiendo una novela, la titul, La Farza del Tirano. No s el porqu del ttulo. Hace un tiempo ya en mi edad madura, bastante madura; empec a reescribirla, an est por terminarla pero la cantidad de errores, tanto de ortografa, como de sintaxis, no me han permitido terminarla. No s porqu la escrib, insisto que debi ser porque le cog miedo a la obscuridad. Los caminos eran largos para salir de la finca. Se decan muchos cuentos de miedo; que sala alguien al camino que le mirara los pies; si no los vea, era un muerto aparecido; que si alguien arrastraba cadenas en la noche, eran muertos en faena. Me acuerdo de los cuentos de nuestros viejos, y me sala un frio por la espalda, que me erizaba los pelos de todo el cuerpo.
De manera, que a esto quizs se deba a que me diera por escribir y esto ha sido durante mi vida un enorme descanso de la trajina diaria. As que estos cuentos, o narraciones son productos de mi pluma en tiempo de descanso, de los momentos de descanso emocional en que he vivido en una vida agitada por mi propio inters. No porque me haya escondido de mirar los problemas y las tensiones que se viven hoy. De manera que desde el cuento o escrito de Los Veinticuatro hasta el fantasma de la 446, son extracciones casi sacada de las experiencias de vida, que han forjado una vida agradecida al Creador y completamente feliz de mi propia existencia.
De ah es que surgen estos relatos, tratados de hacerlos como cuentos, para que puedan ser ledos por aquellos que engrandecen su tiempo de solas y descanso. Por eso digo que la vida es interesante. Quien la ha vivido a plenitud, puede cerciorarse de ello. Los nombres son ficticios, pero no as las vivencias. En el siglo pasado fueron una realidad social que hoy aoramos todos.
David Hernández Torres
David Hernández Torres, nació en el pueblo del Pepino, San Sebastián Puerto Rico, para la década de los años cuarenta (40). Se crio en el seno de una familia numerosa (24 hermanos) donde desde pequeño conoció lo que es el producto del trabajo y esfuerzo propio. Estudio en la Escuela Superior Manuel Méndez Liciaga, e ingresó a la Universidad de Puerto Rico, donde se graduó con una especialidad en Historia General. Trabajo los primeros dos años en las Escuelas Intermedias de San Sebastián (S.U. Hato Arriba y S.U. Hoyo mala) Regreso a la universidad hacer estudios Post Graduados en Historias y Trabajo Social, donde obtuvo su maestría. Se casó en 1968 con la Profesora y Trabajadora Social, la Sra. Mercedes González, donde fue a convivir en la segunda urbanización establecida en Vega Baja. Fue el Primer Trabajador Social de la Escuela Superior Lino Padrón Rivera, donde laboro por 27 anos, siendo luego su Director Escolar por los siguientes 4 años. Los últimos 3 años laboro como Asesor Auxiliar de Educación en la Oficina del Gobernador de Puerto Rico. Fundó durante sus años de Trabajador Social El Seminario de Vida Estudiantil, Organización Estudiantil que promovía el bienestar general de la Vida Estudiantil durante los años 1970 al 1990. Actualmente se mantiene activo dentro de varias organizaciones comunitarias del Pueblo de Vega Baja.
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Del Petate a Fortaleza Y Otras Historias Del Siglo Xx - David Hernández Torres
TABLA DE CONTENIDO
Agradecimientos
Introduccion
Capítulo I
Del Nacimiento Al Petate
Capítulo II
Al Rescate Del Padre
Capítulo III
Intercambio Con El Cielo
Capítulo IV
El Crecimiento En La Finca
Capitulo V
La Universidad De La Vida
Capítulo VI
El Encuentro De Dos Mundos
Capítulo VII
El Crecimiento De Los Hijos
Capítulo VIII
De Hato Arriba A Fortaleza
Capitulo IX
Cuentos Del Siglo Xx
Glosario
Biografía
DEDICATORIA
Dedicado a mis hijos, Iván, Luis y Marisel, a mis esposa
Mercedes González Pantoja y a toda mi familia hogareña.
AGRADECIMIENTOS
A Carmen Luquis, Secretaria por su entrega y paciencia, Diana Soto, Marisol Lebrón e Ixchelle Hernández por su colaboración en la mecanografía y a Tomas Díaz por su dedicación en la Redacción e Ilustraciones.
INTRODUCCION
Ya nos sorprendió el nuevo milenio. El pasado nos debilitó grandemente al núcleo más importante para la preservación de la vida humana, la familia. ¿Qué será de la unidad más importante de la vida humana en el tercer milenio? Esta historia trata de servir de marco de referencia a las familias del siglo tercero de vida cristiana, la unidad, la cálida, el sacrificio del trabajo, el amor al mismo, seguirán siendo los valores eternos de vida que perdurarán. Muestra en su interior el cambio más brusco sufrido en nuestra sociedad con respecto a los valores, y cómo éstos, se readaptan para transformar la misma sin que se pierda unidad y se debiliten los lazos. Esta es la historia de una familia numerosa, desde el inicio asalariado de asalariados a pequeños agricultores, hasta la época, en que los descendientes ocupan funciones como ingenieros eléctricos, civil y mecánicos en un mundo completamente computarizado y mecanizado. El capítulo final, lejos de ser un sueño, muestra el resumen de una trayectoria ascendente y triunfante de lo que es establecer metas claras. No se habla mucho de los personajes, sino del proceso, como elemento unificador, que debe ser emulado por las demás familias de este tercer milenio que centren sus esfuerzos en la unidad de propósitos, metas de la misma, sentido de vida religiosa y sobre todo atender en buena lid que le rodea en el camino de la vida. Cada miembro de la familia debe entender que desde que nace hasta que se casa y se va del hogar, tiene una función y unas tareas que realizar. Siempre entenderán como importante, porque debe verse como un equipo de trabajo y la importancia, aunque sea una tarea sencilla, crecerá con metas fijas, que será la semilla de la próxima unidad de vida que prolongará la existencia humana. Si al final del tiempo, cuando todos se hayan realizado, jamás te sentirás solo, porque podrás mirar al pasado como un sueño placentero. Si eso es así, habrás triunfado y tú última etapa de la vida será esperanzadora.
Capítulo I
DEL NACIMIENTO AL PETATE
Para escribir un libro, se me está pasando el tiempo y no quiero que al final de mi tiempo no haya podido ver ‘el tercer deseo’ de todo ser humano cumplido. La era tecnológica se supera cada vez más y el internet ocupa poco a poco el espacio de aquellos que bajo su mano firme y su pluma en mano producen los momentos más excitantes del descanso mental de los seres humanos: la lectura.
Para mí, ha sido la lectura, la diversión más placentera de todas las que he tenido. Ahora necesito propiciar una, que no solo revele las experiencias más ricas de mi vida, sino que me guste a mí mismo cuando intente leer lo que mi pluma y pensamiento escriban. Escribir un libro es parecido a tener un hijo. Desearlo es un deleite pero tenerlo y criarle bien en este tiempo a pesar de la opulencia, es un milagro que requiere gran esfuerzo de premeditación, comunicación y acción positiva.
Aún así tengo que hacerlo, pues sería parte de mí ser, ya que no completaría el deseo inmenso que junto a la ayuda de Dios propiciaré con devoción y sentido patriótico para decir que he cumplido con todo.
Comenzaré por el principio. Tengo que decirlo para crear el sentido correcto a la atmósfera como se dice entre los analistas literarios. Nací un 29 de diciembre del año 1940. Ese año de inicio de una nueva era para Puerto Rico, pues advenia al poder administrativo, un movimiento político y social que cambiaría el curso de nuestras vidas además de dejar en el limbo, el futuro incierto de lo que hubiésemos llamado nuestra nación. Fui segundo hijo de una madre, para esa época o cualquiera, no llama tanto la atención como el primero; menos llamaría la atención cuando eras el (8vo) octavo, pues los primeros seis (6) eran mis hermanos de padres cuyo hermanastro menor a penas tenían un año y medio (1 ½). ¿Como ocurrió eso?… hay que contarlo.
El incidente se da en un ambiente manso, sereno y acogedor de un campo de mi patria. Para ese tiempo estábamos al borde de una nueva generación histórica. La vida era dura. La familia era una unidad de producción, como todas en el interior de la patria. Las tareas en el hogar estaban definidas y se compensaba con lo que se conseguía a fuera de la misma. Había que vivir con lo que se produjera en el hogar. Cada familia vivía de su trabajo, no había lugar para otras cosas. Pocas diferencias entre una familia y otra, excepto, el tamaño de la finca y el número de hijos y miembros en el hogar de una extendida. El contacto con la civilización eran dos, el día que se iba a pie al pueblo y los ratos que se pasaban en la tienda del Tío León. Las noticias se descubrían por la tarde, pues el mensajero de nuevas, era el que traía los víveres del pueblo o de la ciudad, lo demás era naturaleza y trabajo. Trabajo duro. Hacedor de bendiciones y fortalecedor de hombres toscos y responsables, de honor cotidiano.
Aquella tarde fijos los ojos en el riachuelo de aguas cristalinas y mansas que
serpenteaba vivaracha y alegre, el zanjón que estaba en la cuadra de las vacas, aquella niña obrera de hogar, delgaducha y de tez de india curtida, curtida por el trabajo, se deleitaba ver los beceros acercarse a las ubres de sus progenitoras. Mientras bebían absortas, el agua cristalina torrentes de leche pasaban del hocico inherbe al estómago del animal.
Satisfacción del deber cumplido por Carmela, que a sus 24 años lucía su cuerpo de niña en desarrollo, el golpeteo constante del bobino le hacía olvidar la hora del medio día de descanso de todo obrero. Mientras observaba como las vacas pegadas al riachuelo levantaban su cabeza, mientras caían por sus bembas hilos gruesos transparentes sobre las pequeñas rocas. Sentada en lo alto del camino en la grama verde y frondosa, repetía la escena día tras día, tarea que le era grata y placentera, porque era distinto al trabajo del hogar.
-!Carmen!…¿Cómo estás?. Aquella voz la sacó de su éxtasis y como corriente agitada en las venas, sintió el estupor del susto, y con una mezcla de miedo y alegría pensó en echar a correr. Felipe era alto, flaco, de amplia sonrisa y decidido. Otras veces escapaba rauda a sus galanteos, ésta vez se había quedado más tiempo del normal, junto al riachuelo y las vacas, esta vez no pudo escapar.
¿Te quieres casar conmigo? Como corriente eléctrica de estupor, paso al pánico y salió corriendo hacia la casa. El camino se le hizo más corto que de costumbre. Atravesó el batey, subió de tres zancado la escalera y fue a tener a su cuarto. Don Polo extrañado preguntó: !Carmela!…¿y los becerros?
Estaba demasiado asustada. Aquel Felipe tenía seis (6) hijos. Sus edades fluctuaban entre los cinco años y meses de nacido (María). Había oído aquella historia de boca de su padre cuando se refería a la desgracia de la pérdida de la esposa.
Un torbellino de confusión, miedo, susto, frustración, nostalgia, sensación de alegría, parecía estallar en su pecho. Calmada su inicio y más tranquila en su cuarto empezó a poner en orden sus pensamientos.
Nunca había conocido novio a sus 24 años. No había tenido tiempo de conocer jóvenes de su edad. Su vida había sido hasta ahora, trabajo y más trabajo. Huérfana de madre, que nunca conoció, creció entre la finca y los oficios del hogar. Su papá, después de un tiempo solo, se casó de nuevo. Tuvo seis medios hermanos de las cuales su madrastra protegió y dio toda su atención y cariño. Ella fue dedicada a la cocina, el lavado de ropa en la quebrá
y los animales de la finca. Con el frío de la mañana se levantaba y prendía el fogón y a colar el café, ordeñaba dos vacas y ponía a hervir la leche. Hacía casabe y/o harina de maíz, sus hermanas desayunaban e iban a la escuela a varios kilómetros del hogar. Luego se dedicaba a lavar en el riachuelo de la finca, para luego hacer el almuerzo. Además, tenía a su cargo llevar los becerros al medio día a tomar agua, cuando su padre estaba fuera de los límites. Así había transcurrido su niñez, adolescencia y juventud. De vez en cuando, ya tenía sus 17 a 19 años, se le permitía llevar las tres docenas de guantes y ropones al pueblo. Los mismos los preparaba su madrasta para cubrir los gastos de ropa de sus hijas, así de vez en cuando, los sábados se le encomendaba para entregarlos a cambio que si le rechazaban algunas piezas ella las arreglaría en el restante de tiempo que le sobraban después de las tareas asignadas.
Así de vez en cuando, pasaba por frente a la pequeña escuela en su caminar de 18 kilómetros ida y vuelta. Muchas veces sintió el deseo de ver que hacían dentro del salón aquellos niños, pero el miedo a que la sorprendieran selló su curiosidad por la escuela. Soñando que era maestra y estudiante hacia que no sintiera el cansancio de la distancia. Para esa época la gente caminaba a pie. Caballos y carretas de bueyes hacían la travesía entre los sectores apartados y el pequeño pueblo del Pepino y el sector del barrio Roble.
Pensó donde había metido todas esos años, ya estaba crecidita. Sería irresistible no pensar en aquella proposición que le hizo Felipe. Estaba cansada de la misma rutina, habría que cambiar, pero… ¿cómo?
Por otro lado aquel hombre le había impresionado y había oído hablar de él. Vivía al otro lado de la finca de su padre. Lo había visto varias veces principalmente en el camino al pueblo cuando iba a llevar los guantes y ropones. Los sábados guiaba una carreta de víveres al pueblo hasta Aguadilla. Era, según había oído decir, un gran trabajador. Una vez le ofreció llevarla en la carreta, está era lenta, pero descansaría los pies. Nunca le aceptó el ‘pon’, era casado y le tenía miedo. Además la miraba con picardía. Nunca le dijo nada que le faltara el respeto. Era un caballero. Volviá a agitársele el corazón, hoy se le acercó demasiado. Otras veces lo había hecho, pero solo para mirarla. Hoy le pidió que se casara con él.
Al igual que su padre Felipe era otro pequeño agricultor, pero que trabajaba de ‘zanjero’ con Narciso Echandía, el rico hacendado terrateniente del Roble. Hacía pocos días había enviudado y nada más y nada menos, que con seis hijos. Cumplidor como él solo, vivía en una casa de dos cuartos dormitorios, techada de yaguas de palmas. Estas eran las cobijas de una casa de dos aguas, el piso levantado de la tierra sobre unos ‘socos’ o soportes de moralón y capa prieto
.
A ambos lados de la casa estaban los dos cuartos dormitorios, en el centro la sala, bastante amplia, el piso era de tablones tratados. El área externa de la vivienda era de tabla ‘astilla’ producto de la corteza de las