El cementerio de cigarrillos
Por Ariel Williams
()
Información de este libro electrónico
Relacionado con El cementerio de cigarrillos
Libros electrónicos relacionados
Las cosas prestadas y otros cuentos Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl descarrilado Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesNada detenía nuestra danza Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesCuentos de mi abuela sobre leyendas de Nicaragua: Cuentos y leyendas Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesVagamundo y otros relatos Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesCuentos y mitos de Nicaragua Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesPalomita Blanca Calificación: 3 de 5 estrellas3/5Aquí asaltan Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa fan de una Gloria inocente Calificación: 3 de 5 estrellas3/5El río baja sucio Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesRezwana: Un expediente europeo Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesTriángulo de Amor Bizarro Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesAl otro lado de la noche Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLos viajes de Laika Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesCuentos para dormir con la luz prendida Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLos cuentos de mi abuela Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesPolicarpo y el camino del diablo Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Ejercicios para el endurecimiento del espíritu Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesHubo un jardín Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Mascotas [Generación X] Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLas chicas no lloran Calificación: 3 de 5 estrellas3/5Más historias de miedo para contar en la oscuridad Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesOnce bajo la lluvia Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesTemas de amor Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesPalabras para La Poderosa 2: Antología de cuentos Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEnemigo del sol Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesVagamundo y otros relatos Calificación: 3 de 5 estrellas3/5Hoy ha vuelto Baudelaire Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLos años 50 Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesSo Long Marianne: Una historia de amor Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones
Thrillers para usted
La Mentira Perfecta (Un Thriller de Suspense Psicológico con Jessie Hunt—Libro Cinco) Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El talento de Mr. Ripley Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Yo no la maté Calificación: 4 de 5 estrellas4/5La orden Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Si Ella Supiera (Un Misterio Kate Wise —Libro 1) Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La Biblia de los Caídos. Tomo 1 del testamento de Mad Calificación: 4 de 5 estrellas4/5La lista de invitados Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Drácula: Clásicos de la literatura Calificación: 4 de 5 estrellas4/5La Biblia de los Caídos. Tomo 1 del testamento de Nilia Calificación: 4 de 5 estrellas4/5La Ilíada Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La Biblia de los Caídos. Tomo 2 del testamento de Mad Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Mientras respire: Segunda edición Calificación: 4 de 5 estrellas4/5El Secreto Oculto De Los Sumerios Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Cuentos completos Calificación: 4 de 5 estrellas4/5La Esposa Perfecta (Un Thriller de Suspense Psicológico con Jessie Hunt—Libro Uno) Calificación: 4 de 5 estrellas4/5La Biblia de los Caídos. Tomo 1 del testamento de Sombra Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Los libros de Jacob Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La Biblia de los Caídos. Tomo 1 del testamento de Roja Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La milla verde (The Green Mile) Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Rojo y negro Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La chica que se llevaron (versión latinoamericana) Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La Guerra de los Cielos Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El Sello de Salomón Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El faro del fin del mundo Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Grandes esperanzas Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La sombra de Cristo (suspense e intriga en el Vaticano) Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Jesus & el Diablo "Holocausto" Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesNocturna Calificación: 4 de 5 estrellas4/5La casa de los suicidios Calificación: 3 de 5 estrellas3/5El secreto de Tedd y Todd (Precuela de La prisión de Black Rock) Calificación: 4 de 5 estrellas4/5
Comentarios para El cementerio de cigarrillos
0 clasificaciones0 comentarios
Vista previa del libro
El cementerio de cigarrillos - Ariel Williams
El cementerio de cigarrillos
Copyright © 2012, 2021 Ariel Williams and SAGA Egmont
All rights reserved
ISBN: 9788726903249
1st ebook edition
Format: EPUB 3.0
No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.
www.sagaegmont.com
Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com
a Marcelo Eckhardt a El frasquito
GALGA
… apagame ese fuego quencendites.
Le conté las costillas a la Galga una por una, al sol. Toda la tarde le pasé los dedos por esos huesos finos. Ella anduvo estirándose en la arena del río. Tiene un pecho blanco hermoso. Cuando está acostada, se le hace como una muesca al final de las costillas y ahí va la panza bajando hasta el ombligo. Todos somos así, pero ella es así como nunca me canso de mirarla, como no se puede ser. La miro mucho porque sé que algún día, si no la miro, se va. Las chicas se van, hay que cuidarlas. Yo la miro mucho a la Galga.
A ella la quiero, y también a otros más que son Saco, Escopeta, Candelita, El Primo, Marisol (la Meyisa). Somos algunos, y a veces dejamos que otros vengan con nosotros, según las ganas. Nos juntamos en el Cementerio, que es un lugar del río que lo llamamos así porque fumamos ahí hace mucho y en todos lados hay colitas de cigarrillos asomando de la tierra. Un día Candelita dijo que se parecían filas de tumbas clavadas en el suelo, como un cementerio. Entonces le quedó el Cementerio de Cigarrillos.
En verano se puede ir ahí a fumar y a mirar a las chicas que se bañan en la orilla del frente, donde está el Club. A ese lugar del frente van los que tienen plata, van chicas en malla. Muchas veces estamos tristes o aburridos y vamos al Cementerio a fumar y a tomar vino, y si están las chicas allá enfrente, mejor. Antes había unas mellizas, o las Meyisas con eye
bien fuerte, como les decían. Eran una igual que otra, nadie las podía reconocer. Iban a nadar todos los días en verano, hasta que la tarde se hacía sombra. Las acompañaba una señora muy enorme, una especie de tía o empleada. Cuando se tiraban al agua, se parecían gaviotas cazando, y tenían unas piernas tan largas que no terminaban nunca de hundirse en el río. Entraban al líquido las dos juntas. Si estaban ellas nadando, los demás se parecían unos perros gordos pataleando en el agua. Desde que tenían doce las vi, cuando les aparecían los huesos por todos lados.
Hasta que una de ellas se ahogó. Quince debían tener entonces. Eso pasó una tarde, al final, cuando ya el agua era casi sombra. Las Meyisas se tiraron a dar una última nadada. Había un silencio muy fuerte y venían voces del otro lado flotando en el agua, parecía que los del Club nos estaban hablando cerca en la oreja a los del Cementerio. El chapuzón de las Meyisas sonó como un topetazo y después salieron sus brazos blancos a nadar. La tía o empleada enorme esperaba en el borde con las toallas. El río pasaba tranquilo, pero muy lleno, el agua arrastraba. Y ahí se escuchó un grito y hubo un pataleo y se tiraron unos tipos al agua. No sé cuánto pasó, por ahí fueron unos segundos o por ahí más. Me olvidé del tiempo. Rápido sacaron un cuerpo quietito ya, y otros peleaban para que el otro cuerpo, el de la otra Meyisa, no se fuera al fondo a buscar a su hermana. Quería hundirse ahí en donde ya estaba su tristeza para siempre. Ella gritaba que quería quedarse un rato más en el agua, hasta que saliera su hermana del fondo. Me acuerdo que la señora enorme largaba unos gemidos raros, roncos. Se volvió loca. Cuidaba a las Meyisas desde que tenían tres años.
Al verano siguiente, la Meyisa viva se pasó para nuestro lado del río. La trajo Candelita a la tarde al Cementerio. La Meyisa dijo que se llamaba Milena y Marisol y que una vez se había ahogado, pero después la salvaron. No dijimos nada, todos sabíamos que Milena era su Meyisa muerta. Esa es la maldición de ser Meyisa: cuando una se muere, la otra se queda viva. Así que Marisol se unió a los del Cementerio y lo único que dijo ese verano fue eso de que ella era Milena y Marisol y que se había ahogado una vez. No quiso hablar nada más. Pero la dejamos que se estuviera con la boca en silencio. Ella se ponía de espalda al río y no decía nada. Fumaba sentada al lado de Candelita.
Después que la Galga estuvo al sol y no me cansé de mirarla, fuimos a tomar vino a una fiesta. Ahí estaba el Primo borracho y se tiró de espalda en el pasto seco. Voy a tomar cerveza y mirar las estrellas, dijo. Perfecto, nos juntamos con él, pero con la Galga tomábamos vino. Fui al baño y vi un cartel: SI ESTÁS SOLA, ROLANDO 22 X 5 LLAMAME AL 33 – 666. Se parecía el número del diablo. No me sonaba que el diablo fuera un Rolando, pero bueno. Con la Galga llamamos al número ese de teléfono y nos atendió una vieja alunada y nos dijo que el Roly se había ido a Bahía Blanca, de milico. Jaja, se llevó la pistola a Bahía, dijo la Galga. Volvimos con el Primo, que ya no sabía ni qué decía ahí en el medio del pasto. Lo levantamos y compramos vino y quién estaba en la fiesta: la directora de la escuela enredando los labios con un tipo. Con razón en los diccionarios de la biblioteca decía La Dire es una puta.
Llevamos al Primo a la costa del río para seguir con el vino y escuchar la noche. ¡Galga! Cuánto que fumamos esa noche, apagábamos los cilindros y había que perseguir la brasa que se parecía que se escapaba una cucaracha roja por el suelo. Matamos muchas brasas ahí. El Primo cantaba, silbaba con los pies metidos en el agua debajo del puente que va a Rawson, meaba en el río todo el tiempo como un señor del cielo. La Galga se me durmió en los muslos cuando arriba se ponía más claro. Vimos con el Primo estrellas fugaces, o por ahí eran pájaros que pasaron rápido no sé. Después la desperté a la Galga porque tenía que ir a trabajar. Quién la despierta, me dijo el Primo. Ella nos había encargado. Despertala vos. No vos. Bueno, y al final la desperté y ella lloró. Tuvimos que llevarla a la orilla a que vomite. Largó toda esa noche y la dejó en pedazos oscuros en el río. Le lavamos la cara y le pusimos agua en la frente. La llevamos a su casa para que se cambie. Mal sueño. Mientras yo la bañaba y la vestía contándole de nuevo esas costillitas, el Primo preparaba mate. Fue a trabajar. Era en la lavandería. Las compañeras, unas viejas, la dejan dormir en la pieza de la ropa sucia cuando viene de una noche.
A la Galga la seguí bastante tiempo. Primero no quería saber nada. Todavía la llamaban Lafueguito. ¡Era más áspera! No sé qué me gustó antes de ella. Toda. Como trabaja en el laverap, anda siempre con olor a jabón y lavanda. Tiene las manos rojas, se parecen como camarones hervidos. No habla mucho pero ¡se mueve! La vi bailando debajo del Intercambiador donde los camiones agarran la ruta a Comodoro. Ahí se juntaban algunos. Me llevó el Primo una vez. Hacían una fiesta ahí, entre el ruido de los camiones. Llevaban música, botellas y sánguches o pizza. Ella tenía puesta una remerita azul y pantalones cortos hechos con un vaquero viejo. Bailó sola todo el tiempo, nadie la sacaba. El Primo me dijo que nadie le buscaba el baile porque era mina del Lonja, uno que mandaba en varios pules y que le decían así, Lonja, porque cuando lo peleabas sacaba un cuchillo y te dejaba hecho una lonja caminante.
Pero yo fui y le hablé a la chica. El Primo me dijo A dónde vas, querés que te hagan tirita boludo. Y yo no le hice caso y me puse al lado de Lafueguito.
Le pregunté Cómo te llamás.
Lafueguito.
Y dónde te puedo ver.
¿Vos no sabés que yo estoy con el Lonja?
Sí.
Bueno entonces dejame, andate que todos te están mirando.
Pero dónde te veo.
¿No me entendistes vos?
Y así hablamos un rato. Al final, a ella le dio miedo y