Cuentos y mitos de Nicaragua
Por Mauricio Valdez
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Cuentos basados en mitos y leyendas nicaragüenses como: El cadejo, La carretanagua, La cegua, La mona, El mosmo, Los duendes del Chonco, El mosmo, procesión de las ánimas, narrados por la abuela del autor y recopilados, editados e ilustrados por él mismo. Contiene también recopilaciones de leyendas populares anónimas y de autores varios de diferentes lugares del territorio nicaragüense como: La historia del viejo, Chico Largo del Charco Verde, La Llorona, Los siete negritos, La novia de Tola, El barco negro, El lagarto de oro, Los duendes de la piedra de Cuapa, El coronel Arrechavala, El padre sin cabeza y La Mocuana. Se presentan además, explicaciones y orígenes de algunos mitos, un glosario de términos y significado de algunos lugares de Nicaragua.
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Cuentos y mitos de Nicaragua - Mauricio Valdez
Mauricio Valdez Rivas
Cuentos y mitos de Nicaragua
Segunda Edición
INTRODUCCIÓN
Creo que los cuentos y leyendas son parte inseparable de los seres humanos y que siempre llevamos más de algún cuento o leyenda en nuestros corazones.
A los que nos ha tocado escuchar relatos
de nuestros abuelos, y digo relatos porque así decía mi abuela que eran los suyos y no cuentos, hemos sido dueños, sin saberlo, de uno de los tesoros más preciados que Dios nos ha permitido tener. Estoy seguro que los abuelos han sido los promotores de todas las leyendas y mitos que conocemos, y de seguro que sin ellos estas no existirían.
Me siento dichoso por haber tenido una abuela que me contó sus relatos
y lo hizo con tanta naturalidad e imaginación fantasmagórica, que logró cautivarme.
Todo comenzó una noche cuando reunidos algunos miembros de la familia y aprovechando la luz de un candil, pues estábamos a oscuras debido a los frecuentes apagones de energía que ocurrieron en ese tiempo en Chinandega, le dijimos que nos contara aquellos cuentos de terror que antes, más chicos, nos había contado y asustado, de nuevo ella comenzó con esos relatos donde los protagonistas principales eran sus abuelos, es decir mis tatarabuelos, en tiempos en que no era raro encontrarse con espantos, algunos muy conocidos por la imaginación popular.
Luego se me ocurrió escribirlos e ilustrarlos para perpetuarlos en la memoria; así surgió la idea de este libro que también lleva cuentos y leyendas populares, también he incluido, al final, un glosario y significados de algunos lugares de Nicaragua que aún conservan nombres precolombinos.
Y es que la mayoría de los nicaragüenses somos muy dado a creer en lo fantasioso, y tal vez es por eso que a algunos nos gusta vivir o revivir esa fantasía, aunque sea de manera escrita. Aunque yo no soy como mi abuela que era una natural cuenta cuentos, aprendí un poco de ella y me atreví a escribir y editar de mejor manera sus relatos.
En esta segunda edición, ahora con más páginas, he anexado algunas historias del género misterio y suspenso, como La leyenda del niño perdido
que es anónima. También incluí algunos cuentos basados en los cuentos de mi abuela y otros que escribí pensando en mis pequeños hijos; Stefanny Sinaí y Engels Mauricio.
El autor
Cuentos de Chinandega
Los cuentos de mi abuela
El cadejo
Pues hombre, yo nunca les tuve miedo a esos espantos, cuando me salían les decía malas palabras y se iban, es que solo así dejaban de estar molestando...
—Así comenzó mi abuela a contarnos sus cuentos. Mi güela
le echó más gas al candil, un candil grande que ella misma hizo con una botella de vidrio grueso y que echaba humareda, pero eso no nos molestaba porque estábamos en un lugar abierto bajo un tejado donde estaba, amarrada a dos pilares, la hamaca en que la güela
se mecía, ella continuó diciendo:
... Yo estaba muy cipota pero me acuerdo bien haber visto muy asustado a mi abuelo Perfecto una noche que llegó a la casa bien asustado, él comenzó a decir que el cadejo lo venía siguiendo; nos dijo: «Venía caminando despacio porque vengo con mis traguitos, de pronto escuché un gruñido, ¡Eh! ¿Y eso?» —dice él—. El ruido venía del mismo camino por dónde iba a pasar, pero no miraba bien porque estaba muy oscuro, después oyó unos pasos detrás, a sus espaldas y dice: «¡Ay Diosito! Hasta el guaro se me fue quien sabe dónde». —Él pensó en lanzarse a un lado del camino, pero era pior
porque de seguro lo mordía alguna que otra culebra. Se quedó paralizado y agarra una gran piedra y con los huevos a tuto
camina hacia donde él creía que estaba esperándolo el cadejo malo, el perro negro, porque el blanco es el bueno y es el que protege a la persona de ese otro perro que es muy enojado, ¡Ah! pero si uno le tira piedras al blanco para que no lo siga, éste también ataca, lo mejor es dejar que los dos se peleen y salir corriendo. Entonces, mi abuelo Perfecto con la piedra en la mano se acerca y... nada, el cielo se despejó y no vio nada, y por detrás todavía escuchaba el ¡track! ¡track! y es que a esos animales le truenan los güesos
de las patas cuando caminan, escuchaba esos pasos como se acercaban a él y pega la carrera sin mirar atrás, hasta llegar a la casa todo cansado, sudado y asustado con el corazón ¡pum, pum, pum! latiendo a todo mamón
. Nosotros le dimos agua y ¡glu! ¡glu! se la tomó rápido. Cuando se calmó es que comenzó a contarnos lo que le acababa de suceder.
La carretanagua
Esto le pasó tiempo después a un amigo de mi papá con el que salía de parranda, don Nacho. Era una noche con tormenta, que nadie salía de sus casas, todos con las puertas y ventanas cerradas, era temprano, pero estaba oscuro...
— ¿Había luz eléctrica en ese tiempo güela
? —La interrumpimos.
—Sí, si había, pero sólo unas cuantas casas tenían, los que podían, si esto era un pueblo con sólo unas cuantas calles y casitas.
— ¿Ajá? Siga.
...¡Ah pues! nadie asomaba la cabeza todo árido aquello y ¡chissss! Aquella lluvia incesante, no era fuerte pero no paraba de llover y ¡bruum! se oían unos truenos y se veía relampaguear, de pronto ¡crach! ¡crach! ¡crach! no eran truenos, ni árboles cayendo, ni cualquier otra cosa; sino el traqueteo de la carreta jodida, la carretanagua.
Nadie quería asomarse para verla cuando estaba pasando en frente de sus casas, todos con miedo, sólo don Nacho, que se quedó lempo como un fantasma, hasta parecía una hoja de papel, ¡pálido, pálido, pálido el pobre! y es que abrió la ventana el curioso, le pega la brisa con un viento que sopló, estaba mojado pero eso ni lo sentía, porque con los chonetes pelados
estaba viendo a la Quirina con su carreta jalada por dos bueyes flacos, él nos contó, días después, que esos bueyes eran sólo cuero y güesos
. Y entonces se va de espadas, casi le da un infarto.
Alláaa... al rato, ya no se escuchaba más el traqueteo de la carreta, claro al llegar a la esquina la carreta ya no puede pasar porque las calles forman una cruz, se desaparece y vuelve a aparecer en la otra calle. Pero el pobre hombre casi se lo vuela por el susto que le dio, sólo a él se le ocurre mirar y así les pasó a varias personas, a algunas si se les paró el corazón o se enfermaron y murieron a los días. En esta calle pasaban todas esas cosas: la chancha bruja, la mona, hasta la procesión de las ánimas perdidas, por eso es que pusieron esa cruz en la esquina, ahí en el tope, que antes era de madera, pero se pudrió, ahora es de cemento, pero ¡uuuh! ya tiene bastantes años desde que pusieron la primera cruz en ese lugar.
***
Mi güela
y sus cuentos, así terminó el segundo bastante interesante.
Le preguntamos que si tenía un relato
de la cegua, ella nos dijo que sí y comenzó a contarnos.
La cegua
Esto le pasó a un fulano que ya ni recuerdo su nombre, era enamorado de una prima, ella era muy bonitilla la jocoteada con su cuerpecito delgado pero caderuda. ¡Eh! pero ese hombre era bien mujeriego, por eso es que no le hacía caso la Felipa, que así se llamaba la prima, ella fue la que nos contó lo que le pasó al fulano ese, Julián creo que se llamaba, él le contó a ella que una vez fue a visitar a unos familiares allá por El Viejo, familiares decía él que de seguro era alguna queridita que tenía escondida, entonces dice que él se fue a pies, estos lugares eran diferentes no son como ahora; las casas no eran tan seguidas y habían trochas donde la gente tomaba atajos para llegar más rápido, Julián salió ya de tarde, todavía había claridad cuando pasó cerca de un casita que estaba abandonada, se había encontrado con un señor que iba a caballo y le había dicho que no pasara cerca de esa casa porque estaba embrujada y que ahí vivía la cegua. Pero Julián no se podía desviar, entonces pasó ya con miedo caminando lo más rápido que podía y de pronto que se queda quieto al ver una mujer vestida de blanco que se le acercaba, y dice ¡la cegua! pero no fue tonto ya que iba preparado, ya sabía desde que salió, que ahí vivía la cegua, iba preparado con granos de mostaza, pues él sabía que si le arrojaban al suelo a las ceguas granos de mostaza éstas no podían resistir las ganas de recogerlos todos uno por uno y de esa manera al que están por atrapar le da oportunidad de salir corriendo y escaparse, pues así hizo, tembloroso el hombre les tiró los granos que llevaba en un saquito, y la cegua se puso a recogerlos, él decía que eran varias, tres o cuatro, caminaban rápido y no se les veían los pies parecía como que flotaban y tenían una larga cabellera como mecate de cabuya y los dientes; unas los tenían de cáscara de plátanos y otras de granos de maíz, no se les veían los ojos por el pelo que le tapaba casi todo el rostro y las