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El alma de las cosas
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El alma de las cosas
Libro electrónico64 páginas52 minutos

El alma de las cosas

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En este libro encontrarás sorprendentes historias: una manzana que se cree hermosa y que no se imagina que será el fatal destino de cierta doncella, un espejo mágico que le devolverá la persona más preciada al dueño de un castillo, o la conversación de libros que ansían ser leídos. ¿Cobrarán vida las cosas cuando no las vemos? Entre la fantasía y la ensoñación, las y los lectores vivirán estos cuentos y descubrirán las acciones extraordinarias de todas las cosas que habitan estos mundos.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento24 oct 2022
ISBN9786071676016
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    El alma de las cosas - Gabriela Peyron

    ALDABA

    No se escucha más mi toc-toc seco que retumbaba en el zaguán y llegaba hasta los oídos de quien se encontrara allá dentro, en alguna de las habitaciones. La gruesa puerta de roble donde estoy incrustada sigue resguardando, con sus dos hojas enceradas y brillantes, la casona. Pero un botón negro que produce un sonido agudo y vibrante fue colocado en la pared y me ha reemplazado. Me convertí en un adorno, un objeto inservible.

    Incluso la palabra que me da nombre está en desuso. Tiene un sonido suave y abierto que evoca exactamente lo que era antes esta calle cuando se escuchaban claramente las pisadas de la gente, los cascos de los caballos, las campanadas de la iglesia vecina; al atardecer, la algarabía de los pájaros que se refugiaban en los árboles de la plaza; las voces cantarinas de los pregoneros, la lluvia repiqueteando sobre la acera. Los edificios y las casas estaban envueltos en un aire límpido que ya pocas veces se observa.

    Ahora, los visitantes que llaman a la puerta si acaso me miran con curiosidad, con extrañeza, otros ni siquiera eso. Ya no existo para nadie.

    Se acerca una mujer que trae a un niño de la mano. Ella presiona una, dos veces el botón negro que extrañamente no reproduce su horrendo sonido. La mujer espera unos segundos y repite la operación: nada. No funciona. Golpea con el puño cerrado la puerta varias veces, pero nadie escucha su llamado. Entonces el pequeño se para de puntas, estira la mano y alcanza mi argolla; la levanta y la deja caer. Un sonoro toc se escucha y luego otro y otro más. El niño ríe al comprobar que él con su mano produce el sonido repetitivo. Toc, toc, toc, y mi voz traspasa la madera, retumba en el zaguán y llega a los oídos de alguien ahí dentro.

    La puerta se abre.

    Eres muy listo —le dice la mujer al niño, y añade señalándome—: es una aldaba. Aldaba, murmura él, y al pronunciar mi nombre yo vuelvo a ser, a tener por un instante la importancia y el lugar que había perdido.

    LA JAULA

    En mitad del parque de la ciudad hay una gran jaula vacía. Unos dicen que fue un aviario; otros, un invernadero. La jaula es tan alta que incluso rebasa algunos de los árboles que ahí crecen. En un tiempo su enrejado estuvo pintado de verde. Hoy luce oxidado. Vacía como está, parece el casco de un barco que ha naufragado o un templo destruido y abandonado. Algunas enredaderas la cubren por secciones y el musgo ha crecido en un par de enormes rocas que están en su interior.

    Es posible entrar en ella deslizándose por debajo de una parte rota del enrejado. Una banda de niños lo hace.

    Al principio caminan con cautela y observan lo que hay ahí dentro: principalmente

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