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Descubriendo su corazón: Kristen: Colección Corazones Anhelantes, #1
Descubriendo su corazón: Kristen: Colección Corazones Anhelantes, #1
Descubriendo su corazón: Kristen: Colección Corazones Anhelantes, #1
Libro electrónico261 páginas3 horas

Descubriendo su corazón: Kristen: Colección Corazones Anhelantes, #1

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Información de este libro electrónico

La imaginación de Kristen Parker siempre fue más grande que la realidad. Prefiere pasar su tiempo con los personajes que viven en su cabeza. ¿Y las citas? ¿Quién necesita un novio cuando tienes al capitán Deke Wolfe? Desafortunadamente, el bloqueo creativo está hundiendo sus garras en una vida estructurada. Su agente cree que unas vacaciones de un mes a un resort de montaña podrían resolver los problemas de Kristen.

Brett Stone adora a su tía, a pesar de que ella vive en la ciudad de Nueva York y no en las colinas de Tennessee. Por eso está dispuesto a dar su mejor esfuerzo para brindarle a su escritora más popular las vacaciones perfectas. No tiene idea de cómo una mujer lo puede hacer perder la cabeza. Todo empieza apenas se conocen y ella lo llama Deke.

¿Podrá Kristen separar sus pensamientos sobre este atractivo dueño de resort de su novio de ficción, Deke Wolfe?

IdiomaEspañol
EditorialBadPress
Fecha de lanzamiento9 nov 2021
ISBN9781667418551
Descubriendo su corazón: Kristen: Colección Corazones Anhelantes, #1

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    Vista previa del libro

    Descubriendo su corazón - River Ford

    DESCUBRIENDO SU CORAZÓN

    COLECCIÓN CORAZONES ANHELANTES

    RIVER FORD

    Derechos de autor © 2021 por River Ford

    Todos los derechos reservados.

    La presente es una obra de ficción. Cualquier similitud con personas o lugares reales es una mera coincidencia.

    Ninguna parte de este libro puede reproducirse en ninguna forma o por medio de cualquier método electrónico o mecánico, entre los que se incluye guardado de información y sistemas de recuperación de datos, sin un permiso escrito de la autora, excepto para el uso de citas breves en reseñas.

    Diseño de tapa: selfpubbookcovers.com/andrewgraphics

    ISBN del libro impreso: 9798714631870

    Este libro es para mí. Siempre quise ser una autora de bestsellers de ciencia ficción, pero me di cuenta de que mi talento se expresaba mejor con el romance. De todas formas, ya no me molesta. Aun así debo decirles que yo soy como Kristen en miles de maneras. Tengo la mitad de sus remeras y la otra mitad está en mi lista de deseos.

    ;)

    ¡Disfruten!

    El deseo

    Kristen Parker, de catorce años, estaba lista para hacer alguna actividad que no estuviera relacionada con músculos cansados o deliberaciones interminables. Estaba terminando el verano y su mejor amiga la había invitado para una piyamada. Cuando estaban solo ellas dos, miraban una película o leían. Sin embargo, Olivia y Heather también habían sido invitadas. La consecuencia implicaba más actividad física y, a su vez, más chances de que Kristen metiera la pata. Tenía los pies grandes y las piernas desgarbadas y siempre se interponían entre ella y sus deseos. Por suerte, por el momento, había evitado exitosamente cualquier catástrofe. Las cuatro muchachas dieron vueltas al lago en bicicleta, saltaron del trampolín, sin que Kristen saliera volando, comieron pizza, hornearon una gigantesca cantidad de galletas y, ahora, las otras tres chicas discutían sobre qué película mirar.

    —Kristen, presta atención —resopló Olivia desde el otro lado de la mesa de la cocina—. Otra vez, estás volando.

    —No la molestes —dijo Heather—. Tal vez, su imaginación es más interesante que tus divagaciones sobre Alex Pettyfer.

    —¿Estás diciendo que divago? —Olivia se cruzó de brazos y ladeó la nariz—. Además, ¿quién no está enamorada de Alex?

    —Vamos, no peleemos por esto. —Becca abrió bien grandes los ojos mientras estiraba los brazos con las palmas hacia afuera para calmarlas.

    Kristen se sintió mal por permitir que sus pensamientos escaparan. Peor aún, porque había incomodado a su amiga. Becca tenía mucho dinero, pero Kristen había visto, de buenas a primeras, su necesidad de estabilidad y amistad. Era una de las cosas que tenían en común.

    —Y, ¿si en lugar de ver una peli, pidiéramos un deseo? —Kristen se apuró a decirlo antes de que las otras muchachas pudieran decir algo. Heather tenía razón. Tenía la imaginación lista para ejercitarse. Tenía todo tipo de deseos: que su mamá estuviera más tiempo en casa, más dinero para que no se preocupara tanto, que su papá volviera al hogar. Y eso era tan solo la punta del iceberg. Tenía miles de sueños y esperanzas que podrían llenar páginas enteras de su anotador.

    —¿Pedir un deseo? —Becca se relajó y se enfocó en Kristen.

    Asintió. El silencio se apoderó de la habitación mientras las otras tres chicas la miraban fijamente. Olivia era la más bonita con su cabello rubio y ondulado y grandes ojos azules. La hacía pensar que eso la convertía en la líder del grupo. Si tuvieran que votar, Kristen elegiría a Becca, por su serenidad y estabilidad, y no porque fuera la más rica. Becca era tan normal que la hacía sentir segura. Tenía el pelo marrón y largo y siempre estaba sonriendo. Heather hubiera sido su segunda opción porque era inteligente y no dejaba que la popularidad moldeara sus decisiones. Olivia quería ser popular y lo estaba logrando. Por el momento, a sus otras dos amigas parecía no importarle.

    —¿Qué quieres decir? —Olivia insistió mientras buscaba el enorme bol con chips de papa.

    Kristen suspiró y automáticamente cambió el rumbo desde algo más pesado a ideas más livianas. Algo que sabía iba a ser del agrado de Olivia. Alcanzó su mochila y sacó de ella un anotador amarillo y una lapicera de gel violeta. 

    Dándose golpecitos en la pera con la lapicera, dijo: —Podemos hacer una lista de nuestros futuros novios. La escribimos y luego la quemamos en el fogón. De esa manera, el deseo es oficial y tendrá poder sobre nuestro futuro.

    Olivia se rió. —¿Cómo se te ocurren estas cosas?

    Kristen bajó la mirada para inspeccionar el suelo. —Lo leí en un libro en algún momento.

    —¿Un libro sobre brujas? —Olivia arqueó una ceja.

    —Era sobre hadas y duendes. Iban rumbo a una expedición y...

    —Sí, da igual. —Olivia ondeó las manos en el aire—. Es una buena idea. Podrías empezar tú.

    —Es la casa de Becca. Ella debería ir primero o elegir a alguien. —Kristen levantó la pera. 

    No entendía por qué Becca la seguía invitando. En algún momento, Olivia había sido agradable, pero se había puesto mandona. Todo tenía que tener su aprobación, si no, no se hacía.

    —¿Te importaría ir primero, Kristen? Necesito pensar lo que quiero antes de hacer la lista. —Becca se refregó el rímel que le enmarcaba los ojos. Se la notaba muy incómoda bajo el peso de la tonelada de máscara de pestañas que Olivia le había colocado.

    —Ok. Mi lista de deseos es simple. —En lugar de escribir, Kristen oteó el horizonte, imaginando su hombre ideal—. Tiene que ser alto. Por lo menos seis pies, con pelo oscuro, ojos oscuros y tiene que ser serio. ¿Saben? Con los pies en la tierra. Y súper inteligente. Un doctor o tal vez un científico o algo así.

    Olivia se rió. —Un científico suena aburrido.

    —Creo que el chico de Kristen suena fantástico. —Heather se acomodó los lentes a pesar de que no se habían deslizado tanto—. ¿Sin juegos, no?

    —Sip. Sin juegos. Lo que ves es lo que tienes. Sin tener que adivinar. —Kristen asintió con la cabeza.

    —¡Sí! Heather frunció el ceño y miró para otro lado. Tenía unos lentes gruesos que hacían que los ojos se le vieran realmente grandes para luego desaparecer cuando se ponía de perfil.

    Kristen se preguntó qué estaría pensando, pero se concentró en escribir su lista en lugar de presionar a su amiga. Heather siempre era silenciosa y reflexiva. Le resultaba difícil conocerla en profundidad. De todas formas, Kristen la consideraba una de sus mejores amigas. Tal vez, solo se trataba de que se necesitaban mutuamente, aun así y de alguna manera, con eso bastaba.

    Las otras chicas charlaban y comían bocadillos mientras Kristen escribía en su papel. Embelleció los bordes con líneas curvas, estrellas, lunas y otros diseños, satisfecha con soñar despierta hasta que alguna de sus amigas estuviera dispuesta a compartir su sueño.

    Llevó una eternidad que las otras chicas encontraran a su hombre ideal. Una vez que todas tuvieron su papel con la descripción detallada, Becca buscó a su padre para que encendiera el fuego. No se lo podía molestar, pero mandó a la mucama en su lugar. Lo único que tuvo que hacer es mover el interruptor para que el fuego se encendiera.

    —Hace demasiado calor para un fogón. —La mujer meneó la cabeza y agitó el dedo de arriba a abajo—. No hagan lío.

    —Necesitamos unos pocos minutos para hacer un deseo. Sin líos; lo prometo —Rebecca le sonrió a la mujer hasta que ésta resopló y volvió al fresco del aire acondicionado.

    —Tiene razón, sabes. —Olivia se abanicó la cara mientras el calor se expandía hacia ellas para calentarles la piel—. Hagámoslo rápido.

    Las cuatro chicas rodearon el resplandor naranja. Cada una tenía en la mano el papel doblado. Estaban en silencio, supuestamente pensando sobre su futuro novio o esposo para así poder hacer el deseo antes de lanzar la lista en el fuego.

    Kristen le echo una mirada al papel.

    1. Alto, morocho, buenmozo

    2. Súper inteligente, como un doctor o científico

    3. Serio, un hombre con los pies en la tierra

    El pecho le dolía de una manera extraña. Un poco encendida, un poco asustada. ¿Era lo que realmente quería? No decía nada sobre el amor. Su mamá le decía que el amor era lo que más importaba.

    Es que acaso, ¿debía revisar su deseo?

    —Vamos a seguir el orden en el que compartimos las listas —susurró Becca—. Tú primera, Kristen.

    Cerró los ojos y, con el brazo extendido, lo sostuvo con dedos temblorosos.

    Solo quiero que me ame con todo su corazón.

    Sus palabras se precipitaron a las llamas. El papel se encogió mientras los bordes se quemaban. Una línea naranja se abrió paso entre la blancura y rápidamente le siguió la oscuridad antes de arder por completo. Chispas brillantes y rojas subieron sobre el aire caliente, se enfriaron hasta convertirse en cenizas y finalmente se alejaron para encontrar su deseo.

    Bloqueo creativo

    15 años después

    —La editorial ya ha esperado mucho tiempo, Kristen —dijo Sylvia Stone con firmeza pero con su habitual amabilidad. La mujer tenía unos sesenta y pico de años; sin embargo, tenía la determinación y profesionalismo de cualquier agente más joven y ambicioso. De todas formas, la edad y la experiencia le permitían arrastrar a los autores hasta la línea de llegada—. Los lectores quieren saber cómo logra escapar el capitán Wolfe. Dime qué necesitas.

    —No sé. —Kristen apoyó la cabeza en las manos.

    Al final de su último bestseller, había dejado al pobre Deke Wolfe atrapado en la realidad virtual del alienígena. La tripulación contaba con él para ayudarlos a escapar, pero Kristen no sabía cómo sacarlo del aprieto. Cada escena que escribía se sentía chata y sin propósito, lo cual la llevaba a un caso grave de desconfianza creativa.

    —No puedo concentrarme en nada —continuó—. Cada vez que me siento a escribir, termino deambulando por el departamento. Tal vez, estoy atrapada en la realidad virtual de otra persona y ¿decidieron apagarla? —Intentó sonreír, pero no pudo—. Quiero escribir. Las ideas están por ahí, en algún lado. —Se tocó la frente con un dedo—. Simplemente, no puedo ponerlas en la página.

    Sylvia se sentó a su lado y le dio palmaditas en la espalda. —¿Cuándo fue la última vez que te fuiste de vacaciones? ¿Qué te mimaste un poco?

    —Lo único que hago es sentarme en casa y escribir. —Kristen se levantó de un salto y caminó a lo largo de su sala de estar profesionalmente diseñada y tropezó con el borde de la alfombra.

    —¡Cuidado! —Sylvia sonrió.

    —¡Mis tontos pies! ¿Por qué tendría que irme? Aquí, tengo todo lo que necesito. —Kristen movió el brazo hacia atrás como mostrando el departamento mientras intentaba esconder un escalofrío. El estilo del lugar no era realmente de su agrado.

    La habitación estaba decorada con blanco y negro con toques de rojo. Estaba a la moda, tenía estilo y expresaba poco de su personalidad. Aun así, le había ido muy bien como escritora; había ganado lo suficiente como para adquirir el piso estiloso de Manhattan con sus increíbles vistas y, por lo tanto, había contratado a una profesional para que lo decorara. Sin embargo, casi nunca salía y tampoco tenía con quien compartirlo. ¿Era por eso que se sentía tan inquieta últimamente? ¿Tan insatisfecha?

    Ni siquiera su madre la había visitado el año pasado. Kristen había terminado de pagar la casa de su infancia, pero su madre estaba acostumbrada a trabajar y no sabía cómo sacarse horas ahora que finalmente podía hacerlo. Todavía tenía dos trabajos y vivía en el mismo pueblo donde había crecido. Ese viejo nudo de soledad amenazó con instalarse en su garganta. Todo lo que Kristen siempre había deseado era una familia con la cual sentirse conectada. Ni siquiera todo su éxito se lo había proporcionado.

    —Kristen, mírame. —Sylvia dio la orden y ella obedeció—. Ahora, eres mi única prioridad. Puedo pedirle a la editorial unos meses más, pero tienes que intentar mejorar. ¿Y si haces un viaje? Te puedo mandar a un lugar totalmente distinto. Tal vez, eso te ayude a que resurja tu creatividad.

    ¿Otro lugar? En este punto, Kristen estaba dispuesta a intentar lo que fuera para salir de ese pozo creativo que la había mantenido anulada durante varios meses. Sin importar cuanto investigara, cuanto construyera la historia o soñara despierta, no podía dar en el clavo de lo que la historia necesitaba. Era como si alguien le hubiera freído el cerebro para luego hacerlo revuelto.

    —¿Alguna posibilidad de que me mandes al espacio? —Kristen se desplomó sobre el sillón. 

    —Ni lo sueñes.

    Suspiró con desilusión. —¿En qué estabas pensando?

    Sylvia miró hacia la ventana por un momento antes de que lentamente se le dibujara una sonrisa. —Estaba pensando en un hospedaje en la montaña. No pareces el tipo de persona que le gusta la playa.

    —Eh, no lo sé. —Kristen puso mala cara. Debería saber si le gusta más la montaña o la playa, ¿no?—. Tal vez, la playa me relaje.

    —Dios, ¿alguna vez fuiste a la playa en verano? 

    —No.

    —¿Y las montañas?

    —¿Cuentan los colinas de Tennessee?

    —Santo cielo. —Sylvia rápidamente comenzó a deslizar el dedo por su celular—. En esta época del año, las playas están llenas de gente; probemos primero con las montañas. En temporada baja, podemos ver lo de la playa.

    —¿Qué me pasa Sylvia? —Se echó hacia atrás, dejando que la cabeza descansara sobre el respaldo del sillón.

    —Nada, amor. Simplemente estás agotada y con todo derecho. Publicaste seis bestesellers en cuatro años, supervisaste la producción del primero, que luego se convirtió en un éxito taquillero, empezaste con el segundo y todos quieren que vayas a su Comic Con. Es mucho para una chica de tu edad.

    —Solo tengo veintinueve años, no cien.

    —Exacto. Deberías estar pasando el tiempo con amigos en alguna discoteca, viviendo la vida. Saliendo con chicos. No desperdiciando el tiempo así tan sola.

    —Tengo amigos. Lo que pasa es que están ocupados y viven en otros estados. Es difícil pasar el tiempo con alguien si no vives en la misma región. —Kristen balbuceó, con miedo de admitir que, hace años, que no hablaba con aquellas que consideraba sus amigas. No estaba segura de dónde vivían o qué hacían. En cuanto a salir con hombres, no sabía ni por dónde empezar.

    —Bueno, parte de tu consigna, además de relajarte, es llamar a tus amigos. E intenta coquetear con alguien en el hotel. Voy a registrarte en mi lugar favorito por un mes. Disfruta del spa, has caminatas, cabalgatas, tómate una siesta. No me interesa, haz algo, lo que sea, menos escribir. —Sylvia se enfocó en su celular mientras escribía y deslizaba el dedo.

    —¿Y qué hago con Arroyo Digital?

    —Después de tus vacaciones, las palabras fluirán. No me preocupa. —Sylvia la tomó de los hombros y suavemente la hizo girar en dirección al dormitorio—. Ahora, ve y empaca.

    —¿Ahora?

    —Sí. Ya reservé un vuelo para hoy y a la noche debes registrarte en el Scarlet Oaks. —Sacudió el celular en el aire—. ¿Quién sabe? Tal vez, encuentras nueva inspiración para descubrir en qué dirección debería ir la vida del capitán Wolfe.

    —¿Scarlet Oaks? —Kristen suspiró—. No creo que alguna vez Deke haya ido a un lugar que suena como una plantación sureña. Ni siquiera antes de dejar la tierra para viajar por las estrellas.

    —No, pero Scarlet Oaks está en Tennessee. Vuelves a casa, Kristen.

    * * *

    —Señor Stone, tiene un llamado en la línea dos —dijo Jodi, la recepcionista que recién había terminado la Universidad, con un grito que iba desde la recepción, a través del pasillo, hasta la oficina de su jefe.

    —Gracias. —Brett bajó la música, mientras hacía una anotación mental para recordarle que en lugar de gritar, lo llamara al localizador; luego, levantó el teléfono—. Brett Stone, ¿en qué puedo ayudarlo?

    —Es Sylvia. —La vos cálida de su tía lo sorprendió. Por lo general, lo llamaba a su celular.

    —Tía Syl, ¿me llamaste antes?

    —No, pero es una emergencia y sabía que así sí te iba a encontrar. —Sylvia hizo una pausa y Brett la escuchó, con voz amortiguada, hablar con alguien del otro lado de la línea.

    —¿Qué tipo de emergencia? —preguntó.

    La voz le volvió fuerte y clara. —Dime que tienes una habitación disponible para todo un mes.

    —¿Un mes? ¿Hay algún problema? —Brett siempre había querido a su tía y le preocupaba que viviera sola en Nueva York.

    Sylvia se rió. —No pasa nada y la habitación no es para mí. Mi escritora de bestsellers favorita está mentalmente agotada y necesita alejarse de todo. Eres mi primera opción porque el aire libre será precisamente su mejor medicina.

    —Oh. —Se sintió decepcionado ya que su tía no iba a venir—. ¿Qué autor es?

    —Kristen Parker, pero es probable que la conozcas mejor por su seudónimo. —Hizo una pausa para agregar dramatismo—. Chris Armstrong.

    —No puede ser. —A Brett le encantaban sus libros de ciencia ficción y aventura—. ¿En serio? ¿CA es una chica? Pensé que Chris era un hombre.

    —Así es y no queremos que se sepa. Por alguna razón, a los hombres les va mejor con la ciencia ficción; por lo tanto, no lo arruines. —Volvió a dirigirse a alguien fuera de línea y luego agregó—: Mira, Kristen necesita privacidad. Siempre se mantuvo alejada de los flashes. Dice que la hacen sentir incómoda. Es por eso que, en parte, no le gusta que nadie sepa quién es.

    —Ok, entiendo. —Brett abrió el programa de reservas.

    —Perdón, pero estoy apurada. ¿Tienes una habitación?

    —Tal vez, tengamos que moverla en algún momento, pero se puede solucionar. ¿Cuándo viene?

    —La acabo de dejar en el aeropuerto. Te mandaré los detalles por correo electrónico; luego, me puedes mandar la factura. —Sylvia hizo ruido de besitos—. Te quiero, Brett. Gracias y cuídala de mi parte.

    Brett escuchó el clic y se quedó mirando el teléfono. Chris Armstrong era una mujer. Dejó el escritorio y sacó el SMS Kravauus del estante. El primer libro de Armstrong lo había sorprendido. Era una vuelta a los grandes clásicos de la ciencia ficción, como Bradbury, Asimov, Bova y Niven. Eran historias épicas profundas, con énfasis en la ciencia, que te dejaban anonadado, a pesar de sentir que lo que sucedía era perfectamente posible. Su mirada se posó

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