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La Llave de la Verdad
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Libro electrónico395 páginas5 horas

La Llave de la Verdad

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El Universo es una evolución ciega, sin fines premeditados, lentísimo e imprevisible. Las mutaciones de los seres vivos se producen al azar, y la lucha por la supervivencia selecciona luego a los más adecuados, por lo que no hay un programa establecido de antemano.Entonces, ¿es Dios una invención del hombre pasa satisfacer sus irrealizables anhelos de infinidad, para mitigar su miedo a la muerte y su angustia frente a la desesperación? ¿Realmente el deseo de inmortalidad y las religiones no son más que el intento del hombre por escapar de la alineación y el sufrimiento causados por un orden natural injusto?

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento12 sept 2021
ISBN9781393624714
La Llave de la Verdad
Autor

Matías Mau

Matias Mau, portugués de nacimiento y afincado en Cataluña, compaginó su trabajo de minero con la literatura para escribir obras como "Historia de Carbones de Berga", "Rosa de la Vida", "Diosa del Teide", "Alambrada Sangrienta" o "Las Aventuras y Desventuras de un Culé".Fue semifinalista por dos años consecutivos en el certamen de poesía del Centro de estudios poéticos de Madrid.

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    La Llave de la Verdad - Matías Mau

    La llave de la verdad

    Editorial Alvi Books, Ltd.

    Realización Gráfica:

    © José Antonio Alías García

    Copyright Registry: 1403160366310

    Created in United States of America.

    © Matías Olimpio Mau Branco, Berga (Barcelona) España, 2014

    ISBN 13: 9781393624714

    No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea este electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito del Editor. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (arts. 270 y siguientes del Código Penal Español).

    Editorial Alvi Books agradece cualquier sugerencia por parte de sus lectores para mejorar sus publicaciones en la dirección editorial@alvibooks.com

    Maquetado en Tabarnia, España (CE)

    para marcas distribuidoras registradas.

    www.alvibooks.com

    Prólogo

    Hace cuarenta años en el desierto sahariano y en un paraje desolador, bajo el asfixiante calor y azotado por pequeñas partículas de arena que me golpeaban el rostro encontré a un saharaui arrodillado sobre una pequeña alfombra a unos diez metros de su rumiante camello.

    Con la imprudencia propia de la adolescencia le pregunté: – ¿Qué haces aquí?

    – Rezo mis oraciones – contestó él.

    Sumido en la ignorancia le contesté alegremente: – Amigo mío, estás perdiendo el tiempo, aquí no hay ningún sacerdote y éste maldito desierto no es precisamente una Iglesia.

    – Amigo, me contestó él en su parco español. En el Islam no hacen falta los templos, ni las jerarquías religiosas, ni los sacerdotes. Cuando el musulmán reza, reza directamente a Alá, no a través de un emisario. Cuando el musulmán sirve a Alá, no está sirviendo a ninguna institución, sino solamente a Dios. El musulmán no necesita a nadie qué le incite a rezar, cada individuo es responsable de sus propias acciones y de sus propias creencias. Ninguno puede arrebatarle esa responsabilidad.

    Dichas estas palabras se levantó y me convidó a té. Pasada una hora de animada conversación, de recibir buenos consejos y apurados los tres tés que estaban realmente deliciosos "Uno amargo como la vida, otro semidulce como el amor y el tercero dulce como la muerte. El saharaui recogió sus enseres y después de despedirnos subió a lomos de su montura para alejarse lentamente de mí en dirección a Asmara; le seguí con la mirada, hasta que jinete y montura eran solo una diminuta mancha entre el Cielo y el árido suelo.

    Las palabras de aquél desconocido despertaron en mí el interés por las religiones, un interés que jamás había sentido. Desde aquél día hasta el momento en que empecé a escribir el primer párrafo de la llave de La Verdad habían pasado unos treinta y cinco años. Muchos episodios de juventud se han borrado de mi mente, pero tus palabras amigo mío no, tus palabras y consejos me acompañarán mientras viva.

    Gracias a tus escuetas enseñanzas siempre he admirado a los hombres como tú, que sin maldad profesáis una fe pura y sana, y creo que tu profeta fue uno de esos hombres extraordinarios que ha conocido la humanidad. Para un simple y analfabeto conductor de caravanas unificar a un pueblo roto en cien tribus recelosas y hostiles, pacificarlo, dotarle de una nueva estructura sociojurídica y de una nueva religión no debió resultarle tarea fácil.

    Mucho he estudiado amigo mío en busca de la verdad y cuanto más cerca de ella creo estar, más recelo de las divinidades y de aquellos que afirman hablar en su nombre, no obstante, siento respeto absoluto por todos.

    Soy humano y como humano tengo todo el derecho a equivocarme; si estuviera equivocado en mis reflexiones y realmente existiera un Dios omnipotente, por derecho estarán más cerca de él aquellos que como tu invocan sus oraciones al Altísimo, que aquellos que lo hacen por mediación de otro hombre.

    De momento reafirmo mi creencia, Dios no existe y la verdadera religión tampoco. La verdadera religión seria aquella, que infinitamente moral consiguiera mantener a su rebaño en perfecta armonía y ello es imposible. Es imposible porque el hombre ha ultrajado, torturado, extorsionado y asesinado en nombre de Dios.

    A lo largo de la historia grupos y líderes políticos han hecho servir el Judaísmo, el Cristianismo y el Islam para justificar auténticos genocidios y ese Dios que afirman existir, lo ha permitido.

    La religión fue la primitiva ordenación jurídica de las sociedades más antiguas. Sin ella habría menos gente buena haciendo el bien y gente mala haciendo el mal. Pero para que la gente buena haga el mal también se necesita de la religión.

    Creación científica

    La creación del planeta en que vivimos y el origen del ser humano son dos de los mayores misterios de la humanidad. ¿Seremos capaces de descifrar estos dos misterios al completo? La ciencia ha desvelado una parte muy importante del primer misterio, pero no tanto del segundo, y aún les queda un buen trecho por recorrer si quieren coronar con éxito el cenit de ambos.

    La misteriosa creación del Sol, la Luna, las estrellas y los planetas de nuestro sistema solar incluida nuestra querida madre la Tierra ha sido ya desvelada casi en su totalidad por la ciencia y ha dejado de ser un misterio.

    Gracias a la eficacia, paciencia esfuerzo y tesón en la lucha contra los elementos y contra algunas personas opuestas al esclarecimiento de la verdad se ha podido demostrar que hace 5.000 millones de años no había Sol ni Tierra, lo único que existía en el área de la galaxia era una enorme nube difusa de polvo y gas interestelar.

    Hace 4.600 - 4.400 millones de años después de un largo proceso el núcleo central se transformó en una estrella, el Sol. Nuestra principal fuente de energía y de vida al mismo tiempo que se contraía calentaba los restos que le rodeaban y ellos a su vez también comenzaron a evolucionar. Cuando estos restos se pusieron en órbita alrededor del Sol chocaron accidentalmente unos contra otros. Algunas colisiones redujeron los planetas a escombros pero la mayoría los unieron.

    La Tierra no fue desde luego una creación divina, tampoco un hecho milagroso sin más. La Tierra se formó a partir de la acumulación de planetesimales nacidos del disco protoplanetario original; gigantescos pedazos de escombros llegarían desde el espacio a los planetesimales, no solo añadiendo energía a la masa, sino también modificando su superficie por medio de la formación de cráteres.

    La Tierra contenía entonces demasiado calor y a lo largo de millones de años el calor acumulado en su interior fue transportado hacía el exterior por el movimiento del magma. Nuestro planeta también utilizó otro método para evacuar el calor, la tectónica de placas.

    En apariencia la Tierra es el único planeta del sistema solar que elimina el calor de este modo y conforme se enfriaba la temperatura de su atmósfera descendía por debajo de los 100ª C. Sucedió entonces un evento de capital importancia, se condensó la primera gota de lluvia. Esta gota fue seguida de muchas otras y posteriormente colosales tormentas dieron lugar al nacimiento de los océanos. Las áreas de menor altura se anegaron y la Tierra se convirtió en un planeta azul y también en el origen de la vida.

    Después de millones de años la Tierra aún no está totalmente creada, se encuentra en un proceso de creación y aún se está transformando. Nada en la Tierra es permanente, ni sus montañas, ni sus océanos, ni sus desiertos, la verdadera madre de toda existencia es una bola rocosa en constante creación que flota en el espacio y gira alrededor del Sol.

    En contra de la hasta hace poco creencia popular, la científicos sabían que la Tierra es redonda desde que el astrónomo griego Eratóstenes 250 años a.C. desarrolló unos métodos razonablemente precisos para medir su perímetro. A partir de aquél histórico momento, la ciencia en constante lucha con las religiones y los elementos, inventa prueba y descifra el misterio terrenal.

    Desde tiempos arcaicos hasta nuestros días, el hombre, el ser más culturizado del planeta busca una huella, un indicio comprometido con el origen de la vida. Nuestros antepasados nos han legado unos pasajes de la vida, en su mayoría simbólicos, que solo tenían cabida en sus primitivas y temerosas mentes. La ciencia fiel a sus principios continúa investigando, no desfallece y trabaja duramente buscando sin resuello esa llave que está en algún lugar esperándoles, para abrir la puerta de la verdad y revelarnos la autenticidad del origen del ser humano.

    Las religiones cada una a su manera, presentan la creación de la Tierra, el Sol, la Luna, las Estrellas y la creación del ser humano como un hecho milagroso, pero la creación divina podría ser solo un mito.

    Creación Religiosa

    En el principio, es decir, en el primer instante del tiempo, cuándo a Dios le plugo, hizo de la nada con su infinito poder el Cielo la Tierra y todas las cosas que en ellos se conciernan. En el primer día creó Dios el Cielo y la Tierra, ésta se hallaba informe y envuelta en las tinieblas. En seguida dijo Dios: Sea la luz y la luz fue hecha. Separó luego la luz de las tinieblas y llamó al primer día y a la segunda noche.

    En el segundo día, separó las aguas del Cielo de las de la Tierra, creando así el firmamento, que se extiende entre la Tierra y los demás cuerpos celestiales, al que llamó Cielo.

    El tercer día hizo aparecer la Tierra y la adornó con plantas y árboles.

    El cuarto día embelleció el firmamento con el Sol, la Luna y las Estrellas, encargadas de alumbrar la Tierra.

    El quinto día pobló el mar de peces y el aire de aves.

    El sexto día creó los animales terrestres, según su especie y a Adán y Eva.

    El séptimo día descansó, es decir terminó la creación de los seres que se había propuesto sacar de la nada.

    La literal creación de la Tierra, del hombre y de la mujer, descritos en la Biblia constituye un absurdo tan monumental que no procede ni siquiera considerarlo. De los cuantos menos treinta mil años de historia del hombre sobre la Tierra, la revelación monoteísta solamente ha abarcado cuatro mil años.

    Si Dios fuese el creador del ser humano no dejaría en el olvido a las anteriores generaciones.

    Si no, ¿Qué clase de Dios es el que comete un error de bulto tan gigantesco?

    Muchas de estas y otras preguntas ya han sido desenmarañadas por la ciencia y el resto acabará siendo desenmarañado en un futuro próximo por la parapsicología trascendental.

    Cierto es que las religiones, haciendo renacer fósiles parábolas, siguen estimulando y encorajando al ser humano a seguir adelante y a superar las dificultades cotidianas que no son pocas y la ciencia continuará firme en la lucha contra viento y marea en el esclarecimiento de la verdad.

    Pese a sus diferencias idealistas, la religión y la ciencia tienen la obligación de cabalgar unidas, por algo siguen siendo consideradas, como las dos fuerzas más poderosas de la Tierra.

    Actualmente y gracias a la arriesgada labor de científicos, arqueólogos, antropológicos, historiadores, estudiosos, religiosos y aventureros disponemos de un amplio abanico de conocimientos del mundo en que vivimos, y también sobre nuestra propia existencia. Sabemos muchas cosas que nuestros antepasados ignoraban, pero no sabemos con exactitud de dónde venimos, qué hacemos aquí y a dónde vamos. Si es que vamos a alguna parte.

    Todo lo que las antecesores generaciones vivieron, imaginaron, escucharon o soñaron lo describieron a su manera y así ha llegado a nosotros, pero ello no quiere decir que sea verdad.

    Para nuestros temerosos antepasados la creación de la Tierra el Sol, océanos, ríos y montañas se asumía como un hecho milagroso, cada mitología poseía sus propios criterios sobre el milagro de la formación del mundo y de los primeros seres humanos, unas pocas aún siguen vivas en la mente de mucha gente, otras han perecido en el olvido, absorbidas a sangre y fuego por otras culturas.

    A los lectores del siglo XXI algunas de estas creencias quizás les parezcan irrisorias y carentes de sentido; sabios o necios antes de juzgad, tened presente que cada creencia forma parte de una cultura cuya importancia nadie debe subestimar.

    La existencia de un Creador ha venido sosteniéndose mediante razonamientos, porque hoy por hoy, mucho se ha hablado de él, cómo crítica o como halago, pero nadie ha sido capaz de descubrir ninguna de sus huellas, tampoco presentar una prueba fiable de su existencia. Claro que, tampoco de su inexistencia.

    Ilógicamente veneramos respeto a un ser que nadie ha visto jamás y nos mostramos irrespetuosos con quién nos da el sustento, por lo tanto la vida, la Tierra. Creyentes o no, lo que deberíamos hacer es vivir y cumplir con nuestro cometido, ayudarnos unos a los otros, atendiendo las leyes de la Naturaleza como hacen los demás seres irracionales y no como desalmados depredadores. Deberíamos hacerlo, sí, pero no lo hacemos.

    Arrodillados, con las manos unidas sobre el pecho, los ojos húmedos por el llanto miramos al Cielo y rogamos a Dios para que influya benevolente en nuestras cosechas, pero descuidamos el campo que es quien realmente llena nuestros graneros. Rebosantes de fe paseamos en procesión a la Virgen para que haga caer el agua sobre nuestros campos áridos y resecos, pero cuando no la necesitamos deliberadamente quemamos selvas y bosques, que son el verdadero imán de la lluvia.

    En alta mar tiramos nuestras redes al agua y queremos subirlas a bordo repletas de pesca, en cambio contaminamos ríos y mares. Enérgicamente protestamos contra la violencia y nos manifestamos por la paz, pero estamos dispuestos a enfundarnos en un uniforme, empuñar un arma, derrocar a un loco o genocida y aunque eso suponga asesinar a personas inocentes.

    Así somos el ser humano, el llamado rey de todos los animales, hecho de barro a la imagen de Dios, sabio para unas cosas, ignorante para otras, deliberadamente intervenimos, modificamos, y destruimos lo que el resto de las criaturas irracionales mantienen inconscientemente en perfecto equilibrio, el origen de la vida vegetal y animal, la verdadera creadora, La Tierra.

    Todas las mitologías describen la creación del planeta y del hombre de una manera semejante, muy probable es que todas estas mitologías procedan de la misma fuente. De las escrituras cuneiformes. Pero ¿en qué se inspiró ésta última? Una nueva hipótesis científica, sospecha que tal vez el origen del hombre no esté en el planeta tierra, lo que explicaría el fenómeno del eslabón perdido y el verdadero significado de innumerables relatos religiosos.

    La mitología Mande, muy arraigada en África antes de la llegada de los primeros colonizadores afirmaba que en principio sólo existía Mangala. Mangala poseía una energía dual masculina y femenina. Con ambas hizo una semilla que sembró, pero decepcionado del resultado destruyó el mundo que había creado. Lo intentó de nuevo y esta vez separó ambas energías en dos semillas diferentes, las depositó en una sola matriz en forma de huevo y volvió a repetir la operación ocho veces y las semillas se transformaron en peces. Todo iba muy bien hasta que uno de los peces masculinos intentó escapar del huevo en que vivía con sus hermanos. Cogiendo parte de la matriz la tiró fuera del huevo y así creó la Tierra. A Mangala no le gustó la Tierra, pero no la destruyó y utilizó a Farro, hermano de Bemba, para destruir a éste.

    Mangala tomó al que estaba a la izquierda de la placenta y lo transformó en Sol, asociando a Bemba con la oscuridad y la noche. Farro y otros gemelos fueron transformados en seres humanos. Farro dominó el uso de la palabra y los otros gemelos se casaron entre ellos, nunca debían casarse gemelos entre sí. Tiempos después Sourakata, el primer mago Mande llegó al Cielo con el primer tambor sagrado, un martillo y el cráneo de Farro.

    En el Cielo comenzó a tocar el tambor y a cantar para que viniera la primera lluvia, por eso Farro era considerado como la divinidad que controla el Cielo y el agua.

    Farro dio agua a todas las criaturas vivas y enseñó a los humanos el uso de la palabra, de las herramientas, de la agricultura y la pesca. Cada 400 años vuelve a la Tierra para verificar que todo continúa en armonía. Su esposa Musso Moroni le abandonó y ahora vaga por la Tierra causando tristeza y desorden entre la humanidad

    La mitología Tutsi hace referencia a Imana el Creador. Imana creó a Kazikamuntu el primer ser humano. Kazikamauntu tuvo muchos hijos y llegó un tiempo en que surgieron los enfrentamientos entre ellos, separándose unos de los otros, dando origen al nacimiento de los diferentes subgrupos étnicos del pueblo Tutsi.

    Los Tutsis creen que en los días antiguos cuando Dios todavía vivía entre los hombres, la muerte no vivía entre los hombres.

    Muerte era una bestia salvaje que a veces pasaba por la Tierra, Imana les prometió a los hombres que él se ocuparía de darle caza con sus perros cuando muerte viniera por la Tierra. Imana les puso como condición que cuando fuera de caza con sus perros y persiguiera la muerte todos los demás seres vivos debían ocultarse.

    Cierto día durante una de esas cacerías una mujer anciana salió al huerto para recoger comida, entonces muerte que huía corriendo de Imana vio a la mujer y le prometió que si ella le escondía, le ayudaría a ella y a su familia. La mujer abrió la boca y muerte saltó dentro. Cuando Imana encontró a la mujer le preguntó si ella había visto pasar por allí a muerte, la mujer lo negó rotundamente. Imana se dio cuenta de lo que la mujer había hecho y por una mentira abandonó a los hombres, dejó la Tierra y dejó que los hombres se encargasen de la bestia muerte. Desde entonces muerte vive libremente entre los seres vivos de la Tierra.

    Los Tutsis no hacen referencia a la creación del primer hombre y de la primera mujer, únicamente dicen que la primera pareja humana vivía en una tierra maravillosa pero el hombre y la mujer eran estériles y no podían concebir hijos. Cansados de deambular en solitario por la Tierra pidieron a Dios que le ayudara a procrear nuevos seres y éste apiadándose de ellos mezcló tierra con saliva, formó una figura humana pequeña y pidió a la mujer que guardara esa figura dentro de una vasija durante nueve meses. Además cada día la mujer tenía que echar leche en la vasija por la mañana y por la tarde y solo debería sacar la figura de la vasija cuando le hubiesen crecido brazos y piernas.

    Ella siguió las instrucciones y a los nueve meses vio que la figura de barro se había convertido en un ser humano. Dios continuó creando seres humanos mediante este procedimiento y después éstos comenzaron a reproducirse y así se fue poblando la tierra.

    Los aztecas creen que el mundo fue creado y destruido cuatro veces, luego fue recreado por los Dioses por quinta vez. Primero hicieron la Tierra y la separaron del Cielo. De todas las divinidades la más importante era Hiutzilopochtli; el Dios del Sol y de la guerra, también fueron importantes Tlaloc Dios de la lluvia, y el Dios Quetzalcoalt considerado hijo de La Diosa Virgen Coatligue y hermano gemelo del Dios Xalotl.

    Para algunos, Quetzalcoalt creó los hombres y las plantas que lo alimentan, después hicieron fuego y medio Sol, el cual por no ser entero alumbraba poco, luego hicieron a un hombre y a una mujer, al hombre le dijeron Uxumuco y a la mujer Cipactonal. Al hombre le mandaron labrar la Tierra y a la mujer que hilase y tejiese. De ellos nacerían los Macehuales y que no holganaceasen sino que trabajasen.

    Para otros Quetzalcoalt era un Dios civilizado, también era conocido como Dios del viento, del agua y de la fertilidad.

    Según el mito azteca Dios permitió ser seducido por Tezcatlipoca, pero se arrojó a si mismo en una pila funeraria lleno de arrepentimiento. Tras su muerte su corazón se convirtió en el lucero de la mañana, el planeta Venus. Los aztecas provocaban las llamadas guerras floridas para lograr prisioneros de guerra que eran ofrecidos a los Dioses. Los sacrificios humanos eran fundamentales para los aztecas, se realizaban siguiendo un solemne ritual, en la piedra de los sacrificios del templo.

    Cuatro sacerdotes sujetaban al prisionero y le extraían el corazón, para después cortarle la cabeza. El corazón se guardaba en un recipiente especial, mientras el cuerpo era arrojado escaleras abajo, y el guerrero que lo capturó tenía derecho a celebrar con él un banquete. Se preocupaban por el mantenimiento del Sol mediante el sacrificio.

    Las leyes aztecas eran muy severas, existía la pena de muerte para los delitos de asesinato, traición, aborto, incesto, violación, robo y adulterio. En este último caso se procedía a la lapidación, aunque la mujer era estrangulada previamente.

    Para los aztecas solo había dos formas de relaciones sexuales: las que tenían lugar dentro del matrimonio y las de los guerreros solteros con sacerdotisas dedicadas a la prostitución ritual. Estas últimas estaban protegidas por la Diosa Xochiquétxal.

    Las prostitutas se presentaban adornadas y maquilladas y proporcionaban al hombre alucinógenos y afrodisíacos encargados de estimular su apetito sexual.

    Los aztecas no creían en la reencarnación, creían que solo se vive una vez y la que vida estaba llena tanto de sufrimiento como de alegría y la única manera de perdurar tras la muerte era alcanzando la fama, si bien la propia fama desaparece cuando mueren los que recuerdan al difunto.

    Los egipcios creían que al principio sólo existía el agua primigenia y el caos. El Dios del Sol Amón era el Dios Creador preeminente en el cosmos. Surgió de entre el agua del caos y creó el primer momento elevando un montículo de Tierra sobre las aguas. Entonces la fuerza creadora de la vida del Sol Ra se levantó sobre la Tierra dando inicio al resto de la creación.

    El Dios Amón, el Sol del atardecer era varón; se auto creó y de su saliva, según unas fuentes, o de su masturbación según otras, creó a Shu fuerza protectora del aire y de la luz y a Tefmut la fuerza corrosiva del agua. Éstas a su vez crearon la Tierra y el Cielo. Sus hijos eran los Dioses Osiris y Set y sus esposas Isis y Neftis.

    Ra era la manifestación suprema de poder, el Dios viajaba por la creación como si viajara en un barco por el Nilo. Cada día recorría los Cielos, al igual que avanzaba la vida. Al anochecer descendía al mundo subterráneo donde atravesaba un proceso de resurrección física. Ra volvía a aparecer una y otra vez al amanecer, lo que daba a los egipcios la seguridad de que ellos también renacerían tras la muerte y ocuparían el lugar que le correspondía en el orden universal.

    Creían firmemente que después de morir el alma del hombre viviría feliz sólo si se le daba un tratamiento especial al cadáver para preservarlo de la corrupción. Por lo que convertían el cadáver en momia y posteriormente lo colocaban en sarcófagos. En la tumba depositaban diversos objetos que, creían, el difunto podía necesitar o echar de menos en la otra vida.

    No podía faltar la inclusión de un papiro en el que se consagraban las virtudes y buenas obras del difunto con la finalidad de que fuera juzgado indulgentemente por Osiris, el Dios de la otra vida, en el tribunal de los muertos.

    Los expertos aseguran que la primera religión del pueblo hindú fue la védica, la cual rendía culto a las fuerzas de la Naturaleza. Los únicos Dioses que tenían forma eran tres, uno de ellos representado entre el pueblo con figura humana. Los otros dos eran gañí, el fuego, y Soma el alcohol, que para los hindúes era el extracto de ciertas plantas que tenían poder mágico dentro del ritual védico.

    La religión védica tenía por objeto mantener el orden y la regularidad dentro del calendario de las estaciones naturales, sucesión de los días y las noches. Eran usuales entre los védicos las celebraciones rituales y los sacrificios.

    En principio los sacrificios eran realizados con humanos. Con la llegada de pueblos más avanzados y civilizados esos sacrificios fueron sustituidos por ofrendas florales y ofrecimientos de frutos y alimentos. Los sabios arios enseñaron al pueblo sus meditaciones profundas. La meditación y la devoción serian a partir de entonces para los hindúes una guía y ésta les marcará su modo de vida. Al vedismo le sucedió otra religión más evolucionada, pero a la vez más compleja, el brahmanismo o hinduismo. Al igual que la religión védica, hay una ausencia total de revelación divina.

    En el brahmanismo se da el nombre de Brama a la unidad única y global del Universo, este ser único para todas las cosas, se ha intentado aproximar a la noción del Dios de los judíos. Para los hindúes, la Creación es la organización de un Universo que surge del caos. Después, tras una determinada duración el fin del mundo no es más que la destrucción de su organización y el retorno al caos.

    Los habitantes de la milenaria china creían que Panku, el primer hombre armado con martillo y escoplo llegó a la Tierra para poner orden en el caos reinante. Era Panku, un hombre alto, fuerte y poderoso, inteligente y sensato. Le acompañaban dos príncipes, Yang y Yin para ayudarle en su tarea. El deseo y voluntad de Panku era el de construir un

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