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La Espada De La Luz: El Libro De La Noche
La Espada De La Luz: El Libro De La Noche
La Espada De La Luz: El Libro De La Noche
Libro electrónico351 páginas5 horas

La Espada De La Luz: El Libro De La Noche

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¿Qué sucederá cundo la humanidad sea despojada de toda conciencia? ¿Cuándo la guerra estalle y lo destruya todo? Si el hombre pierde la razón y abandona su alma, indudablemente se convierte en un ser maldito.
Debido al desequilibrio que la humanidad causó en la energía antigua, los demonios escaparon: los ángeles intervinieron, pero tras siglos de interminable lucha: desaparecieron. Sin embargo, antes de sucumbir frente a las legiones del infierno, otorgaron a los hombres el conocimiento para librar las feroces batallas, que buscan recuperar el equilibrio, que su ambición desmedida destruyó. A pesar de que la guerra ha encrudecido después de 600 años: el mundo lentamente recupera su antiguo esplendor; los bosques, ríos y montañas alejados de los campos de batalla, vuelven a albergar vida y la lluvia que una vez lo desbastó todo, cae llevando consuelo a aquellos que encontraron cierta paz tras las murallas de las grandes ciudades-estado; las capitales que fueron creadas por los arcángeles, para resguardar las almas humanas.
La guerra, aun siendo perfeccionada por la humanidad durante milenos. Ahora que lucha desesperadamente; superada por un enemigo incapaz de sentir o angustia, cegado por el deseo de la sangre. La última esperanza aparece junto con una joven llamada Anna; quien con buena fortuna e inquebrantable espíritu, cree haber resulto el enigma que los conducirá al gran legado de los arcángeles: aquel que defendieron con su vida.
Únete a esta aventura y conoce a aquellos, que incluso cerca del final, están dispuestos a creer en milagros: porque, serán ellos los únicos capaces de enfrentar a los príncipes de la oscuridad, para así encontrar…
“La espada de la Luz”.
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento19 ago 2019
ISBN9781506529868
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    Vista previa del libro

    La Espada De La Luz - D. René García V.

    Copyright © 2019 por D. René García V.

    Ilustraciones por: Dalia Nohemí Santillán López.

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.

    Esta es una obra de ficción. Los nombres, personajes, lugares e incidentes son producto de la imaginación del autor o son usados de manera ficticia, y cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, acontecimientos, o lugares es pura coincidencia.

    Fecha de revisión: 16/08/2019

    Palibrio

    1663 Liberty Drive, Suite 200

    Bloomington, IN 47403

    792577

    ÍNDICE

    Inicio.

    ¿Quién eres?

    Llegaste… muchas gracias

    Resiste, ya estoy aquí

    Me gustaría estar contigo

    Hacia la capital

    La gran Capital del Norte.

    ¿Quién soy?

    Filo de hielo; el réquiem del amor no correspondido.

    Caballería derrumbando el asedio enemigo.

    El réquiem suena. Despedida; nunca dije cuanto te amo.

    Recuerdos: El sello de cristal se rompe.

    La Capital del Norte; la capital abandonada.

    Redención: la leyenda de la princesa guerrera.

    Este libro, esta historia; representa para mí todo aquello que quedará después de mi muerte. Tal vez, y sólo tal vez, es un poco de inmortalidad. A mi familia y amigos; si en verdad existe una vida después de la muerte, espero encontrarlos del otro lado.

    (Las imágenes que dibujó Dalia Santillán son la piedra angular de este libro y agradezco su trabajo.)

    Desde que el ser humano fue capaz de pensar; en su mente existía la idea de que la vida, el universo y el todo, giraba enteramente en un ciclo, fuerzas opuestas que se obligan mutuamente a moverse en armonía: la luz y la oscuridad, el bien y el mal, el ying y el yang, giran danzando eternamente. Si tan sólo supieran que no están tan equivocados…

    La luz nació primero, apareciendo en la nada, vagó durante millones de años en sí misma esperando encontrar a otro para no estar en soledad; su poder y conocimiento trascendieron tanto, que de su propia esencia creó un igual: la oscuridad. Las fuerzas eran similares y a la vez opuestas, se creó el equilibrio.

    La luz es consciente y extremadamente poderosa, pero carecía de cuerpo; la oscuridad podía transmutar a voluntad, poseía un cuerpo, pero por su inestabilidad es incapaz de transmigrar y crear sellos: obstinada y violenta; comenzó a chocar constantemente con la luz. Este conflicto tuvo un efecto en el todo, el espacio que ocupaba. La materia se creó y comenzó a tomar forma; de pronto la masa explotó recorriendo los confines del plano: y cuando esto sucedió los ángeles nacieron; eran poderosos como lo es la luz y dotados de un cuerpo eterno, al igual que la oscuridad.

    Al inicio, los ángeles ignoraron por completo el principio básico de la ambivalencia de la energía. Y sin un propósito para su existencia, comenzaron a vagar destruyendo todo a su paso, atacándose mutuamente; no obstante, fueron formando parte del ciclo sin darse cuenta. El conflicto entre ellos era imposible de detener y los acercaba cada vez más a la destrucción del universo del cual habían nacido: Los ángeles que tenían su naturaleza en la luz, aprendieron a controlar los elementos que fueron creados con la gran explosión; los ángeles que habían nacido de la misma energía que la oscuridad se hacían más veloces, fuertes y hábiles, en conjunto, eran capaces de destruir estrellas y mundos por capricho. Pero hubo otros, que se mantuvieron fuera del conflicto; dominaban los sellos que liberaban el poder de la energía misma, transmutaciones y portales, una combinación perfecta: de luz y oscuridad. Ellos dedicaron cada momento de su existencia a reflexionar sobre el todo, así fue como llamaron a su dimensión; hasta el día en que se dieron cuenta que la luz fue la fuerza creadora de ese plano. Sin pensarlo se unieron a la guerra para intentar decirles a sus hermanos que desistieran: la luz y la oscuridad debían mantener el equilibrio, y aunque a veces destructivo, gracias a él, el todo había sido creado; mientras que, de continuar la pelea de los ángeles lo destruirían por completo…

    Los tiempos de paz llegaron y los ángeles encontraron el orden perfecto en la jerarquía de; Tronos, Querubines, Arcángeles y Ángeles. Comprendieron el principio fundamental del universo que los rodeaba. El equilibrio es la máxima creación de La Luz; pues de él se creó todo en cadena. Esa paz perduró mucho tiempo, tanto que los ángeles inmortales habían olvidado los tiempos sin paz.

    Pero nuevamente, la guerra asechaba desde la más alta jerarquía. Mucho después de los serafines; los tronos comenzaron a conspirar, cada uno con ambiciones propias. Decidiendo apoyar a La Oscuridad, ya que; de ser necesario se le puede someter, con mayor facilidad.

    Así, una vez más los ángeles se enfrentaban entre sí; y tras las sangrientas batallas de una guerra devastadora, los insubordinados fueron sentenciados a habitar una dimensión diferente, creada lejos del todo. Sin embargo, el plano que una vez habitaron los ángeles también debía ser abandonado; el ciclo de la energía había tomado un rumbo extraño a todo, así como aparecieron seres de la energía esparcida por el universo: en algunos mundos aparecieron formas de vida tan diferente a los ángeles, que estos decidieron marcharse y no afectarla. Los Tronos, que dominaban los sellos, agotaron su enorme poder para crear un plano más; esperando no volver a desatar una nueva guerra.

    Pero algo extraño sucedió, algo que nadie esperaba. Tras eones de que los ángeles abandonaran aquella dimensión, aparecieron seres bastante parecidos; capaces de crear, pensar, comunicarse, incluso aprender. Tal parece, que en el ciclo eterno de la ambivalencia, cuando un ángel muere, debe renacer y regresar al plano medio.

    Y por alguna razón, estas nuevas criaturas parecen ángeles; posiblemente en algún momento cometerán los mismos errores…

    Tristemente la guerra reapareció. Algunos ángeles intervenían en ocasiones en el mundo humano, pero solo para detener a los traidores que lograban salir por las puertas posteriores del tercer plano; pues la principal era vigilada por un ser oscuro, pero tan leal a la luz, que muchos demonios le temían. Pero no todos: tres de los siete tronos fueron condenados al tercer plano, y al igual que los ángeles; crearon su jerarquía, con la oscuridad como líder.

    El tiempo transcurrió sin dejar rastro del pasado, y las enseñanzas de los ángeles fueron convirtiéndose lentamente en leyendas y mitos: los humanos que habían sido dotados por el destino con la misma inteligencia de los ángeles, llevaron sus errores aún más allá. El hombre perfeccionó el arte de la guerra y se atacó a sí mismo: cuando su lucha se había vuelto tan violenta y estuvo a punto de destruir su propio mundo por la ambición, en ese momento; los antiguos desterrados escaparon… y el final comenzó.

    Los ángeles nuevamente se enfrentan a los demonios; esta vez en desventaja, pues estos tienen una inigualable ayuda: las almas humanas que habían quedado atrapadas en el Mictlán, corredor del inframundo que guía al plano superior; habían sido esclavizadas y ahora formaban parte del ejército de la oscuridad. Almas corrompidas alimentadas con ira y miedo; algunas de ellas, lo suficientemente poderosas como para enfrentar a los ángeles…

    Tras quinientos años de guerra, los demonios lograron lo que no habían podido hacer durante eones: acabar con los ángeles. Y nuevamente el ciclo de la ambivalencia cambió el entorno de la batalla…

    Es cierto que los humanos fueron responsables de la nueva guerra, pero mostraron que son capaces de cambiar todo con su voluntad. Aprendieron todo lo que los ángeles pudieron enseñarles y subestimarlos es un error que puede llevar a los señores de la oscuridad nuevamente a su mundo de tinieblas.

    En el momento decisivo de la batalla, Uriel, el arcángel más sabio; logró guardar los secretos y el poder que La Luz le otorgó: en una espada única. Si algo es indiscutible, es jamás dar nada por hecho. El equilibrio es un flujo de energía que solo la luz y la oscuridad comprenden: y es impredecible incluso para los ángeles…

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    EL LIBRO

    DE LA NOCHE.

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    -Inicio.

    Si los seres humanos supieran lo simple y perfecto que es el amor, el odio y el rencor dejarían de existir- Lena.

    INICIO.

    Al inicio del todo, se le llamó la primera era: al crear la ambivalencia, la luz creó el equilibrio, un acontecimiento que desencadenó otros: pero el universo fue la creación maestra de esta energía.

    La segunda era fue la de la materia. Al ser creado la dimensión, que tiempo después los ángeles nombrarían Plano Medio, y los elementos después de la gran explosión; la vida surgió de pronto: el universo y sus mundos comenzaron a cambiar… a evolucionar.

    La tercera, fue la era de los ángeles: los seres que nacieron de la energía pura del universo, vivieron en poco tiempo en paz; las rebeliones de los serafines y después la de los tronos resultaron en sanguinarias batallas que estuvieron a punto de destruirlo todo. Y para los tronos y arcángeles aun leales a la luz, fue necesario marcar el final de esta era, cuando crearon las otras dimensiones y los traidores fueron desterrados al plano inferior.

    Los ángeles al fin vivían en paz; pero en el plano medio, el hombre aparecía: dando comienzo a la cuarta era. Capaces de pensar, analizar, comprender y aprender; este mundo fue empujado a la antigua disputa entre ángeles y demonios.

    La quinta era, fue de la desesperanza. Todo se ha perdido; los demonios tomaron el miedo de los humanos, alimentando su odio y ambición; despojándolos de esperanza y aprisionándolos en la oscuridad. Carentes de su propia luz, las enseñanzas de los ángeles se perdieron por completo y fueron remplazadas por la idea de un falso poder, que desató guerras para conseguirlo; la devastación y desolación era todo en el mundo. Pero ellos no sabían que todo esto abriría la puerta que conecta ambos planos; dándole a los demonios, la oportunidad de escapar: iniciando la sexta era.

    Ese día jamás podrá ser olvidado. Todo sucedió en una de las ciudades más grandes del mundo; en donde se encontraba el antiguo templo de Tezcatlipoca, uno de los sabios espíritus a quien los Tronos le habían ordenado vigilar una de las puertas al plano inferior. Pero el sello del espíritu protector no pudo soportar la oscuridad que los humanos habían creado.

    Cuando esto sucedió, el mal se liberó causando un devastador terremoto que no tardó en arrastrar a media ciudad dentro de un gigantesco cráter. Fue después, de que la nube de polvo se disipara, que los supervivientes fuera del cráter, incluso aquellos que se arrastraban para salir de los escombros de los edificios derrumbados: comenzaron a ver como las cenizas negras del volcán en las cercanías, cubren lentamente el sol. Y la penumbra es acompañada por aterradores y desgarradores gritos provenientes del cráter, llenado de miedo el corazón de quienes lo escuchan. Los horribles bestias surgen apresuradamente hacia su libertad; destruyendo y masacrando a quien sea que se encuentre en su camino.

    Cuando los demonios atacaron; los humanos a duras penas pudieron defenderse. El hombre conocía la guerra, había perfeccionado el arte en ella, pero no estaba listo para enfrentar a este enemigo. Esto hizo que los Ángeles planearan un contra-ataque y así proteger este mundo; esperando, casi a ciegas, que los sellos de Osiris, Thanatos y Caillech resistieran sin ayuda del sello de Tezcatlipoca…

    Nueve de los diez generales ya habían partido al combate con cada uno de sus guerreros, a excepción de uno: el líder de la novena legión. Él arcángel Azrael, quien poseía una gran inteligencia y sus habilidades en combate durante las antiguas guerras, siempre fueron motivo de orgullo y temor para los arcángeles; por esa razón, se le encomendó ser el guardián de la puerta principal del infierno: mientras que a las cuatro deidades de la muerte se les ordenó proteger las salidas posteriores…

    Lena, comandante en el ejército de Azrael, trata de convencerlo para entrar al combate.

    -Hermano.- Una bella joven se encuentra de pie frente a un joven alto de cabello negro y tan largo que podía llegarle hasta los talones; con ojos de un color gris, fríos como el hielo: pero también, en ellos se podía reflejar una gran sinceridad, pues no intentaba ocultar la maldad que había visto como guardián de las puertas del infierno.- Si los demonios conquistan este mundo, millones de seres sufrirán ¿Por qué no puedes ayudarlos? ¿No ves que ellos sufren? ¿Acaso no planeas detener a los demonios?,-

    - Lena… –Responde Azrael. –Conozco la importancia que tiene este mundo para los ángeles. Los seres humanos fueron privilegiados; capaces de crear las más bellas cosas, lejos de los errores que nosotros habíamos cometido mucho antes; pero rechazaron su destino. Decidieron destruir su mundo: entonces dime ¿Por qué los ángeles que están bajo mi mando deben morir en esta guerra? - Los ojos grises de Azrael, se tornan aún más crueles, tanto que el corazón de Lena se estremece. - Los humanos buscaron su destrucción ahora deben enfrentarla.-

    -Hermano ¿Por qué actúas así? Jamás has sido cruel. – Lena le reclama a Azrael. – Recuerdas cuantas veces yo estuve perdida y tú siempre estuviste allí para mí, durante la última gran guerra tú llevaste la esperanza a todos los que habían perdido la fe ¿Por qué ahora no puedes ayudar a los que merecen vivir? ¿Acaso es porque no son ángeles?-

    -Te equivocas Lena, todas esas batallas las libré, siempre creyendo que sería la última; y ya estoy cansado, esta vez no intervendré. Porque ellos, los ángeles que enviaría a pelear, no sólo son soldados, son mis amigos e intento protegerlos; y no dejaré que mueran por un mundo que ya está perdido: los humanos sellaron su destino-

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    Al escuchar esas palabras tan crueles y directas de parte de su hermano, Lena da unos pasos hacia atrás; sus ojos comienzan a derramar lágrimas de impotencia, pues desea decir más a su hermano y para no hacerlo se cubre la boca con su mano derecha y su mano izquierda está cerrada por la frustración que siente. -Como¡¿Cómo te atreves?! – Lena le grita a su hermano. – Sabes que eres el más fuerte, que tu ejército es el más grande, si tan sólo pelearas a lado de los otros arcángeles esta guerra sería tuya, como lo han sido todas las otras: como aquella en la que tú me abandonaste después de obtener la victoria ¿Y ahora hablas de protegerme? Tú no sabes lo que significa perderlo todo… – Lena da la media vuelta, extiende sus alas y se aleja con lágrimas en los ojos, en el momento en que Azrael intenta seguirla un ángel, antiguo miembro de su ejército y gran amiga de Azrael, desciende, haciendo reverencia colocando una rodilla y un puño sobre la roca donde se encontraba.

    -Mi señor Azrael. – Una joven alada, de cabello corto y negro, está de pie atrás de Azrael, él se gira y ve a esta joven y con voz muy tranquila dice.

    –Saeliah ¿Qué haces? Sabes que no debes hacer reverencia, ya no soy más un general.- Saeliah es un ángel de actitud muy osada y temeraria; ha vivido desde la creación del universo, pero su aspecto era el de una joven de veintitrés años, su rostro reflejaba una mirada seria, pero sus labios siempre tenían una pequeña sonrisa un tanto burlona: su fuerza y habilidad la han convertido en uno de los ángeles que dirigían al ejército de Azrael. El noveno ejército era compuesto de sesenta mil soldados, seis capitanes, un coronel, que es Lena y el general es el noveno arcángel, Azrael; el ángel caído; leal a la luz, aún en el exilio, de este modo fue llamado por aquellos que conocen su pasado.

    -Los otros ángeles desarrollan vínculos de hermandad, pero para mí, usted es más que eso y será siempre mi general, señor. Además, lo que me trajo a usted es un mensaje: La puerta a la gran sala se ha abierto, los tronos dicen que Sayahvelaia desea hablar con usted… Sin mencionar que los capitanes y las divisiones esperan órdenes acerca del combate, está de más decir que estoy ansiosa por pelear junto a usted de nuevo, mi señor Azrael.-

    Al oír la segunda noticia, Azrael vuelve a tomar su mirada rígida y su tono de voz cambia nuevamente y se escucha serio; Saeliah se da cuenta de que esa última parte ha perturbado a Azrael y lo mira fijamente. – Sayahvelaia jamás ha necesitado una razón para verme, presiento que abrir las puertas de la gran sala es una señal para otros y no para mí: aun así iré a verla. Y, respecto al combate, daré órdenes en cuanto regrese…- Saeliah sonríe al oír las palabras de Azrael, esperando el momento de la batalla y saciar aquella sed de sangre que los ángeles de la muerte padecen. Hace reverencia y desaparece usando una increíble habilidad que los ángeles llaman Jusel; la súper velocidad.

    Sólo algunos ángeles y arcángeles tienen la habilidad de traspasar las paredes de la dimensión en la que se encuentran; algunos otros compensan la carencia de esta habilidad, mejorando al máximo sus capacidades físicas: el Jusel ocurre dando un único salto con tanta fuerza que logra recorrer una gran distancia en una fracción de segundo en un solo paso. Normalmente Azrael volaría, le gusta tomar las cosas con calma y la sensación de libertad por surcar los inconmensurables cielos azules del primer plano; pero en esta ocasión parece ser un mandato urgente, por lo que desaparece utilizando un antiguo sello de dimensiones y aparece frente al castillo de Los-cielos, el lugar en donde se encontraba la gran sala que conecta al mundo de Sayahvelaia; el nombre que los ángeles habían dado a la luz.

    Azrael, siguiendo los mandatos de los Tronos. Camina por los gigantescos pasillos del enorme palacio celestial, al final de aquel inmenso pasillo, el cual está cubierto con el brillo del sol y cobijado con su calor; se encuentran dos enormes puertas que están abiertas de par en par, no se puede ver nada por la intensa luz que de allí emana: y al entrar Azrael las puertas se cierran inmediatamente.

    Mientras su hermano se encuentra en otro plano, Lena alista el noveno ejército para entrar al combate: más de sesenta mil guerreros ángeles se alistan, sus armaduras son escasas ya que por sus habilidades en vuelo no pueden cargar peso bruto; yelmo, hombreras, grebas y avambrazos, son lo que protege sus cuerpos del ataque enemigo. Las armaduras de los ángeles son de un metal que sólo se puede encontrar en el núcleo de un sol lejano similar al oro pero miles de veces más resistente y mucho más ligero, revestidas con un segundo metal plateado; debido a esto y a sus alas blancas, son semejantes a divinidades de luz: dispuestas a entrar al combate.

    Lena ya llevaba puesta su armadura y se encuentra rodeada de los seis capitanes, que su hermano había designado. – Prepárense, el noveno ejército entrará al combate, apoyaremos a los demás arcángeles en su lucha; detendremos a los traidores antes de que lo destruyan todo y la guerra estalle de nuevo.- Bajando la mirada por un instante, toma un aliento y en voz alta y firme llama a los guerreros. – Soldados de la novena legión, guerreros de Azrael; recuerden siempre ¡Nosotros somos la ventisca que lo congelará todo: el ocaso que no teme a nada, porque Sayahvelaia nos traerá la luz de un nuevo amanecer!-

    Todos los ángeles que se encontraban listos para el combate y formados en sus compañías, al oír las palabras de Lena gritan. -¡La oscuridad no nos detendrá; porque Sayahvelaia nos guía!- En ese momento el portal de piedra, esculpido en la ladera de una enorme montaña se abre, permitiendo que los guerreros atravesar el sello del guardián Cefas, para llegar a la tierra: abriendo vuelo con sus alas blancas y dirigiéndose a la batalla.

    Sabiendo que ha hecho mal al mentir sobre las órdenes de su comandante en jefe, Lena se apresuró en abandonar el plano superior, aprovechando la ocasión de que su hermano no se encontraba presente: sintiendo la culpa por ello. - Perdóname Azrael pero no permitiré que haya una nueva guerra que dañe a los inocentes, mientras tengamos posibilidad de ayudarlos y… perdóname por haberle mentido a todos en especial a ti. - El rostro de Lena muestra seriedad, pero sus ojos, que eran los ojos de un ser honesto, no podían ocultar la culpa. Pero en ese momento ella sólo piensa en que está a punto de enfrentar a los demonios más poderosos de nuevo: esta vez sin ayuda de Azrael. Lena aprieta con fuerza una pequeña esfera que lleva en sus manos, de un color azul y celeste, como si estuviese hecha de hielo…

    Al llegar a la ciudad donde todo había comenzado, esta parecía abandonada; la ciudad de la caída. Muchos ángeles aterrizan en las calles rodeando el cráter, pero otros se quedan en los techos de los grandes edificios que pudieron mantenerse en pie. No hay ningún demonio a la vista. – Tengan mucho cuidado, revisen el perímetro: Ariel y Asaliah, quiero a sus divisiones en el aire en todo momento. - Dice Lena y junto con su ejército comienzan a buscar al enemigo. La batalla en verdad había sido devastadora, los cuerpos desmembrados y devorados por las bestias aún seguían en las calles. Las divisiones de Veuliah y Yelaia mantenían la formación protegiendo a la división de Miale, quienes acompañaban a Lena a inspeccionar la zona.

    Mientras camina, Miale se acerca a Lena y le dice.- No lo entiendo, hay demasiados cadáveres humanos, pero ningún demonio ¿Qué fue lo que realmente sucedió?-

    -Los humanos no pudieron enfrentarlos; el enemigo es mucho más poderoso de lo que pensábamos- Responde mientras hacen el reconocimiento, hasta que Lena encuentra el cuerpo de un pequeño niño que había muerto con los ojos abiertos; se inclina y lo carga en sus brazos.

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    Toma la mano de Gabriel, señor que guía en la muerte y entra al reino en donde no existe el temor.- Lo dice en un susurro y después Lena cierra los ojos del pequeño. –Llegamos muy tarde; el tiempo en esta dimensión transcurre mucho más rápido que en la nuestra; han pasado días, quizás semanas desde que los demonios escaparon.-

    -¡Es imposible! Ninguno de estos cadáveres muestra señales de descomposición.- Exclama Miale.

    -Temo que eso se debe a que el portal que liberó a los demonios se encuentra aún abierto, alterando el tiempo de alguna manera…- Lena camina hacia un árbol y sienta el cuerpo del niño bajo su sombra, limpiando la sangre de su rostro con el lienzo blanco de su vestimenta: pareciera que después de recitar las oraciones de los ángeles, el alma del pequeño ha encontrado el descanso y ahora, su cuerpo aparenta simplemente estar dormido.

    De pronto algo se mueve entre la oscuridad de los escombros y causa el sonido de rocas cayendo, lo que llama la atención de uno de los tenientes de Miale. – ¡Señor! Algo se mueve.-

    Lena de inmediato mira hacia la oscuridad. – ¡Es imposible, no creo que sean sobrevivientes!-

    Miale mira lo alto de los edificios y comprende. – ¡Es una emboscada!- Al dar la alerta, miles de demonios chekai saltan de los edificios y caen sobre los ángeles. Aquellos que se encontraban sobrevolando ayudan a los que están en las calles y las divisiones de reserva esperan la orden para unirse; hasta que se dieron cuenta de que el enemigo aún surgía del cráter y eran tantos que al correr, hacían temblar el suelo.

    -¡Prepárense! – Grita Lena; de inmediato los capitanes y sus subordinados dan la orden a los solados, Lena sin titubear dice. – Veuliah y Yelaia formación defensiva, detengan a los chekai que surgen del cráter nosotros nos encargaremos de aquellos en el interior.- Los soldados se forman con sus escudos uno, junto a otro, creando una muralla y manteniendo el perímetro. Las calles de la ciudad se habían convertido en ríos de demonios que corrían hacia su enemigo tan salvajemente como bestias hambrientas a las que recién se les abre la puerta de su jaula. Esta formación, obliga que la gran fuerza bruta del enemigo sea contenida y así se vuelva inútil en el espacio cerrado.

    Los chekai fueron creados de las almas humanas que habían quedado atrapadas en el corredor del Mictlán; arrebatándoles todo rastro conciencia y suplantándola por ira y odio, siendo solo muñecos que pelean las batallas de los señores de la oscuridad. Los ángeles que crean la falange no tienen ninguna otra obligación que detenerlos, para que los ángeles que sobrevuelan se encarguen de ellos.

    Los demonios ansiosos de entablar la batalla con los ángeles, se apresuran a toda velocidad. Chekai montando abominables bestias se convierten en la primera línea de ataque. Para Lena, resulta evidente que las bestias provienen del Chicuace; el penúltimo de los siete infiernos; su aspecto es inmundo y desagradable, su carne estaba putrefacta, un rastro de baba que quedaba por donde pasaba destruye lo que tocaba como si fuese ácido, y su sangre apestaba a cadáveres.

    Lena y Miale junto con sus soldados, luchan contra los miles de demonios chekai que habían tomado la ciudad desde hace días y que están dentro del muro de escudos; la fortaleza de oro y plata, apareciendo cada vez más de entre las sombras. Veuliah mantiene la calma; el enemigo se acerca, pero sus soldados, mantienen una increíble concentración; sin muestra alguna de impaciencia y esperan las órdenes de su líder.

    -¡Miale!– Lena mira a su capitán.- Busca a Saeliah, usen su poder combinado y detengan a cuantos chekai puedan…- El capitán comprende la orden pues han sido dadas antes por su general, durante las batallas que se libraron en los mil años de guerra, al final de la tercera era.

    Lena no podía dejar a una división entera sin líder pero debe confiar en sus soldados. –Necesito crear tiempo. Y si es necesario mi espada Crystal creará lluvia de cristales.- Al momento en que Lena blande su espada, lanza una ráfaga de cristales y afecta a varios enemigos, permitiendo a los soldados abrir vuelo. Los capitanes Ariel y Asaliah conocen la orden y en el momento en que suenan los cuernos, los tenientes de Miale que se encontraban aun en tierra se unen a sus compañeros atacando desde el aire: siendo aún más certeros y rápidos. Los seis tenientes de Saeliah que se encontraban

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