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La Espada De La Luz: Resurrección
La Espada De La Luz: Resurrección
La Espada De La Luz: Resurrección
Libro electrónico525 páginas8 horas

La Espada De La Luz: Resurrección

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La guerra de 600 años está a punto de concluir: Asmodeo, gran maestro de los demonios se prepara para lanzar la última estocada a una humanidad devastada y profundamente divida. Las capitales que fueron el refugio de los seres humanos, enfrentan la incertidumbre conforme sucumben ante el avance incansable de las hordas enemigas.

Guiada por una corazonada y habiendo encontrado un antiguo diario con los conocimientos de los arcángeles: Anna Loralieth ha encontrado el apoyo de aquellos que están dispuestos a sacrificarlo todo y lanzar una última cruzada; es entonces que el coronel Jano Zanchizu convoca a los héroes de la capital de las Montañas, para crear la alianza de las capitales que aún resisten.

Sin comprenderse la razón: aquellos ángeles que habían muerto en la guerra, reaparecen para luchar una vez más; reencarnando en cuerpos humanos que al despertar su antigua conciencia son capaces de proezas sobrenaturales. Al mismo tiempo que el último arcángel lucha desesperadamente para evitar que los príncipes del infierno logren su cometido y liberen la energía capaz de destruir todos los mundos: La oscuridad absoluta.

La espada de la luz es la última esperanza y solo aquellos dispuestos a creer en milagros podrán encontrarla. El gran misterio que dejaron los ángeles antes de desaparecer está a punto de ser revelado…
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento29 ene 2019
ISBN9781506524351
La Espada De La Luz: Resurrección

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    La Espada De La Luz - D. René García V.

    La espada

    de la luz:

    Resurrección

    D. RENÉ GARCÍA V.

    Copyright © 2019 por D. René García V.

    Ilustraciones por: Dalia Nohemí Santillán López.

    Número de Control de la Biblioteca del Congreso de EE. UU.:   2019900966

    ISBN:    Tapa Dura              978-1-5065-2437-5

                  Tapa Blanda           978-1-5065-2436-8

                  Libro Electrónico   978-1-5065-2435-1

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.

    Esta es una obra de ficción. Los nombres, personajes, lugares e incidentes son producto de la imaginación del autor o son usados de manera ficticia, y cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, acontecimientos, o lugares es pura coincidencia.

    Fecha de revisión: 28/01/2019

    Palibrio

    1663 Liberty Drive, Suite 200

    Bloomington, IN 47403

    368447

    ÍNDICE

    La espera termina; los caminos de la muerte se cruzan

    La guerrera de la capital del Tsunami

    El santuario

    El hombre maldito y el trato de Leviatán

    La leyenda de los ladrones del trueno

    El ángel de la muerte contra el ángel de la oscuridad

    Recuerdos

    Posiciones inexpugnables; la última defensa de las capitales

    El legado

    Historias

    Corazón dividido: Javer contra Johann

    El Ocaso y la oscuridad

    La entrada a la dimensión más oscura

    El final de todo

    Alpha

    Omega

    El tiempo ha transcurrido sigiloso y constante; incontenible.

    Esta historia continúa siendo un legado que dejo a aquellos

    que permanecerán después de mí…

    (Agradezco a mi familia y amigos; ustedes son mi razón para creer.

    Un especial reconocimiento a Dalia Santillán por sus increíbles ilustraciones.)

    Antes de que los demonios escaparan: las personas habían olvidado por completo que el frágil mundo que habitaban, existía desde mucho antes que siquiera apareciera la especie humana. Mucho antes de que los titanes y los héroes se enfrentaran; siendo espíritus que aparecieron, formados por las almas de los ángeles que habían muerto en las antiguas guerras. En realidad, este mundo jamás le perteneció a la humanidad, solo estuvieron en el lugar y en el momento apropiado: una forma de vida que se asemejaba a los ángeles, pero que destruyeron todo a su paso; tal cual hicieron los demonios…

    El fin de esta guerra se acerca: pero es difícil saber si aquellos que la libran están conscientes de que nada es lo que aparenta. Nadie sabe cómo inició: los tronos relatan que antes del tiempo, los serafines dominaban en toda extensión del plano; creaban y destruían a voluntad sin que nadie pudiese enfrentarlos. Fueron cuatro serafines los que decidieron tomar el poder de la creación en sus propias manos, los querubines que eran la energía estabilizadora del plano pidieron la ayuda a los tronos y estos acudieron pero fueron incapaces de enfrentarse a su poder.

    Los tronos se replegaron e intentaron convencer a los arcángeles de unirse y proteger el equilibrio; pero los arcángeles y ángeles libraban batallas aparte, cada uno deseoso de controlar una pequeña parte de la basta e inconmensurable existencia. Entonces el apareció: Luzbel, el trono capaz de crear y destruir la materia; al igual que los serafines.

    Fue Luzbel quien reunió a los arcángeles más fuertes; aquellos dispuestos a detener el conflicto, que de seguir lo destruiría todo. Así, los ejércitos se formaron y la devastadora guerra que se libraría a lo largo y ancho del plano, había comenzado.

    Cuando finalizó, pocas cosas seguían igual: los serafines habían desaparecido y con ellos, la fuerza de recrear el cosmos, los querubines que fueron los guardianes del equilibrio trataron de protegerlo a costa de su propia existencia, sobreviviendo solo unos cuantos. Los tronos tomaron el lugar como protectores del plano, al que llamaron el todo; y sobre ellos, únicamente se encuentra la ambivalencia creada por la luz y la oscuridad. A quienes los ángeles supervivientes llamaron; Sayahvelaia y Avernofteres.

    Sucedió hace tanto, que muchos lo olvidaron; hasta que la guerra reapareció. Los tronos lucharon entre ellos, como los serafines lo habían hecho y el resultado de ese terrible conflicto repercutiría para siempre. Lograron detener a quienes trataron de hacerse del control absoluto del plano: la oscuridad fue contenida y la luz decidió apartarse para darle la oportunidad a la creación de adaptarse, evolucionar y eventualmente desaparecer; dando inicio al tiempo.

    No obstante. Los humanos son seres sugestivos: parecen comprender la existencia pero se resisten a la idea de que eventualmente todo terminara; los mundos, las estrellas e incluso el universo sucumbirá y dará paso a la nada. Tal vez, la luz conozca con certeza si este ciclo ha sucedido antes o cuantas veces más se repetirá: aun así, pudiese suceder que la energía que lo creo todo, en algún momento también desaparezca.

    Sin los tronos, el primer plano quedó al mando del arcángel más poderoso y leal a la luz; Miguel. Lamentablemente su contraparte en el tercer plano es igual de leal a la oscuridad: Asmodeo, el hizo lo posible por guiar a la humanidad hasta convertirlos en esclavos, alimentado su miedo a desaparecer; les dio el conocimiento y lo llenó de mentiras. Pero los humanos son también seres excepcionales que no pueden ser menospreciados; aprenden rápido, son leales y poseen la capacidad de discernir.

    Tal vez fue esto lo que los arcángeles vieron al enfrentar en desventaja a los demonios: a sabiendas de que no podrían detener a la oscuridad, decidieron confiar en la humanidad; en su habilidad de adaptarse y evolucionar, en su forma de amar y de tener esperanza incluso en los momentos de mayor incertidumbre, sobrepasando las tinieblas. Aun siendo mortales e imperfectos, sus almas provienen desde el inicio del todo, al igual que la de los ángeles y como ellos, no se rendirán sin dar pelea…

    RESURRECCIÓN

    - La espera termina; los caminos de la muerte se cruzan

    Los héroes de las grandes historias no comienzan siendo grandes, sino siendo justos y así se vuelven leyenda

    - Powatha.

    LA ESPERA TERMINA; LOS CAMINOS DE LA MUERTE SE CRUZAN

    Después de que los demonios escaparan todo cambió para la humanidad. Los días transcurrían como horas; y los lustros se disolvían como niebla convirtiéndose en décadas y de la nada volviéndose siglos. 250 años transcurrieron, medidos en batallas y escaramuzas fallidas, tenuemente marcados por algunas victorias de parte de los ángeles. Hasta que un día él regresó…

    Mino solía siempre estar lejos de todos los ataques y defensa de las capitales, pero en esta ocasión deseaba poner fin a su tortuoso e incierto destino. De aspecto serio y un tanto lúgubre, llevando una gabardina oscura y ropa negra; dejando entrever ocasionalmente su armadura plateada y llevando su espada a la cintura.

    Se encontraba frente al arcángel Uriel, un viejo amigo y gran consejero. Un ángel cuya apariencia era la de un hombre anciano; de larga barba y cabello blanco. Conocido por los hombres de la antigüedad, como el Arcángel más sabio de todos.

    Ambos se encuentran en la habitación principal del castillo que regentaba desde el centro de la capital de las montañas. Y aun siendo amigos la discusión que tienen se ha vuelto inestable cuando Uriel alza la voz y se escucha claramente tras la puerta.

    -¡No lo consiento Azrael!- Dice Uriel; molesto y firme en sus palabras, mientras observa fijamente a los ojos de su amigo, en el cuerpo de Mino.- Tu necesidad de siempre estar en contra de Miguel ¡es infantil! No puedo permitirte que regreses al plano inferior, no hay razones para ello; y vuelvo a recordarte que aún luchamos una guerra…-

    -Deberías calmarte; aun siendo un ángel, te puede dar algo. -Dice Azrael despreocupado y en un tono más tranquilo al de su amigo.- No puedo luchar en esta guerra; no tengo un ejército, ni siquiera tengo mi poder. Lo usé para sellar las puertas posteriores del tercer plano. Temo que el sello en la entrada principal no durará mucho tiempo y no he dejado de pensar en ello. Entiéndelo Uriel, mi función no ha terminado; no tengo nada que hacer en este plano, al menos no hasta asegurarme que los 7 templos del mictlán vuelvan a estar fuera del alcance de Asmodeo y Lucifer; esa gran cantidad de almas humanas atrapadas en los templos es lo que usan para crear su ejército. Y mientras las puertas estén cerradas; estaremos un paso más cerca de terminar este guerra.- Mino se pone de pie y camina hacia la puerta del gran salón. No obstante, antes de salir se detiene y vuelve a observar a su amigo.- Tengo una misión y una promesa que cumplir y si he de morir quisiera hacerlo cumpliéndola, pero en verdad desearía volver…- Es extraño para Uriel, pero pudo detectar una ligera sonrisa que se dibujó en el rostro de su amigo por un segundo.- Además, Miguel deseaba verme en el infierno desde que lo conozco, no creo que se oponga. – Dice burlonamente; pero Uriel sabe que hay algo oculto en esta decisión. Conoce a Azrael y jamás ha permitido que nadie vea su miedo o dolor.

    -No digas tonterías…- Uriel ha dejado de estar molesto, pero su voz aun es tajante.- Miguel es estricto y disciplinado; con él mismo antes que con cualquiera. Jamás pondría su palabra contra la tuya, porque ambos son mis amigos. Cometimos errores Azrael; trajimos con nosotros tristeza, desolación, desesperanza y muerte. Miguel puede ser orgulloso pero nunca soberbio; y te reconoce como un aliado invaluable. -Dice Uriel con un tono de voz más tranquilo.- Ayúdanos a mantener las capitales: si te quedas enviaré soldados a proteger las puertas del tercer plano.-

    Mino se queda en silencio por un instante y después de un resoplido extraño que parecía una corta risa, muestra un semblante agotado de discutir, en sus ojos se refleja una profunda melancolía.- Créeme amigo mío, en mi corazón desearía que fuera así de fácil. Pero allá abajo es… – hace una corta pausa, levantando la ceja y frunciendo enseño.- Simplemente no tengo palabras, si envías a tus soldados los perderás. En verdad no quiero ir.- Levanta la mirada y Uriel puede ver que la melancolía se ha ido y ahora muestra una férrea decisión.- Pero debo hacerlo; estés conmigo o no…-

    Uriel persiste en su intento de persuadir a su amigo, pero es justo en ese momento que alguien llama en la puerta. Azrael le da la espalda sin decir una palabra y camina hacia la salida.

    -¡Espera!- Grita Uriel intentando detenerlo, pero este lo ignora y abre la puerta. Es entonces cuando Uriel ve que era una joven mujer de cabello negro y ojos grises la que había tocado la puerta. -¿Terminaste tu reunión Mino? -Pregunta la joven a Azrael. Este asiente con el rostro y cierra la puerta sin despedirse de Uriel.

    Pareciera que en los tiempos de caos, el silencio es más valioso que las palabras. El arcángel reflexiona de lo sucedido y cuando calma su alma agitada por la discusión, encuentra la respuesta. Uriel pudo detenerlo y persuadirlo, pero esa mujer de ojos grises no podía ser más que una reencarnación y lo más seguro es que se trate de Lena. Ahora es capaz de comprender el gran vacío que Azrael sentía en su alma; había faltado a su promesa, ella había reencarnado en un mundo en guerra, destinado a morir sin que pudiese evitarlo.

    Uriel se asoma al balcón y ve salir a Azrael del castillo acompañado por aquella mujer. Sin importar la distancia puede ver la gran sonrisa en su rostro y se da cuenta del porque estaba dispuesto a arriesgar su vida por cumplir la tarea que Sayahvelaia le había encomendado. La guerra debía terminar sin importa el costo, siempre y cuando ella pudiese vivir.- Aun recuerdo las leyendas… -Dice Uriel, mientras observa a su viejo amigo alejarse.- Dos ángeles pecadores: Uno que es fiel aún en el exilo y otro perfecto que no posee Dios… lo recuerdo y no puedo evitar pensar en que soy tan pecador como ellos, mi pecado fue creer ciegamente que estaba en lo correcto. Debí escucharte entonces; tal vez pueda remediarlo si lo hago ahora, llegó la hora de corregir mis errores. Uriel ve salir a Azrael de las murallas del castillo y cuando se cierran las puertas, sería la última vez que lo vería en mucho tiempo. []

    Tras la batalla en la Capital del Norte donde Bekave había aparecido, el ejército de la Capital de la Montaña ahora se reunía implacable, pues marcharán hacia el castillo de Asmodeo. Mino se dirigía a la aldea en el paso del bosque; una pequeña guarnición amurallada que servía a los viajeros que recorrían la carretera principal que conectaba la Capital de las Montañas con la Capital de la Península y la del Golfo.

    Acompañado por Neere; una bella adolescente de gran estatura, piel blanquecina, cabello negro y largo. Caminan hacia la entrada de la aldea, atravesando al millar de soldados que conforman las dos legiones: la 191 a cargo de Armait Orkhan y la 75 bajo las órdenes de Comisius Laur.

    Los generales y comandantes quedan a la expectativa esperando a que ambos lleguen. Una vez estando cerca, Neere consigue ver a Javer Vazek; un capitán y comandante de élite, un hombre gigante que aparte de su apariencia fuerte y temible, tenía un sentido inquebrantable de la responsabilidad y la justicia. Ya había peleado a su lado y a pesar de que es poco el tiempo de conocerse, se había convertido en un gran amigo.

    La aprendiz de Mino toma su camino hasta llegar con el capitán y este le recibe con su jovial y gran sonrisa.

    -Pasaron pocos días desde que dejamos de vernos pequeña niña y en verdad te noto diferente… -Dice Javer a Neere.- Esa ropa te queda muy bien. –Lo dice porque la vestimenta del Dios Sol pertenecía a Alejandra, quien era practicante de las artes de combate que un anciano sacerdote santuarista le había enseñado. Un pantalón rojo oscuro holgado para mayor movilidad en las piernas y una blusa blanca de manga larga y abierta para poder acceder a las armas secundarias y llevarlas escondidas en las muñequeras; ya no llevaba suelto su largo cabello, sino que lo había sujetado con una cinta y algunos mechones seguían libres y caían sobre sus hombros descubiertos.

    Neere observa con extrañeza a Javer y después gira su rostro súbitamente; cerrando los ojos y cruzándose de brazos. -¡Tardaron demasiado!- Dice en tono de reclamo.- llegó un momento en el que pensé que no vendrían…- Aunque Neere hacia una rabieta por su corta edad, logra percibir un aura que no esperaba. Dirige rápidamente su mirada hacia Anna. -¡Esa mujer…!- El pensamiento era tan profundo que incluso Biffant, el demonio que dormía en su interior se siente perturbado por la presencia de la mujer que se encontraba observando todo desde el bajo muro de piedra que protegía la ciudad.

    Por su parte Anna Loralieth, quien es una mujer audaz y valiente; de un rostro infantil, cabello castaño y ojos color verde. Normalmente olvida cargar su espada y armadura cuando está en la aldea, pues no son necesarias ya que Jano siempre la acompaña. Y en ese momento, ambos observaban desde el muro cómo el tan esperado y elusivo Mino se acerca a los generales; y es el mismo general Orkhan quien lo presenta personalmente al general Laur, encargado en jefe del ataque, por parte de la Capital de las Montañas.

    Y fue en ese momento; que una sensación extraña recorre el cuerpo de Anna, quien siente observada y gira su rostro para ver fijamente a Neere.

    -Esa niña… –Anna rompe el contacto visual por la tremenda energía que la desconocida despide; solo para después observar como sus manos tiemblan.- La presión que crea su espíritu en el ambiente es demasiado fuerte, me cuesta mucho trabajo respirar. –Mira a todos a su alrededor, pero estos parecen no percibir nada extraño.- ¿Por qué nadie más lo siente?- Agita un poco su cabeza y talla sus ojos; cuando vuelve a abrirlos deja de sentir la presión sobre ella. -¿Por qué sucedió esto?- vuelve a ver a Neere pero esta ya no le presta atención.

    Jano nota que Anna está distraída. Había dedicado gran parte de su tiempo en buscar a Mino pues la había rescatado de Astaroth hace diez años; ahora que al fin aparece, pareciera que hay otras cosas que le preocupan.

    -¿Te encuentras bien?- Pregunta el coronel Jano Zanchizu, un soldado de la capital de las montañas que había sido ascendido a su corta edad por sus proezas al dirigir a los hombres en batalla con aguda inteligencia, curiosamente tenía un largo cabello color blanco que ataba para que no luciera desaliñado.

    -No me pasa nada; no te preocupes.- Responde en un tono intranquilo y vuelve a ver a Mino, dejando pasar lo que había sucedido.

    Entre los soldados y los aldeanos que estaban expectantes a lo que sucedía. Los generales y Mino entran a la aldea, escoltados por los seis coroneles de cada general. -Debo irme Anna, tal parece que no desaprovecharán el tiempo.- Jano se marcha pues es uno de los seis coroneles del general Laur.

    Por su parte: Neere ve que Mino se adentra a la aldea, pero decide quedarse con Javer y Elphitias; a quien también conoció en la batalla de la antigua capital del Norte. No obstante no puede quitarse de la mente lo que había sucedido con la extraña mujer.

    -Capitán… ¿acaso sabes quién es aquella mujer?- Pregunta, señalando discretamente hacia Anna con la mirada.

    Ambos capitanes giran su mirada para ver de quién se trataba. Javer responde.- Jano dijo que se llamaba Anna, también me parece que su apellido es Loralieth; pero es todo lo que sé.-

    -¿Loralieth?- Pregunta para si Elphitias.- ¿No es el nombre de un antiguo general que luchó en la batalla de los caídos?-

    Javer responde un poco espático.- Si solo tomamos en cuenta el nombre, deberían tener algún parentesco. Pero será difícil corroborarlo cuando son más de cien años de diferencia.- Neere parece no comprender lo que ambos hombres discuten, por lo que comienza a caminar hacia la aldea, esperando encontrarse con la misteriosa mujer.

    En ese momento Anna se da la media vuelta y camina hacia la escalera para bajar del muro y alejarse de Neere.

    -Anna Loralieth tu aura oscura desprende un olor a sangre y muerte; idéntico a la de un demonio ¿Qué es lo que escondes?…-

    Desconociendo lo que mortificaba a Neere, Anna solo tiene un pensamiento en mente tras ese extraño momento de conflicto.

    -Debo mantenerme alejada de ella, sin importar lo que esté buscando; si luchamos aquí las personas de la aldea correrán un gran peligro.- Dice para sí, una consternada Anna.

    Ya en la improvisada sala de reunión, que no hace mucho era la biblioteca de la iglesia estaban los dos generales sentados en la mesa principal de planeación, rodeados por los doce coroneles que trataban mantener los sonidos al mínimo, dejando escuchar solo susurros. A Mino le llama la atención el cabello blanco de Jano, quien está más interesado en la conversación de los generales, aunque él no pueda participar.

    -El rey Augusto se encuentra débil por su avanzada edad y la última orden que me dio; fue enviar ocho generales a apoyar tu cruzada Comisius.- Dice Orkhan.- Dime ¿Qué piensas que sucederá con las otras capitales, crees contar con su apoyo?-

    -No lo sé.- Responde el general Laur con un tono desanimado.- Ninguna batalla ha sido sencilla, pero el hecho de que la Capital del Sur sucumbiera y la gran muralla fuera arrasada me hace pensar que el fin se acerca. Si no nos movemos moriremos y si nos movemos torpemente el resultado será el mismo, el conflicto es inevitable por dónde se le mire.-

    Jano mira a ambos generales y desea hablar sobre la idea de Anna y el antiguo manual que ella posee.

    -¿Qué opina general?- Orkhan observa a Mino, este aún tenía la vista en Jano y al oír que le llaman gira su mirada.

    -Cuando nos separamos en el norte general, me dirigí a la capital del Oeste e informé de lo que sucedía en el continente; el rey de esta capital dijo que hará lo necesario para ayudar en esta lucha.- Los coroneles mantienen su vista fija en Mino; el general Laur se queda escéptico de la noticia, mientras el general Orkhan ya había escuchado a Mino hablar de la Capital del Oeste en la última reunión que habían tenido en la Capital del Norte, justo después del ataque de Bekave.

    -Asmodeo sabe que los humanos preparan un ataque, es por ello que reunió el ejército suficiente para derrumbar la gran muralla, aunado al hecho de que tampoco poseen los barcos para trasladarlos por el mar…-

    -Entonces estamos haciendo lo que el enemigo quiere.- Interrumpe Jano.- ¿Por qué jamás supimos de la capital del Oeste? O una mejor pregunta ¿Por qué jamás supimos de ti?-

    -Coronel…- intercede el general Laur para calmar los ánimos de Jano, y después observa a Mino.- General, sé que alguien con una reputación que sobrepasa las leyendas como usted, está acostumbrado ciertas reglas; no obstante el coronel Zanchizu es un hombre de mi entera confianza y es la razón por la que he hecho lo posible por reunir toda una fuerza de contraataque. Por lo que le pediré que por favor no se deje guiar por su juventud y mucho menos por su rango.

    Mino mira fijamente a Jano y continúa hablando con su tono de voz tranquilo.- ¿Qué habría sido diferente? ¿El enemigo hubiese decidido simplemente retirarse porque las capitales saben de mí? La realidad coronel es que Asmodeo adora los juegos; para él toda esta muerte y destrucción es solo eso, un juego más. Y la única forma de derrotarlo es estando dos pasos por delante, es la única forma de vencerle y cómo puedes imaginarlo jamás he podido estar a esos dos pasos… - Mino hace una pequeña pausa, dejando a la habitación en zozobra.- hasta hoy.- puntualiza.

    -¿Cómo que hasta hoy?- Pregunta Jano con escepticismo.

    -El demonio que enfrentamos en el norte; su nombre era Bekave y por alguna razón estaba desesperado por llegar a la costa; e instantes antes de morir mencionó una lucha entre Leviatán y Asmodeo, también queda claro que Lucifer no está en esa pelea. Además del poco tiempo que queda para que se abran las puertas ¿Cuál crees que debe ser nuestro próximo movimiento?-

    Después de pensarlo unos segundos; la mano de Jano tiembla. – Esos no son dos movimientos por delante.- Piensa detalladamente y sin decir nada cierra el puño para no alarmar a nadie. –Son dos movimientos para que todo termine; y la única opción que nos queda es detenerlo…-

    Mino mira fijamente a Jano, ha visto una antigua llama en el alma de Jano que le agrada, un espíritu indomable como el viento. En ese momento Orkhan pregunta a Mino.- Pero hay algo que no me queda claro ¿A qué te refieres con el tiempo para que se abran las puertas?-

    -Con todo respeto General Orkhan, esa es la razón por la que envié la alerta del general Laur.- Responde Jano.- Anna… una santuarista y subteniente de la Costa, tiene en su poder un diario escrito en la lengua de los ángeles; allí se menciona un cataclismo que lo destruirá todo.- Al escuchar esto, algunos coroneles que servían como consejeros de sus generales, comienzan a murmurar.- ¡Debemos regresar! Claramente esto es una emboscada.- Se escucha en el fondo.- Si esto es real, de nada servirá que movamos las tropas al centro del continente…- Intempestivamente Jano interrumpe, poniéndose de pie y dirigiéndose directamente a sus homólogos.- ¿Qué no lo ven? Es claro que nos esperan, es lo que desea que sepamos, lo que desea que hagamos; que retrocedamos. La indiscutible verdad es que su ejército ya está en el centro del continente y ninguna capital podrá defenderse sola, la realidad es que en más de seiscientos años de guerra no hemos podido definir nuestra propia supervivencia. El general lo ha dicho, morimos en el campo de batalla y damos la oportunidad de vivir a las personas que dejamos en casa; o nos retiramos llevando con nosotros la muerte y devastación a nuestros hogares.- Los coroneles se quedan en silencio. Pero la decisión ha sido tomada por los condecorados generales que tienen una visión más clara por sus años de experiencia; ¡Ellos lucharán!

    Mino camina hacia Jano y lo mira de frente: el coronel se planta firme ante el gigante de negro.- Ese espíritu en tu interior me recuerda mucho al de un viejo amigo, casi podría jurar que eres idéntico a Uriel.- Después de decir esto; Mino pasa de largo y sale de la habitación mientras Jano se queda sorprendido por lo que le ha dicho, pues Uriel es el arcángel que había aparecido en sus sueños y sin motivo aparente le llamo amigo

    Anna había regresado a la habitación por su espada y su armadura; se quita el vestido blanco que tenía y se viste con la ropa de los soldados de la capital de la Costa. Justo cuando ajustaba su peto a su hombrera de arquero, lanza su espada con toda su fuerza hacia un árbol que estaba afuera de su ventana.

    Neere salta hacia un edificio evadiendo el ataque y se queda en la pared sujetada de una sola mano en una de las vigas de la fachada.

    Anna sale por la ventana, toma su espada que había quedado incrustada en el tronco y cae de pie en el suelo; se queda viendo fijamente a Neere quien parecía estar cómoda sujeta de la pared del edificio.

    -¡¿Qué es lo que quieres de mí?!- Grita Anna.-

    Neere se queda en silencio aún sorprendida por el ataque de Anna y escucha como Biffant habla en su interior.- No importa cuánto intente ocultarlo, lo único que cubre la peste a sangre de demonio es la energía maligna que emana de ese acero.- Dice.

    -¡Lo sé! Ahora sé por qué su presencia tenía algo familiar para mí, esa mujer tiene una de las reliquias de los Kateiche; la espada de Astaroth.- Dice Neere.- No importa quien sea, esa espada que requirió tanta sangre para ser forjada es mi responsabilidad y debe ser destruida.-

    Anna se queda de pie, sujetando su espada, preparándose para detener cualquier ataque. Pero es cuando la extraña le responde.- Mi nombre es Neere.- Dice claramente sin dudar.- Y realmente quisiera que escucharas atentamente porque no lo repetiré; tu alma esta manchada por sangre inocente, no obstante estoy dispuesta a ignorarlo, ya que esa es la espada de Astaroth y no creo que comprendas lo peligrosa que es en realidad. Necesito que me la entregues para destruirla; y si sabes lo que te conviene, la entregarás…-

    -¡Te equivocas!- Responde Anna interrumpiendo.- Jamás he tomado una vida humana, y tampoco confió en ti, tu aura es oscura y pesada; es un campo energético que sólo tienen los demonios ¡y jamás te daré esta espada!-

    Sin dar espacio a mas diálogo Neere se lanza con todas sus fuerzas contra Anna: el choque de las espadas místicas de Luna y Crystal contra la espada de Astaroth es como el golpe de un mazo sobre un cincel; la fuerza de Neere y la resistencia de Anna crea un cráter bajo sus pies, Anna suelta la espada y con su mano libre, golpea en la frente a Neere con toda su fuerza sobrehumana.

    Neere es arrojada a un edificio pero con su agilidad demoniaca gira en el aire y apoya sus piernas en la pared de concreto para tratar de redirigir la fuerza del golpe. Quedando a una distancia considerable; y una herida en la piel hace que corra una delgada línea de sangre desde su frente recorriendo su rostro.- Esa es la fuerza de un ángel ¿Qué está pasando?- Biffant pregunta para sí. Mientras Neere se limpia la sangre con la manga de su traje y se vuelve a preparar para lanzar un segundo ataque.

    Anna se percata por lo dañado que quedó el suelo y como casi Neere se estrella contra ese edificio que la ciudad no estará a salvo si pelean en ella. – ¡No sé cuál es tu problema! –Le grita a Neere.- Alguien como tú que tiene tanta energía oscura en su alma no puede ser de fiar; pero si en verdad deseas pelear deberás atraparme primero.- Anna comienza a correr y Neere la sigue; trepando por las paredes y llegando a la azotea de los edificios y saltando de techo en techo para no perderla de vista. Anna es rápida en tierra pero Neere es ágil y la alcanza sin complicaciones, no obstante trata de mantener la distancia para no dañar más la aldea; deberán pelear en otro lugar. Se dirigen a la puerta sur, para que el campamento de los soldados de las capitales no estorbara…

    En la torre de mensajería, Javer y Mino se encontraban en un balcón al aire libre mientras el gigantesco capitán fumaba un puro. Exhalando el humo sin ninguna preocupación.

    -¿Así que Jano es una reencarnación?- Pregunta porque Mino ya le había hablado de sus sospechas sobre su amigo.- No es algo que sea tan difícil de creer.-

    -¿No lo es?- Pregunta Mino mientras mira el cielo azul. Javer se acomoda recargando su espalda en la pared y estirando sus largas piernas.

    -Tal vez no sea tan viejo como tu Mino, pero he aprendido con los años. Cuando estoy contigo es como si hablara con el más antiguo de los sabios; claro, aunque tu apariencia no lo demuestre.- Javer mira directamente a Mino.- Lo que realmente me parece interesante es ¿Cómo sucede esto en realidad? Solo… reencarnar.-

    -Es complicado.- Dice Mino.- En principio pareciera que no, pero la realidad es que nadie lo sabe; es más una cuestión de fe entre los ángeles; pero sigue siendo un misterio.-

    -Considero que lo complicado seria encontrar a alguien dispuesto a creerte; y ya tienes solucionado eso porque yo te creo, así que será mejor que comiences.- Ríe con su relajada confianza y sigue fumado su puro y exhalando el humo, que se lleva el viento.

    Mino mira fijamente a Javer y se pregunta ¿Cómo es posible que personas como él aún existan? Si el mundo hubiera tenido más como él en el pasado, los demonios jamás se hubieran liberado. Pero el destino es impredecible y es importante enfocarse en el presente, ya que posiblemente sea la diferencia en la batalla.

    -¡De acuerdo!- Mino camina hacia el muro de la azotea y de un pequeño salto se sienta quedando frente al gigante.- Esto es más una ideología que una ciencia, pero creo que el modo más sencillo de explicarlo es comenzando con la luz: para los humanos la luz posee dos características; influye directamente en energía y la partícula, no obstante en el absoluto vacío la luz se comporta de una manera completamente diferente podría decir que es una conciencia mucho más antigua que el mismo universo, incluso que el tiempo… - Mino hace muchos gestos y pausas intentando explicar algo sumamente complejo. Cuando este mira a Javer y ve su semblante confundido, trata de llegar a lo que cree sencillo.-…Tanto los hombres como los ángeles, incluso demonios. Todo en general, se conforma de materia y ésta a su vez es conformada por energía capaz de transformarse; forma sistemas una y otra vez en un ciclo repetitivo que no se detendrá sino hasta que el universo regrese a ser completamente nada. Cuando un ser vivo de este planeta muere su cuerpo se descompone y sus componentes son asimilados por otros similares y es allí donde inicia el conflicto y el proceso de la reencarnación como tal. Las partículas del alma no son de esta dimensión, cuando muere no hay nada que la asimile, es por eso que desaparece en este plano cuando no hay un cuerpo que la retenga. Cuando muere un ángel sucede lo mismo, el cuerpo se desintegra y se une a otros sistemas, pero el alma de los ángeles pertenece a una dimensión diferente de las almas humanas. Los hombres creen en un Dios y en un paraíso al que llegan al morir; sin embargo para los ángeles, Sayahvelaia es la primera dimensión, donde inició todo y donde terminará tarde o temprano. Para los ángeles es Dios…-

    -En verdad no esperaba que me dijeras esto ¡Dios existe!- Dice Javer sorprendido.- ¿Me estás diciendo que existe un ser todo poderoso, creador del cielo y de la tierra?-

    Mino se queda pensativo; su semblante expresa angustia porque no sabe cómo responder una pregunta que debería ser sencilla.-Existe… Pero no es un ser.- hace una pausa.- Es la luz, la primera dimensión de la cual proviene la energía que creó y dio forma al universo.-

    -¡Vaya! ¿Cómo es posible que sepas tanto?- Dice Javer, quien parece haber comprendió lo básico.- ¿A caso tú recuerdas tu vida antes de reencarnar?-

    Mino mira hacia la calle y ve llegar a Jano al edificio.- Como dijiste, soy más viejo de lo que aparento, pero debo admitir que me sorprende que aún me tomes en serio; a lo largo de la historia de todos los seres; la lucha por querer comprender a Dios ha llevado a los actos más terribles.- Mantiene un semblante serio que desaparece tras un profundo suspiro.-No obstante preocuparse por el pasado, siempre es infructuoso.- Da un pequeño salto de donde está sentado, preparándose para recibir a Jano.

    Javer da un largo respiro a su puro, después exhala el humo y dice. – Comprendo… Durante quince años me he dedicado a la guerra y he conocido personas realmente extraordinarias; Jano es una de ellas, lo que preocupa mi mente es saber cuántas reencarnaciones están de nuestro lado y cuántas no.-

    -Esa es una buena pregunta y realmente lo ignoro.- Responde Mino.- Cada ángel deberá reencarnar tarde o temprano y será libre de elegir su camino, esa es parte de la ambivalencia, pero puede que no vuelvan a ser ángeles nunca más a pesar de haber podido reencarnar.-

    -¿Cómo es eso?- Javer pregunta para después continuar fumando y escuchando atentamente.

    -Como dije; ningún alma es legítimamente humana o siquiera de esta dimensión. Si en su corta vida el receptor accede a su alma angelical, trascenderá y podrá ser capaz de grandes hazañas.-

    -¿Cómo tú?- Pregunta Javer, intentando esclarecer la verdadera razón del por qué Mino es capaz de hacer tan grandes proezas.

    -Sí… - Responde Mino, casi de inmediato y continúa explicando. – Pero también hubo almas humanas que trascendieron por su propia convicción, así como hubo almas de ángeles que se corrompieron y jamás regresaron. Eso, más que ambivalencia; es libre albedrío.- En ese momento la puerta que va al balcón se abre y Jano sale a la azotea, donde lo estaban esperando…

    Neere y Anna habían llevado su pelea a las afueras de la aldea. El tiempo pasaba lento mientras mantenían la mirada fija en la otra; esperando el momento perfecto para asestar el primer golpe. En el segundo en el que la aprendiz de Mino parpadea, Anna desaparece frente a sus ojos; cuando intenta buscarla se percata que está atrás de ella, justo a tiempo para girarse y repeler el ataque. No obstante, Anna evade el contra ataque empujando las espadas de Neere, haciendo que baje su defensa; y en ese instante salta, sujetando el cuello de Neere con las piernas y derribándola sin problema.

    Incluso con su fuerza, la joven mujer no puede evitar azotar en el suelo, pero se libera rápidamente y logra ponerse de pie antes que Neere: cuando esta voltea hacia arriba, observa el pie de Anna que está justo sobre ella. La ágil niña se arroja lejos para evadir la patada descendente; cuyo impacto fue tan fuerte y preciso que en el suelo se crea un socavón.

    Neere se aleja aún más para replantear su estrategia; después de todo no desea asesinar a su oponente, solo tomar la espada de Astaroth y destruirla. La joven mujer enfunda sus espadas y se coloca con las manos en el suelo como si fuera un felino. Anna también aprovecha el distanciamiento para analizar a su oponente. Pero no tarda mucho para que Neere de la vuelta y aun corriendo como cuadrúpedo, se disponga a atacar. Anna comienza a dudar de su plan; si su contrincante sigue corriendo hacia ella, puede detenerla con su espada, pero significaría asesinarla y no desea llegar a tanto, sin embargo Neere es rápida y se acerca con premura sin dejarle otra opción más que usar su espada y esperar que la estocada sea una advertencia no letal.

    El choque se vuelve inminente y justo antes de que Anna lance la estocada de su acero, Neere crea un escudo utilizando la habilidad sobre el cristal de Biffant y la espada de Astaroth se incrusta en él. Aun con la fuerza de la carrera y del salto, aunado a su propia fuerza descomunal Neere arroja el pedazo de cristal con la espada de Anna está atrapada en él, dejado a su contrincante desarmada; es entonces que Neere revela su plan.

    No cabe duda que no podría ganarle a un oponente que la supera sus habilidades en combate con armas, pero podría si la obliga a pelear cuerpo a cuerpo, después de todo es la naturaleza combativa de Neere y del demonio Biffant.

    En el momento en el que sus pies tocan el suelo, Neere redirige su ataque y logra acercarse lo suficiente para comenzar a lanzar golpes; tan rápido que Anna a duras penas puede defenderse levantando sus brazos para cubrirse, pero la experiencia en combate sin armas hace que Neere pueda golpear el metal que protege los brazos y codos sin dañar sus propios puños; al contrario debilita su resistencia y pronto los brazos de Anna quedarán débiles e inútiles como defensa por recibir los golpes fulminantes.

    El estado en el que Anna se encuentra, revela que está cerca de llegar a su límite e intenta cambiar de táctica nuevamente y atacar, pero Neere se percata sin problema y evade el golpe con facilidad. Anna no puede seguir con su ritmo; cada golpe que lanza, Neere lo esquiva e incluso huir podría resultar contraproducente.

    Neere aprovecha el momento de duda de su contrincante para asestar un golpe al antebrazo de Anna con suficiente fuerza para doblar el metal de avambrazo y dañar el músculo; el dolor desconcentra a Anna y Neere no duda en conectar un golpe en la quijada con el otro puño. Y sin más, el combate había terminado con esa combinación de golpes; Anna no había quedado inconsciente, pero a duras penas podía mantenerse en pie y su brazo aun le dolía demasiado por el desgarre muscular…

    Javer y Mino estaban en el balcón, Jano sale a donde se encontraban. El capitán tira el pequeño retazo de tabaco que aún le quedaba y no se puede fumar, lo pisa para apagarlo y después camina hacia Jano. – Será mejor que me vaya para que puedan hablar, después de todo, eres tú quien debe tomar decisiones importantes… - Javer entra al edificio, dejándolos solos.

    Jano no siente agrado alguno por Mino; lo mira de arriba abajo sin notar nada especial. Tras algunos segundos de silencio, Jano estaba a punto de reclamarle a Mino por haber permanecido en el anonimato, dejando a las capitales a su suerte. Pero antes de decir una palabra Mino se quita a Viento de Norte de la espalda y se la entrega a Jano. Este se queda mudo pues no comprende lo que sucede.

    -¿Qué haces? –Pregunta Jano.-

    -La historia es larga y no la creerás, si tomas esta espada será más rápido y sencillo para ambos.- Dice Mino sin perder tiempo.

    -¿Y qué se supone que pasará? – Pregunta Jano, escéptico por lo que dice Mino.

    -No lo sé, pero Uriel no es de los que deja las cosas a la ligera y me pidió que te la entregara.-

    Jano se queda viendo fijamente a Mino sin mostrar un solo gesto.- No estoy dispuesto a seguir con estos juegos. –Da la media vuelta.-En la reunión dijiste que queda poco tiempo antes de que Asmodeo libere a todo su ejército; aun así debo advertirte que si estoy dispuesto a creerlo es porque confió en Anna y el plan de la invasión es imperativo en estos momentos y no perderé mi tiempo con los delirios religiosos de nadie.- Jano abre la puerta para entrar al edificio, pero justo antes de hacerlo, Mino le dice en voz clara.

    -Tienes pesadillas cada noche, despiertas sudando frío y tiemblas al recordar la oscuridad en la que te encontrabas; un pozo tan profundo del que no puedes escapar, no puedes moverte y sientes que el corazón se estruja con cada palpitar hasta que lentamente te quedas sin aire. Al darte cuenta que no despiertas sin importar cuanto lo intentes y solo sientes que ese suplicio se extiende durante días, cuando en realidad son solo minutos… -

    Al escuchar esto Jano se detiene y gira su mirada hacia el sujeto que está sentado en el muro de contención de la azotea, relajado como si no le preocupara perder el equilibrio y caer de más de cuatro pisos de alto.- También las he tenido. - Dice Mino.- Escucha, puedes odiarme, la verdad eso nunca me preocupó. Pero si haces esto por orgullo y te vas; entonces morirás junto a todos los que lleves contigo a la batalla. –

    Jano se queda pensativo un instante y aunque piensa seriamente en marcharse decide caminar hacia Mino y escuchar lo que tiene que decir. Ya una vez frente a él y este vuelve a ofrecer la espada; el coronel toma la empuñadura y desenfunda la hoja.

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