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Los Pollos
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Libro electrónico159 páginas2 horas

Los Pollos

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IdiomaEspañol
EditorialXlibris US
Fecha de lanzamiento20 nov 2018
ISBN9781984559593
Los Pollos
Autor

Gersam Pastor Tuckler Hernández

Gersam Tuckler Hernández nació en Managua, Nicaragua, Marzo 30, 1938. El terminó los estudios de Primaria y Secundaria en la Escuela de Los Hermanos Cris?? anos, conocido como Ins?? tuto Pedagógico de Varones en Nicaragua. El tambien recibió El Diploma de Bachiller en Ciencias y Letras por el Ministerio de Educación Pública de Nicaragua. En 1965, el hizo residencia en New York City. El se graduó de Associado en Ciencia y Letras, en Fiorello H. La Guardia Community College of the City Univercity of New York. En 2012 el publicó sus inspiraciones “Poemas y Canciones”. El tambien publico un producto de su papá Gersam Tuckler Noguera: “Poesías, Elegía y Narración”. El pasa el ?? empo tocando el piano, escribiendo musica, areglando cosas (Tinker TuTu) y creando artesanía. Presentemente el vive en Virginia. El es casado, ?? ene una hija y dos nietas que lo llaman TuTu.

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    Los Pollos - Gersam Pastor Tuckler Hernández

    Copyright © 2018 por Gersam Pastor Tuckler Hernández.

    Numero de la Libreria del Congreso:        2018912221

    ISBN:                Tapa Dura                   978-1-9845-5961-6

                              Tapa Blanda               978-1-9845-5960-9

                              Libro Electrónico      978-1-9845-5959-3

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.

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    Ciertas imágenes de archivo © Getty Images.

    Fecha de revisión: 11/12/2018

    Xlibris

    1-888-795-4274

    www.Xlibris.com

    731705

    CONTENTS

    Uno

    Dos

    Tres

    Cuatro

    Cinco

    Seis

    Siete

    Sabado.- Ocho

    Domingo.- Nueve

    Diez

    Lunes.- Once

    Martes.- Doce

    Miercoles.- Trece

    Catorce

    Jueves.- Quince

    Viernes.- Dieciseis

    Diecisiete

    Dieciocho

    Diecinueve

    Veinte

    Veitiuno

    Sábado.- Veintidos

    UNO

    Allá por el año de 1940, en una hacienda, cerca del pueblo El Viejo en el De-partamento de Chinandega en Nicaragua, Carmen se levantó muy temprano, y abrió la ventana para que entrara un poco de luz para poder encender el candil, sabía que el sol le tomaría mucho tiempo para que saliera allá arriba del platanal, su intuición le decía que ese día, iban agarrar la camioneta que por estar la temporada seca, los iba a llevar a la central de la capital Chinandega.

    Paulita, levantáte hija, ahora sí que nos vamos.-le dijo a su hija, mientras metía leña entre tres grandes piedras que usaban como cocina, removiendo las cenizas que se habían formado sobre las brasas que calentaban la vivienda por la noche. Afuera se oían las chicharras en sus jolgorios, y el perro durmiendo afuera en el patio, al notar la lumbre débil que asomaba en la choza, se movió sin ladrar echándose a la entrada de la puerta.

    En esa región, no había transporte motorizado durante las lluvias, los campesinos se movilizaban en bestias en sus faenas. El camino era muy lodoso y muy malo, ahora que no había llovido por dos días, éste era el momento, era el único chance de ir a la ciudad, aúnque allá a lo lejos se estaban formando nubarrones grises sentenciando la comarca con otro aguacero, todavía tomaría unos días más para que en realidad cayera uno de esos aguaceros acompañados con rayos y truenos. Esa zona era algo fría, lluviosa y húmeda la mayor parte del año, y las plantaciones eran muy diferentes a lo que se sembraba en la zona seca del Pacífico.

    Carmen calentó un poco el agua que había guardado en una porra cerca de la cocina la noche anterior, el agua en esa parte de la comarca era muy helada. Con el agua ya caliente, se dió un ligero baño y calentó más agua para su hija. Se apuró en vestirse y volvió a despertar a su hija de ocho años, Paulita,- Vamos, hija, que se va hacer tarde. !Ánda!, quitáte esa ropa que te voy a dar un baño rapidíto, mi muchachita.- le dijo mientras abanicaba ahora con un sombrero viejo la leña que ya principiaba a echar humo, y cuidadosamente sacudía las cenizas restantes golpeando los tizónes contra las piedras. La madrugada estaba fría y húmeda, unas semanas más y el verano vendría. En estos lados de las montañas, en invierno o en verano siempre llovía, cubriendo las mañanas de neblina.

    Juan…Juan, ya nos vamos, hombre-Carmen se dirigió a su compañero de muchos años sacudiéndole fuertemente la hamaca donde Juan siempre dormía. Juan se restregó los ojos tratando de aclarar su vista con la luz tenue y débil que desprendía la mecha del candil con kerosene; se levantó frotándose la cara llevando consigo la colcha para cubrirse las espaldas, pues el frío de la madrugada entraba por la ventana, y asomó la cabeza estudiando las nubes.- Ahora si, creo que las lluvias vendrán dentro de unos días, aunque veo unos nubarrones, pero no traen agua,- comentó mientras sacaba debajo del colchón viejo y remendado donde dormía su mujer, un pañolón rojo donde tenían guardado sus ahorros. Juan, no te olvidés de hablar con Don Teodoro para ver si te presta un muchacho para que te ayude, ahí te dejo en la porra frijoles listos, yo vuelvo antes que caigan las lluvias.

    Juan se acercó a la mesa de comer, que era una caja de pino vacía marcada con sténcil "United Fruit Co.", y ahí encima desenrolló el pañolón.

    "Carmen, cuanto vas a llevar, pues?-, Juan preguntaba mientras se daba un baño rápido con el agua que Carmen había dejado para él.

    Esperáme un momentito que estoy aquí con la niña-contesto detrás de una sábana amarillosa y ajada que guindaba en una esquina de pared a pared en la choza haciendo así un cuarto para Paulita- "Pues…dejáme ver…mejor me llevo unos pesos más, por si acaso encuentro unos parches porosos y unas Mejorales… que decís vos?.

    Yo no sé, vos sós la que siempre hacés estos viajes.-Juan confió el dinero en su mujer y le dijo - cogé lo que vos querrás, además, este fin de semana es día de pago.

    Paulita ya estaba lista, y medio dormida se quedó sentada en una esquina de su catre, apoyando su cabeza contra la pared que eran tablas adornadas con páginas de periódicos y recortes de revistas que el patrón botaba. En las paredes no había más que una repisa pequeña sostenida por un clavo, donde tenían un estampa de la Jesús Nazareno y de la Virgen Concepción, con una candela apagada. Esta mañana desayunaron algo rápido, y dándole al perro unos huesos que conseguía en la cocina de la hacienda.

    En la pared cerca de la puerta se observaba un recorte del periódico Novedades, con la foto del Presidente General Anastasio Somoza. Juan y Carmen no entendían mucho de política, pero tener ese retrato del General era como una protección en caso llegara la guardia por cualquier cosa. Carmen cogió del pañuelo algo de dinero, y se los metió en el portabustos. Juan se lavó la cara, se ajustó el machete al cinto, se acomodó el sombrero de palma, puso unas tortillas hechas el día anterior y un pedazo de queso seco en un pañuelo desteñido, llenó de agua su calabazo que lo guindó en su hombro, y muy apesarado se dirigió hacia su hija y la beso en la cabeza,- Portáte bien, y que Tata Chu te acompañe-le dijo en voz baja para no despertarla; Juan y Carmen se quedaron viendo por un corto rato, sus ojos hablaban, pues sabían la misión de ese día, no había nada que decir, ya lo habían discutido varias veces, los dos sabían lo que iba a acontecer. Juan silenciosamente salió del rancho rumbo a la montaña atravesando el platanal en medio de la oscurana; el perro flaco con la cola entre las patas, lo siguió.

    DOS

    Ese viaje lo habían planeado hace mucho tiempo, y si ella salía tarde no llegaba con tiempo a Managua, y tenía que pasar la noche en uno de esos pueblos, además, le daba miedo arriesgarse a esa aventura donde a nadie conocía, pues, muchas veces ella había oído en la hacienda de don Teodoro, comentarios de las cosas que le pasaban a mujeres que viajaban sola. La caminata desde la choza para llegar a la carretera no era largo, pero por ser un camino muy poco usado por las familias que vivían por ahí, se caminaba despacio para evitar los resbalones, y a veces habían lugares pedregosos, y ellos no podían llegar con sus zapatos enlodados donde iban. Pero hoy todo el camino estaba casi seco, con partes de agua acumulada.

    Caminaron rápido,- Aligerémonos un poquito Paulita, que si no, nos deja otra vez la camioneta.-Animaba a su hija, mientras las chicharras paraban sus serenatas al oír el ruido de pasos y resollar de las dos mujeres a lo largo del camino todavía parchadas con charcos de la lluvia anterior. Madre e hija no hablaban, solamente concentraban sus pasos en el camino, en lo medio oscuro de esa madrugada, no había algo que decir. Paulita nunca preguntaba, siempre obedecía, además, hablando se cansarían más rápido, necesitaban el aliento para poder llegar al final del camino, que se comunicaba con a la carretera formada por el transito de vehiculos privados. Pronto iba salir el sol, y el chance de montarse en el único y último transporte del día.

    La niña cargaba debajo del brazo un paquete donde llevaba su ropa con que se cambiaría en Managua. Agarrada de la mano, iba al trote tratando de alcanzar los pasos largos de su madre, y volteando la cabeza a ambos lados del camino observaba en medio de la oscurana las siluetas de los plataneros con sus racimos colgados, inmóviles y húmedos por el rocío de la madrugada, que parecían soldados en revista despidiéndose de ella en silencio, tristes por su partida, pues, el platanal era el único lugar donde miles de veces Paulita había jugado a las escondidas con otras niños y niñas creadas en su imaginación, y en voz baja se despedía de ellos. -Adiós Rosita, Toribio, Tito, Carmencita, Asunción.

    Ella los veía a todos detrás de los matorrales, y en silencio sus amiguitos la quedaban viendo, como asustados de la sorpresa de su partida.- Mirá adelante, por donde caminás,- Carmen le llamaba la atención- te vas a tropezar y te vas a enlodar, y dejá de estar hablando sola, ya te he dicho que eso es malo. Paulita le decía a su mama casi calladamente- Mami, esos son mis amigos que juegan conmigo.

    Habían caminado rápido por mucho tiempo, estaban ya cansadas, y sudadas por el ejercicio forzado en esa mañana. El sol dio su aviso que él también se iba a levantar muy pronto, anunciando su salida con un color rosado sobre las colinas, haciendo aligerar los pasos de las caminantes. Al fin llegaron a la carretera, el suelo estaba todavía algo húmedo, y no había marcas de llantas de vehículos, una seña que ahora sí que habían llegado con tiempo. Carmen cargó a Paulita y se sentaron en una piedra grande como una roca pintada de blanco, que era la seña que ahí, entrando al monte, vivía alguien, existía una finca, y también la parada del bus. Con sus manos Carmen se limpió el sudor que le perlaba la frente, tenía sus canillas salpicadas de lodo y sus zapatos también. - Quedáte aquí.- le dijo Carmen a Paulita, mientras se asomaba a la largo de la carretera, para ver si venía algo y pateaba en la carretera para desprender el lodo acumulado en sus zapatos domingueros, y después limpió a los de su hija, pues tenían que llegar bien presentables. Carmen cargó a Paulita en sus brazos y se sentó en la misma en la misma piedra grande. Se acomodó y viendo a Paulita, la besaba en la frente y le arreglaba el pelo.

    Sentada ahí, Carmen se puso a pensar en la suerte de que la semana pasada había oído referencias de una persona que podría cuidar a Paulita como una hija. Carmen se sentía feliz. Y daba gracias a Dios que el fin había encontrado alguien de buena voluntad. Y se ponía a recordar ese día en que había al fin encontrado un lugar que podrian cuidar a Paulita.

    Carmen y su marido adoraban y cuidaban mucho a su hija, pero ahora que iba creciendo, ella necesitaba ir a

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