El pueblo de los horrores: El pueblo de los horrores
()
Información de este libro electrónico
Jordi Sierra i Fabra
Jordi Sierra i Fabra (Barcelona, España) cuando era niño, solía escuchar por la radio los cuentos de un famoso escritor. De grande, Jordi se hizo amigo del escritor e inventó esta historia para rendir homenaje a los secretos que su fabuloso amigo compartió con él.
Lee más de Jordi Sierra I Fabra
El misterio de la Gran Pirámide: El misterio de la Gran Pirámide Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El secreto del escritor fabuloso: El secreto del escritor fabuloso Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl espejo diabólico: El espejo diabólico Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl fantasma del loco vengador: El fantasma del loco vengador Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesPesadillas vivas: Pesadillas vivas Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones
Relacionado con El pueblo de los horrores
Libros electrónicos relacionados
Cuentos que encierran misterios Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesDonde esta bebe oso? Calificación: 3 de 5 estrellas3/5Cipariso (Cyparissus) Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesDoña Hortensia (Madam Hortensia) Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesBestsellers: Infantil Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesRadio Popov y los niños olvidados Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones¡Qué fastidio ser princesa! (It's a Pain to be a Princess) Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl maravilloso sombrero de María Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesPrimer Maestre Mutt y el motín de la máquina de viento Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesMi vecino de abajo Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesPablo Diablo y el dinero Calificación: 2 de 5 estrellas2/5Las aventuras del mono Pipí Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesColón, el navegante Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesBerta Mir 5. El caso del asesino invisible Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesMi abuela fue pirata Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl monstruo Malacresta Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesJuan Juanetes Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl rubí del monte Fuji Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl misterio del ojo halcón Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl niño que quería ser rey Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Super Granny (versión española) Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa despensa mágica Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa llavecita dorada (The Little Golden Key) Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesCinco modos para deshacerme de mi hermanito: Cinco modos para deshacerme de mi hermanito Calificación: 1 de 5 estrellas1/5El misterio de la casa abandonada: ¡Elige entre 15 posibles finales! Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesUna Mascota Para Tom Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa huella del dragón Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesAlicia para niñas y niños Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesPepa Guindilla Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones
Terror para niños para usted
Escape del Asylum Calificación: 3 de 5 estrellas3/57 mejores cuentos de H. P. Lovecraft Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesFestín de muertos: Antología de relatos mexicanos de zombis Calificación: 3 de 5 estrellas3/5El gato negro y otros cuentos Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Catacomb Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Los gemelos del metro Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Sanctum Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Los fantasmas de Fernando Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El abismo: Asomos al terror hecho en México Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Más historias de miedo para contar en la oscuridad Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesAsylum Calificación: 3 de 5 estrellas3/5Los carcomidos Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Historias de miedo para contar en la oscuridad 1 Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Cuentos de Miedo para Niños Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Micro Cuentos De Terror Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Jefferson. Operación Simone Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesCuentos de horror Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Oscuridad Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Los artistas de huesos Calificación: 3 de 5 estrellas3/5La trama del miedo Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesUn poco de dolor no daña a nadie Calificación: 1 de 5 estrellas1/5La casa de los tres perros Calificación: 5 de 5 estrellas5/5"Luna Llena" Versión Juvenil Editada: Lunas Vampíricas Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesNada más que perder Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Gatos Calificación: 2 de 5 estrellas2/5Scarlets Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Concierto No. 7 para violín y brujas Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesCuentos fantásticos para dormir monstruos Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl Director Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Los mil y un fantasmas Calificación: 5 de 5 estrellas5/5
Comentarios para El pueblo de los horrores
0 clasificaciones0 comentarios
Vista previa del libro
El pueblo de los horrores - Jordi Sierra i Fabra
1
Ojos brillantes en el camino
Un rayo cruzó el cielo de forma espectacular, como si dibujara un nervio de fuego, blanco y espectral, en mitad del firmamento oscurecido por la tormenta.
Gracias a él, pudieron ver algo, no demasiado.
Su retumbo fue lo peor.
—Mamá, ¿y si paramos hasta que amaine la tempestad?
La mujer ni la miró. Bastante hacía con ir concentrada en la carretera, apenas visible por la cortina de agua que caía. Los limpiaparabrisas del coche no bastaban.
—¿Y si lo hacemos en medio de un río y el agua nos arrastra? —justificó su deseo de seguir a toda costa—. Es mejor no pararnos. Cuanto antes dejemos esto atrás, mejor.
—¿Crees que vamos a dejarlo atrás?
El coche avanzaba a muy poca velocidad, y desde hacía rato ningún loco se les había cruzado por la carretera. Viajaban solas y perdidas. Eso también lo sabían. Tal vez los postes y las señales de tránsito se hubieran caído, o tal vez ni los habían podido ver por la lluvia y la oscuridad, pero lo cierto era que por allí no se iba a ninguna parte conocida. Estaban en plenas montañas.
Así que sólo les quedaba seguir, y ver adónde iban a parar.
—Sea como sea, no quiero detenerme, Diana. Sabes que este coche, cuando se apaga, puede pasarse horas sin reaccionar. Y más mojado de lo que está ahora, no creo que haya estado jamás.
—Una vez…
Querían hablar, de lo que fuera, para escuchar, al menos, el sonido de sus voces, pero la aparición resplandeciente de un nuevo rayo las cortó en seco. Fue aún más fascinante y grandioso que los anteriores, porque en vez de caer de arriba abajo, apareció horizontalmente, por encima de las cumbres, como un largo río con infinidad de pequeños afluentes a los lados. La escena habría resultado maravillosa de no ser por la situación.
—Diana —dijo la mujer con un hilo de voz—. La próxima vez que yo te proponga pasar unas vacaciones acampando en esta época del año, por favor, dime que no.
—De acuerdo, mamá.
—Gracias, nena.
Intercambiaron una mirada de ánimo muy breve, pero suficiente para que en ese espacio de tiempo la conductora dejara de mirar la carretera.
El nuevo rayo iluminó con su espectral acento el asfalto justo en ese instante.
Y entonces lo vieron.
O creyeron verlo.
Un animal en medio de la carretera.
Un animal de ojos muy brillantes.
Un perro, tal vez.
Y tan sorprendido como ellas por su presencia allí.
—¡Diana! —gritó la mujer.
—¡Mamá, cuidado! —gritó la chica.
Fue instintivo, inevitable. El giro del volante para no atropellarlo apartó al vehículo de su trayectoria. Cuando la mamá quiso rectificar, cometió el error de pisar el freno. Lejos de detenerse o recuperar el sentido del camino, el automóvil patinó, se deslizó de lado sin control.
Temieron volcar, o salirse de la carretera y chocar contra algún árbol de la cuneta. Las dos se sujetaron de donde y como pudieron, con las dos manos, y el miedo reflejado en sus rostros. El coche acabó dando una vuelta sobre sus cuatro ruedas.
No volcó.
Pero sí se salió de la carretera.
Tampoco hubo impacto, aunque vieron acercarse peligrosa y dramáticamente un árbol hasta que la inercia del vehículo cesó y quedaron varadas a menos de un metro de él, iluminándolo con la luz de los faros.
Madre e hija se quedaron silenciosas, muy silenciosas, temblando, y con la sensación de que los latidos de sus corazones podían oírse como a 100 kilómetros de distancia.
—¡Por poco! —suspiró la mujer.
—¿Qué fue eso?
—Un perro o algo así, ¡maldita sea! Debí haberlo atropellado. Mejor una abolladura que esto.
Un rayo más, el enésimo. Sus rostros se llenaron de blancura al ser bañados por su resplandor.
—Vámonos de aquí, mamá —dijo Diana, suplicante—. Arranca.
La madre llevó la mano hasta la llave de encendido. Las dos observaron el movimiento con el alma en vilo. La mano se detuvo un segundo antes de hacer girar la llave. En ese segundo, pidieron lo mismo mentalmente.
Vamos, no nos fastidies, coche, no nos dejes tiradas aquí. ¡Arranca, arranca por lo que más quieras!
.
La llave giró.
Un esfuerzo inútil.
Fue como si el sonido resbalara, como si allí dentro, en el cofre, nada estuviera ya dispuesto a trabajar como