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Libro electrónico219 páginas3 horas

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El personaje principal es Maniro cuya madre muere durante el parto. Su padre, nacido en Curazao, trabaja en barcos de pasajeros de Estados Unidos y tiene residencia en Nueva York. Por su profesión se ausenta por largos periodos y Maniro es criada por su abuela, una mujer con sangre española, quien la discrimina por ser mulata. Una vecina, con sangre Asháninca, una etnia de la selva Peruana, es quien la cría.
Durante su permanencia en un internado en Lima donde estudiara la escuela secundaria, la protagonista conoce a dos alumnas que comparten su habitación y que se convertirán en sus mejores amigas. Luego de su graduación la protagonista viaja a Nueva Jersey donde su padre muere en un hospital luego de una fallida operación. Maniro debe viajar a Holanda para recibir la herencia de su padre –una villa casi en ruinas- y se casa con un Holandés con quien tendrá 3 hijos. Embarazada de mellizos se divorciara al descubrir que su esposo la engaña con la au-pair. Por mucho tiempo se dedicara a la crianza de sus tres hijos y trabajara para dar apoyo a los Ashánincas que son segregados y desterrados por diversos gobiernos.
Solo cuando sus hijos ya han dejado su hogar buscara una nueva pareja con desastrosos resultados.
La vida de Maniro esta estrechamente relacionada con la de sus amigas del internado quienes también se han casado con Holandeses.
El libro incluye 8 temas musicales de diversos géneros: andinos, baladas, new age y trance lounge, entre otros.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento13 mar 2014
ISBN9786120014547
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Autor

Nuria Garcia Arteaga

Defines herself as a mix of cultures and races.Award-winning Author/Novelist, scriptwriter, playwright; music composer, producer and singer, speaks 6 languages. Born in Peru, her father was African American, her mother Peruvian. While working at United Nations she met her husband, a Dutch diplomat. She graduated as Psychologist at the Catholic University in Santiago, Chile; pursued MA studies on international politics at Universidad de Chile. She moved to the Netherlands in 1982 and followed PhD studies on Pedagogy at Leiden University. Mother of 4 sons, she has travelled for her work in Latin America and Europe. Currently living in the Netherlands.

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    Menkori - Nuria Garcia Arteaga

    I PARTE

    CAPITULO I

    Cuaderno 2 De Chanchamayo al Callao

    "Si es orgullo o si es torpeza

    Mi modo de ser celebro:

    Lo tomado lo reintegro,

    Pago favor con favor,

    Y si negro es mi color

    De ser como soy, me alegro."

    Nicomedes Santa Cruz.

    http://bit.ly/1hPU1q6

    Maniro tiene el sonido del río grabado en su mente. La casona en la que dio sus primeros pasos está en las faldas de ese pequeño cerro que le sirve de fondo panorámico a La Merced. El aroma a mangos, chirimoyas y páqay ¹/ forman parte de su niñez al igual que el fuerte olor a incienso de la iglesia a la que su abuela la lleva todos los sábados por la tarde.

    -Buenas tardes doña Laura. ¿Ya están listas las niñas para ir a misa?

    -Buenas, Juanita ya esta peinada y vestida, pero no he tenido tiempo de arreglar a Maniro.

    La señora Carmen avanza y la ve al fondo del pasillo sentada en una pequeña silla mientras juega con esas ollitas de barro que ella ha visto en el mercado.

    -Si quiere yo la visto, señora Laura.

    -Aquí tiene el vestido que le mandó su papá, pero apúrese que vamos a llegar tarde.

    -Ahora mismo la visto... ¿Cuándo llegó la encomienda de Don Augusto?

    -Hace cuatro días. No quiero que la gente se entere, usted sabe como les gusta el chisme. Desde que mi hija murió me preguntan de todo. De dónde es el papá de Maniro, porqué no viene a verla.

    -Es que cuando falleció su hija todos tuvimos mucha pena Doña Laurita, pero ni la misma matrona se dio cuenta de que se estaba desangrando.

    -Mi hija Iraida, tan linda y tan joven no tenía porqué morir. -La mujer mira hacia los árboles que se dibujan a través de la ventana-.

    -Recién un año de casada y su esposo de viaje. Cuando llegó con él de Lima se notaba que Don Augusto la quería montones. ¿Cómo nos íbamos a imaginar una tragedia así?

    -Y ahora yo tengo que hacer de padre y madre de las dos chiquillas. Juanita es tranquila y no me da problemas pero Maniro es inquieta y yo ya estoy mayor. A veces me faltan las fuerzas Doña Carmen.

    -Yo no conozco a nadie con tanto carácter como usted Señora Laura. -La mujer desaparece con la niña y regresa al cabo de unos minutos-.

    -Ya tengo lista a Maniro. -Doña Laura, le contesta sin mirar a su nieta.

    -Si, vamos a misa, que no quiero llegar tarde.

    La dos avanzan por la ruta que conduce de la casa hacia el pueblo. Durante la semana el camino de tierra es una gran polvareda dejada atrás por camiones que llevan fruta a Lima. En este atardecer de sábado se ve limpio y desierto. La mujer de blanca tez sujeta de la mano a una niña gordita de unos seis años que se le parece. A su lado Doña Carmen camina intentando no separarse de la niñita de piel canela oscura y rizados cabellos que va dando brincos mientras tararea una canción.

    -Maniro, ten cuidado, no te vayas a caer.

    -¿Qué te esta diciendo la señora Carmen?. ¿Es que no puedes caminar normal?

    La niña queda como paralizada y solo atina a darle la mano a la vecina que la mira compasiva. Su abuela sigue caminando enérgicamente sujetando a su hermana Juanita. La señora Carmen espera que Doña Laura se haya alejado para susurrarle al oído.

    -Te he dicho que no saltes y brinques cuando tu abuela esté cerca, tu sabes como es ella de renegona. Más tarde cuando acabe la misa y vayamos a la plazuela podrás jugar.

    La mujer le acaricia la pequeña nariz, sube sus dedos por la frente y le pasa la mano por los rizos marrón rojizo mientras la niña le sonríe mostrando unos dientes blancos y perfectos que iluminan su ovalada carita.

    La señora Carmen recuerda cada visita del padre de la niña cuando el barco en el que trabajaba atracaba en el Callao por más de tres días. El viajaba en ómnibus y colectivo por un día entero para traerle a su hija todas esas maletas con ropa, juguetes y chocolates.

    -Doña Laura entienda, quisiera poder venir cada mes pero los barcos que van para Europa y Australia son los que mejor pagan y esos parten desde Nueva York.

    -Eso no es razón para que no venga a ver su hija. Yo no me puedo hacer cargo de una niñita tan intranquila, sale a jugar por el río y hay que salir a buscarla. Se la pasa brincando, cantando y yo ya no tengo energía para criar niños.

    -Le pido por favor que tenga paciencia. Aquí le dejo otros quinientos dólares, búsquele una niñera, alguien que se haga cargo de ella mientras usted está en el campo.

    La mujer recibe el dinero en silencio mientras camina con el hombre que ella se niega a llamar yerno. Don Augusto con su metro ochentaicinco atrae las miradas de todos los vecinos porque esta siempre impecablemente vestido como un dandi ingles. De su piel oscura y cabellos de apretados rizos se desprende una sutil fragancia a lavanda y a limpio. Antes de subir al taxi que lo esta esperando, el hombre levanta en sus brazos y besa repetidamente a la niñita que apretada a su cuello llora en silencio. El taxi se aleja dejando una nube de polvo que se posa sobre las hojas de los árboles de plátano que rodean la casa de Doña Laura. Desde la muerte de su hija no le fue bien con el negocio de venta de fruta y había tenido que vender la camioneta y despedir al chofer. Con lo que le dejaba o enviaba el que fuera marido de su hija había podido invertir en la chacra y ahora los negocios estaban mejorando.

    La señora Carmen le agarró cariño a Maniro porque le daba pena ver como la trataba su abuela. Doña Laura se llevaba a Juanita al campo y volvían después de varias semanas. Los juguetes que el padre de la niña traía eran entregados a Juanita. Según comentaban en el pueblo había construido una enorme casa colonial, donde la gordita tenía una profesora particular. En la casa donde nació su nieta hizo poner enormes cubiertas de plástico sobre los muebles y la acomodó en un cuarto que era para el personal de servicio. La enorme sala y comedor que eran usados para recibir a vecinos y personas del pueblo cuando la mamá de Maniro vivía tenían un aire de tristeza. Los que fueran hermosos muebles de nogal se veían ahora deslucidos. Las ventanas se mantenían cerradas usando como pretexto que la casa se llenaría de polvo. Con el tiempo un olor penetrante, a guardado, predominaba en toda la vivienda. La señora Carmen se mudó, a la que era una vivienda llena de luz y alegría cuando vivía Iraida, para poder cuidar a la niña.

    Con el tiempo Maniro se volvió como una hija para ella, cuando estaban solas se transformaba. Recogía cualquier cosa: hojas, piedritas o lo que encontrara para jugar a la tienda mientras cantaba con la radio que su padre le había traído de regalo. Se conocía todos los valses de Jesús Vásquez y los Troveros Criollos. La primera vez que la radio dejó oír a Celia Cruz y la Sonora Matancera Maniro empezó a sonreír mientras daba vueltas y hacía lo que podía para intentar bailar al ritmo de esa música que ahora se estaba poniendo de moda. La niña fue creciendo alejada de su abuela. Doña Laura venía un par de veces por mes para dejar plata para la comida e ir al correo a recibir los giros que enviaba Don Augusto.

    Las luces del taxi atraviesan las ventanas iluminando la sala. La señora Carmen sale apresurada del cuarto mientras medio dormida, se pone una chompa, camina hacia la sala y enciende una vela que coloca en la mesa. Al mirar hacia afuera ve a Don Augusto que baja con dos maletas.

    -Disculpe que llegue sin haber avisado, un compañero se enfermó y tome su lugar en el barco. Espero poder quedarme todo lo que pueda, mi barco sale en dos días.

    -No se preocupe usted.

    -¿Puede por favor despertar a la señora Laura? ¿Y también a mi hija?.

    La señora Carmen lo mira entristecida y empieza a hablar. La sonrisa de Don Augusto va desapareciendo, en su rostro se refleja primero sorpresa y luego tristeza. Cuando finalmente la vecina calla, el hombre responde ahora con voz airada.

    -Maniro tiene ya once años y todo este tiempo no he hecho sino trabajar para poder ahorrar. Además de lo que le doy cada vez que vengo, le envío cada mes trescientos dólares a Doña Laura para que a mi hija no le falte nada. ¿Y esta es su forma de retribuirme? ¿Así es como demuestra cuánto quería a mi esposa? ¿A la madre de su nieta?.

    -No se qué decirle Don Augusto.

    Por el marco de la puerta que da hacia la cocina, la luz de la vela forma un perfil que va creciendo mientras avanza lentamente. Al llegar donde está su padre, lo rodea con sus brazos y se aprieta a él mientras le dice medio dormida -‘papá, papá… ¿porqué no has venido antes?’ -. El hombre emocionado, la abraza y besa mientras murmura palabras de cariño.

    -Mi hijita, voy a arreglar todo para que vaya a un colegio en Lima. No le va a faltar nada y hasta que arregle todo, la señora Carmen la va a seguir cuidando.

    -Señor, no se donde puede pasar la noche, Maniro duerme conmigo en el fondo de la casa. Tengo prohibido usar las otras habitaciones.

    -No se preocupe, yo me instalo en el cuarto que era de mi esposa. No creo que mi suegra se atreva a decir algo. -Su voz suena ahora enérgica-.

    Amanece, el sol se dibuja con sombras azuladas, celestes y casi amarillas a través de las plantaciones de fruta que rodean el pueblo. Don Augusto termina de escribir y se dirige a la cocina donde están Doña Carmen y su hija tomando el té de la mañana.

    -Estos papeles son para Doña Laura, entrégueselos cuando regrese del campo. Aquí tiene usted cuatrocientos dólares para que, llegado el momento, lleve a Maniro a Lima. Le voy a mandar un telegrama avisándole cuándo tiene que viajar. Va a recibir un poder notarial para que no tenga problemas con la abuela de mi hija, eso se lo traerá el correo.

    -Siéntese Don Augusto, le he preparado un cafecito, ya mismo vienen trayendo el pan. Maniro, anda a ponerte el uniforme que tienes que ir al colegio. -En silencio la niña obedece-.

    -Maniro es muy inteligente Don augusto, se saca excelentes notas. Además le gusta mucho cantar y bailar, en su escuela le han pedido varias veces que actúe para el día de la madre y la clausura del año escolar. A veces en la radio se oyen canciones en inglés, ella se las aprende y las canta igualito.

    -No sabe la alegría que me da con todo lo que me cuenta. Usted está con Maniro todos los días, algo que yo quisiera hacer pero no puedo por mi trabajo. Doña Carmen, gracias por cuidar a mi hija. Sólo espero que para usted no sea un problema ir a Lima.

    -No es problema, no tengo hijos y mi marido murió hace tiempo.

    -Todos los meses le voy a pagar ciento cincuenta dólares por cuidar a mi hija…

    -No es necesario Don Augusto, es suficiente si se cubre mi alimentación y hospedaje. No necesito ningún pago. Lo hago por la señora Iraida, que en paz descanse. Estoy aquí para ayudarlo en lo que pueda.

    -Me va a disculpar, pero insisto en pagarle, es lo mínimo que puedo hacer.

    -Bueno, si usted insiste. La verdad me he encariñado mucho con Maniro, ella es como mi familia.

    -Que Dios la bendiga Doña Carmen. He dejado en el dormitorio los regalos que traje para mi hija. Guárdelos bien por favor, creo que le van a servir mucho a Maniro cuando la lleve a Lima. Voy a hacer una lista de todo lo que tengo que arreglar para su colegio. Mi taxi ya está por llegar.

    Maniro ha regresado luego de algunos minutos. El hombre mira fijamente a su hija que se ha convertido en casi una adolescente. Su cabello, ahora largo, rodea un rostro en el que una nariz respingada armoniza con una boca pequeña de labios gruesos. Los ojos grandes, como almendras de color miel, son igual a los de su esposa, su piel es de un color marrón tostado. Se le acerca y tomándola de los hombros le habla con cariño.

    -Hijita, tengo que irme enseguida a Lima para poder tomar el barco mañana por la noche. Le quedan menos de dos meses para terminar la primaria. Voy a arreglar lo necesario para que pase el verano con la señora Carmen y unos amigos que viven en El Callao. En Marzo podrá ir a un nuevo colegio donde va a estar interna.

    -¿Y cuando vendrá a verme papá?

    -Voy a cambiar de barco y tratar de venir a verla lo más seguido que pueda.

    -Lo voy a extrañar mucho.

    -Yo también hijita, no sabe cómo la echo de menos pero es necesario que trabaje para poder darle todo lo que se merece.

    -Lo quiero muchísimo...

    -Chao hijita...Don Augusto está emocionado pero se controla.

    -Chao papá…

    Se despiden esta vez sin lágrimas. Maniro sonríe mientras cruza la puerta. Ya en el camino que lleva al pueblo se despide de su padre agitando la mano derecha mientras que con la izquierda sujeta el maletín lleno de libros y cuadernos. A lo lejos se ven otros niños uniformados que caminan rumbo al colegio.

    El taxi se aleja llevando a Don Augusto quien desde la ventanilla sigue haciéndole adiós hasta que su silueta se pierde en la distancia.

    La señora Carmen se sorprende al entrar en el cuarto donde ella duerme con la niña. Sobre la sencilla cama ve la cantidad de regalos que ha traído su padre: un par de patines que no podrá usar pues no hay calles asfaltadas donde ellas viven, vestidos, blusas, faldas, pijamas, medias y zapatos. Imagina que las tallas más grandes eran para Juanita quien es mayor por casi dos años y además algo gordita. No entiende porqué la generosidad de Don Augusto no es apreciada por la abuela de la niña.

    -¿De que año es su auto?

    -Creo que mi Chevrolet es del cuarentaiocho, pero está como nuevo porque lo llevo a Huancayo para que lo revisen y le cambien piezas.

    -¿Usted viaja a Huancayo?

    -Si pues jefe, porque de allí uno lleva a los ingenieros a la minera y se gana mas plata que con las carreras en San Ramón.

    -¿Y ha ido alguna vez a Lima?

    -Yo me lo traje desde la capital y la verdad que se portó bien mi carrito.

    -Tengo apuro por llegar a Lima. ¿Ud. me podría llevar?

    -¿A Lima?

    -¡Le pago ciento cincuenta dólares!

    -¿¡ Ciento cincuenta dólares!?

    -Si, pero tiene que salir ahora mismo.

    -Jefe, déjeme nomás mandarle recado a mi mujer y necesito que me adelante algo porque recién regresaría mañana y ella tiene que ir al mercado hoy.

    -Aquí tiene cien soles… ¡Pero estoy bien apurado!

    El taxi se detiene en la tienda de abarrotes y el chofer se baja de un salto. A la entrada hay un par de chiquillos con uniforme del colegio.

    -¿Oye, porqué no están en la escuela?

    -Es que el profe va a llegar mas tarde, tenía un problema en su casa...

    -Escúchame, aquí tienes cincuenta centavos, anda a mi casa, dile a mi señora que me voy con un cliente a Lima y que dejo plata en la tienda para que compre la comida.. ¡Pero corre! -El chiquillo recibe las monedas y sale disparado-.

    El taxista entra a la tienda y se dirige al hombre canoso que está frente a la caja.

    -Jefe, aquí le dejo cincuenta soles para que mi mujer haga las compras que necesita. Cuando venga dígale por favor que me fui a Lima con una carrera y que regreso mañana lo mas temprano que pueda.

    Doña Laura palidece al leer los papeles que le ha entregado la señora Carmen. Sobre la mesa hay un sobre con el nombre de un notario de Lima que ha llegado con el correo. No tiene que abrirlos para saber lo que contienen. En el fondo, no le

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